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** CAPÍTULO 13 **

El ojiverde Edmond Monet, se encontraba dejando cosas en su casillero cuando un chico medianamente delgado, pasó a lado de él y lo empujó, propiciando la risa de los demás alumnos. Esta era la quinta vez que le pasaba, no había día que lo quisieran empujar. En otras ocasiones era precavido en ese aspecto, pero había días como hoy; ahora estaba repleto de un tumulto de adolescentes, haciéndole burla por su severa pérdida de memoria.

A veces la gente era ignorante por naturaleza, y no había remedio alguno el eliminar eso de la sociedad. Así que el ojiverde prefería mantenerlo como un secreto y que nadie, ni su propia madre, lo supiera.

Pero en ese instante cuando todo se estaba causando ya un fastidio, y el nivel de burla incrementó; una chica de mediana estatura, pelo lacio color marrón y ojos del mismo color, habló por él:

-¡¿Podrían dejarlo en paz?! -bufó hacia los jocosos adolescentes, que ahora sus risas dejaron de escucharse.

-¿Tú quién eres para defenderlo? -habló el chico que anteriormente lo empujó.

-No es de tu incumbencia, Antoine -la chica de tez morena le llamó por su nombre, y él sólo se quedó pasmado.

-¿Cómo sabes mi nombre? Ni siquiera te conozco -atónito el chico le refutó.

-Como sea, déjalo en paz -la chica escupía fuego en los ojos, como si fuera algo del ojiverde.

-Claro -sonrió entre dientes Antoine -. Es una fenómeno como él -el pasillo estalló de unas estruendosas risas.

La chica de ojos marrón jaló del brazo al ojiverde, y lo dirigió hacia fuera de los pasillos del colegio, terminaron ubicándose en el patio que media menos de diez metros, en donde los chicos que hacían deporte, donde estaban entrenando corriendo por el pastizal.

Edmond al llegar allí, se soltó de su agarre para voltearla a ver con desagrado:

-¿Quién eres? -preguntó aún acomplejado por el momento.

-Camile, y tu eres Edmond ¿No es así? -muy bien, esto ya eran coas de otro universo.

¿Cómo sabe su nombre?, ¿Acaso era una espía?

-¿Cómo sabes mi nombre? -volvió a plantear la misma pregunta, que el chico el cual lo empujó.

-Eso no importa -encogió los hombros suavemente -. Me debes las gracias, te iban a destrozar allí adentro -señaló los pasillos, y le guiñó el ojo con bastante naturaleza. El ojiverde parpadeó repetidas veces para poder razonar lo que estaba pasando.

-¿Quién eres?

-Edmond, ya me habías preguntado eso -la chica volteó los ojos, pero a la vez sonrió porque ya había oído sobre lo que le ocurrió.

-Perdón es... -lo intervino con sutileza.

-Es por lo que te paso, entiendo -tocó su hombro en señal de compasión.

¿Qué diablos estaba pasando?


-Ok, gracias por la ayuda pero tengo que ir a clase -habló tan rápido y se fue a la vez, que la chica de ojos marrón no le dio tiempo de contestar, si no de gritar.

-Claro, ¡Au revoir! -sonrió todavía desconcertada, del como respondió el ojiverde.

Las clases se fueron transitorias, en descansos el ojiverde evitaba encontrarse a la gente, para no tener que soportar una burla más. Cuando llegó la hora de marcharse, su corazón se aceleró; sabía que la pelirroja iba a venir por él y eso le fascinaba...

Todos los acelerados adolescentes se retiraron lo más veloz posible, y cuando Edmond divisó el ambiente para buscar a la pelirroja casi; grita de la emoción.

Traía el recogido con una pinza para el cabello, sus ojos verdes esmeralda resaltaban con su maquillaje sombrío, y sus pestañas estaban más largas de lo habitual. Su blusa llegaba por arriba del abdomen y su pantalón, se hallaba ajustado a la cadera de un color azul rey, hizo que el ojiverde tuviera una conmoción ocular , delirios por su cabeza. Apresuró el paso, pero justo cuando iba a llegar hacia a ella, Camile la chica extraña que lo salvó de las burlas, se acercó a él.

-¡Adiós Edmond! -la chica besó su pómulo derecho en forma de despedida.

El ojiverde perplejo no se acordó de la presencia de la pelirroja hasta que ella le gritó:

-¡Edmond Monet! -gritó con ¿Enojo?

-¡Catherine! -corrió hacia ella y trató de abrazarla, pero ella no dejó que eso pasará.

-¿Podemos irnos? , tengo cosas que hacer -sus ojos jamás lo miraron, y tan pronto entró al auto lo encendió.

Durante el camino a casa del ojiverde, el ambiente era pesado, irritable. Catherine jamás cruzó miradas con él, todo el tiempo miraba hacia el frente. Edmond trataba de buscarla con la vista, pero ella nunca lo hizo.

-¿Pasa algo, porqué estas así conmigo? -cuestionó a una pelirroja que ahora tenía los puños cerrados, consecuencia del enojo.

-No -negó fríamente -mañana no nos podremos ver -su vista seguía firme ante el espejo retrovisor del coche.

-Dime, ¿Por qué estas así...? -Catherine lo intervino.

-Ya lo habías dicho, ¡Diablos! -mordazmente gritó, levantando los brazos hacia arriba en forma de irritación.

-Lo siento, esa chica es rara, sólo me ayudo a que una multitud de estúpidos adolescentes, no se burlarán una vez más de mí -su cabeza se situaba inclinada hacia abajo mirando sus manos.

-Espera, ¿Cómo que otra vez?, ¿Chica rara?

-A mi no me mientes , estás celosa -el pequeño ojiverde cruzó los brazos, cambiando el tema para no contestar sus preguntas.

-¿Celosa? -sonrió con suficiencia -¿Por qué estaría celosa de ti?

-¿A no?, mírate las manos, las tienes rojas de la impotencia -señaló sus manos que ya estaban más que lastimadas por la excesiva fuerza que presionó en ellas.

La pelirroja suspiró gravemente y se dio por pérdida. Hacía tanto tiempo que no sentía esos celos de gran magnitud. Miles de recuerdos s trazaban ahora por su mente y no pudo evitar procesarlos...

●●●●●●●●●

15 de Julio de 2011.

París, Francia.

Edmond Monet había cumplido lo que siempre le tuvo miedo; mandarle cartas a Catherine, y como si fuera poco, resultó mejor de lo que esperaba.

Después de enviar la primer carta con éxito, envió otra y jamás se había sentido tan feliz, sólo que sus estupefactas ideas se volvieron complejas. Ese día llevó a Catherine a su casa -como era de costumbre -, su madre lo invitaba a que comiera y que se quedará, lo cual él no negó. Subieron al cuarto de Catherine:

La habitación media aproximadamente tres metros cuadrados, las paredes estaban resaltadas de dos colores; blanco y morado claro. Entrando en ella se ubicaba su cama estrictamente acomodada, y a lado de ella una mesita de noche. Dicha habitación contaba con una ventana grande la cual permite la entrada de los rayos de sol, como la luz de la pacífica luna. El escritorio era sencillo, pero la vez lleno de sabiduría e inteligencia, a la do de él, se ubicaba una pequeña estantería con sus libros preferidos y el computador se hallaba a lo lejos, con su típica silla roedora.

No era la chica común que colocaba carteles de sus cantantes favoritos en la pared lisa, si no que eran de libros. Entraron a la habitación y se acoplaron al espacio del escritorio, pero había algo en ella que la hacía verse inquieta, silenciosa, taciturna.

Después de unos torturantes minutos, ella habló:

-¿Alguna vez...? -pauto la pregunta, y seguidamente la volvió a empezar -¿Alguna vez te ha gustado alguien? -sus manos jugueteaban y sus ojos agachados daban sinónimo de ansiedad.

Edmond no entendía que le pasaba, su mente no estaba aglomerada, no del todo. Su expresión facial lo reflejaba, en sus orbes se mezclaban; angustia, nerviosismo y desasosiego.

-No -mintió como siempre lo ha hecho en los últimos meses -¿Tú?

-¿Seguro? -le contestó con otra pregunta pero esta resultó desafiante. Sus músculos se tensaron, y su tez caucásica paso a una blanquecina.

No sabía si decirle la verdad, si obedecer a sus sentimientos y decirle cuánto la amaba. Pero opto porque no fuera así...

-Seguro, ¿Ocurre algo?

-No só-sólo que... -balbuceo entre palabras girando su mirada hacia otro lado.

-Dime Catherine, confía en mí -sostuvo su mano sobre la de ella, transmitiéndole la seguridad necesaria para escupir las ultimas palabras que dejarían a un Edmond destrozado y afligido.

-Está bien -soltó un audible suspiro -. Me gusta Bradley Connor .

Si, Bradley Connor era un chico con masomenos una mediana estatura , ojos azul claros, rasgos americanos por parte de su padre, y franceses por parte de su madre, tez blanquecina e hijo prodigio. Si, ese mismo Bradley mujeriego, egocéntrico y millonario a más no poder. Y si, ese mismo le gustaba, el que los menospreciaba y los insultaba cuando los veía en los pasillos.

Confesó el secreto, pero Edmond no expulsó ninguna palabra, solo veía y sentía como sus sentimientos, ilusiones y oportunidades se desmoronaban...

●●●●●●●●●

La pelirroja exhaló cuando recordó el momento. Por primera vez, le había hecho daño al ojiverde, no lo notó en ese preciso momento, estaba cegada por la adolescencia, por el innegable rechazo e imposible creer que su amigo de la infancia la amaba.

¡Imposible!

Suspiró, y después de tanto tiempo lo miró a los ojos, ofreciendo una disculpa. El sólo se limitó a sonreírle y darle un conciso beso y dejó el automóvil, quedándose una pelirroja conmovida.





Nota de Autor:

¡Holi Anonymes!

Lo siento por estar tan ausente en estos día he tenido unos inconvenientes, espero ya no tener que pasar por eso.

¡Muchas gracias! a todos aquellos que me quisieron dar su voto en el concurso, lamentablemente no se podía :c

No olviden que ¡Los quiero!

Y este capitulo fue dedicado a esta personita demasiado especial para mí porque siempre ha estado conmigo, desde que comencé a escribir mi primer novela: Cartas a Mariet

¡¡¡Gracias por tu apoyo y motivación luci!!! ¡Te deseo éxito en tus próximos proyectos!

¡Nos vemos luego!

Se despide de ustedes...

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