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49. ANTES DE QUE TODO TERMINE

El viento frio silbaba violentamente agitándome el pelaje. Coloque la máscara en mi rostro calmando las emociones y centrándome en mi presa. Esta vez, yo sería el cazador Pensé mientras me mantenía firme esgrimiendo la espada con ambas manos. El silencio de la plaza era sepulcral, no se oía ni el más leve ruido, todos permanecían expectantes esperando a que uno de los combatientes hiciera el primer movimiento. Decidí ser el primero en atacar y me lancé contra mi rival ágilmente mientras la espada cortaba el viento generando un silbido agudo. Lance la primera estocada dirigida al pecho de mi contrincante, en un movimiento grácil y hermoso esquivo el filo de mi arma evadiéndola. Lance un corte horizontal tratando de cortarla a lo que el can simplemente se agacho esquivando el filo de mi espada.

En un visto y no visto contraataco haciendo que su daga impactara contra mi mascara, de un salto me aleje de mi rival agradeciendo a Mike que me la regalara. Esa puñalada podía haber sido certera de no ser por la prenda que cubría mi rostro. Agarre con firmeza la empuñadura de la espada y me prepare para volver a pelear. Daba cortos pasos deslizándome sobre la nieve mientras mantenía la mirada fija en mi objetivo. Lance un tajo vertical el cual el can paro colocando ambos puñales en equis, el sonido del acero retintineo en la plaza. Ambos nos mirábamos mientras intentaba desesperadamente romper su guardia.

- No peleas mal del todo – dijo sin apartar la mirada del combate.

Me mantuve en silencio observándola mientras llevaba su pata a uno de los bolsillos interiores de su túnica mostrando un frasco con un extraño liquido en su interior. El frasco era diminuto y su contenido tenía un color verdoso oscuro casi negro que me daban nauseas al contemplarlo. Descorcho el frasco con un dedo de su pata y rápidamente vertió el contenido sobre el filo de una de sus hojas embadurnándola de esa sustancia a la vez que envainaba la daga secundaria sosteniendo únicamente su daga plateada en su pata derecha. El viento trajo consigo una brizna de la fragancia del líquido, era un olor natural parecido a la hierba o a los árboles, pero con un ligero toque acido que hacía alguna lagrima brotaran de mis ojos.

El animal dejó caer el frasco el cual caía lentamente como si se negara a tocar el suelo, en el momento en que el frasco se resquebrajó mi rival reanudo las hostilidades lanzándose contra mi blandiendo su daga grácilmente en la pata. El ritmo del combate había cambiado drásticamente obligándome a optar una postura defensiva bloqueando y esquivando las estocadas de su daga. No sabía con qué clase de sustancia había embadurnado su daga, no podía correr el riesgo de quedar inmóvil por culpa de ese líquido.

Apretaba los dientes mientras observaba a mi contrincante arremeter contra mí una y otra vez. El entrechocar de nuestras armas inundaba la plaza mientras los murmullos de la gente se hacían cada vez más audibles. Empuñe con determinación la espada y tras esquivar la última estocada de mi contrincante gire sobre mi propio eje apoyado únicamente sobre una de mis patas, al momento de colocar la otra pata en el suelo hice ahincó de todas las fuerzas con las que contaba propinándole un fuerte golpe en el estómago a mi rival. Hice uso de la parte roma de mi espada para evitar acabar con la vida de mi contrincante. La canida fue despedida varios metros hacia atrás cayendo al suelo. Sonreí victorioso pensando que había ganado cuando, de repente, un fuerte dolor en mi brazo me trajo de vuelta a la realidad. La daga de mi rival estaba clavada en mi brazo, entre los pliegues de la armadura de cuero. Retiré con dolor la daga de mi brazo y maldije en voz baja, "¿cuándo lo había hecho?" pensaba incrédulo no pudiendo creer haber sido herido de esa forma. La sangre emanaba de mi brazo por suerte no era una herida grave y seguramente pudiera continuar con el combate. O eso creía hasta que Comenzó a fallarme el brazo donde la daga se había clavado, estaba entumecido y un hormigueo recorría todo lo largo de mi brazo inmovilizándolo desde el hombro hasta la punta de las patas. Parece que mis sospechas eran ciertas, la daga estaba envenenada con alguna sustancia que paralizaba a quien hería. No sabía cuánto tiempo me quedaba hasta quedar completamente paralizado, no podía desperdiciarlo lamentándome por mi descuido. Me levante con dificultad observando a mi rival que había vuelto a incorporarse.

- No tienes buen aspecto gatito, deberías rendirte y descansar – dijo con voz suave y preocupada.

- No te preocupes, pronto... podré hacerlo – me incorporé mientras le respondía.

Empuñe la espada con la pata que aun podía mover y me abalance hacia mi rival arremetiendo con fuerza contra ella mientras esquivaba los golpes, desenfundo su daga secundaria bloqueando los golpes que le eran imposible esquivar.

En ese momento, estaba luchando contra reloj, en cualquier momento el veneno podía paralizarme completamente concluyendo el combate. Sentí como un sentimiento de calma invadía mi cuerpo, el mundo se detuvo, el sonido se acallo y únicamente veía a mi presa. Entré en un estado de concentración absoluta. Mi rival se movía a cámara lenta delante de mí. Podía reaccionar con presteza a los movimientos de mi rival, casi como si viera el futuro, obligando a mi contrincante a defenderse con uñas y dientes no permitiéndole esquivar los golpes de la espada.

Sentía mi cuerpo entumecerse con cada segundo que pasaba, el tiempo apremia y no podía permitirme el lujo de perderlo. De un movimiento rápido deslizándome sobre la nieve llegando a la espalda de mi rival, moví la espada con fuerza y determinación utilizando nuevamente la parte roma de la espada, golpee el cuello del contrincante y aplique las pocas fuerzas que me quedaban estampándola contra el suelo levantando la nieve del suelo en el proceso, rápidamente coloque el filo sobre su cuello presionándolo para evitar escapara.

- Ríndete, o muere – dije susurrando a su oído calmadamente.

El can chasqueo su lengua disgustado y simplemente grito en voz alta para que fuera audible para todos.

- ¡Me rindo!

Aparte la espada de su cuello suspirando, por fin había acabado el combate, camine lentamente hacía mis compañeros mientras enfundaba el arma. El cuerpo lo tenía entumecido y se sentía pesado, cada paso que daba me costaba horrores a causa del veneno. Finalmente llegue donde mis acompañantes y rápidamente Mike me ayudo a caminar sentándome con delicadeza encima de un tronco de la plaza.

- Lo has hecho realmente bien amor mío – me dijo Mike sonriéndome cálidamente – ahora descansa, Lu es buena en venenos, pero no creo te haya inyectado nada letal – giro su cabeza observando a la canida que se levantaba con ayudada por otro can – ella no mata.

Sentía mis patas totalmente paralizadas, no podía moverlas y parece que las cosas se iban a poner peor por culpa de ese maldito veneno. Suspiré sonoramente mirando a Mike a los ojos, sonreí como pude tratando de tranquilizarlo.

- Me alegro de que no sea un veneno mortal, estoy perfectamente entonces – sonreí forzosamente – solo siento cosquillas en el cuerpo, ya se pasara.

Mike asintió sentándose a mi lado para acurrucarme en su pecho y así estuviera más cómodo. Entonces escuchamos como alguien se aclaraba la garganta para hablar, se trataba de Mixe que estaba en medio de la plaza.

- Buen combate gatito, parece no eres del todo inútil. – decía en un tono de burla mientras sonreía de oreja a oreja – pero no tenemos tiempo para descansos, que se acerque el siguiente combatiente, mi amigo y compañero del alma – su voz cambio a una grave y sería borrando la sonrisa de su cara – Drok.

El lobo al escuchar su nombre se incorporó caminando con los ojos cerrados hacia el centro de la plaza. Despedía un aura intimidante y sería, que era capaz de notar con solo contemplar su forma de caminar, al llegar donde Mixe, Drok se detuvo mostrando sus dientes ante aquel can que únicamente sonreía.

- Parece que me recuerdas... basura – dijo airadamente Drok mostrando sus colmillos.

- Bueno, suelo recordar a la gente que huye de la muerte – Mixe dio la espalda a Drok caminando hacía sus compañeros – elije a un contendiente para que puedas morir pronto.

Drok gruñía sonoramente mientras apretaba sus puños, pude ver como tomaba aire y lo exhalaba lentamente calmando sus emociones. Pasado unos minutos Drok levanto su cabeza suspirando dispuesto a hablar.

- Lo siento por mis compañeros, pero no voy a pelear Mixe, no participare en tu juego – la respuesta sorprendió a Mixe el cual se giró a observarlo.

- ¿Eso significa que te rindes? – sonreía macabramente mostrando un aura malvada.

- Sí, no pienso participar en tus juegos, soy el médico del grupo, no puedo permitirme caer inconsciente – se retiró del centro de la plaza caminando lenta pero decididamente – total... el resto de los combates seguro los ganamos nosotros.

Drok volvió donde sus compañeros sentándose nuevamente en otro tronco. Ninguno de nosotros le reprochamos lo que hizo, entendíamos su postura y era comprensible que quisiera ser el último hombre en pie. Escuchamos a Mixe suspirar en voz alta acercándose al centro nuevamente.

- Como os gusta hacerme enfadar... pues... si tanto queréis enfadarme – miro a Mike fijamente a los ojos – creo es hora de que sufras, Flex, al centro te toca pelear.

- ¡ya era hora! – dijo el can azulado mientras se incorporaba estirando sus patas – pensé que nunca me escogerías "jefe" – lo dijo en tono de burla sonriéndole burlonamente.

- Cuidado, Flex, sigo siendo el más fuerte de la aldea y podría matarte fácilmente – dijo volviendo a reunirse con sus compañeros.

Flex sonreía orgulloso, agarró a Max del mentón depositando un duce beso en sus labios, como si quisiera remarcar su dominio demostrando que no tenía miedo de mostrar su amor en público. Los murmullos y cuchicheos se agudizaron llenando el lugar de ruido, ningún can que se sintiera atraído por el mismo sexo sería tan inconsciente de demostrarlo públicamente.

Flex camino orgulloso hacía el centro de la sala y antes de abrir la boca señalo con su dedo índice hacía uno de los canes de Mixe.

- No perdamos el tiempo, te elijo a ti, en un combate con armas. – Flex sonreía mirando a Mixe – puedo pedir que me traigan mi arma, no pude llevármela cuando escape de este asqueroso lugar, está en mi casa apoyada sobre una de las vigas.

- Eres un idiota redomado – Mixe hizo un gesto a uno de sus compañeros para que trajera lo que había pedido.

- Muchas gracias, sabía eras amable – lo dijo en tono burlón.

- Te has vuelto bastante irritante flex – dijo con un tono agresivo.

- Pregúntale a tu hermano, él lo sabe bien – señalo a Mike.

Mike simplemente suspiro encogiéndose de hombros. El perro que fue a buscar el arma de flex regreso portando una lanza larga con una bandera atada a ella.

- Qué recuerdos... hace mucho que no la porto – extendió sus manos para recibir la lanza y el can la lanzó hacía los brazos de flex.

Con una gran maestría cogió la lanza dándole vueltas y comprobando si sus habilidades estaban oxidadas. A pesar del tamaño de la lanza la movía de lado a lado girándola y moviéndola con gran maestría moviendo su cuerpo a la par con la lanza como si de un baile se tratara.

- Vale, veo que sigue con buen balance – apuntó nuevamente al can que había retado – venga, ¡empecemos el baile!


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