Capítulo 9
—¿Guardiana? —se señaló así misma con su dedo— ¿Cómo puedo ser yo una guardiana? Soy una humana normal y corriente. De seguro estoy soñando.
—Me gustaría que así fuera. Así, mi situación no sería esta. Cómo ve estamos rodeadas de dos colores tristes y —tomó la mano de la pelirroja y la condujo hasta su cara— no tengo rostro, ni maquillaje. Esto es cien por ciento real.
Rosé estaba petrificada. Tocaba el rostro de la princesa y era increíble como no había nada.
—¿Por qué yo?
—Fuiste la única que pudo abrir el libro en mucho tiempo —volvió hacer una reverencia—. Te estoy muy agradecida.
—¿Por qué me haces reverencia? Eres una princesa.
—Eres mi salvación —le tomó la mano—. La única que puede volver a darle colores a mi vida. Tan superior a mí, mereces mi respeto —contestó con voz llena de devoción.
—¿Eres la única aquí?
—Así es —abrió sus manos y caminó por el lugar—. Este es mi castigo. Vivir en la soledad por traicionar a mis hermanos demonios.
«Espera un momento»
—¿A caso tú?
—Sí —asintió—, yo soy la del cuento que te contó ese bibliotecario. Por amar a alguien que no debía debo estar encerrada aquí de por vida, a no ser.....
«¿Cómo sabe de Jungkook?»
—¿A no ser?
—Que me ayudes —miró con anhelo—. Cómo te dije eres mi única salvación.
—¿Qué puedo hacer yo?
—Cuando salgas del libro, mira las páginas. Te darás cuenta que están en blanco. Debes pintar este lugar con colores y una puerta que de hacía tu mundo para yo poder ser libre.
—No se pintar —aseguró—. Lo único que se hacer es un muñequito con tres palitos.
La princesa tomó nuevamente el brazo de Rosé y lo apretó con aprecio y comprensión.
—Hay un lápiz que debes buscar. Esta del otro lado de un puente de flores rosas, en tu mundo.
—¿Flores rosas? Hay cientos de ellas ¿Cómo sabré cuál es?
—Yo te guiaré, pero debes mantener el libro cerca de ti siempre.
Rosé tenía una pregunta más por hacer, pero sentía pena, no quería entristecer a la princesa.
—¿Qué ocurre? —Sunselle tomó la barbilla de la chica y la levantó.
—¿Cómo puedes hablar si, no tienes boca?
—Todo es gracias a la antigua guardiana —se sentó alrededor de la cascada que había, la cual estaba seca—, pero era muy mayor y falleció antes de salvarme.
—Perdón por preguntarte, pero —suspiró—. No se porqué , pero me siento en confianza. Como si estuviésemos conectadas—movía sus manos a la misma vez que hablaba.
—Lo estamos desde el momento en que leíste el libro. Somos como hermanas ahora. Estamos en confianza.
«Mamá siempre dice que no confíe en extraños»
«Está ocasión es diferente, Sunselle parece buena y solo quiere ser libre. La ayudaré»
...
Al abrir nuevamente los ojos estaba en su habitación, acostada en su cama. Sus ojos estaban fijos en la lámpara, las luz de esta le molestaba y apartó su vista de ella para ubicarla en Jimin.
—Al fin despiertas —dijo alegre. Le sonrió y le tocó la mejilla, pero ella la retiró insultada.
—¿Qué haces aquí? —su tono era serio y brusco. Se levantó de la cama rápido y lo impulsó a levantarse.
—Solo estaba preocupado por ti.
—No creo que hayas tenido porque preocuparte —lo empujó por los hombros para que saliera, pero este fue más rápido y la acorraló contra la pared.
—Si lo tuve —se acercó más a ella y rozó levemente su nariz. Quería besarla, pero tenía que retenerse las ganas. Rosé que no se quedó dormida en el acto, le escupió con todas sus fuerzas.
—No voy a dejar que me beses. Ya no soy la misma tonta, Jimin —él se limpió la cara llena de saliva—. No quiero volver a verte. No quiero sentir tus besos de nuevo porque me das asco. Se me revolvió el estómago de pensar que tú boca podía estar sobre la mía. Tienes suerte de que solo te escupí. Hubiera sido terrible que te vomitara la cena de anoche. Te hubieras ido hecho mierda.
Jimin se tocó su pecho, estaba palpitándole fuerte y la respiración estaba entrecortada. Cada palabra de Rosé le dolía. Sentía que estaba siendo muy fuerte con él, por simplemente haber besado a otra chica.
—Tú y yo terminamos para siempre ¡Me escuchaste! —gritó y no continuó en la habitación, salió encolerizada. La sola presencia de su ex era suficiente para hacerla enojar.
Bajo los escalones que daban rumbo a la salida de la residencia. Vio parqueada la moto de Jimin y se sorprendió al ver que tenía la llave que la encendía
No dudó en subirse en aquel transporte de dos ruedas e irse a toda velocidad sin un rumbo fijo.
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