Capítulo 15
"Nadie duele para siempre."
Frase popular
***
—No, no conozco a ninguna Zoe —aseguré sin que me tiemble la voz, aunque por dentro me estaba temblando todo—. ¿Por qué?
—No es un buen lugar para hablar…
Cualquier cosa que dijera podía ser un paso en falso, creo que jamás en mi vida el corazón me había latido tan intensamente, y lo único en lo que podía pensar era en que como sea él no podía notar mi nerviosismo.
—¿A dónde vamos entonces? —intenté sonar lo más casual posible.
¿Lo estaba logrando? No tenía idea, pero no podía esperar a saber de dónde obtuvo mi nombre, si realmente me estaba preguntando si la conocía, o en realidad ya sabía toda la verdad y solo estaba siendo irónico.
Él era absolutamente capaz de descubrirme, no tenía dudas de eso, pero es que estaba tan segura de no haber dejado cabos sueltos que no se me ocurría un modo probable.
—Ya me voy, ¿Tú tienes más clases?
—No —mentí, la última de mis preocupaciones en ese momento era asistir a una clase de Neurobiología de la mente, fuera lo que eso fuera.
—Okay, pero no podemos hablar en la casa, nos vemos en… ¿el parque?
—Sí…
—¿Sabes llegar?
—No.
—Te estás comportando muy raro, ¿segura que todo está bien?
—Sí, es que estaba hablando con alguien importante al que no puedo ver y… solo me puse sensible.
—Ou… —Su mirada cambió de pronto—. Lo siento, no quiero cargarte con problemas que no son tuyos, si quieres podemos hablar de lo que te pone mal… Sé que no confías mucho en mí, pero soy bueno escuchando.
La carga sincera en sus palabras me hizo pensar que en realidad no me había descubierto, que seguía creyendo que soy Aitana, pero el hecho de que hubiera llegado a mi nombre aún me inquietaba.
—No, no, no te preocupes. Quiero saber quién fue también.
—Okay, tú sal y te recojo en la esquina, así no le damos más motivos a Mirko para seguir haciendo dramas.
Asentí rápido y lo observé darse la vuelta para regresar por el pasillo hacia las escaleras. Necesitaba con urgencia saber qué hacer, así que mi mente no dejaba de pensar en posibilidades.
¿Me había descubierto? De ser así, ¿Cuáles eran las posibilidades de obtener su apoyo a pesar de haberle mentido?
Después de todo era una persona sensata, y mi objetivo jamás fue dañar a su familia, solo saber la verdad, y él estaba buscando lo mismo.
¿Sería capaz de entenderme, o ese era el fin de todo?
Mientras no tenía certezas solo podía sostener las mentiras, así que busqué mi teléfono y le escribí a Mirko para decirle que ya me iba. No esperé su respuesta porque solo iba a traer cuestionamientos, tenía algo mucho más grande con lo que lidiar entonces.
Cuando llegamos al parque el día estaba en su punto máximo, el mediodía estaba cerca y el calor del sol primaveral se estaba haciendo sentir. Alek detuvo su motocicleta junto a un árbol bastante retirado de el resto de la gente, había un banco libre debajo, a la sombra.
—¿Quieres algodón de azúcar? —me ofreció observando a la distancia a un vendedor ambulante.
—No, gracias, quiero que me digas que está pasando.
—Qué ansiosa. —Se sentó a mi lado con una clara expresión de burla— No tengo gran información, le di su papel a Jean y no quiso decirme qué decía.
—Mirko no me dijo específicamente, pero me dió a entender que decía algo sobre su relación con Jean.
—Okay, revisé las cámaras y esa media hora en la que pudo suceder todo está en loop, así que le pregunté a Jean si lo que había en su papel era algo que pudieron descubrir espiandonos a través de las cámaras, y dijo que sí.
—¿Entonces? —Mi ansiedad estaba a tope, y él me estaba dando demasiadas explicaciones sobre cómo llegó a la información en lugar de ser específico.
—¿Recuerdas a Joel, el chico del que te hablé?
—¿El que confesó lo de tu hermano?
—Sí, ese. Él siempre me hablaba sobre su hermanita, y lo buena que era con la tecnología. Se llama Zoe, y debe tener unos veinte años ahora… eso es todo lo que sé sobre ella, pero pienso que puede estar detrás de esto.
Me encantó que llegara a la conclusión correcta, incluso sin saber que me tenía enfrente. Él tenía razón, la responsable era yo y me había descubierto, solo que sin saber qué yo era yo.
No le iba a ser fácil encontrarme, pero tampoco podía subestimarlo, necesitaba buscarle una solución al problema para que no profundizara en la investigación, y para eso me pareció que lo mejor era establecer una comunicación entre Zoe y Alek, sin que llegara a saber que éramos la misma persona.
Me preocupaba que la doble identidad se volviera real, porque hasta ese momento solo estaba siendo Aitana y guardando a Zoe en lo más profundo de mi conciencia. Ahora tenía que ser las dos, con tanto cuidado de que Alek no descubra similitudes ni coincidencias… sonaba difícil, sobre todo con alguien tan observador e inteligente en la vereda de enfrente.
—¿Entonces qué? ¿Buscamos a todas las Zoes de veinte años o qué?
—Ya le estuve preguntando a algunas personas, tengo un amigo… —En cuanto lo dijo mi estómago se cerró. Teníamos a alguien en común, y aunque yo sabía que Gael no diría nada, el verdadero problema no era precisamente él—. Oliver, fuimos a la misma universidad un tiempo, él me dijo que la conoce y va a intentar ponerme en contacto con ella.
—Entonces solo nos queda esperar.
—Exacto —asintió muy confiado— ¿Segura no quieres un algodón de azúcar? Iré por uno para mí.
La verdad es que después de lo que acababa de oír me había bajado el azúcar a niveles ínfimos, necesitaba algo dulce, y encontrar la casi imposible forma de manipular a mi ex cuñado.
—Sí, ahora sí quiero.
—¿Rosa o azul?
—Azul.
—Bien, vuelvo enseguida.
Se alejó caminando con mucha tranquilidad, mientras dentro de mí todo era caos. Okay, no me había descubierto, pero estaba a punto de hacerlo y no sabía cómo detener la explosión.
Oliver no iba a ayudarme, a él no le importaba nadie, solo sus hermanos y su novia…
Tal vez esa era exactamente la respuesta: su novia, si había alguien en el mundo capaz de convencer a Oliver de algo, esa era Amaya. Nuestra relación había comenzado muy mal, sobre todo porque ella se estaba involucrando con Gael cuando yo aún no estaba lista para dejarlo ir, pero luego en algún punto encontramos cierta complicidad, y ella tenía los límites de la moral tan desdibujados como los míos.
Tenía que intentarlo, pero para eso necesitaba ser Zoe otra vez, hacerles una visita y explicarles mis motivos.
Ser Zoe sonaba peligroso, lo único de lo que me convencí al comenzar el plan fue de dejar mi verdadera esencia atrás, apagar ese fuego en mí y volverme dócil para los Ferraresi.
Todo podía salir completamente mal, pero era mi única opción.
Había poco tiempo, pero irme corriendo en ese momento iba a ser altamente sospechoso, así que no tenía más opción que comer el algodón de azúcar con él, que me lleve de regreso a la casa, y entonces volver a salir.
—El señor no era nada amable —se quejó cuando regresó—. Me miró como si fuera a robarle, ¿Acaso parezco delincuente?
Me reí de su queja y le agradecí por el algodón de azúcar y el jugo de naranja que me trajo.
—¿Con esa carita tierna de bebé? —Estiré mi mano y pellizqué su mejilla—. No, no hay forma.
—No tengo cara de bebé —proclamó muy indignado.
—Cuando sonríes sí, pareces un osito.
—¿Crees que le sonreí al señor de los jugos? —Su ironía me hizo reír.
—¿Por qué no?
—Porque no, y ahora que dices eso creo que no volveré a sonreír nunca en mi vida.
—¡No! —protesté con pena— No dije nada, olvídalo, tu sonrisa es… macabra y misteriosa, no pareces un bebé ni un osito.
—No puedes borrar tus palabras, Aitana.
—¡Nooo! —dramaticé— ¿Que tiene de malo ser un osito? ¿Por qué crees que es mejor tener cara de culo?
—Nadie respeta a los ositos.
—Yo respeto más a los ositos que a los culos, de hecho, respeto más a los ositos que a las personas completas.
Intentó contenerse, pero una sonrisa se dibujó en su rostro por una fracción de segundo, lo cual me hizo expresar mi alegría enormemente.
—No puedes resistirte a mí —presumí, y para mi sorpresa él asintió.
—Parece que no…
Cada vez que hablábamos de por fuera del drama había una vocecita dentro de mí que me decía que era incorrecto, que estaba mal sentirme cómoda a su lado. Había varios motivos, el primero y más importante: era muy probable que él solo estuviera manipulándome y yo cayendo como idiota. Y el segundo, que quería omitir la mayoría del tiempo: esta escena ya era repetida.
Una vez me enamoré de una parte del plan, lo lastimé y me lastimé, y el dolor nunca se fue. Las mentiras y el amor no sabían convivir, solo podían estallar de las peores formas y destruir todo a su paso.
No es como si fuera a enamorarme de Alek, pero me sentía cómoda con él, además de que había cierto tipo de admiración por lo inteligente que podía llegar a ser, y a veces, por un instante, me olvidaba de lo demás.
Podría echarle la culpa de eso a Aitana, por ser más sensible y débil, pero en realidad sabía que en algún punto Zoe podía ser igual de tonta.
—¿No te lo vas a comer? —preguntó mientras señalaba mi algodón de azúcar a medio comer.
—No, ya fue demasiada dulzura.
—¿Me lo das? —Su carita de niño tierno me hizo sonreír.
Maldito, lo estaba odiando en esos momentos.
—Claro, pero me das de tu jugo —negocié estirando el palito hacia él, mis dedos estaban pegajosos, en cuanto nuestras manos se rozaron descubrí que los suyos también.
—¡Pero si aún tienes el tuyo! —se quejó, pero de inmediato me bebí lo que me quedaba de un solo trago y extendí mi mano para que me diera el suyo.
—Va, la próxima vez compraré uno más grande.
Resopló como si lo estuviera obligando a hacer algo contra su voluntad y no pudiera negarse.
—¿Quieres que te compre otro? —ofrecí riendo nuevamente.
—Por favor, que al señor no le agrado.
Buscó dinero en su bolsillo, intentando por todos los medios no tocar su ropa con las manos sucias.
—No, deja que yo te lo compro —lo rechacé evadiendo su mano.
—No, no, yo te invité primero —insistió—. Además creerás que no quiero compartir mi jugo contigo, y no es eso, es que las cosas dulces me dan sed.
—Ya me quitaste el helado una vez, es una primera impresión difícil de remontar —le recordé sin tomar el dinero que aún estiraba en su mano.
—Pero entonces todavía no te conocía…
—¿Me puedo comer tu helado ahora que ya me conoces?
—No, pero…
Mi risa lo interrumpió, él rodó los ojos y regresó el dinero a su bolsillo.
—¿Me dejas hablar?
—Okay, lo siento —asentí conteniendo la risa.
—No puedes comerte mi helado mientras no estoy, pero… —Hizo mucho énfasis en la palabra para que se note que hacía una gran excepción—: podría compartir mi helado contigo si lo comemos juntos.
—Me siento halagada. —Hice una leve reverencia y él sonrió sin siquiera darse cuenta—. Ahora voy por tu jugo, verás que al señor sí le agrado.
Caminé para cruzar el parque hasta donde estaba el señor, necesitaba aprovechar el momento a solas para intentar conseguir un poco de tiempo. Para mi estructurado plan se trataba de un descuido usar el teléfono de Aitana para una llamada a alguien de mi vida real, pero en ese momento no tenía alternativa.
Le pedí dos jugos grandes al señor, fue muy amable y sonriente conmigo, y mientras los servía marqué en mi teléfono un número que aún me sabía de memoria.
—Hola, Rubio —saludé de forma un poco apresurada—. No tengo mucho tiempo para hablar, pero necesito tu ayuda.
—Lo sé —responde sin prisa—. Alek le preguntó a Oliver por ti y está a punto de descubrir todas tus mentiras.
—Sé que suena mal… —Contuve la respiración, hablar con Gael siempre me ponía ansiosa, pero esta vez en particular estaba siendo mucho peor—. Pero también sé que aunque Oliver me odie, tú confías en mí, no estoy haciendo nada malo.
—Oliver no te odia, solo le caes mal.
Le caigo mal hasta que me necesita, porque cuando requiere mis conocimientos informáticos nunca duda en llamarme. Siempre le he cobrado, así que tampoco puedo decir que me debe algo, la única vez que no obtuve dinero a cambio fue porque Gael estaba involucrado.
—¿Puedes convencerlo de que no diga nada hasta que me escuche? Iré en un par de horas y te juro que les explicaré todo, solo… por favor.
—Ya lo hice, linda, solo estaba esperando a que me llames. ¿Mantequilla de maní y mermelada para la merienda?
Solté un suspiro de alivio mientras el señor me daba los jugos, le agradecí por lo bajo y me volteé.
—Gracias, de verdad te estoy amando mucho en este momento, pero no me trates así de bonito que me vuelvo a enamorar.
—Es en plan de amigos, Zoecita —soltó una risa al recordar lo mucho que me fastidiaba ese apodo—. Podemos separar las cosas, ya estamos grandes.
—No, pero respeto mucho a tu novia así que lo transformaré en un sí. Te veo a la tarde, Rubio, y te debo una, no me voy a olvidar.
Regresé con Alek con un peso menos encima, no estaba todo resuelto, Oliver no iba a ser fácil de convencer, pero el hecho de que estuviera dispuesto a escuchar ya era demasiado.
—Fue el señor más amable que he conocido en mi vida, parecía un abuelito tierno, no sé por qué lo difamas.
Le di su jugo y él entrecerró los ojos muy incrédulo.
—Porque eres una chica linda, para cualquiera es fácil ser amable contigo.
—Excepto para ti…
—¡Te invité un algodón de azúcar! ¿Acaso eso no es ser amable? —se indignó— Tendría que estar estudiando y estoy aquí contigo solo porque el día está bonito y tú cabello se ve más rojo al sol, ¿que tengo que hacer para que dejes de pensar mal de mí?
Me dio ternura su planteo, no supe qué, pero algo había cambiado en su actitud.
—Nada, Alek, es suficiente.
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Hola pollitos 🐣
Se me hizo bien tarde, perdón si hay algún error, lo leí dos veces pero estoy casi dormida jaja
Los quiero muchito ❤️
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