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Capítulo 4: Propuesta

Al día siguiente ambos actúan como si nada hubiera pasado. Hermione toma su café mañanero mientras Malfoy da pequeños sorbos a su té. Cruzan miradas pero parece un acuerdo tácito de no hablar lo que sucedió anoche.

La semana pasa de manera similar. Tienen su segunda reunión para trabajar en el proyecto de Runas Antiguas. Misteriosamente Theo no hace ningún comentario hacia Hermione. Lo que le hace pensar a la castaña qué tal vez el Slytherin sabe algo.

El fin de semana llega. Y ya no puede seguir evitando a Harry y Ron, teniendo en cuenta que toman la mayoría de las clases separadas y ella ya no duerme en la sala común de Gryffindor.

—Casi no te vemos, Mione —comenta Ron mientras come un panecillo de calabaza.

—He estado ocupada, Ronald —se abraza a sí misma y se acomoda mejor en el sillón metiendo los pies debajo de ella—. Tengo mis obligaciones de Premio Anual y demasiados ensayos que entregar.

—Vamos, Hermione —inquiere Harry—. Todos sabemos que probablemente hayas hecho la tarea que te pedirán en un mes aproximadamente.

Hermione se muerde la lengua. No quiere contestar, porque hacerlo implica tener que explicar un montón de cosas y no tiene ganas de eso.

—Hablando de tareas —el pelirrojo toma otro panecillo—. ¿Me podrías ayudar con un ensayo de Encantamientos, Mione?

—Estoy ocupada, Ronald.

—Por favor, Mione. Solo el inicio, solías ayudarme antes.

—Antes —repite—. Tiempo pasado.

—Hermione, ¿estás bien? —Harry pregunta confundido.

—Perfectamente —miente—. Pero estoy con mucho trabajo. Lo lamento, Ron. No puedo.

—Oh... —esa respuesta lo descoloca—. No hay problema.

Agacha la cabeza y toma un tercer panecillo. Su pecho se contrae. No debería sentirse mal por no ayudar a Ron a realizar un ensayo que ya tendría que saberlo en este punto.

No.

Siguen pensando que ella es la misma Hermione de antes. No se dan cuenta que poco a poco, un pedacito de ella se va rompiendo. Hace meses que se siente vacía. Y le duele que sus amigos no se den cuenta de esto. Tal vez la culpa sea de ella por no contarles cómo se siente.

Sin embargo, ella estuvo ahí para Harry cuando suspiraba a escondidas por Ginny, estuvo ahí cuando Voldemort lo perseguía en sus sueños. Estuvo con él todos esos meses en una carpa, en una excursión suicida de horrocruxes, peleando una guerra que no le correspondía y maldiciendo a Dumbledore por la poca información que les había brindado a unos niños de diecisiete años.

Y estuvo para Ron. Fue su hombro para llorar la muerte de Fred, lo consoló cuando en las noches se despertaba murmurando su nombre. Incluso, durante el poco tiempo que fueron pareja, ella lo apoyó.

¿Y ellos? Hace meses que está así. Prácticamente Theo Nott pudo darse cuenta que estaba borracha con solo sentarse a su lado en clases. Y Malfoy. ¡Malfoy! El primer intercambio que tuvieron después de meses y notó que algo había mal con ella. La consoló cuando tuvo un ataque de pánico y limpió su sangre. ¡Sangre sucia como solía llamarla!

—¿Hermione? —La voz de Ginny la trae a la realidad.

—¿Decías?

—Vamos a Hogsmeade, ¿vienes?

Los ojos verdes de Harry la perturban. Están fijos en ella, esperando una respuesta que probablemente no le gustará. Ron también no aparta su mirada. Pero ella no siempre tiene que darles las soluciones. A veces quiere que las descubran por ellos mismos.

—Lo siento, pero no. Tengo cosas que hacer en la biblioteca.

—¡Pero, Mione!

—Dije que no, Ginny —espeta.

La pelirroja se calla. Hermione se levanta del sillón y sale de la sala común de Gryffindor. No tiene nada que hacer en la biblioteca. Pero esa respuesta es la que esperan sus amigos sin que sospechen nada. Tampoco quiere ir a su suite personal de Premio Anual. No quiere encontrarse con cierto rubio y que las cosas se vuelvan más incómodas de lo que ya están.

Y tal vez la decisión que toma no es la más sensata, pero se dirige por tercera vez, desde que empezaron las clases, a la Torre de Astronomía. Todas las veces que estuvo aquí, este año, fueron de día. Se pregunta cómo se verá por las noches. Obviamente tomó la clase de Astronomía, pero siente que será diferente después de la guerra. Sobre todo por la historia que tiene esta Torre.

El sol le calienta la piel de sus mejillas. Lleva un suéter de punto blanco y unos jeans ajustados. Se abraza a sí misma cuando la brisa fresca de otoño la golpea.

—Uno pensaría que me estás siguiendo, Granger.

—¿Por estar en las instalaciones del castillo? —inquiere sarcástica sin voltear a verlo.

—Se está convirtiendo en un hábito, ¿no crees?

Malfoy se sienta al lado de ella, los pies colgando de la Torre, donde lo único que les impide caer es la pequeña barandilla. Está fumando y le tiende el cigarrillo a la castaña, que lo toma entre sus dedos y da una calada.

—Tampoco te voy a agradecer por esto —repite las palabras que le dijo hace unas semanas.

—No estaba esperando que lo hicieras —su sonrisa es arrogante.

—¿Te puedo hacer una pregunta?

—Ya la estás haciendo.

Ella pone los ojos en blanco.

—¿Qué es lo que no te deja dormir por las noches, Granger?

—¿Por qué vienes tan seguido a este lugar?

Espera una reacción. Que la insulte, la maldiga o simplemente se vaya por donde vino. En cambio, su espalda se endereza, los ojos miel se encuentran con la plata y la comisura de su boca se levanta un poco.

—Asumo que se llama lidiar con la culpa.

Ella frunce el ceño confundida. No se esperaba esa respuesta y él lo nota.

—No lo mataste, Malfoy.

—Tal vez no directamente... pero indirectamente, no puedo decir lo mismo.

—No te puedes seguir culpando por cosas que ya sucedieron y que no puedes cambiar.

—Habla la chica que se despierta todas las noches con un ataque de pánico y sus amigos ni tienen idea.

—No estamos hablando de mí —replica—. Y además, ¿eso qué tiene que ver?

—Vamos, Granger. Me vas a decir que Potter y la comadreja no estarían detrás tuyo como dos perritos falderos si supieran lo que te está sucediendo. Son unos amigos de mierda, sinceramente. Se nota a kilómetros que no estás bien.

—Porque tú estás mejor.

El silencio se instala entre ellos. Una tregua tácita de no seguir hablando del tema. Puede sentir el brazo de Malfoy rozar el de ella. El cigarrillo desapareció hace tiempo y el cielo cambia de colores, mostrando el atardecer.

Sí. Harry y Ron no saben cómo está ella. No se dan cuenta que en los últimos meses Hermione estuvo en caída libre hasta golpearse contra el suelo. Pareciera como que todos siguen con su vida, menos ella. Harry y Ron planean seguir el entrenamiento de Aurores, una vez terminen en Hogwarts. Ginny se postulará para las pruebas profesionales de Quidditch. Incluso Neville planea ser profesor de Herbología.

¿Y ella?

Hace unos años estaba segura de lo que iba a hacer al terminar Hogwarts. Tal vez un puesto en el Ministerio, algo dónde pueda ayudar a las criaturas mágicas marginales o una asociación benéfica. Tal vez, luego de un par de años llegaría al puesto de Ministro de Magia.

¿Y ahora?

Está luchando con un puto trauma, donde su única preocupación es estar lo suficientemente borracha para dormirse sin tener que ver a una bruja loca en sus sueños. Ni siquiera puede ir con estos problemas a su mamá, porque su madre se encuentra a miles de kilómetros sin saber que ella existe y que tiene una hija.

Y Harry y Ron no se dan cuenta de esto. De que ella está mal. Que está rota, que todas sus sonrisas son falsas y que apenas está llevando al día sus asignaturas. Que su puesto de Premio Anual solo lo aceptó para no tener que darle explicaciones a ellos.

Y está enojada. Furiosa. Ella hizo todo por ellos. Y ella se está perdiendo ahora y no sabe cómo detenerlo.

Se levanta de golpe, hay lágrimas retenidas en sus ojos pero no las dejará caer. Se pasa las manos repetidamente por su cabeza, aplastando sus rizos. De repente siente calor, su brazo pica pero sabe que todo está en su cabeza. Todos sus demonios están en lo más profundo de su mente. Y está cayendo...

Malfoy se acerca a ella, lo suficientemente cerca para que sus respiraciones se mezclen. Puede notar sus ojos grises, casi plateados, la forma de su nariz un poco puntiaguda. Sus labios son mullidos y rosados, contrastando con su piel pálida. Se queda demasiado tiempo mirándolos.

—Podemos ayudarnos, ¿sabes? —susurra.

La boca roza con la suya. Retiene el aliento. Se tendría que estar maldiciendo a ella misma por permitir esto, este mínimo acercamiento. Los ojos de él viajan hasta sus labios. Y Hermione está expectante, sus latidos se aceleran pero no por el estrés.

—¿Cómo? —responde de la misma manera.

—Considéralo como una especie de trato. Cuando te sientas sobrepasada podría ser tu válvula de escape. Y viceversa.

Toma un rizo entre sus dedos. Su otra mano se acerca lentamente a la cintura de Hermione. Sus dedos enganchan una porción de piel desnuda debajo del suéter y da un apretón.

—¿Y por qué el gran príncipe de Slytherin querría tener algo que ver conmigo? —plantea.

—Nadie lo sabría —sus labios vuelven a rozarse.

—Obviamente.

—Y si te soy sincero, Granger. Quiero volver a ver tus tetas, la última vez no las pude apreciar apropiadamente.

—¿Así que todo esto lo haces por un par de tetas?

—Entre otras cosas —sonríe y ese gesto hace que una presión se instale en su centro.

—Solo sexo.

—Solo sexo —repite él.

Tal vez lo debería pensar con más detenimiento, pero está cansada y Malfoy le está brindando una salida que los puede beneficiar a ambos. Probablemente se arrepienta de esto.

—Hecho.

Apenas termina de pronunciar esa palabra, la boca de él la está devorando. Sus dedos presionan su cintura y la mano que sostenía uno de sus rizos ahora está sujetando su mejilla y acercándola más a él. Se ahoga en ella. Su lengua se adentra en su boca y la explora por completo, sacándole pequeños jadeos. El aroma a menta, manzanas y cigarrillos la envuelve.

El rubio tira de su labio inferior y cuando parece que la dejará respirar, vuelve a estrellar sus bocas. Hermione le sigue el ritmo, no queriendo quedarse atrás. Si hay algo que puede decir de Draco Malfoy es que besa como si te estuviera destruyendo y juntando los pedazos al mismo tiempo. Al separarse, ella rasga con sus dientes su boca y luego pasa su lengua por ese lugar.

No sabe en qué momento caminó lo suficiente para que su espalda chocara contra una columna, pero sin dudar el rubio la alza, haciendo que las piernas de ella queden envueltas alrededor de sus caderas. Sus centros se presionan, generando una reacción en ella y sin más, él comienza a dejar besos húmedos por toda la extensión de su cuello.

Hermione gimió al sentir la lengua del rubio recorrer toda la columna de su garganta. Chupa en un punto donde su cuello y mandíbula se encuentran, sus manos se ciernan sobre sus hombros ante esa acción y luego las guía hasta su nuca. Está segura que eso dejará una marca, pero no está lo suficientemente enfocada para protestar por eso. Sus bragas están mojadas y busca desesperadamente más fricción para calmarse.

Se siente extasiada, viva como hace rato no lo hacía. Malfoy mueve una vez más sus caderas y ambos gimen cuando sus núcleos se chocan. Su erección se presiona contra ella. La mano que tenía a un costado de su mejilla baja lentamente hasta colocarse en el cierre de su jean. El rubio lo abre en un segundo y sus largos dedos se internan rozando su ropa interior.

Abre los ojos y los enfoca en él. Su respiración es un desastre, siente los labios hinchados y sus mejillas probablemente estén rojas. Él no se queda atrás pero un aura oscura lo envuelve. Bordea el encaje de sus bragas y sus dedos se detienen en su clítoris. Presiona en este y la cabeza de Hermione cae hacia atrás, contra la columna.

—Mírame, Granger. Quiero ver cómo te deshaces mientras te hago venir con mis dedos.

Hermione levanta la cabeza y enfoca sus ojos en él. Miel contra plata. Dos de sus dedos se entierran en ella sin previo aviso y suelta un gemido que trata de contener mordiendo sus labios con fuerza.

—No lo hagas. No te contengas —sus dedos se curvan logrando mayor placer—. Quiero que grites mi nombre. Merlín, estás tan empapada, tan mojada para mí...

Sus dedos siguen haciendo maravillas en su coño, el pulgar presiona su clítoris y podría morir aquí mismo, en brazos de él, y no le importaría. Siente sus muslos mojados, sus bragas están arruinadas en este punto y se mueve tratando de conseguir mayor placer.

La boca de él se estampa con la de ella, su lengua la recorre por completo. Lame, chupa y muerde sus labios.

—Estoy... por favor... —balbucea.

—Eso es. Suplica, Granger.

Bombea dos veces más hasta que estalla. Sus ojos se giran por un segundo y solo atina a cerrar más las piernas en torno a su cintura. Grita cosas incoherentes y sus dedos de los pies se curvan dentro de sus zapatos. Los dedos de él todavía están enterrados en ella y siente un vacío cuando los retira. Los lleva en medio de ellos y con cuidado chupa la extensión de estos. Es una escena tan erótica que otra vez la tiene mojando sus bragas.

—Dulce... —murmura.

La deja en el suelo, se tambalea un poco al sentir sus piernas débiles pero él la sostiene por la cintura. Ninguno de los dos dice nada, solo se miran. Puede sentir todavía su erección presionando su muslo. Y no sabe si debería devolverle el favor, es decir, siempre esperan eso. Al menos todos los tipos con los que se acostó lo hacían.

—¿Quieres... —desvía su vista hacia abajo.

Malfoy suelta una carcajada ronca. Antes le parecía la cosa más petulante del mundo pero ahora ese sonido solo hace excitarla.

—Fui tu válvula de escape, te sientes mejor, ¿no?

Ella asiente.

—Nos vamos a divertir mucho —se aleja en dirección a la escalera caracol—. Arreglaré esto en la ducha. Dejaré la puerta abierta, por si quieres mirar.

El rojo se instala en sus mejillas, él le guiña un ojo y se retira. Sí. Probablemente se arrepienta de este trato, pero no puede negar que lo va a disfrutar mientras dure.

✦✦✦

El fin de semana pasa en un pestañeo. Luego de ese encuentro en la Torre de Astronomía, Hermione no volvió a ver a Malfoy hasta el lunes en el Gran Salón a la hora del desayuno.

Estaba hablando con Theo, pero cada pocos minutos sus ojos se desvían a la mesa de Gryffindor. Era solo un encuentro de miradas, algo fugaz. Sin que nadie se diera cuenta. Podría estar mirando cualquier cosa, pero su atención estaba puesta en ella.

—¿Disfrutaste tu sesión de estudio en la biblioteca, Mione? —interroga Harry.

—¿Qué?

—Casi no te vimos el fin de semana, ¿muy ocupada?

—Oh.. sí —aparta su vista del rubio que regala una sonrisa ladeada cuando nota la falta de atención de la castaña.

—Este jueves Gryffindor juega contra Ravenclaw —Ginny anuncia—. ¿Vendrás, cierto?

Se muerde la lengua antes de responder. Solo asiente y al parecer, la pelirroja se encuentra conforme con eso. La conversación sigue, esta vez de tácticas de Quidditch para el partido. Ron aporta algunos comentarios con la boca llena, a lo que su hermana lo reprende.

Sus ojos vuelven a la mesa de Slytherin. El lugar está vacío entre Nott y Zabini, en cambio el rubio se encuentra a lado de una de las hermanas Greengrass. La rubia le está susurrando algo en el oído, su expresión es seria. Casi aburrida. Pero un malestar se asienta en su pecho.

Nunca dijeron que serían exclusivos, pero Hermione dió por sentado que así sería. Tal vez es lo mejor, puede estar con todas las personas que quiera sin compromiso. Debería estar feliz por eso. En cambio, una espina se clava en su costado.

Ese hurón maldito. Obviamente haría lo que fuera para acostarse con ella. Probablemente sea una estúpida cuenta pendiente "follarse a la sangre sucia" o tal vez sea mandato del Ministerio al relacionarse con nacidos de muggles.

Idiota.

Pero no le importa. Ella se lo va a follar y luego lo va a desechar. Solo para sacarse las malditas ganas que le tiene durante todos estos años.

El cabello rubio cae como una cascada por su espalda, su piel es perfecta, sin ninguna imperfección. Delgada, ojos azules, nariz recta y cintura estrecha. Ah, y sangre pura. Y probablemente su bóveda de Gringotts desborde de oro.

Pero Hermione no se está comparando. No. No le importa. Solo quiere lo que tiene entre las piernas y tal vez un poco su boca para satisfacerse y luego podrá seguir. Como si nada hubiera pasado. Nadie nunca se enterará de este sucio secreto, ni siquiera tiene que preocuparse por sus amigos ya que tampoco se dan cuenta de que algo está mal con ella desde hace meses.

La Slytherin besa la mejilla de Malfoy. Entierra con fuerza las uñas en sus palmas. Sus ojos no la buscan en lo que queda del desayuno. Y le molesta. Y se odia porque le moleste.

Se levanta apresurada de su asiento. Harry y Ron le dan una mirada que ella ignora. Se encamina en dirección a la suite para recoger sus libros e ir a Pociones. Sin embargo, a la salida del Gran Salón choca con alguien.

—Hermione Granger...

Maldice internamente.

—Buenos días, Cormac.

—No te veo tan seguido en la Sala Común —da un paso hacia ella.

—Deberes de Premio Anual. Estoy muy ocupada.

—Deberíamos ponernos al día, ¿no crees? —sus ojos la recorren por completo lo que la hace sentir incómoda—. Una cerveza de mantequilla, tal vez.

—Me encantaría —miente—. Pero en serio estoy ocupada.

—Estoy seguro que la chica dorada puede hacer algo de tiempo.

—Cormac...

—¿Este sábado te parece bien? —la ignora.

Está demasiado cerca de ella, su aliento choca contra su mejilla y él no se da cuenta que a medida que da un paso hacia delante, ella retrocede.

—Yo no...

—Perfecto. Nos vemos, Granger.

Pone los ojos en blanco cuando él entra en el Gran Salón. Maldice la hora en que le prestó un poco de atención en sexto año para darle celos a Ron. Además, ni siquiera funcionó. El pelirrojo estaba demasiado concentrado en meter su lengua en la garganta de Lavender.

—¿La leona salió a cazar?

—No estoy para juegos, Malfoy —bufa.

—Oh, pero acaba de comenzar, Granger.

Y esas palabras la hacen estremecer tanto como la excitan.



✦✦✦

Holaa, ¿cómo están? 

Hasta acá llega el capítulo de hoy, ¿Qué piensan de la propuesta de Draco? ¿Traerá problemas? 

Se vienen unos capítulos!!! Ya quiero subirlos jajaj 

Espero que les esté gustando, como siempre, me pueden apoyar dejando un comentario y un voto. 

Nos leemos la semana que viene :)

~Luly

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