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Capítulo 46

Durante mayo, Bellatrix y Hermione intensificaron la búsqueda del cuaderno. Tenían que hacerlo por la noche y asegurándose de que no las veía ni un fantasma. La mortífaga era muy paranoica. Habían recorrido todos los pasillos, incluso algunos por los que –hasta donde sabían- Voldemort no había pasado. Volvieron a revisar la zona exterior. Nada. Ambas empezaron a temer que quizá los maleficios que protegían el objeto eran más poderosos que sus hechizos reveladores. Quizá era imposible de encontrar. O tal vez, pese a su deseo de inmortalizar su obra, murió con él sin tiempo a esconderlo. Que Hermione supiera, en el cadáver no habían encontrado ningún objeto, pero dudaba mucho que nadie se hubiese atrevido a revisarlo.

-Estoy agotada –murmuró echada en la cama-, quizá deberíamos rendirnos...

-No –respondió Bellatrix tumbándose a su lado igual de exhausta-. Tiene que estar. Era demasiado egocéntrico y morir fue siempre su mayor miedo: no se arriesgaría a desaparecer del mundo sin dejar nada que lo recuerde.

-Pero no nos queda ningún lugar por revisar...

-Volveremos a empezar.

-Hemos vuelto a empezar seis veces.

-¿Ya no quieres recuperar a tus padres? –preguntó la slytherin girándose para mirarla.

-Más que nada en este mundo. Pero tengo que ser realista y dejar de aferrarme a imposibles: no va a suceder y cuanto antes deje de hacerme ilusiones, mejor.

Bellatrix no respondió. Estuvieron en silencio hasta quedarse dormidas. La relación entre ellas iba bien; de hecho, era lo que mejor iba. Se tenían cariño y se hacían compañía. Eran cómplices y amantes más que pareja, pero les funcionaba y les procuraba cierta felicidad. A la mañana siguiente la mortífaga se despertó antes porque tenía clase a primera hora. Se vistió y le dijo a la chica: "Donde siempre". Se marchó sin esperar contestación. La gryffindor asintió en la oscuridad sin abrir los ojos.

Ya no hacía falta especificar hora y lugar: a las once de la noche en el pasillo del tercer piso junto a la Sala de Trofeos. Llevaban quedando así desde el principio. A Hermione le parecía romántico e irónico tener un "donde siempre" con la mortífaga, un lugar especial donde encontrarse.

A la hora correcta ahí estaban las dos. Se dieron las buenas noches y se besaron y metieron mano un rato para desestresarse antes de empezar. Era más mecánico que romántico, a veces se reían mientras se besuqueaban. Todo resultaba tan ilógico que les hacían gracia esas tonterías.

-Vamos a separarnos: tú sigue por aquí y yo reviso los pasillos de la derecha –estableció la morena-. Prueba a ver con el hechizo detector de rastros mágicos, el resto ya los hemos utilizado aquí.

-De acuerdo –aceptó la chica intentando conservar el entusiasmo.

Repasó la zona con detenimiento, utilizando conjuros que detectaban cualquier objeto que irradiara magia. Lo más descorazonador eran los falsos positivos: cuando la varita empezaba a emitir chispas porque localizaba algo y aparecía una recordadora caída tras algún armario, una varita extraviada o alguna golosina explosiva. La parte positiva era que el cajón de "Objetos perdidos" de Filch estaba muy bien surtido gracias a ellas. La negativa era que cada vez que sucedía, le daba un vuelco el corazón creyendo que esa sería la definitiva. Y no, nunca lo era. Quedaba poco más de un mes de colegio, no iban a conseguirlo. Pensó que podría continuar ella sola al curso siguiente, pero si no lo había logrado con Bellatrix... Además, la idea de tener que pasar un año más de profesora le daba ganas de llorar. Seguía sin atreverse a preguntar si solucionaría su deuda en caso de no encontrarlo.

-Otra vez nada –suspiró la chica cuando llegó al punto de partida.

La slytherin aún no había vuelto. Contempló las vitrinas con trofeos. Las había analizado varias veces pero sin resultados. Le gustaba contemplarlas y acariciarlas, le hacían preguntarse sobre la vida que habían llevado sus propietarios. Abrió la más cercana y contempló las insignias de quidditch. Le quitó el polvo con su varita a la de James Potter (ahora junto a la de su hijo) y volvió a certificar lo injusto que era aquello: ese chico que murió con veintiún años y dio la vida por su familia nunca pudo ser jugador profesional, ni auror... Ni vio cómo su hijo se sacrificaba para salvar al mundo.

-La vida es para los vivos, monito, no sirve de nada lloriquear por el pasado. Esos ya están en paz, somos nosotras las que estamos jodidas aquí.

Hermione dio un respingo sobresaltada al escuchar la sensual voz de la mortífaga desgarrar el silencio. Dedujo por su tono ligeramente irritado que ella tampoco había tenido suerte. "Me gusta que pienses que mi voz es sensual" ronroneó la bruja oscura en su oído.

-¡Cuántas veces te he dicho que no te metas en mi mente!

-Las mismas que yo te he dicho que piensas muy alto.

-Enséñame oclumancia.

-Cuando terminemos con esto.

-¿Quieres decir que cuando terminemos en Hogwarts seguiremos siendo... lo que seamos? –preguntó la chica con la vista fija en la vitrina para que la bruja no descubriera su sonrojo.

-Eh... –murmuró la slytherin contemplando también las insignias probablemente por el mismo motivo- Bueno yo...

La mortífaga no logró ocultar el nerviosismo de su voz. Hermione se giró para mirarla pero la morena no fue capaz de emular el gesto. Seguía con la vista fija al frente. La chica no sabía cómo reaccionar. Bellatrix acarició nerviosa su propia placa y finalmente miró a Hermione.

-¡Siento algo! –exclamó quizá con demasiado entusiasmo.

-¿Por mí? –preguntó la chica con voz temblorosa.

-¡No! ¡Aquí! –exclamó sin dejar de palpar la insignia que llevaba su nombre- ¿Hemos revisado esto?

-Sí... -contestó la chica desconcertada- Lo he hecho yo varias veces.

-Quizá solo reacciona ante mí -murmuró la slytherin.

Bellatrix ejecutó un hechizo revelador pero no sucedió nada. Después, murmuró algo en parsel. Por lo que le había contado, no lo hablaba, pero Voldemort le había enseñado algunas palabras básicas; podía imitarlo igual que Ron al abrir la cámara de los secretos. Dejó de pensar en ello porque la insignia de Bellatrix se iluminó y en la parte baja del armario se abrió un pequeño compartimento. Ante las dos paralizadas brujas, un objeto salió del hueco y se deslizó hasta las manos de la morena.

Contemplaron el cuaderno de piel de serpiente con una profunda sensación de irrealidad. Tantos meses tras él... Ninguna de las dos creyó que llegaría ese momento. Con manos temblorosas, Bellatrix extrajo la daga de su cintura. Se hizo un pequeño corte en el pulgar y dejó que unas gotas de sangre se deslizaran sobre el cierre. Segundos después, el cuaderno se abrió. La mortífaga comenzó a pasar las páginas a toda velocidad. Hermione sintió que el mundo se hundía de nuevo cuando vio que todas estaban en blanco. Hasta que recordó que solo su dueña podía leerlo.

-¿Está... está bien? ¿Están los hechizos y todo eso?

La slytherin tardó unos segundos en responder mientras revisaba con premura cada página. Al poco susurró con emoción: "Está todo. Todo". Se abrazaron, lloraron y rieron con euforia. Después de diez minutos así, se dieron cuenta de que estaban causando demasiado revuelo. Apareció Filch y la mortífaga lo aturdió (como había hecho decenas de veces recibiendo reprimendas de Hermione). Corrieron a la habitación de la gryffindor, que era la más próxima, y siguieron celebrándolo con risas y saltitos ridículos.

-¿Está la poción para revertir el obliviate? –preguntó la chica con miedo a haberse emocionado demasiado pronto.

La mortífaga se sentó en el sofá, abrió el cuaderno sobre sus rodillas y pasó las páginas con su varita. Al poco asintió.

-Sí... Ya tengo muchos de los ingredientes, los que recordaba. Otros podemos robárselos a Slugornh...

-O podemos pedírselos.

-Eso es menos emocionante –murmuró Bellatrix-. Y hay un par que podré conseguir en el bosque. No creo que haya problema. Podré hacerlo.

Sin pensarlo, Hermione la abrazó y exclamó: "¡Te quiero!". Se dio cuenta de lo que había dicho cuando ya lo había dicho. Sintió un escalofrío y se ruborizó. Pero para su sorpresa, la bruja respondió: "Yo también te quiero". Probablemente no fueron ellas, sino la euforia de lograr su objetivo lo que habló. Pero aún así, fue un momento de conexión emocional muy intenso. Se miraron nerviosas. Hasta que Bellatrix decidió hacer como si nada y sugirió: "¿Follamos para celebrarlo?". La chica puso los ojos en blanco sin dejar de sonreír, pero no vio problema. Fueron al dormitorio, la morena colocó el cuaderno bajo la almohada como con miedo de que huyera e hicieron el amor durante horas.

A la mañana siguiente Hermione despertó temiendo que hubiera sido un sueño. Comprobó que había dormido abrazando a Bellatrix y Bellatrix... había dormido abrazando el cuaderno. Era real. No obstante, la imagen le resultó un poco siniestra. Había un detalle que no habían hablado: Voldemort había elegido como escondite un lugar que tuviera valor emocional para él. La placa de Bellatrix. Ella le importaba, a su manera retorcida y enferma, la valoraba. A la gryffindor le dio mucho miedo cómo esa nueva información podía afectar a la mortífaga; porque sin duda no le habría pasado inadvertida. Ojalá eso no la hiciera decantarse por su lado oscuro.

-Buenos días –murmuró la duelista una hora después.

Le dio un beso y sonrió. Desde luego estaba cambiada...

-Bueno, tengo clases –comentó la slytherin recuperando su ropa-. Podemos cenar mañana para celebrarlo.

-Vale, pero ¿cómo vamos a hacerlo?- preguntó la chica contemplándola vestirse- ¿Puedo ayudarte en algo?

-Empezaré esta tarde, que tengo libre. La poción lleva tres semanas de elaboración y tengo que buscar lo que me falta... No me puedes ayudar porque no te puedo decir qué ingredientes son ni puedes ver cómo la elaboro, el cierre de sangre lo impide. Pero calculo que lo tendré la última semana de curso.

-Vale... Dime si puedo hacer algo - respondió la chica-. ¿Estás segura de que podrás hacerlo? Tampoco quiero que te pase nada por...

-Soy Bellatrix Black, monito –la cortó la bruja con su sonrisa burlona-, no hay nada que yo no haga a la perfección. Saldrá bien. Y le pediré permiso a mamá para ir a Gringotts y hablar con los duendes. Serás una mujer libre gracias a mí, ¿a que es precioso?

Hermione no pudo replicar ante la pulla ni insistir en que a McGonagall no le hacía gracia que la llamase "mamá". Se sentía demasiado feliz. ¡Iba a recuperar a sus padres y a quedar libre de cargas económicas! Ni en sus mejores sueños creyó a principio de curso que su vida mejoraría tanto. Y mucho menos gracias a la mujer que la torturó. La misma mujer que tras vestirse, como no quería separarse del cuaderno, estaba intentando meterlo en su escote.

-Eso no cabe ahí ni de broma –se burló Hermione-. Con lo apretado que llevas el corsé ya es un milagro que te quepan las...

-¿Acaso no te gustan? –preguntó la bruja poniendo una mueca triste e inclinándose para regalarle una vista mejor de su escote.

La chica se ruborizó pero no fue capaz de apartar la mirada de la absorbente imagen. Ni siquiera vio dónde metía la bruja el cuaderno, supuso que en alguno de los bolsillos ocultos de su falda. Por mucha magia que albergara aquel objeto, el poder subyugante del escote de la mortífaga era mayor. La duelista le dio un beso en la boca y se marchó a toda prisa.

Hermione decidió centrarse en la felicidad y no en la influencia que aquel objeto pudiera ejercer sobre Bellatrix. Tenía que confiar en que la slytherin había cambiado, en que fuese una mujer (un poco) mejor y hubiese perdido en interés en propagar el caos.

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