150 - Bailemos I parte
Ayer volví a oír la silueta de tus pasos; ahogados en el letargo de una espera eterna, oxidados por mi desgano; el agobio de mis tabúes alimentando mis prejuicios.
Mi corazón fue crucificado; dilema ponzoñoso que me hirió de muerte; tu pasión fue al mismo tiempo mi encono; el baile removía otra vez mis complejos macerados en mi celda.
Revolviste mis esquemas con una simple sonrisa; una caricia tuya, hacía trizas mi orgullo que se deslizaba como arena, me tenías a tus pies.
Me senté a tomar un café con mis prejuicios y censuras; mi necedad fue blanqueando sus fronteras, mi esencia gris se fue diluyendo.
El eco de tu imagen bajo las luces de una canción me acosaba; mientras mi obstinación se ahogaba en su agonía.
Bailaste en mi piel; en mis argumentos y en mis temores; bailaste en silencio, bailaste con mis versos; mientras me esperabas en la pista de baile.
La paciencia de tu cintura me miró con esperanza; tus caderas, con los brazos extendidos, me invitaron mil veces a tu ritmo.
Mi castidad bailesca se sonrojó; te lancé un beso con sabor a promesa; mi pureza, mi candidez, mi torpeza coreográfica, las vertiría en un vals, solamente de tu mano.
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