A veces, guardamos silencio porque no sabemos que decir.

A veces, guardamos silencio porque tenemos miedo de decir algo errado.

A veces, guardamos silencio porque nos duele la garganta de tanto gritar.

Y a veces... guardamos silencio porque no vale la pena decir nada.

Cuando una persona discute contigo y eliges callar, no estás siendo necesariamente cobarde. Hay personas que la única voz que escuchan es la suya, y tal vez sea la última que escucharán antes de partir de este mundo.

Somos seres humanos, seres que cometen errores y muy seguido. Nadie es perfecto. El problema de discutir con alguien a quien amas es que puedes hacerle daño. Las disculpas que pidas después no van a borrar ese recuerdo. Vela por lo que dices. Cuando las emociones negativas te recorran, respira, piensa: ¿vale la pena cometer un error en solo minutos del que te arrepientas por años? Y vuelvo con lo de que nadie es perfecto.

Estás enojado, le echas en cara a la otra persona los errores que ha cometido y lo denigras hasta que atenuas tu ira. ¿Y al otro día? ¿Pedirás perdón? ¿Te alejarás? Es tan triste que las cosas más bonitas se rompan tan fácil... como las figuras de cristal.

Una relación puede ser restaurada, y aunque no llegue a ser igual que antes, si se quiere se puede, porque nunca es tarde para volver a intentar, para volver a amar... solo hace falta voluntad y mucho corazón.

Recuerda que si quieres a alguien, debes tener paciencia.

Si quieres a alguien, debes en cuenta que al igual que tú comete errores.

Y aunque muchas relaciones se pierdan en el camino, atesora los recuerdos buenos, llévate lo mejor de cada persona que se haya cruzado por ahí.

Alguien que sabe cuándo callar y cuándo refutar, es más sabia.

Déjate llevar por la alegría y no por el enojo.

Recuérdales a esas personas que ponen color a tu vida que las quieras en ella.

Y, sobre todo, sé feliz.

Dedicada a todas aquellas personas que han callado y que, aunque han sido lastimadas, siguen amando.