Existe un momento,
uno perfecto,
donde te golpea el rostro una leve brisa de viento,
mientras caminas ajeno al tiempo.

Se parece detener;
parece frenar,
expulsas el aire de tus pulmones y de manera lenta los vuelves a llenar.

El reloj no detiene sus agujas pero nada parece importar,
el momento perfecto si existe y es aquel dónde te permites sentir y olvidas pensar,
al menos por unos segundos o unos minutos quizá.

Es una tarde serena,
el momento perfecto de amar.