Jaula parietal
La madera cruje en desespero bajo los arañazos de mis dedos ensangrentados, se defiende encajando sus astillas entre las uñas y la carne. No hay escapatoria. Siento el viento besar la ventana, escucho a la oscuridad susurrar desde abajo de la cama: "vengo por ti, vengo por ti". Al mirar solo encuentro los ángulos punzantes del espejo. No hay escapatoria.
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