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Capítulo 44

Durante la siguiente semana una mezcla de emociones convulsas acosó a Hermione. Las repercusiones y sus dudas sobre su entrevista, el fin de semana con Harry, las revelaciones sobre Sirius... había sido demasiado. Pero poco a poco se fue calmando. El tiempo diría si había hecho bien en defender a la mortífaga públicamente. De momento no podía hacer nada, así que se centró en sus clases y dejó que todo se fuera estabilizando.

Decidió seguir el consejo de Mirelle e invitar a Bellatrix a cenar. Deseaba retomar su relación: no supo si por verdadero deseo o por aumentar las posibilidades de recuperar a sus padres. Tampoco a eso le dio vueltas, se aferró a la idea de siempre: en cuanto terminara el curso, todo habría terminado; hasta entonces, había que sobrevivir. Pensó en llevarla a su restaurante favorito, pero la morena no aceptaría salir con ella. Tendría que ser en el castillo. Aunque tampoco lograría convencerla de acudir a su habitación... Así que de nuevo pidió ayuda:

-¡Mir! ¿Podrías hacerme un favor?

-Dime –respondió la francesa.

-¿Podrías ponerle alguna excusa a Bellatrix para que quedase contigo esta noche en la Sala de los Menesteres? Quiero prepararle una cena y...

-Claro –respondió-, sin problema. Es ese sitio raro del séptimo piso, ¿no?

Hermione asintió y la abrazó.

-¿Te he dicho ya que eres la mejor?

-Sí, pero nunca está de más recordarlo –respondió Mirelle alegremente.

Charlaron durante unos minutos y cerraron los detalles. A las nueve de la noche, Hermione se apareció en Londres, compró la cena y regresó al castillo. Se puso el vestido que Mirelle le regaló por Navidad y se cubrió con la capa. Subió hasta el séptimo piso y preparó la cena en la Sala de los Menesteres. Pronto escuchó a la morena protestar por el pasillo:

-Pero ¿qué hacemos aquí? ¿No podemos...?

En ese momento Hermione salió y Mirelle se despidió a toda prisa. La mortífaga captó al instante que era una encerrona. Observó a la francesa que se alejaba a toda velocidad y masculló: "Huye, maldita hufflepuff... Ya te pillaré mañana". Seguidamente se giró hacia la gryffindor que le explicó que había preparado la cena.

-Prefiero que nos limitemos a ser compañeras –murmuró la duelista con frialdad.

-Ya, pero te he preparado tu cena favorita, así que te aguantas.

-No pienso... -empezó Bellatrix.

Pero Hermione la empujó dentro de la habitación. Hubiera sido cruciada ahí mismo con su propia varita de no ser porque la mortífaga descubrió toda la carta del McDonald's desplegada en diferentes platos. La sabelotodo había intentando engañar a su propio cerebro: creyó que colocándolo todo en una vajilla elegante y bebiendo vino sería menos comida basura. Además la sala se había decorado como un restaurante de la bohemia parisina con mesas y sofás de terciopelo rojo.

No hubo más protestas. La morena se quitó la capa y se sentó. Hermione la imitó. "¡Joder!" exclamó la bruja oscura al contemplarla. El vaporoso vestido blanco de alta costura que le regaló Mirelle le quedaba extraordinariamente bien. Bellatrix no fue capaz de disimular el gesto de admiración. Cuando se repuso, comentó como si nada:

-Me alegra que por fin entiendas el respeto que merece esta comida.

Sin más, empezó a devorar hamburguesas, nuggets y patatas fritas con su elegancia habitual. Pronto se enzarzaron en diversos debates intelectuales y en cotilleos estúpidos, como si nada hubiese pasado. Hermione disfrutó mucho y se olvidó de sus problemas.

-Por cierto, interrogué a Harry indirectamente y ya sé por qué pasillos pasaron él y Voldemort durante la batalla.

-¿Sí? –preguntó la bruja con interés.

-Sí, y salvo un par son más o menos los que tú sospechabas. Así que genial, ¿no? –comentó la chica.

-Bueno... Genial porque así falta menos trozo por revisar. Pero mal porque falta menos trozo por revisar y ni rastro.

-Ya... Rememorando el tema de los horrocruxes, Harry comentó que Voldemort era un sentimental, todo tenía un significado para él. Así que creo que tienes razón en la idea de que aunque lo escondiera deprisa, lo haría en algún sitio especial para él.

Bellatrix asintió lentamente mientras untaba una patata en kétchup. Quedaron en retomar la búsqueda al día siguiente y volvieron a temas inocuos. Cuando terminaron, la morena lo limpió todo con su varita. Le recordó a Hermione, como si nada, la vez que se habían acostado en esa misma sala. La chica intentó fingir dignidad pero respondió al beso en cuanto la mortífaga se le acercó. La abrazó y le acarició el pelo mientras se perdía en su misterioso aroma. Se dio cuenta de que si empezaban con eso, no harían nada más. Así que la frenó con delicadeza.

-Antes quería enseñarte algo... -murmuró cogiendo su bolso.

Hermione había dudado mucho respecto a aquello. No tenía claro si debía dárselo. Igual era un paso atrás, igual solo le hacía más daño y prefería no saberlo. Pero quizá la hacía darse cuenta de sus errores y asumir sus crímenes. Con esa idea, extrajo el manual sobre dragones. La bruja lo aceptó y al principio no lo reconoció. Pero al poco algo centelleó en sus ojos y lo abrió con manos temblorosas. Distinguió su propia letra en la dedicatoria y lo cerró a toda velocidad. Miró a Hermione con cierta dureza exigiendo una explicación. La chica le relató la limpieza en Grimmauld Place y al final sentenció:

-No quemó todos tus regalos. Lo tenía en su cama. ¿Ves cómo nunca dejó de quererte?

La bruja se pasó la lengua por el labio superior antes de responder, probablemente para lograr estabilizar su tono de voz.

-Eso no demuestra nada. Lo olvidaría ahí cuando huyó de casa y luego ni lo notó. Después de doce años durmiendo en el suelo no notas nada aunque duermas sobre una docena de cadáveres.

"Podría ser... Pero..." murmuró la chica rebuscando entre las páginas del libro. Le tendió la fotografía. La bruja abrió los ojos más que si hubiese descubierto a Voldemort en ropa interior. Contempló la imagen durante varios minutos. Hermione empezó a sentirse incómoda. No sabía cómo debía reaccionar o si era mejor dejarla sola. Así que comentó:

-Está casi nueva, tiene hechizos de conservación. Sabes que esos hechizos hay que renovarlos cada año y por el estado de esta, yo diría que se hizo hasta hace cinco. Sirius se aseguró de conservarla bien.

De nuevo no hubo respuesta. El rostro de Bellatrix no reflejaba ninguna emoción, pero en sus ojos se libraba una batalla mayor que cualquier guerra. Intentó evitarlo, pero una lágrima discurrió por su mejilla. Cayó sobre la fotografía y fue consciente de que estaba llorando. Y le dio igual. Empezó a llorar abiertamente y tuvo que sentarse en un sofá. Hermione se sentó a su lado pero no supo cómo consolarla. Era evidente que la bruja no deseaba que la tocaran. Cuando llevaba diez minutos llorando sin dejar de mirar la imagen abrió la boca, pero la duelista se le adelantó:

-Déjame sola –pidió con un hilo de voz.

-No, Bellatrix, no voy a dejarte así –sentenció.

La abrazó y permitió que llorara sobre su hombro. La gryffindor le acarició la espalda intentando sin éxito reconfortarla. La slytherin cada vez temblaba y sollozaba más. Se separó de Hermione para poder limpiarse las lágrimas y casi para sí misma, susurró:

-Lo siento... Me arrepiento de lo de Sirius, no debí... No debí...

No fue capaz de continuar. Hermione sintió que su corazón brincaba con cierta esperanza: ¡sí que era capaz de sentir remordimientos! Era un avance muy importante para su causa, el primero serio, siendo realista. Estuvieron así unos minutos hasta que la chica le insinuó que una vez asumido, era mejor no recrearse en el dolor, simplemente aceptarlo e intentar mejorar. La morena no parecía escucharla.

-Vamos a mi habitación –indicó la joven levantándose y tendiéndole la mano-, te sentirás mejor después de dormir.

-Necesito estar sola –repitió la mortífaga intentando serenarse.

-Ya te he dicho que no pienso...

En ese momento Bellatrix cortó las lágrimas y con el rostro de quien recuerda que lo ha perdido todo, la miró a los ojos. Con voz calmada e intentando no mostrar más sus emociones, murmuró:

-Esto era lo que querías. Que me arrepintiera, que lo sintiera, que me odie a mí misma por lo que hice. Conseguido. Así que ahora que ya está, al menos ten la bondad de dejarme sola un rato.

-Yo no quería que...

-Contéstame –la cortó la duelista con firmeza-, era esto lo que querías, ¿a que sí?

Hermione bajó la mirada ligeramente avergonzada y no respondió. No hizo falta.

-Muy bien, ya lo has conseguido. Me odio tanto por lo de Sirius (del resto no me arrepiento, que te conste) que me gustaría cortarme con mi propio cuchillo para olvidar mi dolor emocional –comentó con una repentina sonrisa macabra.

La vergüenza de la chica tornó en horror. "¡No hagas eso, por favor!" susurró.

-No lo haré –respondió la duelista-. Pero no pienses que vas a ser mi salvadora, mi hombro sobre el que llorar, ¡el ángel que redima a esta pobre alma desahuciada! Sé que sueñas con ello pero no va a suceder.

Bellatrix paró por un momento y cogió aire para serenarse. Intentó rebajar el veneno de su voz.

-Mañana haremos como si esto no hubiera pasado y continuaremos la búsqueda. Pero ahora, preferiría que mi medio novia de los últimos meses me dejara llorar tranquila por quien fue mi novio durante años y no hiciera esta situación aún más incómoda.

La gryffindor no supo qué responder porque realmente la incomodidad era absoluta. Así que simplemente asintió. Mejor concederle su espacio. Bellatrix tenía razón: no le había dado el cuaderno para hacerla sentir mejor, sino para que se enfrentara a la realidad. Y aunque lo merecía, debió imaginar que un movimiento egoísta recibiría lo mismo por respuesta. Su fantasía sí que era salvarla, pero de momento no era posible. Así que se levantó y se marchó.

Mientras volvía a su habitación, se dio cuenta de que Bellatrix le había confesado su ausencia de remordimientos con toda claridad. Hasta ese momento lo había hecho de forma velada para que no pudiera usarlo en su contra. Parecía que ahora ya le daba igual. También se percató de lo arriesgado de ese juego: si la muerte de Sirius (que fue involuntaria) la había dejado en semejante estado, asumir cualquier otro de sus crímenes la llevaría de cabeza a los pensamientos suicidas. Si Bellatrix cambiaba y empezaba a sentir remordimientos, el dolor y la impotencia serían tan grandes que se convertiría en una muerta en vida. El beso del dementor sin necesidad de dementor. Y en ese estado jamás dejaría que nadie se le acercase.

Decidió no pensarlo más por el momento. Mandó a la mierda su habitual sentido del deber que últimamente no le traía nada bueno. Consideró que su compañera tenía razón: mejor hacer como si no hubiera sucedido y seguir con su relación previa. Amigas y quizá amantes mientras el curso durara. Tendría que valer con eso.

Muchas gracias a quienes leéis, votáis y comentáis este fic, os amo como Bellatrix al McDonald's.  Si os apetece leer más, ayer subí un OS sobre Bella y Sirius (creo que se nota que es mi ship favorito jaja). ¡Cuidaos mucho y abrazote!

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