La melancolía se agazapa en mi pecho y me confiesa sus miedos, puedo sentir el aroma de sus trémulos huesos intentando sostener su abatimiento.

La melancolía me atrapa, antes de que hierva mis versos en el tintero y mi poesía sabe a un vacío que renguea por el pasillo.

La melancolía juega conmigo a deshojar margaritas, mientras se mecen entre mis ojeras, la palidez y el pesimismo.

La melancolía me ha susurrado un cuento gris, que se parece a la mirada de mi frío café con tu ausencia remojando mis deseos.

La melancolía de tus ojos ha congelado mi razón; se sienta a la mesa junto con mis desvaríos, para masticar algún sueño febril que me ha dejado el viento del otoño.

La melancolía me sonríe, mientras, mi entusiasmo, agoniza en la melodía de ese último "te quiero"; se oye lejano, ahogado y casi sin aliento.

La melancolía escribe en el cielo nuestros nombres, con la tinta indeleble de aquellos nuestros  besos, que nunca convergieron.

La melancolía, hoy está más triste que  la tristeza y solo se sacude lentamente, de los últimos rezagos de utópica poesía .