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** CAPÍTULO 02 **



Cada kilómetro de distancia, cada sonido del motor acelerando, la radio tocaba canciones melancólicas. Sus puños totalmente cerrados a causa de la impotencia consumida en su cuerpo. Sus ojos forzaban la vista para poder divisar el ambiente aun con nebulosidad, su estadizo pie derecho no soltaba el acelerador; ciento veinte, ciento treinta, era la velocidad que aumentaba cada vez que sus recuerdos inundaban su mente...



La penumbra de una luz parpadeante, el ya acostumbrado silencio incomodo invadió el ambiente. Edmond Monet no era el chico común y corriente que suelen ser los demás; su peculiar forma de ver las cosas, la autonomía en su carácter , la fortaleza en sus palabras, lo cautivador que era en sus cartas. Todo,  absolutamente todo; era diferente.

Catherine lo quería, lo apreciaba, le tenía un cariño 'especial' o eso era lo que pensaba. Se encontraban en un árbol con hojas decaídas y ya marchitadas, prácticamente no tenían vida.

El sol estaba a su mayor esplendor , un libro viejo y desgastado los acompañaba, en ese instante Edmond leía con suma cautela, como si saboreara cada textura, cada dialogo, cada buena descripción. Le fascinaba leer y aun más si se trataba de leerle páginas al amor de su vida.

—Y así fue como su corazón se torno frío y áspero en vísperas de invierno... —una voz fina y suave lo intervino.

—Espera —contrajo suavemente su espina dorsal hacia adelante —. ¿Podríamos dejar el libro y hablar de nosotros?

<< Nosotros>> Se lo repetía su mente aun consternado con tan satisfecha palabra.

—Claro, ¿Qué sucede? —su respuesta sonó tan vulgar que se culpó mentalmente.

—¿Qué somos? —sus ojos examinaban alguna expresión facial, pero lo único que obtuvo fue una total palidez en ella.

La pregunta del millón, ¿Qué eran realmente? ¿Amigos o novios?

Quizás... ¿Amigos con derecho a besarse y actuar como novios?


O tal vez... Dos locos enamorados que tienen miedo al amor, al rechazo. Al enamorarse a tal punto de que ya no puedan ni soltarse.

—Ed, ¿Estás bien? —su voz pasiva le derrumbó internamente sus pensamientos y lo hizo entrar a la realidad.

—No lo sé Cathy, yo pienso que somos dos almas que resucitaron en estos cuerpos y que lo hicieron por un propósito; amarnos, amarnos eternamente hasta que la muerte nos separe —finalizó, abrió los parpados y cuando encontró ese brillo tan especial, ese remolino verdoso lleno de muchas emociones y sentimientos. Sus labios se entreabrieron, dejando a la vista una desfavorable tentación inhumana.

—Catherine —le susurro al oído —. Quiero ser tuyo y anhelo que tú seas mía. Hagamos realidad este sueño —sus ojos mostraban sinceridad de lo afirmado.

—Ed, tengo miedo —tragó esa acumulante saliva espesa que se le formo por su garganta.

—¿Miedo? , ¿De qué tienes miedo linda? —ladeo la cabeza.

—De nunca volver a sentir, lo que en este momento estoy sintiendo contigo, tengo miedo de ya no verte , de ya no ser feliz, tengo miedo de no volver a mirarte de la misma forma. Tengo miedo porque esto que siento contigo ya lo sentí con alguien más, y siempre que leo sus palabras me recuerdan a ti —lágrimas se aposaban dentro de su alma, de su profundo corazón.

—¿Quién es Catherine, quién es el que te hace sentir lo que mi cuerpo provoca en el tuyo? —preguntó insatisfecho, su mente le tenía la respuesta correcta pero decidió abandonar esos vagos presentimientos.

—Mr Anonyme él , él y su maldita semejanza hacia ti —lo confesó, sus predicciones fueron correctas y aunque no de manera positiva como su subconsciente lo esperaba. El corazón le daba estruendosas palpitaciones, su torrente sanguíneo no le funcionaba de manera coherente. Los parpados le pesaban, la cabeza le daba estragos y su mente se reprendía de un total bloqueo psicológico.

Era el momento, el momento de dejar de mentir, de engañar al amor de su vida, alejar todo aquel negativo pensamiento y afrontar las próximas consecuencias...


Lágrimas escurridizas yacían de tan emotivo momento, Edmond Monet estaba tan sumergido en sus recuerdos que jamás hubiera imaginado , que una severa y grave tragedia se aproximaba.

El semáforo se tornaba en color rojo, pero ese simple e insignificante color paso por desapercibido por el ojiverde, su automóvil giró casi por inercia hacia una vereda para salir de la ciudad, el ambiente estaba helado, perspicazmente surrealista; brisas se dejaban llevar, infiltrándose por todo su sepulcral cuerpo.

Sus sollozos silenciosos no dejaban que sus fosas nasales dieran la respiración adecuada, le impedían controlar su cuerpo. Respiraba hondo, trataba de mandar oxígeno hacia su cerebro pero le era difícil, una , dos,  tres veces pero nada le funcionaba. Sus ojos le daban una pesadez fastidiante que se dejó llevar por sus sentidos, cerrando lentamente sus ojos dejándose llevar por la música que la emisora de radio sintonizaba.

El coche dejo de ser servible para el subconsciente del ojiverde, la canción llevaba la mitad de su sinfonía cuando de pronto...

Abriendo suavemente los ojos y tratando de que su pie izquierdo le diera alguna señal para frenar, pero no podía, por más que lo intento; no logró obligarse a sí mismo a reaccionar. Los frenos se volvieron temporalmente el antagónico, el tiempo era agonizante en pocas palabras frustrantes.

Un giro con ciento ochenta grados,  con llantas chillando por el severo desgaste en ellas, su seguridad y su vida quedaba a pasos de llegar al encuentro de una arrepentible muerte. Cuando frenó con toda la veracidad posible y parecía que el ambiente tenso había terminado, la vida le dio un giro drástico, milésimas de segundos le faltaron para poder desviar el automóvil que por desgracia; chocó de frente hacia él.

Vidrios cristalizados totalmente rotos, sangre se esparcía por el lugar, el ambiente denso y paranoico se intensificó. Patrullas, ambulancias se aproximaban, toda la gente murmuraba y se enfocaba en el ahora reciente choque automovilístico.

 En ese instante...

Una luz completamente cegadora le obstruyó la vista a Edmond, que aun con su poder de querer despertar sus ojos se lo impedían, el sedante comenzaba a causar efecto en su cuerpo y en tan solo segundos; su subconsciente dejo de existir en un largo tiempo. 




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