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Capítulo 30

Hermione se apareció en el único sitio que sabía que le daría un poco de paz: la casa de sus padres, su casa. No había vuelto a pernoctar ahí. Acudió en ocasiones puntuales a recoger cosas, pero no había sido capaz de quedarse. Era tan raro verla deshabitada... Y ni siquiera disponía de su habitación: al borrar la memoria de sus padres, todo rastro de ella desapareció, así que se convirtió en el cuarto de la plancha. Optó por emplear el dormitorio de sus padres. Normalmente habría sentido una aprensión insoportable, pero ya tenía demasiado sentimentalismo encima. Así que eliminó el polvo y el olor a cerrado con su varita y se metió en la cama. Ahí pudo por fin llorar y relajarse como llevaba días necesitando hacerlo.

Ya ni siquiera sabía cuál era el problema más acuciante. Llevaba meses ahogándose, necesitaba salir y cada vez se hundía más. Se quedó dormida antes de alcanzar ninguna conclusión. Cuando a la mañana siguiente despertó, la luz del día bañaba la habitación. Todo parecía más calmado, como cuando de pequeña tenía miedo y se refugiaba en la cama de sus padres.

-Tranquila, puedes con esto, Hermione, igual que puedes con todo –se aseguró obligándose a levantarse.

Se aseó, se cambió de ropa y fue a dar una vuelta por el vecindario. Le sentó bien, fue agradable. Había echado de menos ese lugar más de lo que era consciente. Decidió quedarse ahí los días que quedaban, no iba a volver con los Weasley, no tenía fuerzas. No supo quién había tenido la culpa, desde luego ella no era inocente... pero el resto tampoco habían hecho mucho por ponerse en su lugar. Ahí no la encontrarían, nunca habían estado en su casa. Quizá pasar sola las Navidades no era el mejor plan del mundo, pero le serviría para aclararse y meditar las cosas. Y con "las cosas" se refería sobre todo a una en concreto.

Sus sentimientos y deseos hacia Bellatrix la estaban volviendo loca. La bruja oscura le había dejado muy claro que era solo atracción y fascinación y eso mismo pensaba ella. Aún así, fantaseaba con pasar las Navidades con ella, conocerla mejor y despertar con ella a su lado. Probablemente se debía más a la soledad que al afecto... Y a la forma en que la trataba la mortífaga, que era todo lo opuesto a la preocupación y la sobreprotección de sus amigos. No obstante enseguida recordaba quién era aquella mujer. La había defendido delante de sus amigos, pero no estaba nada convencida de que deseara cambiar. Y respecto arrepentirse, ella misma le había confirmado que en absoluto. Ojalá fuese mentira, ojalá pudiera salvarse. Porque Hermione jamás estaría con un ser tan cruel. Jamás.

-Espero que tú también estés teniendo unas Navidades desastrosas como te mereces, maldita trastornada que lo complicas todo –masculló la chica.

Mientras, en un palacio de París...

-Llevamos una semana y no me has enseñado nada –murmuró Bellatrix sin hacer esfuerzo alguno por moverse.

-Te he enseñado muchas cosas, ma belle –respondió Mirelle sonriente.

-De la ciudad, me refiero. O de tu casa... O de algo que no sea esta cama, vamos –murmuró la bruja oscura.

La francesa no podía quitarle la razón en eso, así que hundió la cara en su cuello mientras la morena le acariciaba la espalda distraída. Bellatrix observó la lujosa habitación digna de un monarca y decidió que esa era la vida que merecía. Ya estaba bien de cárceles, colegios y lugares de reclusión; mucho mejor aquel palacio a orillas del Sena en el barrio más exclusivo de París.

-Espero que Herms lo esté pasando bien con los Weasley, no sé por qué pero no la vi tan emocionada como otros años.

-¡Qué dices, si no hablaba de otra cosa que del estúpido de su novio! –replicó Bellatrix.

Mirelle sonrió ante la incapacidad de su amante de comprender el carácter humano. No comentó nada. Pero al rato preguntó como si tal cosa: "¿Te acuestas con ella?". La mortífaga la miró un poco sorprendida, pero negó con la cabeza.

-No. Solo una vez porque estábamos en el bosque y me daba morbo pervertirla. Ella no vale para este tipo de relaciones, es bastante insufrible con su moralidad.

-¡No lo es! –la defendió la castaña- Es solo que ha tenido una vida muy difícil y la pobre está un poco perdida... Pero creo que tú podrías ayudarla, dale lo que quiere.

-Ya se lo di. Le dije que no lo contaría y no volvería a pasar.

-Eso no es en absoluto lo que quiere –rió Mirelle-. La conozco bien, fue mi mejor amiga desde que llegué a Hogwarts. Ya verás como deja a Ron... Necesita a alguien que la haga sentir viva, que no la cuide y la proteja de forma extrema como hacemos todos inevitablemente. Tú la desquicias y la vuelves loca, eso le da una razón para luchar, algo para olvidar sus verdaderos problemas.

Hubo unos minutos mientras la slytherin asimilaba la información. Finalmente dictó sentencia:

-Eso es tan estúpido que hasta le pega a la sangre sucia. Pero si se lo concediera, solo por diversión y en el más absoluto secreto, evidentemente... Ella no querría que me acostara con nadie más.

-Sí, tienes razón... Sería una contrariedad importante –murmuró la castaña.

-¿Y un trío?

-¡Ni de broma! ¡Hermione es mi mejor amiga! Ya sabes que un trío la tercera persona siempre tiene que ser un desconocido. Y tiene veintidós años, es demasiado cría para mí; no estoy tan perturbada como tú, ma belle.

-Joder, creí que era más mayor... Como tiene esas ideas tan de vieja...

-Sí, desde luego en madurez te saca varias décadas –comentó Mirelle con sorna-. Por eso creo que también te vendría bien a ti, le tienes más afecto del que te reconoces a ti misma y podría ayudarte a ver las cosas en perspectiva. Así que si eso sucede, me sacrificaré y seré solo tu amiga.

Bellatrix se separó ligeramente dolida.

-Da la sensación de que quieres deshacerte de mí...

-Vuelve aquí, mi asesina gruñona –murmuró Mirelle atrayéndola hacia sí-. Quiero que seas feliz, Bella, te cogí cariño desde el momento en que te conocí. Y lo mismo a Herms, sé que sería bueno para ella.

-Arg, ¡cómo odio eso! Eres tan hufflepuff... buena y considerada...

La francesa se echó a reír.

-¿Eso crees? ¿Que me sacrifico porque quiero lo mejor para el mundo y os quiero tanto que vuestra felicidad me hará feliz a pesar del sufrimiento y la soledad?

La slytherin la miró desconcertada. Su amante continuó sonriente:

-Nada más lejos de mi intención, ma belle. No me importaría que estéis juntas los meses que quedan porque sería bonito e intenso. Pero al final Hermione se daría cuenta de que jamás podrá estar con una criminal y se centrará en la realidad que ahora no puede ver porque tus oscuros encantos la ciegan. Y tú comprobarías que nadie va a aceptarte tal y como eres, todo el mundo intentará cambiarte. Todos menos yo. Al final volverás a mí.

Bellatrix frunció el ceño sin saber qué replicar. Al final susurró con una mezcla de admiración y deseo: "Eso es tan... slytherin". Sin darle tiempo a responder, la besó y volvieron a practicar su actividad favorita. Cuando terminaron, la morena exigió:

-¡Ahora dame mi regalo de Navidad!

-¿Cómo que tu regalo? Te he traído a mi casa, me he responsabilizado de ti ante el mundo y te he regalado más orgasmos de los que has tenido en tu vida. Y volviendo a lo segundo, si ahora organizaras una masacre, la responsabilidad sería mía. Así que ¿qué me vas a regalar tú a mí?

-No organizar una masacre –respondió Bellatrix sonriente.

Mirelle sonrió y sacudió la cabeza. Aún así, extrajo de su mesilla un pequeño paquete exquisitamente envuelto. Se lo tendió a la duelista que la miró desconcertada. "Lo decía en broma... Creía que me follarías otra vez. ¿De verdad me has comprado algo?" preguntó casi con vergüenza. La francesa asintió enternecida por su asombro. A Bellatrix nadie le había hecho ningún regalo desde los dieciséis. Así que lo desenvolvió con cuidado hasta dar con un estuche de terciopelo negro que contenía una pulsera. Era de plata y representaba la constelación de Orión: los puntos que simbolizaban cada estrella eran diamantes y el que correspondía a su nombre era un diamante negro. Era evidente que era un diseño hecho por encargo. La mortífaga abrió la boca sorprendida.

-Me... me... ¿me has regalado una pulsera de diamantes?

-Sí –respondió la castaña con tranquilidad-. Hubiese preferido que fuese un colgante, pero nunca te quitas el de la calavera porque te lo regaló él, así que... La elegí en plata para que hagan juego.

-Me conoces desde hace menos de cuatro meses, ni mi familia se gastó tanto en mí...

-¿Qué más da? Son solo unos miles de galeones. Sé que tienes joyas más caras, pero creí que podría gustarte.

-Me... me encanta –susurró la morena avergonzada.

Era una de las cosas que le atraían de Mirelle: era capaz de hacerla sentir pequeña y avergonzada con gestos así. Le explicó nerviosa que ella no tenía autorización para salir del colegio y no había podido comprarle nada. La francesa la cortó de inmediato asegurándole que no quería nada. Le había alegrado la vida y se sentía comprendida con ella, no necesitaba más. Aún así, Bellatrix, rebuscó en su bolso y le dio una pequeña caja. "Es una tontería, pero lo hice yo..." murmuró. Mirelle lo abrió sorprendida. Dentro había un frasco de felix felicis, suerte líquida; una poción tan complicada de elaborar que no la vendían en ningún sitio. La francesa jamás había visto un frasco. Aún así reconoció su color dorado.

-Se necesitan seis meses para fabricarla y muy, muy pocos maestros de pociones saben hacerlo. Cualquier error tiene consecuencias desastrosas –murmuró Mirelle contemplando el frasco con fascinación.

-Tom, cuando era joven, era extraordinariamente bueno en pociones. Me enseñó a elaborarla en la mitad de tiempo. Por desgracia, con los años y las particiones de su alma, perdió la paciencia que esos procesos requieren. Le habría venido bien beberse un litro cada vez que se enfrentaba a Potter... -meditó la bruja oscura.

-Pero se necesitan ingredientes muy complicados: pelo de cola de unicornio, alas de hada, veneno de acromántula...

-Así es –corroboró Bellatrix jugueteando con su nueva pulsera-. Me relaja elaborar pociones y la hice para ti. Eres la única que ha sido amable conmigo desde el primer día. Me habría aburrido mucho en Hogwarts sin ti.

"Maldita sea...", masculló la castaña guardando el frasco con cuidado. "Espero que Hermione recuerde que mataste a varios de sus amigos y renuncie a ti" murmuró besando a la duelista. "Puedo matarle a unos pocos más para estar seguras" sonrió Bellatrix. Mirelle sacudió la cabeza y siguieron celebrando la Navidad.  

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