Abrir una vez más otro libro, es como un nuevo amanecer con el sol delineando una esperanza de capa blanca cabalgando en una sonrisa.

El silencio se ha vestido de gala y me ha seducido como siempre y como nunca.

Algunas veces tu silueta se ha diluido entre la bruma de lo incierto, sin embargo luego, te siento con la nitidez de esta soledad que se ha encriptado en mi pecho.

Escribo porque es la única forma de escuchar los crujidos de tu aliento; sosteniendo mis pálidos versos, que intentan tocar el borde de tu voz para sacudirse su desnutrido ánimo.

Escribo de nuevo, para tomar un respiro y remojar la aridez de mis sueños, en el regazo de un recuerdo que aún duele, que me golpea y me sumerge en el exilio.

Luego me acaricia, me da un soplo de vida y me abandona en el vacío de un vuelo sin rima, sin color, sin compañía.

Escribo para enredarme en una tertulia con el tiempo, con la noche, con el  silencio y saber de ti, de la cojera de tus sueños, del café mutilado por el tiempo, de la canción arrugada entre tus suspiros  y de esas melodías que aún desvelan mi poesía.