Dos cartas
Después de varios días, el equipo de William tenía que partir, Linda y Mildred prepararon un rico almuerzo a fin de aprovechar para estar todos juntos, o, simplemente para pasar el rato, aunque eso para William significaba tener la oportunidad de a ratos abrazar y mimar a Mildred que todavía se ponía un poco tímida.
En la mesa había té a petición de Roger, fruta que no podía faltar para la misma Mildred, bizcochitos de jamón, jugo y pan tostado, en fin, todos se encontraban en la mesa disfrutando, Roger se puso al corriente del campeonato de fútbol gracias a William, pero la responsabilidad llegó:
- ¿De verdad que no se nos queda nada? - dijo Linda.
Todos se quedaron repasando mentalmente lo que debían de llevar, a William no le preocupaba que sele quedaran cosas, esa era prácticamente ya su casa. De hecho estaba esperando a la persona de bienes raíces y al señor notario a fin de firmar la escritura, antes de que se fuera por una semana, cuando de repente se escuchó que llamaron a la puerta, William apresurado fue a abrir dejando a todos en la mesa, pero era la inesperada prensa.
- William dinos, ¿Cómo va el disco? - dijo una voz desconocida para él.
- William, ¿Con quién vives aquí? otra persona preguntaba con una voz intensa
Roger y el arreglista corrieron a calmar la situación.
- Aquí quédate por favor - le dio la orden Linda a Mildred.
Ella obedeció sin pensarlo, hasta por un momento sele olvidó como respirar, puso mucha atención a lo que estaba pasando afuera, escuchaba gente que hablaba simultáneamente, sonidos diversos, todo eso significaba que se estaban aventando para poder llegar a William. De pronto un periodista dijo:
- Por favor, que alguien nos diga qué están haciendo aquí, ¿Están trabajando?
-No - dijo Roger acaparando la atención de todos ellos a fin de evadir todas las preguntas.
Mientras tanto Mildred ve por la ventana como alguien se lleva en la camioneta a William, se queda un poco sacada de onda, la camioneta emprende su camino y el teléfono celular comienza a sonar, es William, ella contesta rápido y en voz baja para no ser descubierta por la prensa.
- Corazón, discúlpame, ¿Aún se encuentran afuera?
- Sí - responde ella.
Bueno, no te preocupes Roger se encargará de solucionar la situación con ellos.
- Pero... Necesito despedirme de ti...
- No es necesario, necesito que estés tranquilo, así que no te preocupes... Entiendo que debes protegerte un poco - dijo Mildred muy tranquila.
- ¡Carajos periodistas! ¿Cómo crees que llegaron aquí?
- No lo sé.
- Ahora no puedo regresar, lo mejor será que me vaya a la Ciudad de México.
Linda entró muy discretamente a la habitación donde para entonces se encontraba Mildred hablando por teléfono, y le dijo:
- Roger ya se encargó de ellos.
Mildred seguía hablando con William:
- Prométeme que vas a tener cuidado por si andan por ahí.
- Si lo prometo - contesta muy melancólica Mildred.
No entendía porque le hacía prometer eso, pero lo hizo.
- ¿Tienes miedo que hable? - le preguntó Mildred.
- No... No la verdad es que tengo miedo que descubran el único lugar en el que puedo estar tranquilo contigo, si me ubican, sería como tenerlos constantemente afuera de la casa, sabes que Santa Cecilia es un lugar pequeño.
Por unos segundos el silencio se hizo presente hasta que Mildred le dijo:
- Te vas entonces por una semana - pregunto Mildred un poco triste
- Quisiera que estuvieras conmigo.
Mildred se conformó con eso, en cambio William dijo:
- ¡Carajo!
- ¿Qué pasa?
- Hoy firmaría los papeles de la casa.
- Si quieres puedo quedarme a ver que se puede hacer.
- Si, te lo agradecería mucho.
Era un poco raro porque jamás lo habían hecho pero terminaron de hablar hasta que llegó la persona que esperaban acompañada del notario. Cuando Mildred abrió se trataba de un Señor acompañado de una señora formalmente vestida y de acento diferente, los hizo pasar, les dijo que William había dejado el pueblo por cuestiones laborales, afortunadamente ellos entendieron, le entregaron varias llaves, y le explicaron sobre los papeles de propiedad que William tenía que firmar lo más pronto posible, luego se despidieron muy formalmente.
De igual modo Linda y Roger se marcharon. Desafortunadamente una despedida había terminado en una huida inimaginable para todos.
Pasaron varios días, Mildred sale de compras y ve rondar en la calle una camioneta como las que habían irrumpido en la casa de William, escucha decir a la gente que tienen varios días que esa camioneta tienes varios días rondando por ahí. Deja de poner atención, regresa a su casa, continúa con sus labores cotidianas, realmente desea terminar pronto para comenzar a realizar las tareas de la preparatoria, está determinada a iniciar pronto porque no quiere terminar hasta la madrugada, las tareas se le duplicaron pues para entonces también le ayudaba a William con algunos encargos, ahora el tiempo para ella es muy valioso, cuando termina sus deberes se sienta en el escritorio de su cuarto, no sin antes poner a su lado el celular, espera al menos un mensaje de William, faltan dos días para que regrese, tiene la certeza de que no hubiera sobrevivido sin ese aparato, para ella escucharlo o leer sus mensajes significa recordar lo que habían vivido en Santa Cecilia, darse cuenta de que su romance no había terminado, el hecho de saber que pronto regresaría la tenía cuerda, mantiene la ilusión de pronto escuchar el nuevo material.
De repente se escucha un ruido abajo, al parecer había llegado alguien, unos segundos después su madre le gritaba que la buscaban en la puerta, bajó rápidamente dejando las libretas y libros regados en la mesa. Era la señora Lula, la hizo pasar, no esperaba su visita.
- ¿Cómo está señora Lula? Pase por favor.
- Muchas gracias Mildred.
La señora Lula se encontraba ansiosa, como agitada, así que Mildred le va a traer un vaso de agua.
- Espera, es algo urgente lo que tengo que decirte.
Se escuchó realmente muy alarmada, así que Mildred se queda atenta, ahora esperaba escuchar cualquier cosa.
- El rey Valerius recibió tu mensaje y todo.
- ¿Qué quiere decir con eso?
- Que desafortunadamente tienes que ir al reino de Valerius.
- Pero falta una semana para que el rubí funcione y Tania regrese a su estado natural.
- Sí, pero él te necesita por otra cosa.
Mildred Recuerda que Valerius se lo había advertido, aunque tenía la esperanza de que no fuera necesario.
Por otra parte, siempre pensó que se iría de Santa Cecilia, hasta había planeado con Karen que cuando menos se irían a estudiar en otro estado. Ella se había hecho a la idea de vivir lejos de casa, de guisar su propia comida y responsabilizarse de sus gastos, ahora comprendía que finalmente era el momento para dejar Santa Cecilia. Por eso es que no le costaba trabajo aceptar la idea de ir al palacio de Valerius, aunque imaginaba que seguramente en ese lugar tendría más problemas, que los enigmas serían más difíciles de resolver. Entonces le dijo:
- Tendré que hablar con mi familia.
- De eso yo me encargaré, no te preocupes, tendrás que traer el libro y las demás cosas. Si quieres hablar con William, tienes treinta minutos.
Mildred siente que sus nervios se empiezan a destrozar, empieza a sentir como su estómago se resiente. Se dirige a su cuarto, se sienta por inercia en su escritorio donde aún se encuentran regadas sus cosas, sabe que no puede marcarle a William porque se inquietaría dejando sus compromisos, y eso no es lo que desea, imagina la reacción que él tendría, que le diría «espérame, ahorita compro un boleto de avión y regreso lo antes posible a Santa Cecilia», tampoco puede hablar con Linda porque no sabe del secreto, así que se le ocurre escribirles una carta, cree que es una buena idea, toma una libreta y comienza a escribir, primero a Linda, piensa que es más fácil expresarse primero con ella, le escribe un mensaje donde le dice que le surgió un pequeño viaje inesperado, cuando termina la carta de Linda la dobla y la pone a un lado, toma otra hoja para escribirle a William, con él no tiene secretos, así que le escribe toda la verdad. Una parte de la nota dice: «Cariño, puedo contar todos los momentos que pasé contigo, son únicos, maravillosos, quizá un poco locos para mí. Me apena confesarlo pero quiero que sepas que mi estabilidad emocional depende ahora de tu sonrisa, por eso quiero que en estos días que estemos lejos no te olvides de sonreír. Mi mamá no sabe que estás enterado de esto, de hecho ella apenas se está enterando del secreto, en este momento Lula le explica todo, comprenderás que no tengo tiempo para decírselo personalmente, así que por favor te pido que aceptes la versión que ella te dé; y si no es mucho pedir, te la encargo mucho. Con amor Mildred»
Mildred escucha toquidos de la puerta, sabe que es el momento de partir, vuelve a leer la carta y le parece que le falta decir muchas cosas más, pero realmente no tiene tiempo, sabe que en unos momentos más tocarían la puerta de su recámara, así que se levanta y busca entre un cajón hojas carta de color con las cuales improvisa unos sobres, cuando los tiene listos pone dentro las cartas, después cella los sobres con pegamento y encima de cada uno pone los nombres correspondientes.
Ya había terminado las cartas, así que sus cosas únicamente las coloca sobre una maleta que tenía mucho tiempo sin usar. Cuando Mildred sale de su recámara con las dos cartas en la mano se las entrega a su mamá.
- Mamita querida, si viene William le entregas estas cartas por favor.
- Mildred, hijita descuida yo se las entregaré - eso dijo su madre con el alma desecha. Mildred nota que los ojos de su madre están un poco aguados, pero también ve en su rostro una sonrisa profundamente amorosa, la señora Ana comprende que para que Mildred pueda cumplir su misión necesita que sus padres estén bien.
- ¿Dónde está mi papá?
- No tarda en llegar.
Mildred nos tenemos que ir - dijo doña Lula.
Sabía que había llegado el momento y lamentaba mucho no poder despedirse de su padre, sabía que la aventura que la esperaba tenía fecha de inicio pero no sabía cuándo volvería a cruzar esa puerta de madera.
Pero lo que si fue seguro fue la visita de William a la casa de Mildred. Como lo había prometido, la señora Ana le entregó la carta. Para leerla William se refugió en la orilla del río como para sentirse arropado, se sentó en la trompa de la camioneta, tal como lo habían hecho en otra ocasión él y Mildred. Con lágrimas en los ojos está seguro que en algún momento ella volverá, vendrás por esas aguas, pensaba él, como lo has hecho anterior mente... No imaginaba que se había ido mar adentro, lo que si se imaginaba y quería hacer era protegerla, sabe que la necesita, aunque la había visto volverse poco a poco más fuerte... Cuando de pronto, William le reclama al horizonte con un grito salido de lo más profundo de su alma: ¡Mildred!... ¡Vuelve a mí!...
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