El jadeo de una herida cansada me despierta y me cuenta al oído algunas de sus aventuras de otoño...

Tengo la silueta de una cicatriz blanca que serpentea en mi pecho al compás de tu ausencia.

Se asoma, con cierta pereza, otra herida añeja, que ha luchado contra el blanquecino pus que vagabundea por mi piel

Mis cicatrices ahora tienen la forma de una nostalgia risueña y te miran con cierto rezago de amor.

Mis cicatrices me cuentan historias de batallas legendarias, ya no duelen, ya no arden, solo duermen buscando un regazo de paz.

La cicatriz de mi espalda me susurra sus temores, le aterra el olvido; me abraza y se queda conmigo esta noche

Mis cicatrices tatúan poesías en los rincones de mi piel; ya no saben doler como antes, vistieron al dolor con lozanas esperanzas

Mis cicatrices son los vestigios de nuestra aventura; de nuestras batallas en el tálamo de rosas; de las veladas con aromas de insomnio ; de aquellos encuentros empapados de intensa adrenalina; de sueños, detalles, caricias o acaso el más insólito, doloroso e inolvidable amor