Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 39

Hermione se despertó al recibir un codazo en las costillas. Sentía un ligero dolor de cabeza y le costó unos segundos recordar dónde estaba. Los gruñidos de Bellatrix se lo recordaron. Se separó de ella inmediatamente. Se incorporó y se enroscó una de las múltiples sábanas que vestían la cama. Invocó un vaso de agua y se lo bebió para mitigar el malestar. La bruja oscura la ignoró por completo. No parecía capaz ni de abrir los ojos. Con un gesto de su varita, su bolso voló hacia ella. Metió la mano y revolvió dentro. Hermione sospechó que estaba encantado para no tener fondo como el suyo. Extrajo un tubo con una sustancia blanquecina y se lo bebió. La castaña supo que era un filtro para la resaca.

-¿Lo llevas siempre encima? –preguntó.

-Por supuesto –respondió la mortífaga tumbándose de nuevo para dejar que hiciera efecto-. Ese y trece más por si me muerde una serpiente, necesito que alguien se enamore de mí o lo que sea.

Estuvieron unos minutos en silencio mientras todo se asentaba en torno a ellas. Ninguna dijo nada, no era necesario. A Hermione le gustó la sensación de despertar a su lado, por primera vez en mucho tiempo no se sintió sola. Cuando la poción obró su magia, Bellatrix la contempló y comentó:

-Anoche no follamos, ¿verdad?

-No, te dormiste en cuanto rozaste la almohada.

-Ajá –contestó la bruja meditándolo-. Entonces deberíamos hacerlo ahora. Ya sabes, por cumplir.

-Eres una romántica, Bellatrix.

-Lo sé, soy famosa por ello -murmuró la morena colocándose sobre ella y besándola.

Hermione dudó si protestar, pero no le vio sentido. Así que le acarició las costillas, respondió al beso y se dejó llevar. Se les daba realmente bien lo de estar juntas, al menos en el sentido físico. Cuando terminaron, después de un rato de vaguear en la cama, Bellatrix se levantó para ducharse. No se molestó ni en taparse. Su amante la contempló embobada hasta que se encerró en el baño. Después sacudió la cabeza y decidió que debía despertar de aquella extraña fantasía. En cuanto la mortífaga terminara, debían volver a Hogwarts para que McGonagall no se preocupara. Y porque tampoco sabía si algún cliente llegaría a la suite que habían allanado...

Se levantó y buscó su varita. Ejecutó un hechizo limpiador sobre su ropa y se la puso. Hizo lo mismo con la de su compañera y se la dejó preparada en la cama. Mientras se arreglaba el pelo, observó que la mortífaga había dejado sus joyas en su mesilla. "Claro, dormir con diamantes es peligroso, puedes cortarte el cuello sin querer" pensó con sorna. Observó el anillo de los Black de oro macizo, otro con forma de cuervo, uno de una serpiente; una pulsera de una constelación, otra a juego con el anillo de serpiente; y... y el colgante de la calavera. Sin poder evitarlo se acercó y lo contempló. Seguía temiendo que se tratase de un horrocrux; la bruja le contó que se lo regaló Voldemort. Y además sobrevivió a la maldición asesina de Molly... Tenía sentido.

-Pero debes fiarte de ella, Hermione –se dijo a sí misma.

Aún así, se giró para asegurarse de estar sola y lo cogió. Acarició la plata pura pero no sintió nada. Aunque con los horrocruxes de Voldemort tampoco notaba nada, solo le pasaba a Harry y porque él era uno... El guardapelo afectó a su carácter después de días llevándolo encima. ¿Y si esa era la razón de la oscuridad de Bellatrix, y si era el colgante lo que la envenenaba? Cogió su varita de nuevo y pensó en algún conjuro. Igual con alguno revelador podía comprobar si ese objeto contenía magia oscura o...

No pudo continuar porque con el sigilo habitual Bellatrix había salido del baño. Sin tiempo para volver a colocarlo en su sitio, lo metió en el bolsillo del pantalón. Si la pillaba tocando sus cosas (y más sus cosas más preciadas), le cortaría la mano.

-¿Qué pasa, monito, por qué me miras como si hubieses visto a tu exnovio? Soy yo con una toalla, no suele ser así como me miras...

Antes de que pudiera contestar, la mortífaga exclamó:

-¡Anda, has limpiado mi ropa, eres mejor que Kreacher! –exclamó sonriente.

-Eres única haciendo cumplidos –suspiró la chica.

La slytherin le guiñó el ojo y empezó a vestirse. La gryffindor sacó su varita y fingió juguetear con ella; en cuanto la bruja se girara, levitaría el colgante hasta su mesilla y asunto solucionado. El problema era que cuando Bellatrix apartaba la vista de ella, la posaba distraída sobre su mesilla. La chica empezó a ponerse nerviosa. La situación empeoró cuando la duelista terminó con la ropa y procedió a colocarse sus anillos. Iba por el segundo cuando exclamó con un tono de voz opuesto al anterior:

-¿Dónde está mi colgante?

-¿Cuál? –preguntó ella intentando calmarse y fingir desinterés.

-¡El único que llevo siempre, mi calavera de cuervo! Lo dejé aquí y no está, ¿dónde está?

Hermione se encogió de hombros y le comentó que igual lo había dejado en el baño o en otro sitio. No coló. Le reveló que lo protegía un hechizo por el que solo podía quitárselo ella misma y siempre lo dejaba a su lado al dormir. Eso descartó el plan de Hermione de dejarlo caer en la moqueta. Aún así sugirió que igual se le había caído por ahí y la mortífaga empezó a revolver la zona con desesperación. Pero no se separó de la mesilla. Imposible levitarlo sin que la viera. No estaba claro quién de las dos estaba más angustiada.

-¿¡DÓNDE ESTÁ, DÓNDE ESTÁ!? –empezó a chillar desesperada.

-Bellatrix, cálmate, seguro que aparece. Como bien has dicho...

-¡NO, NO! ¡Lo necesito! –insistió sin escuchar a Hermione- ¡Es lo único que me queda de él! Dónde está...

Derrotada, la slytherin se sentó en la moqueta, parecía a punto de echarse a llorar. A Hermione le dio mucha tristeza... O se la hubiera dado de no ser porque amaba el colgante en cuanto a que era un regalo de Voldemort. Odiaba eso. Bellatrix le había asegurado que lo había superado. No era verdad. Aun así decidió confesar. Pero... demasiado tarde.

La mortífaga –a quien la angustia había cegado- recordó que había un método muy rápido. Extrajo su varita y con un accio el colgante salió volando hacia ella. Lo atrapó con alivio. No obstante, esa emoción pronto se diluyó en la más absoluta rabia. Dedicó dos segundos a colocárselo y después se enfrentó a Hermione. "Tú...", siseó, "Pretendías robármelo...". Ese tono inspiraba más miedo que cuando gritaba. Intentó hacerla entrar en razón.

-No seas ridícula, Bellatrix, yo solo...

Llamarla "ridícula" no ayudó; los nervios la llevaron a no elegir el mejor adjetivo. Y la respuesta fue clara:

Crucio!

Hermione confirmó aliviada que no podía usar las maldiciones imperdonables con su varita. Pero que no sucediera nada no mitigó su rabia. La gryffindor se encaró con ella sin dudar:

-¡Has intentado cruciarme otra vez! ¡Después de todo creí que habías mejorado algo! ¡Pero no, claro! ¡Eres imposible! Yo me estoy esforzando un montón por...

-¡Tú qué! –le espetó Bellatrix con rabia aunque quizá ligeramente arrepentida- ¡Te dije que junto a mi varita es mi posesión más valiosa y pretendías robármelo! ¿¡Y crees que yo no me estoy esforzando, te parece que esto de hacer planes contigo y que me abraces sin permiso mientras duermo me sale natural!?

-No es eso lo que quiero decir –aseguró la chica intentando serenarse para no empeorarlo-. Lo que me molesta es que me has mentido: sigues obsesionada con Voldemort, no lo has superado. Has gritado, chillado y llorado porque lo habías perdido y luego me has amenazado, ¿te parece normal?

-¿¡Qué tiene que ver Voldemort con nada!? –inquirió- Eres tú la que está obsesionada y no para de nombrarlo.

-Me contaste que te lo regaló él.

-No –respondió con frialdad-. Te conté que me lo regaló el único hombre al que he amado de verdad. Que me traicionó y por eso supongo que nunca me quiso. Que tenía que matarle para poder perdonarle. Y lo hice.

Sin añadir nada más, la mortífaga se apareció. Hermione se quedó paralizada. No fue un regalo de Voldemort. Fue de Sirius. Esa nueva información tampoco la tranquilizó. Saber que la bruja había estado enamorada en su juventud de forma sincera y profunda la hacía más humana. Pero lo que la deprimía era que aun queriendo a su primo –porque no tenía duda de que lo quiso y no había dejado de hacerlo-, no cambió por él. No renunció a su parte criminal y menos lo iba a hacer por ella. Y encima habían logrado estropear la que había sido una cita perfecta.

-Esto no va bien, Hermione, no va bien –suspiró.

Recogió sus cosas y se apareció en el colegio. Aprovechó el resto del domingo para corregir trabajos, preparar clases y escribir a Harry para ver qué tal iba todo. Pensó en mandarle también una carta a Ron, pero decidió que era demasiado pronto, mejor dejar enfriar la situación.

Esa noche no tenía sueño, se sentía inquieta e incómoda sin tener claro por qué. De repente le angustiaba sentirse encerrada en su habitación. Así que se puso los vaqueros y una sudadera y decidió dar una vuelta. Como no le atraía la idea de salir fuera sola, simplemente vagó por los pasillos. Amaba ese lugar tanto como lo odiaba. Sus mejores recuerdos resonaban entre esos muros, pero las pérdidas de la guerra también. Y en los últimos años, sus casi extintas ilusiones también se estaban marchitando ahí.

-Eres ya como un poeta maldito, solo te falta consumir opio –se reprochó a sí misma con sorna.

Sacudió la cabeza. Sus referencias de sabelotodo nunca la abandonaban. Cuando volvió a la realidad se dio cuenta de a dónde la habían llevado sus pasos. La escalinata de la torre de Astronomía se presentaba ante ella. Se preguntó si la bruja estaría ahí. Probablemente no. Y en caso de que sí, no querría ser molestada. Pero tarde o temprano tendrían que verse... Optó por subir, si estaba lo tomaría como una señal de que mejor hablarlo antes de que la herida cerrara sin sanar. Y si no, podría disfrutar del aire puro.

Ahí estaba, igual que la vez anterior: sentada en el alfeizar con la mirada perdida en la lejanía. No se giró cuando Hermione llegó. Sin duda la había oído en cuanto puso un pie en la escalera y ya reconocía sus pisadas. Que la ignorara siempre era mejor que un crucio. O igual no, la pasión era lo que caracterizaba a Bellatrix, si ya no tenía interés ni en torturarla... Sacudió sus delirios y se acercó a una de las ventanas más alejadas de la que ya estaba ocupada.

Observó las maravillosas vistas nocturnas de las colinas escocesas, pero sin verlas. No fue capaz de centrarse en nada. Miró de reojo a su compañera. También parecía tener la vista perdida en algún punto incierto que seguramente se localizaba en sus recuerdos y no en el paisaje. Imaginó que en sus años de estudiante aquel fue su lugar feliz, el de ambos. Y que seguramente sentía incluso más tristeza que ella al visitarlo. Pero aún así no era capaz de dejar de hacerlo. Hermione comprendía perfectamente esa sensación. Sin poder evitarlo (porque así era ella), abrió la boca y sentenció:

-Sí te quería, yo creo que sí te quería.

La slytherin no reaccionó, pero a Hermione le dio la sensación de que la escuchaba.

-Te dejó porque seguramente no podía soportar que te convirtieras en... -aventuró con tiento- Él quería una vida mejor para ti, una en la que no corrieras riesgo de terminar en Azkaban.

-Pues anda que a él le fue mejor... -masculló la morena.

-Touché –reconoció la joven sin poder evitar sonreír-. Yo no le conocí mucho, no tuvimos mucho tiempo, pero éramos buenos amigos. Y no creo que te olvidara con facilidad.

Unos minutos de silencio.

-Quemó todas mis cosas, todo lo que yo le regalé y lo que habíamos compartido juntos. Me lo contó Kreacher. No era gran cosa, nada tenía mucho valor, pero... Por supuesto yo también lo hice. Terminamos odiándonos, era lo mejor.

La joven se dio cuenta de que no era lo mismo. Bellatrix acariciaba su colgante de forma inconsciente: no fue capaz de deshacerse de él. No supo si estaba tensando mucho la cuerda, pero insistió:

-Y siendo que os queríais, y sabiendo lo que sabes ahora, ¿no te habría compensado esforzarte un poco en cambiar las cosas?

Ahí Bellatrix se giró y la miró a los ojos. Con lentitud, comentó:

-Si algo he aprendido en la vida es esto: no tienes por qué estar siempre sola, puedes apoyarte en alguien cuando sientas que no puedes más o que el mundo se desmorona. Pero tienes que ser consciente de hasta dónde puede llegar la relación, cuáles son vuestros límites y si en otras circunstancias, funcionaría. Las situaciones cambian y si algo nace en un entorno constrictor, cuando sales al mundo real o los cimientos son firmes o se desmorona.

Hermione tragó saliva intentado asimilar el concepto.

-Sirius me salvó en mi juventud cuando no tenía a nadie; Rodolphus lo hizo cuando nos obligaron a casarnos y acordamos llevar cada uno nuestra vida sin hijos ni imposiciones; Tom vio en mi locura un potencial para la magia que el resto trataban de apagar; Mirelle fue la única luz cuando llegué a este lugar que aborrezco... Sabía que esas relaciones tenían fecha de caducidad, pero me agarré a ellas cuando no tuve otra cosa y no me arrepiento. De ninguna.

La castaña no supo cómo responder. Eso era lo que ellas tenían: una especie de relación de supervivencia mientras se encontraban solas y derrotadas en el castillo. No le hizo falta comentar nada porque la bruja oscura se le adelantó.

-Mañana a las diez en la entrada. Buscaremos en la zona exterior, el bosque lo he revisado mil veces y ahí no está.

Hermione asintió. La mortífaga se levantó y justo antes de marcharse susurró: "Siento lo del crucio". La joven asintió y se disculpó también por su comportamiento. Sin más, la morena se retiró. Así habían hecho las paces: obviando el problema. No era la mejor forma, pero valdría. Lo importante era que Bellatrix quería seguir con su acuerdo de buscar el cuaderno y a cambio solucionar su deuda. Así que estarían bien.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro