Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Epílogo

El verano tras finalizar su último curso como profesora, Hermione viajó a Australia y devolvió los recuerdos a sus padres. Los llevó de vuelta a Inglaterra y empezó a trabajar en el Ministerio. Progresó con rapidez –para sorpresa de nadie- y su labor era ampliamente reconocida y valorada. Salía con sus amigos pero no tenía tiempo para citas: estaba centrada en su trabajo y en recuperar el tiempo perdido con su familia. Tenía toda la vida por delante para llenar esa faceta.

No dedicó muchos pensamientos a lo que pudo haber sido porque realmente nunca creyó que fuese posible. Además se dio cuenta de que pese a la melancolía que la invadía en ocasiones, la mortífaga tenía razón: estaba en paz consigo misma, estaba orgullosa de ser quien era y de las decisiones que había tomado. Nunca podría haber pensado lo mismo estando ligada a una asesina. No obstante, siempre había algún detalle que le recordaba a ella y desencadenaba una sonrisa triste. La última fue esa misma semana. Acompañó a su madre al hospital a hacerse una radiografía y una doctora rubia muy guapa que estaba de prácticas le sonó de algo. No caía en el motivo, pero en cuanto la vio, la chica exclamó:

-¡Tú eres su amiga, la chica a la que enseñaba!

-¿Perdón? –preguntó Hermione desconcertada.

Resultó que era Crystal, la camarera de la hamburguesería donde tuvieron su primera cita. Le contó que ese fue su último día de trabajo. Al día siguiente una persona anónima pagó sus estudios de medicina. La muggle no dudó que había sido la clienta encantadora, sexy y con aspecto de millonaria a la que le contó lo de su pluriempleo. Por muy absurdo que fuese, Hermione estuvo de acuerdo. Seguro que lo hizo como agradecimiento por haber creído que eran hermanas y haber flirteado con ella incomodando a la gryffindor. Bellatrix era así.

Al principio creyó que sería más difícil, que se la encontraría en el Ministerio, pero no sucedió. La slytherin no aceptó el puesto de innombrable y Hermione lo agradeció. Quiso creer que lo hacía por ella, le cedía el espacio y el lugar como una disculpa por su último encuentro. A cambio no la delató: no le contó a la directora (ni a nadie) que no destruyeron el cuaderno y que se quedó la varita de sauco. A no ser que decidiera usarlos para provocar daños, callaría como último gesto hacia ella. Tampoco se la encontró en el Callejón Diagon, ni en Gringotts, ni en ningún otro sitio. Se había hecho muy amiga de Draco, pero mantenían el acuerdo tácito de no hablar de su tía. Así era más fácil. Dejar atrás el pasado, soltar cargas... Aunque le hubiese gustado que la despedida fuese menos cruda.

Pensó que quizá eso tenía solución cuando dos años después de su despedida le llegó una invitación de McGonagall. La directora se jubilaba tras medio siglo de profesora. La realidad era que había conocido a una bruja escocesa y se habían enamorado; así que decidió que era el momento de vivir por fin fuera de Hogwarts. Invitaba a exalumnos y profesores a una comida de celebración en los terrenos del castillo. Por supuesto la gryffindor y sus amigos confirmaron su asistencia. La chica albergó la esperanza de que la mortífaga también acudiera (aunque dudaba mucho que Minerva la hubiese invitado). En esos dos años apenas había hablado con nadie del colegio, ni profesores ni estudiantes, lo había dejado todo atrás en lo que fue casi un exorcismo. Así que tenía ganas de verlos.

-Hermione, cielo, ¡tu... amigo ya está aquí! –exclamó su madre.

La chica se atusó el pelo y cogió su bolso a toda velocidad. Draco se llevaba bien con sus padres, pero no quería hacerle pasar el momento incómodo de verse atrapado en alguna disquisición muggle. Bajó corriendo las escaleras y saludó al rubio que la esperaba con un elegante traje oscuro. Se despidió de sus padres y caminaron hasta un callejón para poder aparecerse. Se pusieron al día ya que no se habían visto en todo el verano. Hermione había ido con Ginny y Luna de viaje por Europa y también asistió a un congreso sobre la integración de los nacidos de muggles en el mundo mágico. Draco había pasado con sus amigos unas semanas en una isla privada, luego asistió a una boda en París y finalmente a una reunión de los Malfoy en Glasgow. Ambos habían aprovechado el verano.

Al llegar a la calle a prueba de muggles, se cogieron de la mano y aparecieron en los terrenos de la que fue su casa durante años. Se quedaron paralizados observando el castillo, abrumados por la cantidad de recuerdos que se agolparon para recibirlos.

-¿Vamos? –preguntó al final el chico.

-Sí, sí, claro –respondió la castaña cogiendo fuerzas.

Las verjas de entrada se abrieron y las cruzaron. Se les formó un nudo en la garganta. No hablaron durante el camino. Hermione no pudo evitar fijarse en que una ligera neblina sobrevolaba el paisaje, pero no llegaba a espesarse.

-¡Hola, chicos! Hace un día borroso, ¿verdad? Creo que es culpa de los nargles, los cambios siempre los alteran –les saludó Luna con su voz soñadora.

La gryffindor la abrazó con entusiasmo. Draco le tendió la mano sin entender de qué hablaba pero decidido a no preguntar. Se fueron encontrando a más compañeros y a algunos profesores y charlaron con todos. McGonagall se alegró profundamente de que hubiesen acudido a su fiesta de despedida. Felicitó orgullosa a la que fue su alumna predilecta: cada mes aparecía en el Profeta algún artículo sobre sus logros profesionales. La chica le quitó importancia. Pese a la gran cantidad de gente, el ambiente no resultaba agobiante sino agradable y con encanto. La decoración era sencilla pero efectiva: mesas engalanadas con todo tipo de platos y bebidas, farolillos mágicos que iluminaban la zona y una suave música de fondo.

-¡El deber me llama! –informó Ron en cuanto vio la comida.

-Voy contigo –secundó Harry-, no pienso dejar que te empaches y mañana te duermas en la oficina porque tienes el estómago demasiado lleno.

-¡Solo pasó una vez! –protestó el pelirrojo- Y fue culpa tuya por engancharme al café muggle.

El moreno sacudió la cabeza y se alejó con su amigo. Luna conversaba con la profesora Trelawney encajando criaturas que no existían en profecías que tampoco eran reales. Draco y Hermione escuchaban a Hooch contarles cómo cada curso los alumnos eran más insoportables. Ella también parecía tener ganas de jubilarse. Hermione se alegró al ver a Mirelle –aún más espectacular y sonriente de lo que la recordaba- que al momento se acercó a ellos. La gryffindor iba a saludarla pero Draco se adelantó:

-¡Qué bien que hayas podido venir, tía Mir! –exclamó dándole un abrazo.

-Ya sabes que jamás me pierdo una fiesta –respondió la francesa alegremente-. ¿Qué tal fue el resto del verano?

Hermione ni siquiera escuchó la contestación. Cuando Mirelle la abrazó, respondió al gesto de forma mecánica, casi sin ser consciente. "Tia Mir"... Aunque ambos pertenecían a familias de sangre pura, por lo que ella sabía los Malfoy y los Aline no tenían lazos entre sí. Lo habría sabido antes de haber sido así. Por mucho que su cerebro quisiera negarlo, solo existía una forma de que hubiese adquirido el título. Comprendió a qué boda había ido Draco en París y por qué no había querido dar detalles. Entonces escuchó una voz burlona y sensual:

-¡Mi sangre sucia favorita! ¿Qué tal va la vida? ¿Ya eres Ministra?

La recién llegada abrazó a su mujer por la espalda y apoyó la barbilla en su hombro. Mirelle le echó la bronca por el calificativo y Draco puso los ojos en blanco. Bellatrix mostró su sonrisa de suficiencia y locura que tan bien la representaba.

-No, pero lo seré pronto –respondió Hermione con una firmeza que en absoluto sentía.

La mortífaga (que ya se había agenciado un vaso de whisky) rió pero no lo negó. Hooch le preguntó en qué andaba metida ella, si ya había formado algún grupo radical para defender sus descabelladas ideas. La slytherin lo descartó con un gesto de la mano.

-Nah... Demasiado esfuerzo. Además me basto y me sobro yo solita. Trabajo de innombrable en el Ministerio de Magia francés. Ahí tienen salas mucho más peligrosas que en el nuestro, así que adoro mi trabajo. Aunque solo voy los días que me apetece, claro, me he ganado mi derecho a hacer el vago.

-Claro que sí, genio –ironizó Hooch-. Ahora cuéntanos tú, Mirelle, ¿cómo diablos has terminado unida de por vida a semejante pirada?

-Habló el pájaro loco –masculló la morena.

Hermione intentó no mostrar nerviosismo, pero notó cómo la copa de champán temblaba entre sus dedos. Era cierto: los matrimonios realizados por el ritual de sangre pura solo se rompían con la muerte. Y Bellatrix jamás se casaría de otra forma.  Recordó cuando le confesó sus sueños adolescentes de casarse con Sirius... porque su sangre era la adecuada. No es que tuviera envidia, seguía sin arrepentirse de su decisión; pero aún así, no creyó que Bellatrix encontraría a alguien. Imaginó que viviría el resto de sus días sola y arrepentida por haber elegido la magia negra. Era un deseo egoísta pero humano.

-Bueno, yo nunca quise nada serio y siempre he ido dando tumbos sin saber qué hacer con mi vida –empezó Mirelle-. Estaba segura que lo nuestro era solo durante un año mientras estábamos de profesoras. Pero al curso siguiente... No sé, nunca me había sentido tan triste, como si me faltara algo; como si hubiese perdido lo único que había tenido sentido. Por eso el año pasado dimití, el trabajo ya no me distraía de la realidad.

La francesa hablaba con tono despreocupado, relatando sus dramas con la misma alegría con la que lo abordaba todo. Hermione conocía su historia y sabía que era cierto: como en cualquier familia de sangre pura, sus padres tomaron todas las decisiones por ella. Cuando llegó a la edad adulta solo le quedaba casarse y como no lo deseaba, se marchó de Francia. Optó por ser profesora en Hogwarts como podía haber sido bedel en el Ministerio; le daba igual, solo buscaba mantenerse ocupada para evitar preguntarse por la deriva que había tomado su vida.

-Decidí volver a casa. Compré el billete para el barco submarino que conecta Francia e Inglaterra y cuando estaba a punto de arrancar, me di cuenta de que eso no era lo que quería. No era el lugar lo que fallaba. Así que desembarqué corriendo y aturdiendo gente que trató de impedírmelo. Estaban cerrando los controles y hubiera conseguido salir a tiempo de no ser porque me choqué con una imprudente que llevaba la misma prisa pero en dirección contraria.

-¡Era yo! –intervino Bellatrix alegremente y sin duda ya borracha.

-Así que tras la hostia de mi vida, acabamos en el suelo mirándonos. Le pregunté a dónde iba. Respondió con toda tranquilidad que a buscarme porque, según ella, los franceses somos demasiado estirados para darnos cuenta de cuándo hemos conocido a la diosa a la que debemos rendir culto eterno.

Draco y Hooch pusieron los ojos en blanco intentando parecer serios y no reírse. Hermione miraba a Bellatrix fijamente. Fue la slytherin la que les contó por qué decidieron establecerse en París:

-Era la solución a todos mis problemas. En Inglaterra no puedo salir a la calle: la gente o me pide autógrafos o insiste en recordarme mis crímenes, ¡yo ya los conozco, estuve ahí y los disfruté en primera persona!

Mirelle negó con la cabeza ante su insistencia en mostrar que seguía orgullosa de su pasado; pero no dejó de sonreír, parecía incapaz de hacerlo. Aunque de vez en cuanto le dirigía a Hermione miradas de disculpa.

-Además, en este país para mí hay más muertos que vivos –murmuró la bruja contemplando a lo lejos la torre de Astronomía donde fue feliz con su primo y después el terreno junto al castillo donde derrotó a su maestro-. Necesitaba alejarme de aquí. Odio a la gente, los recuerdos y el clima.

Hermione sospechó que los dos últimos conceptos estaban ligados, probablemente a través de la niebla. A ella también le pasaba: los días brumosos echaba de menos a la que fue su amante. Estaba segura de que Bellatrix no la había olvidado. Del mismo modo en que estaba segura de que su amplia sonrisa no era en esta ocasión una fachada: era sinceramente feliz. Y su siguiente sentencia lo confirmó:

-Así que nos mudamos a París hace un año y en primavera informé a Elle de que ya estaba bien de hacer el tonto: no podíamos permitir que la aversión que nuestras malditas familias habían conseguido que sintiéramos hacia el matrimonio nos frenara...

-¿Así te declaraste? –inquirió Hooch alzando una ceja.

-Esa frase exacta usó –confirmó Mirelle-, pero fue muy romántico en un bosque bajo la luna llena con un anillo espectacular y su expresión de cachorrito inocente. Nadie sería capaz de decirle que no...

-Sí, la verdad es que toda su familia me adora, se alegraron tanto de unirse a los Black que les dio igual que les asegurara que en lugar de hijos vamos a tener escarbatos –apuntó Bellatrix divertida.

-Sí, así es. Os mandaremos fotos cuando los adoptemos –comentó la francesa-. Pero bueno, ahora contadnos vosotras, ¿qué tal en el Ministerio, Herms? ¡Eres famosa hasta en Francia, presumo siempre de que trabajé contigo!

Se notaba que deseaba cambiar de tema. La sabelotodo no fue capaz de odiarla. Mirelle le permitió probar suerte con Bellatrix y también la informó de que si se hacían daño, lo intentaría ella. Lo había conseguido. Ambas eran felices, igual que lo era Hermione, cada uno con lo que tenía. Respondió a su pregunta con amabilidad. Al poco se les unió más gente y el grupo se disgregó.

-No recuerdo haberla invitado, Madame Black –comentó McGonagall al ver a la sonriente mortífaga.

-Lo sé, era demasiado duro para ti ver lo que has perdido –comentó Bellatrix con tono trágico-, he venido con mi mujer. Sí, no digas nada: sé que te dolerá eternamente que me haya casado con otra, Minnie, pero siempre guardaré un lugar en mi corazón para mi gatita favorita.

-Yo también guardaré un lugar especial para ti, en mi hígado –replicó la directora.

-¡Oh, porque sin hígado no se puede vivir y gracias a él disfrutamos del alcohol! ¡Eso es precioso, Minnie! –aseguró la morena- Te juro que de no ser por tu... pequeño problema, me habría casado contigo.

-Ese pesar me acompañará hasta la tumba –ironizó la escocesa-. ¿A qué problema te refieres? ¿Mi integridad, sentido del deber, honestidad, coraje o...?

-No, a tu sangre –susurró la mortífaga como para no avergonzarla ante el resto-, sé que eres mestiza, pero aún así te quiero igual. Y siento no haberte traído ningún regalo por tu jubilación, pero...

-El mejor regalo fue irte del país, querida.

"¡Qué demonios!", exclamó la slytherin, "¡Que no se diga que Bellatrix Black no hace los mejores regalos del mundo!". Se acercó a la directora (que sacó su varita por si acaso) y sin pensarlo, la besó. Muchos rieron, otros se quedaron paralizados y unos pocos incomprensivos exclamaron un "¡Arg!". Pero para sorpresa de todos, Minerva no replicó, simplemente sacudió la cabeza intentando ocultar el ligero rubor de sus mejillas. Le aseguró que era "endiabladamente incorregible" como tantas veces se lo espetó a ella y a su primo. Invitó a todos a seguir con la fiesta y se alejó para conseguir más whisky. Mirelle -que no sabía si reírse o echarle la bronca a su mujer- vio la oportunidad de hablar a solas con Hermione:

-Sé que debería habértelo contado, lo siento; no el haberme casado con Bella porque la quiero y somos muy felices juntas, pero siento el dolor que eso te pueda causar. Por eso no te escribí ni te invité a la boda, no me atreví...

-No te preocupes. Lo he superado, Mir. Para Bellatrix y para mí no había futuro, solo dolor, peleas eternas y un desgaste emocional que nos llevaría a odiarnos de por vida. Parar a tiempo fue lo mejor. Y desde luego hubiera sido raro ir a la boda... -comentó sonriendo por fin.

Mirelle también sonrió.

-Te mencionó durante los votos matrimoniales.

-¿A mí? –preguntó la chica sorprendida.

-Bueno, a un "monito insufrible" que se burló de ella por no poder ejecutar un patronus y, aunque era cierto, a raíz de esa provocación conjuró el primero de su vida.

Hermione lo recordaba perfectamente. Fue la noche en que Bellatrix la salvó de Greyback, cuando volvían al castillo y la mortífaga se rió de su nutria por ser demasiado inocente. Ella contraatacó presumiendo de poder usar el hechizo y la morena respondió con su pantera. Ahora tenía sentido la expresión de sorpresa que le pareció distinguir camuflada en su rostro: fue su primer patronus. No pudo evitar preguntar mientras rellenaba su copa distraída:

-¿Y qué recuerdo utilizó?

-El del día que llegué al colegio unas semanas antes –murmuró Bellatrix tras ella.

Hermione se giró y la slytherin se aseguró de mirarla a los ojos para que comprobara que no mentía.

-Ya te conté que antes de entrar a la reunión de profesores, lloré de la angustia. Fingí entereza en la reunión pero fue duro. Al salir, mientras Elle me acompañaba a mis habitaciones, no hablamos. Hasta que sospechó lo que me pasaba con los pocos datos que tenía de mí. Entonces me sonrió y dijo...

-No te preocupes, no estarás sola: yo seré tu amiga –completó la francesa citándose a sí misma.

Bellatrix asintió con una sonrisa. Hermione comprendió que a pesar de ser un gesto inocente e infantil, fue la primera vez que alguien se lo dijo. Sin duda era un recuerdo lo suficientemente poderoso como para conjurar un patronus. Ahí lo confirmó definitivamente: ya estaba, caso cerrado, Bellatrix era feliz. Eso era la vida real, no un absurdo cuento de hadas. Ambas habían logrado alcanzar la plenitud en sus vidas sin necesidad de la otra. Y lo que era más importante: podían vivir consigo mismas porque no habían traicionado sus ideales.

Hermione era una afamada trabajadora del Ministerio que luchaba por la integración de los seres independientemente de su especie o condición de sangre. Tenía amigos que la adoraban, una familia que la quería y solo veintitrés años: toda la vida por delante para tener pareja, hijos o cualquier cosa que deseara. Bellatrix trabajaba cuando le apetecía en el puesto que creyó que ocuparía cuando fantaseaba con su vida con Sirius. Estaba casada con una bruja preciosa de sangre pura y se querían alejadas de todo prejuicio. Y era libre, había conseguido la libertad con la que siempre soñó en un país en el que podía empezar de cero. Por eso, cuando la banda de rock tocó la que fue su canción, bailaron juntas y se miraron a los ojos.

-Llegarás a Ministra, Granger, no tengo dudas. Así podrás decidir qué criminales rehabilitas y cuáles no.

-Utilizaré un solo criterio, Black: que no les guste la comida basura –sentenció Hermione.

-¿¡Sabes que hay McDonald's y KFCs por todo el mundo!? ¡Me engañaste, maldita traidora! –exclamó Bellatrix- Aunque no veas la alegría que me llevé al descubrirlo...

La castaña sacudió la cabeza y sonrió. Cuando la canción terminó, se separaron. Y esta vez no habría bises. Horas después la gente empezó a irse y se despidieron. Mirelle invitó a Hermione a visitarlas aun sabiendo que no lo haría. La chica la abrazó y la felicitó por lograr lo que ella no fue capaz: salvar a la mortífaga. Cuando le tocó el turno a Bellatrix, Hermione le advirtió que se pondría en contacto con el Ministerio Francés para asegurarse de que no urdía alguna conspiración.

-¡Oh, tú jamás me delatarías, monito! –replicó Bellatrix- Eres casi de la familia... de no ser por tu sangre, claro. Aunque tal y como te mira mi sobrino, igual al final sí que acabo siendo tu tita Bella.

Hermione se sonrojó, se enfadó y se desquició; todo a la vez. Se dio cuenta en ese momento de que jamás llamó "Bella" a su compañera, nunca tuvo esa intimidad con ella. Pero sacudió la cabeza y murmuró: "Sobrevive". La morena le aseguró que lo haría y le dedicó su característica sonrisa por última vez. La gryffindor observó cómo las dos preciosas brujas se alejaban entre risas, besuqueos y miradas cómplices. Era como tenía que ser y se alegraba sinceramente de que ambas fueran felices. Draco la sacó de su ensoñación:

-Hermione, Shackelbolt dice que quieren darte otra Orden de Merlín por tu trabajo dignificando a los elfos. Ven a hablar con él, ese hombre me pone un poco nervioso.

-Claro, vamos –respondió la chica.

Le dieron ese premio y muchos más. Pocos años después llegó a Ministra e hizo Historia con su trabajo por la igualdad de las criaturas mágicas. Tuvo la hermosa familia que siempre deseó y Hogwarts y sus amigos siempre formaron parte de su vida. A la chica dorada y a la mortífaga más famosa el tiempo les devolvió la fortuna que Voldemort les robó.

Y así acabó su historia. Una historia que desde el principio sabían que tenía los hechizos contados, al menos en ese mundo. Eran guerreras luchando por causas opuestas y antes perder la vida que sus ideales. No se necesitaban para ser felices.

Aún así, muchos años después, en los días brumosos Hermione seguía oteando la niebla como si la bruja oscura fuese a emerger entre ella.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro