Despiertos
Apéndice.
Al principio todo fue sencillo. Ese mundo tenía mucho que ofrecer. Sus días y sus noches le entregaban mucho que hacer. Mary, pese a no estar con Bills, se sentía muy contenta. Ni siquiera experimento algún malestar cuando las dos semanas se cumplieron y el dios no despertó. Ella había vuelto al castillo esperando poder verlo. No pasó. Volvió a su exploración, pero el paso de las semanas le fue menguando ese buen ánimo.
Bills no era un ser humano. Ni siquiera un mortal como para esperar de él todo lo de un hombre. Para Mary era un tanto estúpido juzgar a otras especies desde los criterios de la humanidad. Hacerlo con otra raza ya le era una total tontería. De ahí que no intentará que Bills fuera con ella de un modo diferente al que él podía ser. No iba a despertarle sin una buena razón. No había nada de malo en que durmiera un mes o dos, sin embargo, en las solitarias sendas de aquel mundo tuvo que admitirse que cuando al llegar él se fuera a dormir inmediatamente, le provocó una sensación algo desagradable. Paso de ello porque antes de volver ahí, habían esta juntos varios días. Pero le hubiera gustado que Bills se retirará a descansar al menos unas horas después.
Las noches de ese mundo eran tan pacíficas que le facilitaban desprenderse de las ideas desagradables. Ver las estrellas y mundos colgando del cielo como lunas le acariciaba el alma. Pero esas noches de sueños e inspiración para poemas que escribía en una libreta, pronto se fueron volviendo una tortura de la que no tenía escapatoria y comenzó a añorar que el dios despertara. No era la soledad la que le estaba mordiendo las entrañas, sino la ausencia de Bills que crecía por las noches cuando durante la vigilia sus memorias con él casi se hacían concretas y podía palparlas.
Un día se encaminó al palacio con una idea en mente, mas al divisar el gran árbol cambió de parecer y se dió la vuelta para volver al bosque, encontrándose de frente con Whiss. Él se le quedó viendo, esperando que dijese algo. Mary se quedó callada un buen rato al terminó del cual simplemente exclamó con cierta timidez:
-Hola.
-Hola- le contestó el ángel con un poco de curiosidad. Incluso se inclinó unos centímetros para verla a la cara, pues ella escondió su rostro de él- Me temo que el señor Bills aún está dormido- le dijo volviendo a su postura habitual. Ella no respondió y paso rápido por su costado para después alejarse por la adoquinada senda.
Whiss la siguió con la mirada. La última vez que la vio fue porque le había llevado comida. En esa oportunidad su contacto fue breve. Ella siempre parecía tener prisa por apartarse de él. Evitaba hacer contacto visual, eludía sus palabras y eso estimulaba más la curiosidad que él sentía por ella. Era un día agradable, perfecto para conversar un poco y disfrutar de un pastel de chocolate. Aunque el plan de Whiss se vio frustrado por una alergia de la mujer, quién de todas formas le permitió quedarse con ella un rato.
Aquellos encuentros sucedieron un tanto seguido por unas semanas. La motivación de Whiss era comprender el interés de su señor por esa mujer y el de ella por el dios, mas pese a que Mary le mostraba su faceta más afable, el ángel, advertía esa cuota de incomodidad en la mujer.
Los seres humanos son criaturas sociales. Mary estaba absolutamente sola ahí. No tenía una sola persona con quién hablar o a quien ver excepto él. Pero él era un ángel. Un ser muy diferente a ella. Alguien para quien la soledad, el tiempo, el hastio y tantas otras cosas pasaban por situaciones totalmente diferentes a esa mujer que, en ese momento, era la criatura más aislada del universo. De ese y los otros once. Incluso la situación de Mary era mucho peor que lo que alguien pudiera percibir de la de él, pues Whiss tenía su planeta y podía volver a el una vez dejara de estar en función o se lo permitiera. Tenía hermanos y hermanas, un padre. Mary no tenía absolutamente nada salvo por el dios que dormía pacífico en su comoda cama.
Consideración, indulgencia o como quieran definir ese sentimiento que inspira un desvalido a quien goza de una situación mejor, fue lo que Whiss experimento por esa mujer. Sin embargo, entendía que acercarse demasiado no era una buena idea. Ella era intuitiva y perspicaz. Podía llegar a herir su orgullo si insistía en acompañarla demasiado. Pero tampoco podía permitir que la salud mental de Mary decayera ¿Qué le iba a decir al señor Bills si al despertar él la descubría en un estado de decadencia o muerta por un suicidó al que su aislamiento la condujo? Fuera por esa implícita responsabilidad que dejó su señor en él respecto a ella o porque lo conmovía su estado, Whiss se quedó cerca de Mary sin que ella lo notará. Y la observó.
La muchacha tenía una enorme resistencia a la soledad. De hecho pronto Whiss descubrió que durante el día Mary ni siquiera pensaba en que estaba sola ahí. La veía correr, jugar pateando las hojas en los bosques o arreglandoselas para hervir agua y cocinar. También dedicaba largas horas a ilustrar algunas especies que encontraba. Casi siempre estaba cantando o tarareando. A veces hacia columpios en los árboles y se quedaba ahí jugando. En más de una ocasión a Whiss le tocó intervenir porque sus ocurrencias la ponían en peligro. Tenía tendencia a tocar todo lo que llamaba su atención. Fuera lo que fuera, Mary tenía que ir a meter la mano. Y la vio hacer eso con las cosas más insólitas. Seis veces cayó por un barranco por el que se trepó, ocho veces por poca se ahoga en un río, tres veces estuvo apunto de ser devorada y en más de veinte ocasiones por poco pierde la mano por tocar cosas peligrosas. A ratos Whiss estaba al borde de perder la paciencia y se sentía tentado a dejarse ver para reclamarle por su actitud tan temeraria, mas no lo hacía debido a que muchas noches fue testigo de un evento que lo hacía retractarse recordando que no quería herir el orgullo de la mujer.
Los días eran fáciles, pero las noches eran terribles. Era cuando la ausencia de Bills llevaba a Mary a una profunda tristeza y horrible sensación de abandono. Estar allí sin él era demasiado doloroso. Nadie era más conciente de su condición de forastera que ella. Si antes en su mundo experimento el sentirse una extraña, en ese lugar era mil veces peor, pues no había nadie semejante a ella. Ni siquiera en la Tierra de ese universo encontraría consuelo a ese estado. Aquel mundo era muy diferente al suyo.
Y su amor...su amor a ratos parecía que se desvanecía entre recuerdos agridulces. Tantas veces se cuestionó si abandonarlo todo valió la pena y no encontraba una respuesta del todo satisfactoria. Si Bills dormía unos treinta años, para cuando despertase ella sería una anciana. Tal vez a él eso no le importaba porque habían formas de rejuvenecerla, pero los años habrían matado su amor por él y habrían modificado su pensamiento; su forma de ser. Dormir por largos lapsos era parte de la naturaleza de Bills ¿Pero cuánto estaba dispuesta a esperar a que despertara? ¿Lo que aguantará su corazón o lo que aguantase su cabeza?
A ratos sentía que lo odiaba, mas de inmediato recordaba que él no le prometió absolutamente nada. Bills jamás le dijo que las cosas cambiarán de mudarse con él. No le hizo ofertas generosas. Ni siquiera le dijo algo al respecto. Todo estaba implícito y aunque ella tenía certezas al respecto, también tenía grandes dudas. En la soledad esas incertidumbres se volvían abismos que desataban las lágrimas en aquella mujer.
Era un llanto callado. Orgulloso, pero amargo como pocos. Duraba largos minutos. Incluso un par de veces se prolongó por más de una hora. Whiss pensó que un día ella le pediría la llevará a casa. Que si él se negaba se pondría de rodillas para suplicarle, porque era tan profunda su desolación que realmente conseguía conmoverlo. Mas no intervendria de manera innecesaria. Sin embargo, unos días después se vio forzada a eso.
Había estado lloviendo muy fuerte. Mary se refugio en una fruta y estaba bien o eso parecía. El ángel la estuvo observando, debido a que aquella zona donde ella estaba corría el riesgo de inundarse. Se lo advirtió y ella decidió mudarse, pero no quiso ir al castillo. Se veía bastante lánguida, muy decaída. Terminó por sucumbir en medio del bosque quedando ahí varias horas antes de que Whiss descubriera lo que pasó. Terminó llevándola al palacio para que se repusiera. No la curo esperando que verse en tal mal estado la hiciese cambiar de opinión y se marchase. A ratos le causaba un disgusto enorme verla pasar por todo eso. Al menos esperaba le pidiera llevarla a otro lugar para distraerse. Había pasado un año desde su llegada y Bills no despertaba. El corazón y el ánimo de esa mujer habían soportado bastante castigo. Prolongarlo podía ser letal y sobretodo una insensatez. Mary no se le hacia alguien así, sino todo lo contrario. Por eso a veces no comprendía su actuar.
Mary tuvo fiebre muy alta. Deliraba y apenas era capaz de beber agua. Despertaba por unos pocos minutos, luego volvía a sumergirse en pesadillas que hasta la hacían gritar. Estuvo así varios días. Hasta que una mañana, Whiss la encontró sentada en la cama con una expresión casi ausente. Él la saludo, pero ella no contestó. Cuando Whiss le ofreció comida, lo rechazó y viéndolo a los ojos le pidió que la llevara con él a lo que el ángel no se negó.
Para entonces Mary y Whiss habían desarrollado cierta comunicación. No hacia mucho ella le había confesado que, al principio, no le gustaba estar cerca de él porque sentía que la estaba estudiando. También que su presencia la hacía sentirse muy vulgar y que sabía él la había ayudado en más de una ocasión. También le dijo que aquello era difícil de soportar para alguien como ella. Saberse el objeto de análisis de un ser como él la mantuvo tensa mucho tiempo, no pudiendo actuar con naturalidad.
-Pensaba que si expulsaba un gas, tú lo sabrías- agregó al final de su confesión aquella vez.
-Lo lamento- dijo él.
-No seas odioso. Es absurdo disculparte por ser como eres- manifestó Mary y cambiaron de tema.
En esa oportunidad, mientras la conducía hacia la habitación del dios, Whiss la miraba sin discreción. A ella había dejado de importarle. Había naturalizado su presencia. Cuando la subió hasta la cama, el ángel se apartó para concederle un poco de privacidad, pero se detuvo y se giro a ella para hacer una pregunta que hace tiempo se venía haciendo:
-¿Por qué no lo despierta?
Mary estaba de rodillas junto a Bills que cada vez que ella estaba cerca hacia lo mismo: quedarse muy tranquilo. Incluso a veces, como en esa oportunidad, se movía hacia ella llegando a tomar su mano o usar su regazo de almohada.
-¿Crees que sueñe conmigo?- le preguntó Mary- Yo creo que sí. Pienso que recuerda estoy aquí y que eso lo hace sentir tranquilo. Estar confiado. Pero ya sabes como es. Un egoísta caprichoso capaz de negar la cosa más obvia para no exponer sus emociones.
Whiss guardo silencio.
-Lo ame por años creyendo no existía. Lo amo ahora aun cuando está dormido y lo amare hasta que haya dejado de hacerlo- añadió regalandole una caricia al dios.
El ángel la observó con atención, luego bajo la mirada al dios que reposo la cabeza en el regazo de la mujer. Los dejo después de eso. Podía parecer que Mary se estaba sacrificando demasiado. Que su entrega era excesiva, pero no. Sucedía que ella venía de otro universo. Y que ella tenía sus formas de hacer las cosas.
- A veces, cuando cambio las sábanas, lo escucho decir su nombre- le dijo el ángel, antes de irse, y no mintió. Mary se sonrió y volcó su atención a Bills.
Mary se quedó con el dios y el ángel se retiró para regresar unas horas después. Para entonces la muchacha se había quedado dormida junto a Bills. Se veía mucho más tranquila, un tanto más compuesta también. Whiss la apartó de su señor con mucho cuidado.
Ella tuvo que quedarse ahí un par de días más. Estaba muy decaída y el ángel descubrió que aquello no tenía que ver con algo físico. Que se repusiera de eso le tomaría bastante tiempo. Pensando en que podía ayudarla la invitó a acompañarlo a ver a Bulma, pero ella se negó. Un tanto resignado el ángel probó con otra cosa. Le pidió lo acompañara a otro planeta. Uno que no estaba lejos y dónde podía ver a más personas.
-Tienes que comunicarte con más gente o terminaras...
-No necesito a más personas- lo interrumpió Mary- Al que quiero es a él- agregó y terminó por romper en un llanto patético en medio del cual pudo verbalizar todo lo que estaba sintiendo.
Había frustración, enojo, tristeza y amargura en sus palabras. Decenas de cosas guardadas que finalmente salieron a la luz como una gota de pinta que una pluma fuerte derrama por accidente. Aquello le resultó un poco tierno al ángel que hizo algo nada habitual en él: regalar una caricia. Frotó su mano en el largo cabello de la muchacha, a un costado de su cabeza, con mucho cuidado para después soltar un comentario divertido con su habitual entusiasmo. No hizo que ella dejara de llorar, pero si acabo con su inanición de contacto humano.
Las cosas no cambiaron mucho después de eso. Entre los dos habían surgido esporádicos encuentros que solo se hicieron más espontáneos tras aquel gesto.
Más tarde, ese mes, el Pez Oráculo le dijo a Whiss que el dios despertaría dentro de dos años. Unos días después Mary le confesó a Whiss que su tiempo límite de espera eran cinco años. Así lo seguirá amando, ella volvería a casa a seguir con su vida si para esa fecha él seguía durmiendo y así fuera a buscarla ella no volvería con él. Nadie dijo que tenía que quedarse en ese universo para siempre. La posibilidad de retornar siempre estaba ahí.
-¿Por qué no espera en su mundo? Él no podría quejarse por algo así- le dijo Whiss.
-Porque estoy con él- contestó la muchacha sonriendo gentil.
Whiss tardo un poco en comprender el significado de esas palabras como tardo en comprender muchas cosas respecto a ella. No es que le tomara un tiempo descomunal solo un poco más de lo acostumbrado. A cada día iba ampliando un poco su visión de Mary como de su amor por el dios. La compañía de esa mujer se le fue haciendo más grata conforme el tiempo avanzaba. Todo lo contrario del principio. Es que el que ella le conociera previo a llegar ahi le fue motivo de incomodidad. Su intuición y perspicacia lo ponían un tanto nervioso de una forma muy particular. Mas no tenía de que preocuparse. Ella nunca se metió con él en ningún aspecto, excepto cuando quería burlarse de ella a modo de juego. Mary le respondía desatando un pequeño intercambio de ironías, sarcasmos y eufemismos de mofa.
Fueron tres años en que el ángel y la mujer estuvieron en aquel planeta. Ninguno había pasado tanto tiempo con alguien que no tuviera que hacerlo o quisiera hacerlo. Jamás se hubieran llamado amigos, conocidos o cercanos siquiera, pero tuvieron una conección profunda en base al conocimiento que obtuvieron del otro.
Cuando desde la ventana del palacio Whiss observó a su señor jugando con Mary en el jardín, no pudo evitar recordar esos momentos en que ella sufría y maldecia al dios. Porque sí, a veces ella lo odió. Pero por lo que duraba su exclamación. Por un instante. Por lo que su ausencia dolía, por lo que extrañaba sus caricias, su aroma, su presencia y el ronco sonido de su voz. Lo odió como quien odia al sol por quemar la piel o a la lluvia por mojar la ropa lavada. Lo odiaba sin rencor, sin malicia. Lo odiaba de amor. Por ese mismo amor que le dió la fuerza para no claudicar, para esperar y recibir la recompensa a sus esfuerzos. Mary no hacía las cosas porque si. No invertia tiempo en algo para después fracasar. Y mucho menos se desgastaba por algo que no quisiera obtener. Mary quería realmente tener una vida con Bills y no temía enfrentar adversidades, trabajar duro o hacer pequeños sacrificios para lograrlo. Mientras existiera amor entre ambos, todo valía la pena.
Bills nunca más la dejaría sola de esa forma. A su manera, estaría allí mientras la amase. Haber dado al dios esa lección fue de Mary la mayor proeza. Le enseño desde el corazón, con voluntad y amor. Sin intervenir, sin señalarle el camino con un puntero. Mary dejó que Bills alcanzara la meta por si mismo. Después de todo él podía ser superior a ella en muchas cosas, pero ella también lo superaba en muchas otras. Tenían un equilibrio muy bueno entre la razón, los sentimientos y la naturaleza de ambos.
-Bien hecho- dijo el ángel en voz baja y dándose la vuelta, sonriendo satisfecho, se alejó por el corredor.
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