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Capítulo 29

Los siguientes días no resultaron más sencillos para Hermione. Por un lado, disfrutaba mucho con Harry y los Weasley. Le encantaban las bulliciosas comidas, ir de compras con ellos, rememorar los viejos tiempos... El día de Navidad intercambiaron regalos (ella recibió mayoritariamente libros y un jersey) como si nada hubiera sucedido. Pero la felicidad no duraba mucho. Había logrado esquivar el tema de Bellatrix con evasivas, pero aún así, de pronto algo pinchaba su burbuja: el recuerdo de su infidelidad, la mención de algún amigo muerto, la ausencia de su propia familia... Era como vivir esquivando bludgers en un partido en el que nadie pitaba el final.

-¿Cómo lo aguantas, Harry? –le preguntó una mañana sin poder contenerse- ¿Cómo aceptas que no tienes a tus padres contigo?

Igual la aproximación era un poco brusca para alguien huérfano, pero sentía que no podía más. Necesitaba un confidente y Harry parecía una buena opción. Así que cuando se desembarazó momentáneamente de Ron y Ginny, acudió a su habitación en busca de consuelo. El chico se sentó en la cama junto a ella y estuvieron un rato en silencio hasta que Harry confirmó lo evidente:

-No es lo mismo porque yo nunca los he tenido. Entiendo que para ti tiene que ser muy duro... Por mucho que los Weasley sean geniales y sean como nuestra familia, a veces no puedo evitar sentir envidia. Sé que suena cruel, pero...

-No –le interrumpió la chica-, bueno sí. Pero así es como yo lo siento, no se puede evitar.

El moreno asintió agradecido por su comprensión y le cogió la mano con cariño. La sabelotodo se sintió un poco más aliviada: su amigo había bateado una bludger por ella. Pero aún quedaban varias en el campo... Como eso la había animado, pensó en revelarle sus dudas amorosas. Harry podría ayudarla a suavizar el golpe de su ruptura para que Ron no se enfadase. Pero cuando iba a abrir la boca para comentarlo, el chico retomó el tema anterior.

-Siempre recuerdo las Navidades que pasamos con Sirius. A él sí le echo de menos a cada instante. Nos quitaron la oportunidad de ser una familia de verdad.

Hermione asintió de nuevo aguatando las lágrimas. No podía contárselo, no merecía el apoyo de Harry. ¡¿Por qué había tenido que liarse con Bellatrix?! ¡Por qué, por qué, por qué! Había logrado hundir su vida aún más solo por una hora de gozo; que sin duda había sido absoluto, pero no valía tanto.

Ajeno a su tormenta interior, el chico le contó que algunas noches él y Ron se quedaban en Grimmauld Place porque estaba más cerca del Ministerio. Pero aún no se había decidido a mudarse ahí: todo era demasiado oscuro y albergaba demasiados recuerdos. Le contó que su propósito para el nuevo año era limpiar, ordenar y hacer más habitable el piso. Se desharían de los objetos siniestros, taparían los cuadros y lo decorarían con motivos más alegres y esperanzadores. A Hermione le pareció un buen plan.

-Si quieres te aviso cuando hagamos limpieza de la Biblioteca –comentó Harry para animarla.

-¡Eso me encantaría! –respondió con sinceridad- Mándame una lechuza y algún fin de semana acudo para ayudaros.

A él le pareció estupendo y quedaron así.

-¡Ah y también había pensado que te lleves esto! –exclamó Harry abriendo un cajón del escritorio- Yo ya no lo uso e igual a ti te es útil para pillar a alumnos fuera de la cama y todo eso.

La castaña aceptó el Mapa del Merodeador y lo acarició con cariño. ¡Cuántas aventuras les granjeó aquel invento! Dedujo que su amigo se lo daba porque seguían asustados tras el ataque de Greyback, pero había tenido la delicadeza de buscar otra excusa. No hizo falta profundizar en el tema porque al instante apareció Ron. Se quejó de que su madre les había obligado a arreglar el jardín y estaba agotado. Sus amigos lo miraron con conmiseración: Molly era toda una gobernanta.

-En cuanto acabes como profesora y empieces a trabajar en el Ministerio nos mudaremos, Mione –comentó el pelirrojo tumbándose en la cama-. A cualquier parte, me da igual, ¡pero sin mi madre!

Mientras a Harry le hizo gracia el agobio de su compañero, la aludida sintió un escalofrío. Simplemente comentó que iba a tardar en cambiar de trabajo. Sus amigos sabían que intentar prestarle el dinero para lograr su independencia económica era imposible. Así que atacaron por otro frente.

-Yo estoy de acuerdo en eso, Hermione, –comentó Harry- aunque te cueste más pagar la deuda, serás más feliz si lo haces en un trabajo que realmente desees. Ya has aguantado bastante en Hogwarts, sobre todo este año con la psicópata esa...

-Le quedan solo seis meses y se irá.

-Sí, a ser libre como si no hubiera jodido a nadie –masculló Ron.

-Puede ser aún peor –comentó el moreno con rabia-, he oído que están tan desesperados porque las asesore en el Ministerio que se plantean ofrecerle un puesto de Inefable en...

-¡Estás de coña! –exclamó Ron incorporándose de un salto- ¡No vamos a trabajar en el mismo edificio que esa loca!

-Espero que no, me parecería una afrenta personal que la contrataran justo en el Departamento donde mató a Sirius –aseguró Harry-. Por no hablar de lo estúpido que sería que ponerle en bandeja los secretos del lugar más peligroso del Ministerio...

-Pienso igual que vosotros –intervino Hermione- Pero si demuestra que ha cambiado... De momento lo está haciendo bien, los alumnos la adoran. Si realmente está arrepentida y quiere enmendar el daño que ha hecho, sería un buen paso que...

-¡Pero qué va a estar esa arrepentida! –exclamó Harry.

-¡Jamás intentaría enmendar nada! –se unió Ron- Hostia, Hermione, sé que siempre intentas ver lo mejor de las personas y tienes esperanza, pero esa mujer es lo peor que hemos conocido. No seas tan inocente.

-¡No soy inocente! –protestó ella aun sabiendo que sus amigos tenían razón- La conozco mejor que vosotros, estoy trabajando con ella y realmente creo que está haciendo un esfuerzo. A mí me salvó de Greyback y...

-¡Eso no cambia nada, sigue siendo una asesina! –se indignó Harry.

-¿Qué me salvara la vida no cambia nada? –preguntó la castaña con incredulidad- ¡Oh, claro que no, no cambia nada para los dos aurores más famosos del Reino Unido! ¡Pero para la pobre desgraciada que estuvo a punto de ser violada, torturada y esclavizada ya os digo yo que sí!

La gryffindor lo gritó todo mientras notaba cómo se acaloraba. Justo eso era lo que había intentado evitar. No quería discutir con sus amigos, pero la cámara de los secretos se había abierto.

-Perdona, no quería decir eso –aseguró Harry intentando mantener a raya los nervios.

-Tranquila, Mione –intentó calmarla Ron-. Sabemos que eso fue horrible y créeme que nos odiamos por no haber estado contigo. Por eso estos días te estoy dando tu espacio y supongo que por eso te da asco que te toque, pero...

La castaña sintió una punzada de culpabilidad al darse cuenta de que su novio lo había notado. No podía seguir haciéndole daño así, mejor soltarlo todo de vez. Además los entendía, tenían razón por mucho que quisiera negárselo.

-Lo siento de verdad, Ron, te quiero como a un hermano, pero no puedo seguir con esto... Necesito estar sola un tiempo para aclararme.

"¡Qué tontería es esa!" exclamó Molly Weasley irrumpiendo de repente en la habitación. Lo mismo sucedió con Ginny que iba a su zaga. Al parecer habían oído los gritos iniciales y llevaban un rato escuchando desde el pasillo. La idea de que los hubieran estado espiando tampoco calmó al trío dorado. Hubo gritos, broncas y reproches entre todos. Fue altamente desagradable.

-Es por ella, ¿verdad? –preguntó Harry preocupado- Te está separando de tus amigos para que creas que estás sola, es lo mismo que intentó hacer Voldemort conmigo. ¡Pero no es así, estamos contigo!

-¡Qué tiene que ver Bellatrix con esto! –exclamó la chica desesperada.

-Que has luchado más por defenderla a ella que a mí –respondió Ron no con rabia sino con dolor.

Hermione se frotó las sienes arrepentida, lo último que quería era estar mal con sus amigos. Iba a intentar razonar cuando Molly intervino de nuevo:

-¡Esa maldita zorra...! –empezó la madre de los pelirrojos.

No pudo continuar porque Hermione le dio una sonora bofetada. Aprovechó los segundos de asombro y parálisis que el gesto causó para sacar su varita. Con un hechizo rápido, sus posesiones se introdujeron en su bolso encantado. Lo agarró, salió corriendo de la Madriguera y sin mirar atrás, se apareció. 

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