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3. LA TORMENTA

No podía creer lo que veían mis ojos, acurrucada entre las mantas se encontraba una cría de gato, miles de preguntas golpearon mi mente, no sabía que podía hacer allí esa cría. Me acerque a ella para poder verla mejor, era de un color blanco muy brillante y, por como era su aspecto físico, aún era muy joven. Los ojos de aquel gato tenían una tonalidad carmesí, y debajo de ellos tenía pequeños mechones de pelo negro que hacían un gran contraste con el blanco tan brillante y puro de su pelaje. Aquel gato se hallaba jugando con sus patas, mordiéndoselas suavemente y lanzando zarpazos al aire como si cazara algún animal. Se encontraba sonriendo alegremente y soltaba algunas pequeñas risas que llenaban mi corazón de paz. Hacía mucho que no escuchaba algo parecido a una risa, el ánimo de la gente de este mundo era muy bajo y rara vez escuchabas a la gente reír o pasar un buen rato. Por el rabillo de mi ojo vi como el can amarillo entraba al cuarto. Apoyó su cuerpo contra el marco de la puerta y cruzó sus brazos a la espera de las preguntas que parece que sabía que iba a hacer.

- ¿Porque... hay una cría de gato aquí...? – le pregunté mostrando en el tono de mi voz, pequeños matices de duda y miedo.

- Esa cría, es la razón por la cual aún sigues vivo, criarás a ese gato, hasta que sea lo suficientemente mayor como para que valga la pena hincarle el diente – me contestó el perro con un tono de voz que dejaba claro lo poco que le importaba mi opinión.

- P-Pero... por qué querrías cuidar.... –El can me cortó bruscamente, se acercó hacia donde me encontraba con un porte muy intimidante. Se encaró delante mío, haciendo que su rostro estuviera muy cerca del mío.

- ¿Prefieres ocupar su lugar gata? – se encontraba tan cerca mío que notaba su respiración contra mi cara.

¿¿¡¡GATA!!?? Pero si soy macho, ¡oh no, oh no, oh no!. Este perro cree que soy una hembra, eso quiere decir... que cuando se entere de que no valgo para dar de mamar o de proporcionar cualquier tipo de cuidado femenino... podria matarme. No sabía qué hacer en esa situación, si decirle la verdad o callarme y que lo descubriera por sí mismo, ambas opciones podrían provocar mi propia muerte, dependiendo de cómo se lo tomase el can.

- E-esto.... – sus ojos estaban observándome muy detenidamente, esperando que respondiera su pregunta.

- ¿Qué ocurre gata? Contesta.

- Pues...... resulta que soy un macho.... no puedo amamantar crías

La noticia pareció sorprender inmensamente al can, ya que se llevó la mano a la cabeza y suspiró muy fuerte. En ese preciso momento se puso a examinarme de arriba abajo, con esos enormes ojos marrones que parecían dos esferas brillantes, he de admitir, que me sentí violentado. Era como si buscara el más mínimo indicio que le hiciera corroborar que no era una hembra.

- ¿De verdad eres macho? – me preguntó directamente, se notaba en su voz un tono de duda, como si no terminara de creer lo que le acababa de contar. – nadie lo diría con esa figura fina y delicada que tienes.

- Sí que lo soy – me armé de valor para intentar mantenerme firme ante él – Que ganaría mintiéndote... estoy a tu merced, en cualquier momento podrías simplemente matarme.

- Ummmmmm, de acuerdo, por lo menos eres un gato, supongo que serás mejor cuidando a alguien de tu especie que cualquier otro animal. – Dio media vuelta y se dispuso a retirarse del cuarto. Dejó la estancia tan rápidamente que no me dio tiempo a preguntarle nada más.

Mi cuerpo temblaba por el momento recién vivido, sorprendentemente había salido indemne de esa situación. En el fondo de mi subconsciente tenía la certeza de que el perro se enfadaría por el hecho de no ser una hembra que pudiera alimentar al gato, pero tuve suerte, decidió apiadarse de mí y darme una oportunidad de cuidar del gato en lugar de asesinarme. Regresé al lugar donde se encontraba la cría y la agarre con mis patas colocándola contra mi pecho, la cría parecía estar muy cómoda, ya que se acurrucó en mi pelaje. "Bueno, no será tan difícil cuidar de un gatito", fue lo que pensé justo antes de darme cuenta de que me equivocaba. El gato resultó ser de un carácter explosivo, todo el día corría de un lado a otro de la casa y me tocaba seguirlo para evitar se metiera en problemas o abandonara la casa para irse a explorar el bosque. No quería que le sucediera nada malo, y resultó ser agotador el cuidar de un crio como él.

Los días pasaban tranquilamente y lo que más me sorprendía de aquello, era la ausencia del can amarillo. Desde nuestro encuentro en la habitación de la casa, no lo había vuelto a ver, pero sí que había indicios de su presencia en nuestro hogar. Cada día que pasaba, algo nuevo aparecía en la casa, algún alimento o bebida, ¿de dónde los sacaría? La mayoría eran frutas, bayas o verduras. El perro parecía entender que los gatos habíamos abandonado nuestra vida carnívora hacía mucho tiempo y que ahora mismo la única carne que comemos es de animal no pensante, lo cual es difícil de encontrar. Los días seguían pasando y la cría cada vez estaba más grande y fuerte, aunque, las dudas sobre la cría seguían aumentando con cada día que pasaba, ¿acaso el perro mato a sus padres y se quedó al pequeño como reserva de comida para el futuro?, ¿acaso lo secuestró de las manos de sus padres? Si era el segundo caso... pudo haber secuestrado a una cría más tranquila y amable.

Los días continuaron pasando sin ningún percance hasta que, repentinamente se levantó una gran tempestad azotando con su frío todo lo que se encontraba a su paso. Este tipo de tormentas eran más comunes de lo que nos gustaría, así que agarré al pequeño gatito y lo acurruqué en mi cuerpo para acto seguido taparnos con pieles para mantener el calor corporal lo máximo posible. Era increíble cómo a pesar de la gran capa de mantas que tenía encima, el frío perforaba mi cuerpo llegándome hasta los huesos.

- Oye... acenix.... – me dijo la cría sacándome del trance en el que me encontraba por el frío

- ¿Q-qué quieres peque? ¿Tienes frío? – dije acariciándo suavemente su cara con mi garra, tratando de que todo mi cuerpo cubriera el suyo para darle calor.

- N-no ¿crees que el ángel estará bien? – me pregunto mirándome a los ojos

- ¿Quién? – dije muy extrañado.

La puerta se abrió de golpe, y el frío invadió cada rincón de la habitación recordándome que, a pesar de estar resguardados, nadie estaba libre de su abrazo; el frío hizo que cerrara los ojos, pero lentamente comencé a abrirlos observando que era aquello que había golpeado la puerta. Mis ojos enfocaron como pudieron la escena y pude ver al can amarillo en el suelo, tenía una de sus patas ensangrentada y por su apariencia parecía que la tenía dislocada. me quedé en silencio viendo la escena, tenía demasiado frío como para poder moverme. De repente algo me sacó del trance en el que estaba.

- ¡¡EL ÁNGEL!! – gritó el pequeño gato sacándome del trance. El gatito se acercó al can mientras yo me encontraba tapado por todas las mantas.

Decidí ser valiente por una vez y acercarme a comprobar si el can se encontraba bien, al llegar a él pude ver su aliento cristalizado por el frío que le salía de la boca, lo que indicaba que seguía vivo. Incliné mi cuerpo y muy lentamente puse delicadamente las mantas que me cubrían sobre el cuerpo del can, intentando no molestarlo. el frío seguía entrando al cuarto por la puerta que el can había dejado abierta, así que me acerqué a ella y la cerré como pude, ya que el viento soplaba con gran fuerza. El sonido que emitía el viento, era como un lamento triste. hasta que finalmente logre cerrar la puerta y el silencio volvió a reinar en la casa, aunque el frío seguía muy presente.

En ese momento de calma, frotaba mis manos contra mis brazos para intentar espantar el frío que se estaba adueñando de mi cuerpo. Llevo muchos años viviendo en este invierno, pero el frio es lo único de lo que uno no se acostumbra. Lentamente me acerqué al can para observar cómo se encontraba y, por un golpe de suerte, lentamente comenzó a abrir sus ojos.

- ¿Q-qué ha pasado? – miraba a todos lados desorientado y confuso.

- Mira quién está atrapado con nosotros ahora... - dije con un tono de burla, creo que el can no se lo tomó demasiado bien, ya que gruño un poco.

después de aquel momento, estuve un segundo observando la habitación, me di cuenta de que el gatito se encontraba abrazando al perro y esa visión hizo que mi cuerpo activara todas las alarmas, un pequeño sonido de susto se me escapó de la boca haciendo que el perro me mirara desconcertado. Agarré al pequeño gato y mi cuerpo estaba temblando un poco por el miedo a que el can decidiera terminar con nosotros ahora para tener carne con la cual recuperar fuerzas. Salí de aquel estado de terror cuando sentí en mi brazo un gran dolor. Miré mi brazo y el crío estaba mordiéndome para que lo soltara, sus dientes a pesar de ser pequeños, estaban bien afilados. Por instinto solté al felino, dejando que cayera al suelo y de inmediato volvió a correr dirección al perro

-¡¡Pero qué haces!! –le grité al gato antes de volver a agarrarlo. Esta vez lo metí en su zona de juegos que, como tenía barrotes de madera, no podía escapar y al perro le costaría más atacarle en el caso de que ocurriera una pelea ahora mismo. Esa pequeña zona de juegos estaba situada en el salón de la casa, la había fabricado con trozos de madera que había encontrado por la casa a partir de muebles destruidos y utensilios inutilizables. tuve que crearla para poder descansar sin miedo a que ese pequeño terremoto saliera de casa sin permiso.

-BUAAAAAA – el gatito se puso a llorar, qué pesado se ponía a veces

-jejeje... niños... -me di la vuelta para mirar al perro que se encontraba mirándome con esa mirada suya que aun me aterrorizaba, con lo cual mi cuerpo comenzó a temblar nuevamente.

El perro se levantó como pudo del suelo y se alejó del lugar donde nos encontrábamos, fue al lugar más alejado de la casa, allí había una ventana por la que se puso a mirar la tormenta. El perro se tocaba el brazo ensangrentado y ponía cara de dolor. agarró alguna venda e intentó vendarse, pero al tener un único brazo para hacerlo, le resultaba difícil. Lo miré por unos instantes, me extrañaba su forma de actuar. Me acerqué con cuidado a donde se encontraba y, al ver las dificultades que tenía para vendarse, aspiré profundamente para llenar mis pulmones de aire y mi cuerpo de valor antes de terminar de acercarme y ayudarlo a vendarse.

- ¿Qué...qué haces gato...? – me miró con cara de desconcierto, no sabía que estaba haciendo ni por qué me acerque a él.

- S-solo vengo a ayudarte con esto – dije sujetando de nuevo su brazo lo más suave que podía, para no causarle dolor.

- ¿No te doy miedo gato? – me preguntó el perro mirándome a los ojos.

- Su-supongo que sí me das miedo.... Pero solo un poco –Dije mirando la herida de su brazo a medida que la iba vendando.

- Oye.... ¿Cuál es tu nombre? – la pregunta me pilló por sorpresa, no me esperaba que una pregunta asi llegara de labios de un cazador.

- Acenix – le respondí mirándole a los ojos, en parte quería demostrar que no era tan cobarde, como para no mirarlo directamente.

- ¿Y el crio?

- No tiene nombre.... No he querido ponerle ninguno... - bajé la cabeza alicaído, me solté de su mano y di media vuelta para alejarme de aquel cuarto.

- Jon... - escuche que decía

- ¿Cómo dices?

- Podría llamarse Jon, me parece un buen nombre...

- Cla-claro es buen nombre... - no entendía nada, para qué molestarse en poner nombre a una presa...

Me dispuse a salir de ese cuarto, pero antes de hacerlo giré la cabeza para volver a mirar a aquel perro, estaba sentado en la ventana de aquel cuarto viendo como la nieve caía de manera violenta. Estaba ya anocheciendo y por la ventana entraban rayos de luz dorados que, mezclados con la tonalidad de su pelaje, hacia parecer que era él quien estaba brillando. Esa escena me recordó a los cuentos que me contaba mi abuela antes de dormir; esos relatos contaban historias de ángeles, unas criaturas que existían en la época de los humanos y que según decían, eran protectores de estos. No me creo que esas criaturas llegaran a existir de verdad, pero si lo hicieran, seguramente se parecía a lo que estaba contemplando en aquel momento.

Salí del cuarto y me dispuse a preparar la cena, con las verduras y fruta que tenía disponibles hice algo de cenar para Jon y para mí. No me atreví en aquel momento a ofrecerle nada de comer al can ya que no sabía que comían aparte de gente como nosotros. Pero ese pensamiento que tenía, parecía no afectarle a Jon, ya que nuevamente se volvió a acercar donde el can, aunque esta vez, le dejé actuar.

-ven a cenar con nosotros – le miró con unos ojitos y una vocecita de súplica típica de niños.

-no deb... - El can no pudo terminar de negarse, veía como el crio amenazaba con ponerse a llorar y yo por si acaso me tapé los oídos para no escuchar- ¡VALE, VALE! ya voy –

El perro se acercó a la mesa y se sentó con nosotros, Jon le ofreció algo de fruta de su comida y comenzó a comerla, No sabía los perros podían comer algo que no fuera carne..., Fue como si el perro se hubiera dado cuenta de mi pregunta, ya que miro en mi dirección haciendo que nuestras miraras se encontraran. Me dispuse a seguir comiendo y a no mirarle, ya que me sentía muy incómodo y temeroso a su lado.

Las horas pasaron tranquilamente hasta que llegó el momento de acostarse, Jon y yo nos tumbamos juntos en la cama, durmiendo como siempre lo hacíamos. Noté golpecitos en mi cara, lo que hizo abriera un poco un ojo.

-¿Q...qué pasa? – era Jon que me estaba dando golpes para despertarme y llamar mi atención- ¿qué pasa peque?

-Esta noche hace mucho frio....

-vaaaale, ven aqu... - me cortó rápidamente, lo que me dejó algo dubitativo –

-noooo, es por el ángel – se levantó de la cama y se dirigió camino a la puerta del cuarto.

-Qué estas haci..... – salió antes de poder terminar la frase, levante mis orejas para poder escuchar qué pasaba en el otro cuarto.

- ¿Qué crees que haces? – por lo que escuché, Jon había saltado encima del perro pisándole el estómago o alguna parte de su cuerpo .

-ven con nosotros a dormir, hace mucho frío hoy

¡¡¡QUEEEEEEEEE!!!, ¿de verdad había dicho eso?. No me lo podía creer. ¡Dormir con un depredador! Bastante angustiado me encontraba ya, sabiendo que estaba en la misma casa que yo.

-no creo que deb... -esto me parecía un deja vu , suponía que Jon se había puesto de nuevo a amenazarlo con llorar, ya que al poco rato apareció Jon seguido por el perro.

-Tendré que quitarle esa manía de amenazar con llorar, ya que me está volviendo la vida imposible - pensé.

Jon se puso en medio de ambos, y nos pusimos a dormir todos en la misma cama. Nos encontrábamos cada uno en una punta, el can en la derecha y yo en la izquierda. Me encontraba al filo de la cama, si me alejara más, estaría en el suelo. Fue una noche bastante incómoda, no me atrevía ni a mirar lo que hacía el can, simplemente decidí dormir para que pasara lo antes posible, aunque algo dentro de mí se mantenía alerta.


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Aquí tenéis el nuevo capitulo, espero os guste muchísimo. La verdad me cuesta muchísimo escribir esta historia por las palabras y la forma en la que tengo que hacerlo. Pero espero valga la pena y os este gustando muchísimo.

Manteneos las futuras semanas, que esto va a ir escalando cada vez mas, y recordad dejad un comentario sobre que opináis de la historia y si podéis compartirlo con vuestros amigos.

¡Hasta la próxima animales de 2 patas!

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