Glif
- En este momento no vamos hablar de esto, no creo que sea el lugar adecuado - le dijo William con la voz quebrada.
Los ojos verdes de William hicieron contraste con sus rojas mejillas. Mildred ya no se atrevió acontradecirlo aunque esperaba que entendiera que no importaba el lugar, el final había llegado. Ella intentaba seguir fiel a su palabra para estar en la presentación de la banda así que se limitó a escuchar. Después de que Roger terminó de tocar los demás integrante salieron del escenario, las chicas que se habían reunido al frente empezaron a gritar, dificultando aún más el paso, cuando por fin los dejaron salir, se volvieron a reunir en la mesa donde ya se encontraban William y Mildred.
Aparte de Roger, la banda se integraba de tres chicos más, todos un poco más bajos que él. Sin distinción alguna todos guardaban el mismo estilo como salvaje, lucían como lo que eran, unas verdaderas estrellas del rock.
- Lo hicieron muy bien, ¡felicidades! - les dijo William.
- Muchas gracias, esta noche nos acoplamos muy bien, ¡verdad chicos! - dijo Roger eufórico.
-Se vieron muy bien - les dijo Mildred.
Como ninguno de ellos se dio cuenta del incidente, con los tragos poco a poco empezaron a entrar en ambiente, Mildred agradeció que no se enteraran de lo que había pasado muy cerca de ellos.
- Bueno creo que me tengo que ir - dijo Mildred.
- Pero cómo... Quédate a disfrutar un poco más - le sugirió Roger.
-Ustedes se pueden quedar yo me retiro.
Sin más, Mildred comenzó a despedirse de todos, ellos se comportaron muy amables, se miraba que sabían divertirse, ella lo entendía, porque ese grupo de chicos se llevaban muy bien, se notaba que amaban la música y eso los vinculaba de una manera muy especial.
- Al menos permíteme acompañarte a tu coche - le dijo William al oído con la intención de que lo escuchara perfectamente.
Terminaron de despedirse de todos, William felicito nuevamente a Roger por su éxito, con lo que quedó muy satisfecho Roger, porque realmente estaba trabajando muy duro en su música. Después caminaron a la salida primero Mildred y detrás de ella William, estando afuera él le dijo:
- Me preocupas demasiado, y protegerte es lo que haré sin importar que no me quieres cerca.
- Créeme que estas cosas me han ayudado a crecer, no necesito que me protejas.
Lo cierto es que ella decía la verdad pero también mentía, su cuerpo decía completamente algo diferente.
- No importa lo que me digas, tú me has demostrado otra cosa, ¿acaso todo lo que sientes lo puedes fingir?
- Fue un error todo esto, y me disculpo.
Para entonces Mildred ya estaba en su coche, quien iba a pensar que la noche terminaría así. Se marcha mirando a William por el espejo del retrovisor hasta perderse en la distancia, entonces quería regresar el tiempo para que nada de esto estuviera pasando, su lucha interna seguía, sólo rogaba porque William fuera feliz, tan feliz que ni siquiera se acordara de los malos momentos que le había hecho pasar en tan poco tiempo de conocerse. Eso pensaba.
Al otro día le costó mucho poder levantarse pues no había dormido bien, se dio una ducha para despertarse cosa que no fue suficiente, así que bajó a la cocina y se preparó un café cargado, sus padres aún no han regresado, por lo que antes de salir rumbo a la preparatoria se asegura de cerrar bien las puertas.
Experimenta por primera vez en la vida unas ganas inmensas de no entrar a las clases, se siente aún demasiado dolida con Karen, le lastima el sólo hechode ver a William. Saca fuerza de lo profundo de sus entrañas para sentarse en esa banca. Las clases se tornan demasiado lentas. Por fin es la hora del receso, es la primera en salir del salón para dirigirse a la biblioteca, sabe que ese es un lugar tranquilo porque a esa hora no hay casi nadie, procura un lugar para no ser vista, toma un libro cualquiera y sin poder concentrarse pasa tan sólo las páginas del libro, en eso estaba cuando escucha el sonido del celular, lo saca rápidamente y ve en la pantalla el nombre de Linda, quien le dice con una voz chillona:
- ¡Hola!
- Hola, ¿cómo estás? - responde Mildred.
- Bien, muchas gracias, espero que tu estés genial, porque yo si lo estoy. Bueno no quería que te olvidaras de mí, más porque ya casi estaré por allá y necesito pedirte de favor que me ayudes.
- Claro, en lo que quieras - le dijo como poniéndose a su disposición.
- Serán cosas sencillas, puesto que tú conoces Santa Cecilia, necesitare moverme ahí y en el pueblo más cercano.
Mildred comprende a lo que se refiere, realmente no era nada difícil lo que le pedía, por tanto aceptó sin recordar si quiera que eso implicaría pasar tiempo con William, cosa que ahora quería evitar.
- ¿Estás en clase? - le pregunta Linda.
- Si, pero es la hora del receso así que no te preocupes.
- Tampoco te quiero quitar mucho tiempo, ¿te parece si te escribo?
- Cuando quieras no hay problema.
Terminaron la llamada y ella regresó a su salón, siguió evitando a Karen, realmente fue difícil tenerla a su lado sin hablarle. Mildred percibió algunas miradas de sus compañeros, quizás porque notaban que ambas se encontraban serias, obviamente, el noverlas hablar entre ellas era raro, aunque los rumores que se pudieran generar entorno a eso ya no le importaban a Mildred. Después de las clases tendría el entrenamiento de basquetbol, pero ella no asistió, quería llegar pronto a su casa, necesitaba terminar ese día tan difícil, quería estar en su espacio, buscaba una forma para estar confortable.
Cuando llegó a su casa su madre la recibió con un fuerte abrazo, el ambiente olía a canela y chocolate, lo que indicaba que seguramente se encontraba horneando las galletas favoritas de Mildred. Esa era una sorpresa porque solamente las horneaba cuando Mildred se lo pedía, esa siempre era como una forma de consentirla, Mildred sabía del amor que su madre ponía al elaborarlas. Ana, a pesar de que estaba tan cansada simplemente quería que las disfrutara, para esto le pregunta si todo estuvo bien dentro de su ausencia, Mildred le contestó con un rotundo: sí, porque no quería preocuparla hablándole de problemas de chicas, mucho menos de problemas amorosos, ningún chico de su edad hablaba de esos temas con sus padres, Mildred entendía perfectamente porque, pues en su caso su madre como era de un gran corazón, creía en las personas, no pararía de decirle que hablara con su amiga para que aclararan el mal entendido, y ni hablar de lo que opinaría de William, aunque primero tenía que contarle lo que pasaba entre ellos y esa era otra de las razones para no contarle nada. Pero su padre llegó justo a tiempo, Mildred no recordaba muy bien hace cuánto tiempo no comían juntos en familia. Fue mientras comían que les pidió un permiso para salir más tarde, ellos no tuvieron inconveniente, Mildred sabía que si no hubiera sido así, si se hubieran enterado que había salido en su ausencia, y su madre era la que más se hubiera enojado. Cuando termino de comer ayudó con la limpieza de la cocina, ya estaba empezando a sentirse inquieta, miraba el reloj, a veces le parecía que el reloj iba muy rápido y otras le parecía que el tiempo no avanzaba, y se decía para sí misma, el tiempo a veces es muy extraño.
Sacó su bicicleta, se quitó su bandana, la guardó en su mochila y ésta se la acomodó en la espalda. Cuando llegó al río se aseguró de que no se encontrará nadie alrededor, el crespúsculo comenzaba apenas a notarse cuando Mildred se bajó de su bicicleta, la dejó en una orilla junto con la mochila, se quitó los zapatos, caminó descalza hacia el agua, sintió como la perla que llevaba en el bolsillo de su pantalón desprendía un agradable calor, cuando el agua le llegó a la cintura la corriente del río tomómás fuerza, tuvo que sumergirse, la perla desprendía una luz que le ayudaba a ver, eso le daba más confianza. Entonces comenzó a buscar un molusco, tal y como se lo había indicado la señora Lula, cuando al fin lo encontró, sin necesidad de tocarlo, el solito se abrió por lo que dentro puso la perla, pero en la arena se comenzó a formar un remolino hasta convertirse en una figura indefinida.
- Por fin el día ha llegado - dijo una voz peculiar aunque agradable.
Mildred se quedó asombrada, entonces pensó en voz alta:
- ¿Qué lengua está hablando?
Lo más increíble era que la estaba entendiendo, todo eso era una locura, entender un lenguaje desconocido.
Ojala eso hubiera pasado en mis clases de inglés. En eso pensaba Mildred, cuando la figura le dijo:
- Mildred, gracias por estar aquí, y por cierto, te aviso que tu mensaje pronto le llegara al rey del océano, espero que la guardiana del secreto te haya dicho que con esta acción ya puedes ir a hacerle una visita, por el momento tu misión ha sido completada, el molusco ha llevado el mensaje.
Mildred se quedó asombrada, se preguntaba cómo esa extraña figura sabía su nombre, pero cuando hablaba de que la guardiana del secreto, haciendo referencia a la señora Lula, entonces se despejaban sus dudas. Pero qué era lo que tenía que proteger,¿acaso había más cosas por saber? Entonces comprendió que desconocía muchas cosas y era el momento de comenzar a entrar a ese mundo marino. Necesitaba saber que todo eso no era producto de su imaginación, que no era una broma pesada, aunque no se imaginaba quien podía tomarse el tiempo para hacer una broma tan bien elaborada.
- ¿Quién eres? - le preguntó Mildred.
- Llámame Glif.
- Pues mucho gusto Glif.
Entonces Gilf estiró la mano para saludarla y decir:
- Ahora nos tenemos que ir, no sería bueno si te llegarán a descubrir aquí.
Mildred aceptó con la cabeza y como Glif llegó se fue. Ella también comenzó a salir del agua, no había nadie, se puso los zapatos y se colocó un abrigo que traía en su mochila el cual le quedaba muy grande.
A fin de evitar agua en su cara amarró su pelo con un chongo alto, y tomó sus cosas para emprender la marcha en bicicleta. El aire estaba frío, ella estaba mojada y sería un milagro si no se enfermaba. Cuando llegó a su casa entró de manera silenciosa hasta que estuvo en su cuarto, lo primero que hizo fue bañarse con agua caliente, para ella era un alivio que lo primero que le había tocado hacer fuera sencillo, estaba agradecida, lo que había vivido esa noche no se parecía para nada a las historias de sirenas que había escuchado de niña. Pensaba en visitar a doña Lula para contarle que el mensaje había sido enviado, pero eso lo dejaría para el día siguiente.
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