5. LO QUERÍAS
Varias horas habían pasado desde que el can amarillo abandonó el hogar en busca de comida. Me encontraba en el salón de la casa mirando por la única ventana que tenía ese cuarto, la cual daba hacia la entrada. Me encontraba algo alicaído, no sabía muy bien que creer sobre el can. Por un lado, era intimidante y siempre actuaba como un depredador, pero, por otro lado, el simple hecho de que no nos matara y nos diera un lugar donde vivir y no solo eso, si no alimentarnos y protegernos de los posibles peligros del bosque es una señal de que puede ser de fiar.
Mientras me hallaba perdido en mis pensamientos el sol terminó de esconderse dando paso a una hermosa luna llena, que alumbraba con su luz la nieve haciendo que esta brillase como si de un espejo se tratara. La luna tenía la cualidad de calmar mi corazón, cada noche que esta brillaba con fuerza sentía mi alma tranquila y sosegada. En aquel momento, supongo que, inspirado por la belleza de la luna, decidí salir de la casa en busca del perro, como estaba herido a lo mejor había tenido problemas para volver. Me deshice del miedo que me mantenía preso y me dispuse a salir en su búsqueda, a fin de cuentas, la comida que pudiera traer ese can era muy necesaria para sobrevivir.
Después de prepararme y empaquetar algunas cosas en mi pequeña bolsa, Salí de la casa para comenzar la búsqueda del can. Era la primera vez en mucho tiempo que me alejaría de la zona marcada por el can, pero era por un buen motivo y no podía permitirme el lujo de dudar. Menos mal que Jon se había quedado dormido antes de que saliera, seguramente hubiera sido una molestia salir de casa sabiendo que él podría desobedecerme o hacer algo inapropiado. El bosque era un mundo totalmente diferente bajo la luz de la luna, todo parecía más misterioso y tranquilo, como si al anochecer el mundo se detuviera, creando unos instantes de calma que me hacían sentir bastante nervioso, como si algo no estuviera bien en todo eso. Lo malo de la noche es que, obviamente en la oscuridad, podría ocultarse cualquier cosa, y a pesar de que mis ojos están adaptados a la oscuridad y puedo discernir con exactitud las diferentes formas en la penumbra, seguía siendo intimidante moverse entre las tinieblas. Entre las ramas de los árboles los haces de luz proyectados por la luna alumbraban el camino que seguía, gracias a eso podía moverme con más tranquilidad. Mantenía mis orejas alzadas y atentas a cualquier sonido que pudieran percibir, en la oscuridad y el silencio de la noche cualquier sonido es clave para percibir a un acechador. Por suerte he vivido muchos años en el bosque y estoy acostumbrado a los sonidos habituales del mismo lo que me ayuda a diferenciarlos de un sonido hecho por otro animal.
La nieve crujía bajo mis pies, acompañándome en la caminata, el viento mecía las copas de los árboles haciendo sus ramas crujieran de vez en cuando, los animales diminutos correteaban por los árboles, podía escucharlos moverse, aunque normalmente no son peligrosos para un mamífero tan grande como un gato o un perro. El viento era helador, a pesar de la ropa y mi pelaje podía sentir como se abría paso hasta helarme los huesos y lo más profundo de mi alma. Por la noche, a falta del calor incandescente de esa querida estrella llamada sol, el frio era amo y señor de todo el lugar, congelando y destruyendo(?) todo a su paso. El calor de mi cuerpo poco a poco se iba apagando, no era buena idea caminar de noche, cualquier animal en su sano juicio sabía esa lección. Pero no podía quedarme de brazos cruzados, no podía seguir siendo un cobarde, debía encontrar a ese can de una vez y volver a casa. Sin la comida que pudiera traer, no creo que aguantásemos demasiado, Estaba alejado de mi zona habitual de recolección de comida y por lo que podía ver en este paseo nocturno, esa zona no proveía comida suficiente para poder mantenerse, y aún menos 2 animales.
Abrí la bolsa y rebusqué en ella, necesitaba encontrar el pequeño trozo de carbón que traje conmigo. El carbón es un gran material, pero no solo como combustible, también sirve para hacer marcas en los árboles si se aplica la fuerza suficiente. Debía evitar perderme, por ello me dispuse a marcar algún árbol con una flecha que indicase la dirección a casa, lógicamente, las marcas eran diminutas y en lugares escondidos del tronco, no era buena idea dejar marcas que guiaran a otros depredadores hacia casa. Solo de pensarlo se me helaba la sangre, aunque si debía pelear para salvar a Jon, lo haría sin dudar.
A medida que la noche avanzaba el frio lo hacía en consecuencia, la nieve estaba llegando al punto de convertirse en hielo, lo cual hacía mucho más difícil caminar. Me había alejado mucho de casa, y eso me asustaba un poco, ¿y si alguien encontraba la casa mientras estaba fuera?, Jon estaba dormido y podrían atacarlo sin que el pobre pudiera defenderse. Esas ideas inundaban mi mente cada vez más y la duda se estaba apoderando de mi cada vez más como el veneno que recorre tu cuerpo y te marchita desde dentro. Decidí que había buscado demasiado, necesitábamos la comida, pero no arriesgaría a Jon por un perro sarnoso, ya buscaría comida al día siguiente o lo traería conmigo para tenerlo controlado.
Decidí volver a casa, pero justo en el momento que me giré algo se abalanzó sobre mí derribándome y dejándome contra la nieve, no sabía quién o qué era, pero no podía permitir que mi vida acabase ahí, esta vez lucharía si fuera necesario, así que saque mis uñas y lance un zarpazo hacia el brazo que me tenía sujeto. Al hacerlo, entre gruñidos e improperios, el animal me soltó con lo que me dio el tiempo suficiente para moverme y posicionarme para el combate. No era demasiado diestro combatiendo, pero ¿todo se aprende en la vida no?
Vi aquella sombra quejarse del dolor, Discerní entre las sombras unos ojos marrones que se clavaban en los míos, mi cuerpo estaba lleno de adrenalina y me sentía el gato más fuerte del mundo por la herida que le había causado con mis garras, podía con el fácilmente. Esta vez no espere a ser la presa, me abalance sobre él dispuesto a cortarle con mis garras. La luz de la luna brillaba intensamente, el brillo resaltaba mis garras lo cual en la oscuridad de la noche creaba la ilusión de ser el filo de una espada. Propiné un ataque directo a su rostro, quería asegurarme la victoria y para ello el método más fácil era cegar a mi contrincante. No era lo más honorable en una pelea, pero cuando tu vida está en riesgo el honor vale de poco. La sombra esquivó grácilmente mi zarpazo y con un movimiento ágil y rápido me sujetó el brazo volviendo a inmovilizarme contra el suelo. Esa sombra estaba retorciendo mi brazo y sentí que me lo iba a arrancar como siguiera así. La diferencia de experiencia en combate era clara, la sombra estaba curtida en combate y podía ejecutar movimientos muy rápidamente, a diferencia de mis ataques desordenados (azorados?) y poco precisos. Me retorcía en el suelo intentando librarme del agarre del animal que me tenía preso. Al no poder moverme decidí hablar e intentar intimidar a la sombra que me acechaba.
- No deberías hacer eso, vivo con un perro y si se entera de que me has hecho algo, a lo mejor te destroza por comerte a su asistente. – mi voz sonaba muy segura, por primera vez, no tenía miedo de esa cosa. Quería volver a casa con Jon y también quería ver otra vez al perro, en el fondo era apacible tener a alguien cerca. Poco a poco, aunque no quisiera admitirlo, le iba cogiendo cariño al perro sarnoso, y aún más desde aquel día que Jon uso unas setas venenosas en la comida, parecía tan vulnerable y tierno. Pero no era momento para pensar en eso, debía conseguir volver a casa.
- ¿Ah sí? ¿Un perro defendiendo un gato? ¿Y no será un perro color amarillo verdad? – esa voz me sonaba de algo, me gire para ver el rostro de quien me tenía apresado. No pude creer lo que veía, se trataba del perro amarillo el cual me estaba sujetando.
- Si lo es, puedes soltarme de una vez, ¡¡¡me has pegado un susto de muerte!! – dije moviéndome en el suelo
- Solo si prometes guardar esas garras, no me esperaba que atacaras de verdad, admito que duelen bastante – dijo señalándose el brazo que aun sangraba por el corte.
- No es mi culpa, tú me asustaste y no podía morirme aquí, debía encontrarte y volver con Jon – mi voz sonaba claramente enfadada, no podía creer que toda esta caminata y el valor que había sacado para pelear contra aquel monstruo, fuera solo para darme cuenta de que era el maldito perro. suena raro
- ¿Encontrarme a mí? – Estaba extrañado por lo que dije.
- ¡¡Si Perro, estaba preocupado por si te había pasado algo, Estas herido!! – estaba muy indignado, parecía mentira que no se diera cuenta de que, a pesar de todo, era muy importante su presencia en la casa, traía comida y su olor a perro alejaba a las criaturas hostiles, además, aunque esto jamás se lo diría, me empezaba a caer bien.
El perro parecía haberse sorprendido sobremanera por lo que dije ya que estaba con sus ojos muy abierto. Parecía que se había olvidado de que me tenía agarrado así que tuve que sacarlo de su trance.
- ¡¡Perdona!! ¿Me sueltas el brazo por favor? – Esa frase le sacó del trance por completo y rápidamente me soltó el brazo. Me incorporé nuevamente y noté un pinchazo en el hombro. parecía que tenía una contractura o algo después de lo que me había hecho el perro.
- Eres muy fuerte de verdad... - dije apretándome un poco el hombro para intentar apaciguar el dolor – y yo pensando que podría derrotarte.
-Aun necesitas mucha practica para eso "Gatita" – soltó una risa bastante sonora, eso me cabreó muchísimo y me daban ganas de volver a sacar las garras para partirlo en dos.
-¡¡QUE NO ME LLAMES GATITA, TE DIJE QUE SOY UN MACHO!! – lo mire a los ojos intentando parecer intimidante, pero mi respuesta y actitud hizo que se riera aún más fuerte de mí.
Después de que el perro terminara de reír, decidimos emprender el camino de vuelta a casa. El camino estaba muy oscuro, pero el olfato del can era impresionante, incluso con los ojos cerrados era capaz de saber hacia dónde dirigirse y qué peligros había en el camino, si es que había alguno.
Mientras caminábamos volví a perderme en mi mundo, rememorando la pelea contra el perro y cómo, a pesar de ser un gato, había conseguido herirlo, tampoco era nada grave por lo que pude ver, pero algo era algo. También es verdad que él podría reducirme y acabar conmigo en cuestión de segundos si se ponía serio, pero con un poco de práctica a lo mejor podía ser buen combatiente y defender a quienes quiero.
- Oye – esa voz me sacó de mis pensamientos, el perro se encontraba mirándome y por primera vez desde que lo conocía, tenía aspecto de que algo le preocupaba.
- ¿Ocurre algo? – no sabía que iba a ocurrir a continuación, parecía que mi cuerpo se preparaba para el impacto de su revelación ya que mis orejas se agacharon en señal de preocupación y angustia, pareció que el can lo había notado enseguida debido a que se puso a hablar de inmediato para explicarse.
- No, No es eso.... Es solo que, antes dijiste que estabas preocupado por mí, ¿es eso cierto?
- ¡¡Y para esa pregunta me miras con esa cara!! – sentí un gran alivio al saber que era solo eso lo que le preocupaba – como dije antes, SI, fuiste a buscar comida y la vamos a necesitar.
- Ah claro, entiendo – llevó su mano a la bolsa que siempre llevaba consigo y la acaricio suavemente, como un artista que amasa la arcilla para crear su obra – cuando lleguemos a casa, te daré una sorpresa, para compensar el casi romperte el brazo. Me sorprendió tu repentino ataque, no te veía capaz de ser tan.... Impulsivo.
- Fue culpa tuya por asustarme y no identificarte antes, ¿qué pensabas al no decirme que eras tú? – estaba muy enfadado la verdad, si mi ataque a sus ojos hubiera acertado, podría haberle dañado de por vida, y no me agradaba la idea de dejar a un animal invalido.
- Al principio dudaba de que fueras tú, siempre tienes miedo de mí. Por eso no te veía capaz de desobedecer mi orden de quedarte en casa, pero por lo que veo me equivoqué, y sí que la desobedeciste – sus ojos se giraron hacia mi dirección, aparté la mirada intentando evitar esos ojos marrones que me observaban, parecía como si en cualquier momento me fuera a soltar una reprimenda.
- Esto.... Pues.... Simplemente quise salir a buscarte, tardabas demasiado en volver – seguía sin mirarlo a los ojos.
- Ya hablaremos de eso, no me gusta que me desobedezcan. ¿Y si en vez de encontrarme a mí, te hubiera encontrado otro perro?, siempre hay alguno cazando de noche – tenía sentido lo que decía, pude haber encontrado a cualquier otro, pero la suerte me había sonreído esa noche.
Después de una larga caminata por fin llegamos a casa, estaba agotado y nada más llegar a nuestro hogar, me senté en el sofá para descansar las piernas. Me sentía como si una manada de animales salvajes me hubiera pisoteado, mis músculos palpitaban a causa del cansancio, parecía que vivir en esa casa me había debilitado en cuanto a resistencia. El perro fue directo a la cocina, me dio la orden de no entrar hasta que me llamara que, como había dicho anteriormente, tenía una sorpresa que entregarme y no quería que se la estropease.
Decidí encender la chimenea, para caldear el ambiente, debido a que a esas horas de la noche el salón se encontraba totalmente congelado a causa del frio invernal. Utilizando el carbón, algunas hierbas y 2 piedras que encontré en uno de mis viajes que tenían la capacidad de crear fuego, encendí fácilmente la chimenea. El fuego rápidamente calentó mi cuerpo, me acurruque cerca de la chimenea para calentarme lo antes posible mientras esperaba la llamada del can. ¿Que sería lo que me había traído como regalo? Esperaba que no matase a nadie para traerme carne, los gatos no comemos carne de animal pensante, ese juramento lo hicimos hace años, y es algo que mi abuela y su madre antes que ella habían respetado.
-Acenix, ya puedes venir – gritó el perro desde la cocina, y menos mal que lo hizo, porque como hubiera seguido pensando en ese tipo de cosas, quién sabe en qué tipo de pensamientos me hubiera adentrado.
Entré en la cocina y lo primero que vi fue un cuenco que tenía un líquido dentro de él, desde la puerta no podía discernir que era aquello que contenía el cuenco, así que lentamente fui acercándome a la mesa. Me encontraba al lado del cuenco y no podía creer lo que veían mis ojos, no podía ser verdad que ese cuenco tuviera en su interior ese líquido tan preciado para mí. Por instinto miré al perro sin poder articular palabra, no sabía que decirle ni cómo expresarle lo que sentía, ese cuenco contenía LECHE, ese líquido tan maravilloso que hacía que todos mis sentidos se volvieran locos. No supe qué decir ni qué hacer, simplemente corrí hasta donde el perro y lo abracé todo lo fuerte que pude.
- ¡GRACIAS, GRACIAS! – me sentía alegre por primera vez en muchísimo tiempo. El perro pareció quedarse pasmado con lo que había generado con su sorpresa, no se esperaba que mi felicidad pudiera ser tan elevada como para olvidar todos mis miedos y abrazarlo la manera en que lo hice. Por descuido comencé a ronronear al perro lo cual paré inmediatamente intentando recuperar la compostura – Ejem... de verdad muchas gracias, ¿cómo... cómo la has conseguido...? Es imposible de encontrar hoy en día...
-Digamos que se dónde conseguirla, alguien me debía un favor, y decidí cobrarlo – se llevó la pata a la cabeza y pude sentir lo poco acostumbrado que estaba a que estas situaciones ocurrieran, el abrazo lo pilló con la guardia baja y no supo responder.
Agarré con cuidado el cuenco y me lo llevé a la boca, el líquido recorría mi boca y caía por mi garganta llenando con su sabor todo mi cuerpo, me sentía en el cielo, el sabor de la leche me transportó tiempo atrás, a cuando vivía con mi abuela. Esas imágenes recorrían mi cabeza haciéndome revivir cada segundo y momento con una claridad pasmosa. Separé el cuenco de mi boca después del primer sorbo y una lágrima rodaba por mi mejilla, me sentía muy feliz de poder volver a saborear ese delicioso néctar de la vida. Quería que Jon también lo probara.
Fui corriendo hasta su cuarto y lo desperté – ¡JON JON, Despierta, ¡debes probar esto! – Jon se encontraba totalmente adormilado, se incorporó levemente y miro el cuenco donde tenía la leche. Aun en sueños acerco su cabeza al cuenco y le dio una lamida al líquido, tenía curiosidad por cuál sería su reacción.
Jon miro la leche con indiferencia y después me miro a mí.
- ¿Puedo dormir ya?
-¡¡COMO!! ¿Acaso no te ha gustado?
- pues no...
- Cómo que no, esto es indignante, prueba un poco más, seguro que es porque no lo has saboreado...
- pero, que no quiero – Jon seguía adormilado, pero aun así insistí en que bebiera más, pero su respuesta seguía siendo la misma, lo cual no podía entender. La leche tiene algo especial en los gatos que nos vuelve locos, pero a este pequeñín no le hacía sentir nada, era muy extraño. Jon se levantó de la cama y se fue hacia la cocina, una vez que llegamos allí pude ver cómo se acercaba al perro y se tumbaba encima suyo.
- ángel, acenix no me deja dormir... - se acurrucó en su regazo y apoyó su cabeza contra el pecho del perro.
- no me llamo ángel.... Mi nombre es Mike.
- ¿En serio? Me gusta más ángel – y tras decir eso volvió a acurrucarse en su pecho.
- llámame como quieras.... – suspiró y comenzó a acariciar la cabeza del pequeño suavemente.
Nuestras miradas se cruzaron, me sentía fuera de lugar en esa escena, como si no debiera de estar allí.
-esto.... Mejor iré a dormir.... Que ha sido un día duro, deberías ir a la cama también con el peque.
- sí, será lo mejor.... – al moverse para cargar a Jon hasta el cuarto, este entreabrió los ojos abrazando con fuerza a Mike.
-te quiero.... – dijo suavemente, casi como un susurro. El pelaje blanco brillante de Jon hacia contraste con el amarillo dorado de Mike y componía una escena muy bonita de ver.
- Yo también peque, mejor sigue durmiendo.
Nos fuimos a la cama y nos acostamos ambos, la verdad, ya no se me hacía incómodo dormir a su lado, y parecía que iba a volverse lo habitual.
AVISO, SI ERES APRENSIVO NO SIGAS LEYENDO. QUE AQUÍ EMPEZARA UNA PARTE NO APTA PARA TODOS, ESTAS AVISADO.
Un nuevo día amaneció, los rayos de sol entraban por la ventana invadiendo el cuarto con su luz, estaba agotado por lo tarde que fuimos la noche anterior a dormir y no quería levantarme. Me giré en la cama y vi que ni Mike ni Jon se encontraban en el cuarto, lo cual era extraño ya que yo solía ser el primero en levantarme. Supongo que jon se había despertado y Mike había tenido que levantarse para hacerle caso, ese chico era un terremoto y cuando se despertaba no dejaba a nadie tranquilo. Seguía tumbado en la cama, pero algo invadió mis sentidos y me hizo ponerme muy agitado, un olor, un olor que se esparcía por el aire y llegaba hasta mi nariz, ese olor no era algo nuevo para mí, lo había tenido que oler varias veces en mi vida. Me levanté rápidamente de la cama y fui dirección al salón. Allí mis sospechas se hicieron realidad, el olor que había penetrado en mi nariz poniéndome en estado de alerta, no era otro que el olor metálico tan característico Que tiene... la sangre. El salón parecía la escena de una matanza. En la zona central, la mesa y sofá se encontraban destruidos y manchados de sangre, sentí cómo el pecho me oprimía, que había ocurrido aquí. Acaso había entrado alguien durante la noche y Mike había luchado contra él, o acaso ocurrió algo que hizo que Mike y jon se hicieran daño. Tenía mucho miedo, pero necesitaba respuestas, así que decidí entrar a la cocina y ver si allí encontraba más pistas que me arrojaran algo de luz sobre lo ocurrido.
Al entrar en la cocina, mi cuerpo se congeló completamente. Mike se encontraba en la cocina y sobre la mesa, se encontraba el cadáver de Jon. Estaba siendo devorado por él, Pude ver claramente cómo Mike agarraba las entrañas del pequeño y se las llevaba a la boca para consumirlas cual animal que era, el pelaje dorado que del perro se encontraba mancillado por el color carmesí de la sangre de Jon. No quería creer lo que mis ojos estaban observando, pero así era, Mike estaba devorando a Jon, cumpliendo su palabra de que algún día se lo comería.
Observé el cadáver de Jon nuevamente, y su pelaje blanco estaba sucio y apagado, con una tonalidad grisácea por la suciedad. Su pelaje blanco pudo(?) se encontraba totalmente desgarrado y manchado de su propia sangre era una escena tan grotesca que mi cuerpo me daba impulsos para vomitar, ya que lo más horrible, era como su cabeza estaba separada del cuerpo mostrando una expresión de terror con muestras de lágrimas en las comisuras de sus ojos.
Me sentí abatido, sin energías para hacer cualquier acción, el pequeño que estaba queriendo cuidar como si fuera mi hijo, estaba siendo devorado por el primer perro en el que había confiado, mi abuela tenía razón, los perros no son de fiar.
- ¿Qué has hecho....? ¿cómo has podido....? – conseguí el valor suficiente para hablar a ese monstruo que tenía delante.
- Tenía hambre, y hacía mucho no encontraba carne, me cansé de la fruta – dijo sin apartar su mirada del cuerpo de jon y continuando con su macabro momento de devorar el cadáver, era grotesco. No pude contener mas mis impulsos y terminé vomitando en el suelo, me sentía muy débil.
- Dijiste que no le harías nada....
- Yo jamás dije algo parecido... - se giró mirándome a los ojos, su boca tenia restos de sangre y algún trozo de carne que aún no había limpiado de su rostro.
- Pero.... ¡DIJISTE QUE LO QUERIAS! -grité con todas mis fuerzas mirándole a los ojos, reuní todo el valor que tenía únicamente para poder decir esa frase mirándole a los ojos.
- Ay... gatos, gatos, gatos... -se acercó muy lentamente a mí, y aunque mi cuerpo me decía "Corre" yo seguía quieto, no podía mover ni un musculo ya que sentía, que si lo hacía no dudaría en cortarme la cabeza con sus garras – sois tan hermosos.... Pero tan idiotas... ¿de verdad creíais que os estaba cuidando por nada? Sois comida y siempre lo seréis – comenzó a reír como un maniáco mientras con una de sus garras manchadas de sangre me acariciaba la mejilla.
Acaso eso seríamos siempre, simple comida esperando a que llegue su momento de ser consumida. No podía aceptar eso, pero me sentía abatido por lo sucedido, las lagrimas brotaban de mis ojos y sentía que lo poco que tenia dentro de mi alma estaba escapándose, dejando mi cuerpo como un cascaron vacío y sin sentimientos. Creí de verdad que ese perro era diferente, pero solo me engañaba para no sufrir. Ese monstruo no se detuvo con lo que me dijo, seguía soltándome insultos e improperios constantes, golpeando una y otra vez mi pobre corazón, me hundí en mi propia culpa, cerraba los ojos para no ver a ese monstruo y tapaba mis oídos para no escucharle, pero era inútil, al cerrar los ojos veía las imágenes de Jon, me preguntaba por qué no lo defendí, porque lo deje morir, ese monstruo me gritaba y sentía que en cualquier momento me rompería y no podría volver a levantarme.
Pero, entre todo ese ruido, comencé a escuchar una voz, era muy dulce y harmoniosa, centré mi atención en esa voz, en ese foco de esperanza que me hablaba e iluminaba. Poco a poco las imágenes y el sonido que me atormentaba pasaban y esa voz tan dulce era más y más clara, me llamaba "acenix..." una y otra vez, pero, de quien era esa voz, y ¿porque me llamaba?
" acenix... vuelve por favor..." que vuelva... ¿volver a dónde? "¡¡ACENIX!!"con ese último grito que me propino la voz mi alma fue lanzada como si de una montaña rusa se tratara.
y Parece que por fin pude...Volver.
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Bueno!! esta parte fue MUY complicada de hacer, espero os guste y no hiera la sensibilidad de nadie.
Si os ha gustado compartirlo con vuestros amigos y amigas, a ver si mi historia llega a mas gente que le guste :)
Como siempre, hasta la siguiente semana animales de 2 patas, y cuidaos mucho que la cosa no esta para bromas!
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