Capítulo 13
Ya estaba. Hermione sintió que el suelo se hundía bajo sus pies. Su vida terminaba ahí. Si Bellatrix caía, ella caería también. Lo que más sentía era decepcionar a McGonagall y a todos sus amigos, se odió por eso. Aunque por otro lado, no se arrepentía de su decisión. Igual conseguía explicarlo ante un tribunal. Era la chica dorada, había sentido un arrebato de miedo del todo comprensible... Quizá conseguía evitar Azkaban. La que no lo haría sería Bellatrix. Sin saber por qué, la castaña sintió ganas de llorar. Miró a la duelista intentando dedicarle un gesto de disculpa, pero ella la ignoró. Con la misma tranquilidad que en las preguntas anteriores, Bellatrix respondió: "No". El auror insistió:
-¿Ha mentido usted en algún momento durante la investigación de este caso?
-No -repitió ella con apatía.
"Muy bien, ya hemos terminado" murmuró el mago cerrando la libreta. Su compañero y él recogieron su instrumental y les comentaron que la investigación se daba por cerrada. Bellatrix le preguntó con tono gélido a la directora si necesitaba algo más. McGonagall negó de inmediato y la bruja oscura abandonó el despacho sin despedirse. Mientras los otros tres hablaban, Hermione ni siquiera los escuchaba. Se había quedado petrificada en el asiento.
Bellatrix había mentido. Sabía que había gente a la que no le afectaba el veritaserum -por eso no era válido en los juicios-, pero no se le ocurrió que la slytherin se hallara entre ellos. Por un lado, le tranquilizó porque se habían librado: en cuanto el Ministerio sellara el documento mágico, ya nunca podrían acusarlas de ese crimen. Pero por otro, ¿y si en todo lo anterior también había mentido? Adiós a la recién recuperada sensación de seguridad. Se despidió también a toda prisa y bajó la escalera de caracol. A lo lejos, en el recodo del pasillo, divisó el vuelo de la capa de la mortífaga. Corrió hacia ella. En cuando la alcanzó, le pidió hablar un momento. Bellatrix frenó. La miró con tanto odio que Hermione sintió que su boggart acababa de cambiar. Pero no podía culparla, se había metido en todo aquello por su culpa. Solo acertó a preguntarle cómo lo había hecho. Notó cómo contenía la ira, pero aún así, se lo explicó con frialdad:
-Mi maestro nos hacía beber litros de veritaserum a los más cercanos, no podía permitir que los aurores nos capturaran y desveláramos algo. Es una habilidad muy unida a la oclumancia y soy la mejor en eso, así que esos gilipollas no lo lograrían ni con diez litros de poción.
Sin más, se giró y continuó su camino. "¡Espera!", exclamó Hermione agarrándola del brazo y arrepintiéndose al instante.
-Quería decirte que...
-Escúchame bien: te salvé la vida, lo maté como tú querías y te has librado. Estamos en paz. A partir de ahora no quiero saber nada de ti, ni que te acerques a mí. Quiero que huyas de mí con la misma rapidez con la que huiste en la Mansión Malfoy. O terminaré lo que empezamos ahí, ¿queda claro?
Entre el miedo y la tristeza, la chica solo fue capaz de asentir. La slytherin se marchó sin dirigirle una segunda mirada. Hermione corrió a sus habitaciones. En cuanto llegó, bloqueó la puerta con un hechizo, se ovilló en la cama y lloró. Quizá fue la tensión contenida, el miedo, la amargura o darse cuenta de que su vida solo empeoraba. Bellatrix la había amenazado explícitamente. Ambas sabían que no podía revelarlo sin contar lo que habían hecho y no había nada que deseara más que olvidar ese tema. También le daba miedo la sangre fría con la que había mentido y cómo había fingido temer el veritaserum engañándolas a ella y a Minerva. Gracias a eso, nadie se planteó la posibilidad de que no le afectara.
Era su naturaleza, ¿qué esperaba? ¿Que después de una semana de que la amenazaran con volver a la cárcel Bellatrix iba a querer ser su amiga? ¡Ja! La bruja oscura se estaba esforzando en hacer bien su trabajo para terminar con la rehabilitación. Y Hermione había hecho peligrar el progreso.
-Estoy hundida porque le he fallado a una asesina que me odia, mi vida mejora cada día -masculló con sorna.
Se dio una ducha con el agua casi hirviendo para reconfortarse. Se puso un pijama limpio y se metió a la cama. "Mañana será otro día" pensó para sí misma.
Así fue. Al día siguiente se despertó más calmada. Remoloneó mientras los tímidos rayos del sol se abrían camino entre la niebla hasta colarse por su ventana. Era noviembre y hacía frío, se estaba muy bien bajo las mantas. Aunque era sábado, al poco tuvo que levantarse: ese día había excursión a Hogsmeade y le tocaba acompañar a los alumnos. Se puso ropa de abrigo, preparó su bolso y bajó al Gran Comedor. Los fines no solía haber muchos profesores. Solo estaban McGonagall, Rolanda Hooch y Aurora Sinistra. Las saludó a las tres y desayunaron con una agradable conversación.
En cuanto terminaron, las tres más jóvenes empezaron a reunir a los alumnos. La directora se quedó en el castillo. Hermione se llevaba bien con sus compañeras, así que le pareció un buen plan. Una vez organizado todo, partieron hacia el pueblo mágico. Era un paseo agradable y disfrutaron durante el camino.
-Qué raro que no haya venido Mir -murmuró Hermione-, le encantan las excursiones.
-Me dijo que tenía cosas que hacer -respondió Sinistra.
-Sí, una en concreto y con nombre propio -murmuró Hooch en tono burlón.
Hermione frunció el ceño hasta que lo comprendió. En tono neutro preguntó:
-¿Con Bellatrix? Sé que son amigas pero sin más, ¿no?
Sus dos compañeras la miraron y le dedicaron una sonrisa de "¡Bendita inocencia!". Con delicadeza, la maestra de astrología comentó:
-Querida, voy a darte un consejo: si esas dos no están a la vista, para evitarte traumas, llama antes de entrar a la sala de profesores.
-Y a la última planta de la Biblioteca, y a las aulas de Defensa y de Encantamientos, y al armario de las escobas, y a... –se sumó la de vuelo.
"¡Vale, vale, ya lo he captado!" respondió la chica con aspereza. No le gustaba que se rieran de ella. Les preguntó si estaban permitidas las relaciones entre profesores. Le explicaron que mientras no afectase a su trabajo y lo llevaran con discreción ante los alumnos, había vía libre.
-Y ellas dos son las favoritas de los estudiantes, así que no tendrán problema -añadió la astrónoma.
-A saber por cuáles de sus encantos las adoran -ironizó Hooch.
La joven gryffindor sacudió la cabeza. Bellatrix y Mirelle hacían una pareja extraña: una era alegre, positiva y siempre dispuesta a ayudar y la otra una asesina burlona. Pero también eran de sangre pura, brujas muy poderosas y las mujeres más guapas que Hermione había conocido. Además solo se llevaban un par de años. Se complementaban bien. No supo por qué, pero le molestó darse cuenta. Quiso pensar que se debía a que la francesa era buena amiga suya y no quería que sufriera. Aunque no parecía que lo hiciera... Ese curso se la veía mucho más relajada y feliz que los años previos. Creyó que era porque por fin había dejado de impartir Defensa, pero al parecer era porque la profesora de Defensa le estaba dando clases particulares...
-Necesito ir a Honeydukes -murmuró Sinistra-, me he hecho adicta a los sapos de menta y me he quedado sin.
Hermione asintió distraída, seguía pensando en sus cosas. Por mucho que adoraba a Mirelle no pudo evitar enfadarse un poco: ¿por qué Bellatrix sí que deseaba ser su amiga? O su novia o su amante, lo que fuese. La respuesta era obvia: por su sangre, su belleza, su carácter despreocupado... Y quizá porque no la había involucrado en una investigación criminal. ¿Por qué le importaba tanto lo que pensara la mortífaga de ella? ¡Por el amor de Circe, seguía siendo la mujer que mató a Sirius, a Tonks y a tantos otros! No podía evitarlo, había algo en ella que resultaba magnético.
-Veo que necesitas más tiempo aquí, voy a la tienda de té a comprarle un detalle a Pomona. Me ayudó a corregir exámenes y de no ser por ella aún sigo ahí -murmuró Sinistra-. Recuerda que hemos quedado con Rolanda en las Tres Escobas.
Eso sacó a Hermione de su ensoñación. Cuando se dio cuenta, su compañera había desaparecido dejándola sola en Honeydukes. No recordaba ni haber entrado a la tienda. Pero ya que estaba, decidió aprovechar: el comentario de Sinistra le había dado una idea. Se dirigió a la esquina de la tienda donde exponían los productos más selectos. Nunca había comprado nada porque el precio no era en absoluto asequible, pero había pasado horas curioseando mientras Ron saqueaba media tienda. Si su memoria no le fallaba...
-¡Ah, aquí estáis! -murmuró para sí misma.
Eligió unos bombones con forma de animales; los había también de criaturas mágicas, pero optó por los que contenían monos, leones, osos y fauna similar. Más que dulces eran joyas de artesanía y su precio iba acorde. Pasó más de un cuarto de hora devolviendo la caja al estante y volviendo a cogerla. Sería un gesto bonito enviárselo para darle las gracias, ¿pero lo merecía? Había decido dejar de lado sus otros crímenes y centrarse en su relación. La había perdonado por lo de la Mansión Malfoy: a su manera, le evitó un trato peor. Pero su último acto consistió en amenazarla con crudeza... Aunque antes la había salvado y Hermione podía ser un poco irritante con sus preguntas. Tampoco tenía claro con qué finalidad quería regalárselo...
-Bah, es que no quiero que una sangre pura crea que soy desagradecida.
Se dijo que tenía que dejar de hablarse en voz alta y se dirigió al mostrador. Nunca se había gastado tanto en un obsequio similar. Y con su deuda con los duendes ese era el peor momento... aunque precisamente por eso: solo Bellatrix podría librarla de pagarla retirando la suya (lo cual cada vez parecía más improbable). Abrió su cartera y extrajo los galeones necesarios. El dependiente lo envolvió con esmero y se lo entregó en una elegante bolsa. Hermione salió de la tienda y se dirigió a las Tres Escobas. Se tomó un par de cervezas de mantequilla con sus compañeras y después empezaron a recolectar alumnos. Cuando los reunieron a todos, regresaron al castillo.
La chica se dio cuenta de que tenía otro problema: ¿cómo entregarle a Bellatrix el regalo sin hablarle, ni verla como le había exigido? Podría dejárselo en su clase... pero seguro que entrar sin su autorización también quebrantaría sus normas. No podía arriesgarse con alguien tan inestable. Empezaron a entrarle nuevas dudas: ¿Y si no le gustaba el chocolate? ¿Y si era alérgica? Sería inusual, pero con la suerte que tenía no le extrañaría... Podía preguntarle a alguien que la conociera, pero solo se llevaba bien con Mirelle.
-Seguro que si le pregunto a Mir me dirá alegremente que le gusta lamerlo de su cuerpo desnudo. Y me muero de vergüenza -sentenció mientras ordenaba su librería para relajarse.
Descartó esa opción. En el castillo no había nadie más que le tuviera afecto a Bellatrix... ¡Un momento! Sí que había alguien que la adoraba. Además podía pedirle que se lo entregase y matar dos duendecillos de un tiro. Escribió una nota de agradecimiento, la metió a la bolsa y llamó a Kreacher. Al rato, el gruñón elfo se personó en su habitación. La miró con una mezcla de desconfianza y desprecio. Pero por suerte, ese era uno de sus temas favoritos:
-Por supuesto que a la señorita Bella le encanta el chocolate, adora el dulce. Cuando era niña Kreacher siempre le preparaba calaveras de chocolate y eran su postre favorito. Y...
-Eso es genial, Kreacher -respondió Hermione con rapidez para evitar que se extendiera más- ¿Podrías entregarle algo por mí?
Recibió del elfo un gesto de ligero desagrado por ser interrumpido. Tampoco parecía fiarse de las intenciones de la sangre sucia respecto a su antigua ama. Masculló que no estaba seguro de que la señorita Bella deseara recibir nada.
-Oh, no te preocupes, Kreacher, lo último que quiero es molestar a la señorita Bella, yo solo...
-No creo que a usted le permita llamarla así -la interrumpió el elfo.
-No, te aseguro que no... -murmuró la castaña- Pero te prometo que es solo un regalo inocente. Habrás oído en los últimos días que me salvó la vida y, bueno, quería darle algo en agradecimiento. Por supuesto bajo mi responsabilidad, tú no tienes nada que ver con esto, no te preocupes, no se enfadará contigo.
Tras varias frases similares, logró convencerlo. Kreacher despareció con un "crack" y Hermione suspiró aliviada. Ya estaba, podía olvidar ese tema. Si tenía suerte, Bellatrix la perdonaría y podrían ser... compañeras, nada más. "No deseas nada más de ella, Hermione" se aleccionó mentalmente. Y si no, simplemente continuarían con la tensión hostil. Quedaban ocho meses para terminar el curso, no era mucho, podría vivir sin Bellatrix. O eso se repitió mientras iniciaba sus viajes oníricos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro