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01 Pasos y respiraciones


Jueves 28 de octubre de 1980.

Me encuentro durmiendo después de un largo día de trabajo intenso. Una periodista como yo, siempre debe estar activa ante cualquier primicia.

Mi teléfono suena incontables veces antes de que yo coja la llamada. Deslizo la pantalla del táctil y respondo.

—¿Aló? —pregunta una voz masculina al otro lado de la línea. Miro mi celular y no aparece un número registrado sino uno protegido.

—Hola. ¿Con quién hablo? —pregunto.

—Soy Chandler. Chandler Bordeu.

—Ah, hola oficial. ¿Qué sucede?

Un silencio sepulcral inunda el cuarto pero luego vuelve a hablar.

—Un acontecimiento muy raro e incomprensible a sucedido.

—¿Un asesinato? —contesto sarcásticamente.

—Sí, pero la escena es muy perturbadora. —mis sentidos se ponen en alerta y me coloco mi chaqueta para poder salir a cubrir aquella noticia.

—Tenga cuidado señorita.

—Lo tendré. Mándeme la dirección por mensaje de texto.

En minutos, recibo un mensaje con la dirección adjunta.

DESCONOCIDO: Calle 13. Freightliner bajo.

Ese fue un mensaje un poco raro y para nada específico. Aturdida salgo del departamento y pido un taxi. Mi compañero de trabajo, Antoine, está enfermo por lo que tendré que hacerlo todo sola.

Me coloco mi placa con mi nombre en él. Marion Lachenal, está escrito en letras negras en la placa dorada de periodista.

Apoyo mis brazos en el borde de la ventana y me quedo viendo a través de ella hasta que llegamos a nuestro destino, o al menos donde supuse era mi destino.

Las luces de color azul y rojo ponían en evidencia el lugar del asesinato por lo que no fue muy díficil para mí llegar ahí.

Un joven rubio se acerca a mí y me guiña un ojo.

Bonjour mademoiselle Marion —saludó el apuesto joven. Detrás de él, un joven apareció, de repente, con una mirada penetrante y misteriosa.

—Bienvenida a la escena del crimen, soy el oficial Bordeu.

—Oh gracias. ¿Me puede mostrar el cadáver? —inquiero con curiosidad.

—Lo siento, pero por precaución preferimos que nadie se acerque a lo que queda del cadáver de la víctima.

—¿He escuchado bien? ¿Lo que queda del cadáver? ¿Es que, acaso el cadáver está incompleto?

—Me temo que sí. El cuerpo de la víctima está casi destruido en su totalidad.

—¡Qué atroz! —exclamo con miedo.

—Pero le puedo dar una pequeña teoría de lo que creemos que ha sucedido —agrega el oficial.

Nos alejamos un poco, y cojo mi celular para grabar la entrevista.

—Bueno, ¿Cuál es la teoría, oficial?

—Nuestra teoría es que un psicópata sádico está suelto en las calles —informa.

—¡Oh, Dios santo! —me tapo la boca escandalizada y el hombre hace una mueca de disgusto.

—¿Cuánto lleva muerta la víctima? —vuelvo a preguntar.

—No hemos determinado todavía la hora ni la causa de muerte. Es muy díficil para los médicos forenses realizar su trabajo si el cuerpo está en pésimo estado.

—Ok, muchas gracias por la información. —me voy alejando para irme a casa y el oficial me detiene.

—¿Ya se va, mademoiselle?

—Sí, mañana tengo que llevar la noticia al periódico.

—Espere un momento, la acompañaré.

—Muchas gracias, pero no es necesario.

—Insisto.

—Está bien —respondo rendida.

El oficial Chandler se acerca a sus camaradas y les encarga que se ocupen del caso. El rubio que me había coqueteado va detrás mío, cuando Chandler se acerca y no se percata de él. Me parece extraño pero luego lo ignoro.

—Mi auto está estacionado a unos metros de aquí —menciona.

—Mira es ese de ahí —indica. Un auto plateado con lunas polarizadas y a mi parecer reforzadas, está al frente mío. Subimos y le doy mi dirección.

—Señorita, ¿Le gusta su trabajo? —pregunta.

—Amo mi trabajo, ¿y usted?

—Yo... Yo también adoro mi trabajo —responde dubitativo.

Después de unos minutos llegamos a mi hogar.

—Muchas gracias —digo bajando del auto.

—De nada. —se despide y luego se va. El señor Boreau me parece muy atractivo, tiene un rostro muy definido y unos ojos verdes muy interesantes. No es muy alto,  solo me lleva unos cuantos centímetros.

Ingreso a mi departamento y entro de frente a la ducha. Dejo que el agua se lleve todas las preocupaciones, siento que algo se posa en mi cadera, cuando bajo mi vista no encuentro nada, solo un cardenal muy rojo pero el cual no me duele. Extrañada levanto mi rostro y me miro al espejo, una sombra corre a mis espaldas. Volteo y no hay nada, quizás ya estoy imaginando cosas.

Salgo del baño con mi pijama ya puesto y voy a dormir. Me acuesto en mi cama de manera cómoda y me duermo casi al instante.

Pum. Plam. Ssss.

Estoy segura que todavía no es de día, aún sigo exhausta, reviso mi celular que se encuentra a lado mío y veo la hora.

2:35 a.m.

—Eh —musito mientras me sobo el ojo con mi puño. Un ruido extraño aparece y yo hago silencio. Escucho con miedo un respirar alrededor mío junto con unas pisadas que hacen rechinar el piso de parqué.

Retengo mi respiración y me quedo súper quieta, rezando en mi mente veinte Ave Marías. Una presencia abrasadora me inhibe. Oigo las hojas siendo arrasadas por el aire, luego la ventana suena y cuando pienso que ya ha pasado el peligro, una uña se clava en mi muslo de manera intempestiva y trato de reprimir un grito de dolor.

En ese momento, no sé si quedarme quieta o defenderme. No me enseñaron que hacer en caso de que un ente entre a mi cuarto. O quizás no lo es.

Levanto mi frazada y veo un rostro deformado como los de las películas de terror. Solo que esto no es una película, es real.

Un grito estruendoso sale de mi garganta y el monstruo utiliza sus garras para hacerme callar. Me levanto y corro por toda la habitación. Abro la puerta y bajo con rapidez las escaleras hasta llegar a la salida, donde choco contra alguien y caigo al suelo frío.

Levanto la vista y es CHANDLER.
Este me agarra de la mano y me mete a su auto para escapar de aquella cosa.

—¿Por qué estás aquí? —interrogo.

—Buscaba al asesino psicópata sádico.

—¿No me digas que es ese? —titubié con miedo. Debido a la velocidad del automóvil mi corazón se había acelerado y sentía que me iba dar una ataque por la conmoción.

—Toma un calmante.

He quedado pasmada con ese encuentro tan aterrador, pero porqué quería matarme. No tengo nada especial. No soy rica, no soy importante, no lo entiendo.

Sentí un aire helado y luego unos susurros en mi cabeza.

No puedes huir de tu destino, no puedes.

—¿Qué me está pasando?

—Cálmate, esas cosas se alimentan de tus miedos. Se vuelven más fuertes si tu decaes.

—¿Por qué? —grito, me desespero, pataleo, lloro. Estoy agotada. Quiero dormir.

—Solo quiero dormir —digo.

—No lo hagas. —Chandler me abofetea ligeramente para que yo no me sumerga en los brazos de Morfeo.

Por estar muy pendiente de mí, se despista y no se da cuenta que está perdiendo el control del auto. Cuando trato de avisarle ya hemos chocado contra un árbol.

Esta carretera es muy larga y llena de vegetación debido al bosque que rodea la ciudad. Bajamos del auto, o al menos eso intento cuando termino en el piso.

Unos brazos fuertes me llevan delicadamente mientras su corazón agitado comienza a latir fuertemente. Cierro los ojos y el sueño me atrapa.


𓁹✞︎𓁹

29 de octubre de 1980.

Despierto con un gran dolor de cabeza, y oh sorpresa, estoy en mi cama. Mi cuerpo está adolorido pero no encuentro rastros de heridas sobre mi cuerpo.

¿Todo fue una pesadilla? Quizás. Es lo más seguro.

Mi teléfono suena y lo desbloqueo.

Chandler: ¿Estás bien?

Mi cerebro comienza a maquinar miles de cosas, entonces sí paso algo ayer.

Yo: Sí, creo. ¿Qué sucedió después de que yo me durmiera?

Coloco el botón de enviar y al instante recibo una respuesta.

Chandler: Tuve que buscar un Uber. De hecho no, te traje caminando hasta que alguien decidió ayudarnos. Ya había amanecido y la mayoría de personas estaba fuera de sus casas. Es una alegría haber sobrevivido.

Yo: Tengo miedo.

Chandler: Te quedarás en mi departamento.

Yo: No confío en ti.

Chandler: Yo no quiero otro asesinato, así que te quedas en mi casa. Tómalo como protección policial.

Yo: Está bien

Chandler: Abre la puerta, estoy afuera.

Salgo de la habitación y bajo para abrirle. Pues, no estaba mintiendo, ahí estaba.

—Buenos días, Marion. —yo no le veo nada de buenos.

—Buenos días.

—¿Nos vamos? ¿Ya tienes todo listo?

—Eh, no.

—Apúrate —dice mientras se sienta en mi cama.

—Dame unos minutos. —guardo unas cuantas prendas dentro de una pequeña maleta y agarro mi móvil.

—Bueno, vámonos.

—Despídete de tu hogar, puede que ya no lo vuelvas a ver.

—¿Disculpa?

—Dime. —contesta ido.

—Nada.

Caminamos unas cuadras y nos detenemos en la esquina para tomar un autobús. Subimos y me siento para el lado que hay ventana, miro el otro lado de la pista y ahí lo veo, observándome. Chandler, que está a mi costado me mira confundido y luego vuelve a sus asuntos. Pero yo sigo mirando al hombre que está en la acera.

Es el rubio que había visto en la escena de muerte y que yo había supuesto que era compañero de Chandler. Pero el verlo ahí, no es coincidencia.

¿Me está acosando?

Una sonrisa torcida aparece en sus labios y hace una cruz con sus dedos.

—Chandler —llamo.

—¿Qué? —pregunta volteando.

—¿Lo conoces? —le dije señalando hacia dónde hace unos minutos se encontraba el rubio. Ya no estaba ahí.

¡Qué raro!

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