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Capítulo 8








La cara de la pelirroja estaba sobre la almohada, estornudó y eso la hizo alejarse de ella. Pasó con ligereza la mano por su nariz sin abrir los ojos y luego la devolvió al lado de su cuerpo donde mismo estaba antes.

—¿Qué hora es? —preguntó, al mismo tiempo que adentro su mano en un túnel pequeño y estrecho, fue hundiendo cada vez su mano hasta que uno de sus dedos tocó el final del viaje. Ella trató de ahuecar con su uña, pero le era imposible hasta que sintió como una mano le tomaba el brazo, eso provocó que sus par de pupilas saliera a relucir—. Disculpa ¿Qué haces en mi habitación?

El demonio se arrecostó en la parte trasera de su cama, se cruzó de brazos y evitando la mirada de la chica soltó:

—No es tu habitación.

Ella abrió la boca, se retiró los mechones que le caían en la frente y tomó la barbilla del chico para que la viese.

—Me gusta que me vean cuando estoy hablando—afirmó—. No voy a caer en tu juego, salte de mi habitación o llamaré a seguridad.

—Estás cometiendo un delito, no te conviene.

—¿Qué delito? —bufó—. Tú eres quien está usurpando en mi propiedad en plena mañana.

—Eres tan dramática.

—Y tú un autosuficiente —contraatacó.

—No hablemos de autosuficientes, tú eres la primera. ¿A caso en tu residencia tu cama es para dos personas?

—No, es para una.

—Dime ahora ¿es esta tu cama? —hundió su mano en el colchón.

Rosé se levantó con el corazón latiéndole apresuradamente. Había estado durmiendo al lado de un completo desconocido ¿Quién sabe las cosas que pudo haberle hecho?

—¡Eso era lo que querías! —gritó.

—¿De qué hablas?

—Intentabas seducirme con tus cuentos, emborracharme con alcohol, te aprovechaste de mi situación para traerme aquí y abusar de mí —se tocó el pecho y comenzó a mirase sus brazos, piernas y pecho, revisándose—. Te acusare con la policía.

—El alcohol te hizo mal, niña —comentó—. No tengo necesidad de hacerte nada porque no eres mi tipo. Las dramáticas no son mi estilo.

—¿Por qué me trajiste a tu casa en vez de la residencia?

Jungkook se quedó tranquilo en la misma posición. No podía decirle la razón de porque no la había dejado en su residencia, no le convenía en este momento.

—Llame y nadie me escuchó —mintió.

—Es hora de que me vaya —recogió sus cosas que estaban sobre una silla y salió sin mirar atrás.






Mientras iba por la calle, Rosé sentía una voz, alguien la estaba llamando, le pedía ayuda. Miraba detrás de ella, a su lado izquierdo, a su lado derecho, pero no había nadie.

Se detuvo en seco y se quedó quieta, fue entonces cuando dejaron de llamarla, pero volvió a caminar y esta vez sintió un zumbido muy fuerte, molesto.

Tragó seco.

Metió los dedos en su oreja, se los arrascó intentando quitar el ruido, resopló al por fin dejar de escucharlo, pero al ver sus dedos se asustó, tenía sangre.

¡Ayúdame! —la voz había vuelto y ahora tenía aún más miedo— ¡Ayúdame! ¡Sácame de aquí, por favor!

—¿Quién eres? —le preguntó al aire porque no había más nada a su alrededor— ¿Donde estás? ¿No te veo?

Estoy dentro de tu mochila.

Rosé abrió su mochila y encontró algo que en ningún momento había metido, el libro dorado. Brillaba ahora más que nunca y al tocarlo comenzó a vibrar y esa voz que la llamaba la sentía en todo su cuerpo. Le molestaba y lo soltó.

—¿Ahora qué?

Toma el libro y ábrelo.

—¿Para qué?

Solo hazlo.

Al abrirlo, fue absorbida a dentro de este y en su primer parpadeo vio un mundo distinto al que siempre había visto.

Había un jardín, pero no uno cualquiera. No tenía colores variados, sino solamente blanco y negro.

Estaba tan perdida en su alrededor que no noto que había alguien más con ella. Esa persona al tocarle el hombro, la asustó.

No simplemente por llamarla, sino por su aspecto. No tenía rostro, pero sin embargo podía hablar perfectamente.

—Mi lady —la chica le hizo una reverencia a Rosé, eso la asustó.

—¿Por qué no tienes cara? ¿Por qué estoy aquí? ¿Cómo llegue aquí?

Es usted la guardiana de Mil Suspiros. La persona que me librara de esta pesadilla. Mi nombre es Sunselle Demostrikeer , pero antiguamente me decían La princesa sin rostro.


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