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Capítulo 29: Narcissa Malfoy

Narcissa Malfoy siempre la intimidó.

Si bien tuvo más acercamientos con Lucius Malfoy, la madre de Draco siempre se presentó tan sofisticada y dispuesta a hacer cualquier cosa por su hijo que tendría que darle el crédito por ello.

Era al mismo tiempo peligrosa como protectora.

Así que el hecho de tener que reunirse con ella, en la Mansión Malfoy, a discutir su "no relación" con su hijo... iba a explotar ahí mismo. Estaba considerando maldecirse a sí misma con tal de no aceptar esa invitación.

Y Narcissa Malfoy no aceptaba un no por respuesta.

Así que estaba doblemente jodida.

No solo sus amigos la odiaban, sino que también ella podría odiarla, si es que no lo hacía. Es decir, a sus ojos era una sangre sucia. Ella defendía los ideales de la pureza de sangre, y ahora se acostaba con su hijo. O lo que sea que haya escuchado de los rumores.

La odiaba. Estaba segura de eso.

Y tendría que sentarse con ella, tomar té, discutir su especie de relación con Draco... todo eso en la Mansión.

En. La. Puta. Mansión.

No podía soportarlo. No quería soportarlo.

Ese lugar todavía le daba pesadillas. Todavía podía sentir la daga rasgar su piel, podía escuchar los gritos de dolor, las risas de Bellatrix, el olor a sangre.

La torturaron allí. Y Narcissa lo sabía. ¿Y, aún así, quería que volviera? Era salvaje. O, su primera opción, la odiaba, y todo eso no le importaba.

Probablemente le hablaría de que Draco está destinado a un matrimonio con una hermosa sangre pura y que tendrían bebés rubios corriendo por los jardines de la Mansión, y todos serían Slytherins. Ella solo era un pasatiempo. Y, seguro le diría que quiere sus uñas fuera de su hijo, lo antes posible.

¿Era obvio, no?

No podía competir con todas esas brujas. Eran más lindas, más educadas, elegantes y perfectas para cambiar su apellido a Malfoy.

Estaba decidido. Le iba a decir que no. Que lo sentía... No, no lo sentía en realidad. No debería disculparse.

No quería ir. No iba a ir. Era una mala idea.

¿Cierto?

Apretó la carta en su mano, salió de su habitación y atravesó la Sala Común hasta la salida, y de ahí, directo nuevamente a las Mazmorras. No sabe cuántas veces hizo este camino, pero necesitaba respuestas.

Se adentró a la Sala Común de Slytherin, Draco no se veía por ningún lado, así que subió las escaleras en dirección a su habitación y efectivamente estaba allí.

Con una toalla alrededor de su cadera.

Desnudo.

Y con el pelo mojado, y varias gotas cayendo por su pecho.

Pero no era el momento de esto. No. Tenía que concentrarse.

—Eso fue rápido. ¿Me extrañabas? —se burla.

Hermione no responde. En su lugar, se muerde el labio nerviosa y juega con la carta en sus manos.

—¿Qué sucedió?

—Tu madre.

De acuerdo, tal vez no debería haberlo dicho así. El rubio la mira confundido, sus pupilas se dilatan por un segundo y vuelven al estado normal. Hermione extiende su mano y le entrega la carta. Draco la lee, levanta su cabeza para enfocarla, y rápidamente vuelve la vista a la carta.

—No vas a ir —murmura—. No irás a ese lugar. No sé lo que pretende con hacerte una invitación cómo está, pero no volverás allí.

—Draco...

—¡No! —grita—. No sé a qué está jugando, pero no voy a caer. No puede hacer esto.

—¿Quién? —interroga confundida—. ¿Tu madre?

—¡Mi padre! —espeta—. Sigue haciendo lo qué quiere. Sigue arruinando mi vida. No dejaré que arruine esto, es lo único bueno que tengo, lo único que vale la pena —divaga—. No puede arrebatármelo.

—Draco... —se acerca a él—. Tu padre ya no tiene ese poder sobre ti. Tú decides sobre tu vida. Nadie más.

Da un paso más, hasta que sus alientos se mezclan.

—No dejes que siga interviniendo en tus decisiones, que te siga afectando. Ya no estamos en guerra. Terminó, todo terminó.

Lo abraza. Inmediatamente los brazos de él la envuelven. Se quedan así varios minutos, su cuerpo está caliente de la ducha y varias gotitas de agua se quedan en la piel de Hermione. Luego se separan, Draco pasa una mano por su pelo desesperado y se deja caer en la cama.

Hermione toma asiento a su lado, inspecciona su rostro antes de hablar.

—¿Por qué quiere verme? —murmura—. Estoy segura que me odia.

—Lo dudo —suelta un suspiro—. No tienes que ir si no quieres. Sé lo que ese lugar... significa.

La castaña hace una mueca.

—Deberá ser importante si me invitó a tomar el té con ella, ¿cierto?

—No te estreses con esto.

Lo menciona como si él no estuviera a punto de una crisis hace unos minutos.

—Le diré que no irás y que deje de meterse en mi vida. Tendría que haber hablado conmigo antes.

—Es tu madre, Draco. Es obvio que está preocupada por ti —se cruza de brazos.

Nunca creyó que diría esto.

—Puedo hacerlo.

—Admiro tu valentía estúpida de Gryffindor —pone los ojos en blanco—. Pero, no tienes que demostrar nada, Granger.

—No lo hago por ella... lo hago por mí.

Hermione gira hacia él, aparta unos mechones que se pegan a su frente y acaricia su mejilla.

—Algún día tendré que afrontar mis miedos —se encoge de hombros.

—No es necesario... ya te dije, no tienes que demostrarle nada a nadie. Especialmente a mi familia.

—Ya estoy decidida.

—Bruja terca.

—Sólo espero que estés conmigo.

—Lo estaré. No pensaba en dejarte ir sola.

Y así, Hermione había aceptado una reunión con Narcissa Malfoy. Esperaba que todo saliera bien. Por su propia estabilidad mental y la de Draco. ¿Quería agradarle a la madre de Draco? Cree que sólo se conforma con el hecho de que no la insulte.

✦✦✦

Esto era una mala idea.

Estaba en el medio de su habitación, vestida con ropa medianamente elegante para tomar el té con Narcissa Malfoy. Draco ya la estaba esperando, pero Hermione no se animaba a salir en su encuentro.

¿Qué sucedería? ¿La miraría con asco? ¿La insultaría? ¿Sería indiferente? ¿O simplemente la atacaría por su relación con su hijo?

Tenía que ser valiente. Demostrar que era una Gryffindor.

—¿Vas a alguna parte?

La voz de Ginny la sorprendió. Desde ese día que no hablaba con ella, o cuando lo intentaba Hermione desaparecía, ya que no quería tener que lidiar con su amiga, si es que todavía ella la consideraba así.

—Es un bonito vestido —continúa—. ¿Vas a salir con... Malfoy?

Hermione no responde.

Ginny sabía lo que Draco significa para ella, y aún así decidió tomar el lado de Ron y de Harry. La molestaba. Sí. Pero también la entristecía.

—Mione, por favor... lo siento. Yo.. entré en pánico, no sabía qué hacer —balbucea—. No puedo creer que Ron haya dicho todas esas cosas, es el enojo hablando, no él.

—Estoy bastante segura de que dijo lo que creía. No se arrepiente. Le rompí el corazón —murmura—. Una vez más.

—Pero eso no le daba el derecho de decir todo eso. Debí...

—Sí. Pero no lo hiciste.

Tal vez estaba siendo demasiado dura con ella. En un principio Ginny la apoyó. Pero no podía responder de otra forma y definitivamente este no era el mejor momento para tener esta conversación. No quería llegar tarde.

—Tengo que irme.

Toma su abrigo y guarda su varita para salir de la habitación. No hay rastro de Harry o Ron en la Sala Común, lo que logra calmar un poco sus nervios, pero estos vuelven cuando se encuentra con Draco, quien ya la estaba esperando.

—¿Todo en orden?

Su mandíbula se tensa, y su humor cambia abruptamente. Sus ojos grises quedan enfocados en una figura detrás de Hermione. La castaña gira la cabeza y visualiza a Ginny, parada en medio de la Sala Común, sin apartar la vista de ellos.

—Ignórala —afirma—. Solo me preguntó si salía.

—Pensé que no se hablaban.

—No lo hacemos —suspira—. Sólo... déjalo estar, Draco.

—¿Te dijo algo?

Hermione toma su brazo y tira de él para que comience a caminar y así alejarse de la pelirroja.

—No. Estoy bien, en serio.

—Granger...

—Estoy bien —repite.

El rubio bufa exasperado y cuando llegan a las escaleras, en vez de bajar, como creyó Hermione que harían, Draco empieza a subir.

—¿A dónde vamos? —interroga confundida—. No nos podemos aparecer dentro del castillo.

—No nos vamos a aparecer.

—¿Entonces?

—¿Tienes qué saber siempre todo? —cuestiona sarcástico.

—Vamos a llegar tarde, y no quiero dar una mala impresión a tu madre.

—Nunca podrías dar una mala impresión, Granger —pone los ojos en blanco.

Continúan subiendo las escaleras, Draco la guía a través de algunos pasillos hasta que llegan frente a una estatua muy conocida.

—¿Qué hacemos en la Oficina del Director? ¿Tienes que hablar con McGonagall?

—Merlín, no.

El rubio murmura la contraseña y Hermione oculta su asombro de que él tenga conocimiento de esto. Cuando llegan, los retratos de Dumbledore y Snape los siguen de cerca, pero Draco los ignora. No hay rastro de la profesora McGonagall.

El Slytherin se posiciona frente a la chimenea. Y algo hace click en el cerebro de la castaña.

—Sabes que tienes que tener autorización para usar polvos flú, ¿cierto?

—Estoy al tanto, sí.

Hermione espera que se explaye un poco más con esa explicación, a lo que Draco bufa.

—Sé que no te gusta aparecerte, y estamos yendo a la Mansión. No quiero agregar más estrés a esa cabeza tuya —comenta—. Le pedí a McGonagall si podía usar los polvos flú de su oficina, conectó la chimenea con la que se encuentra en la Mansión.

—Oh.

Está... impresionada. Sí, le dijo que no le gustaba aparecerse, pero nunca pensó que se acordara de eso y que haría algo al respecto.

—Dejé a Hermione Granger sin palabras —se burla—. Eso no se ve todos los días.

Ella lo empuja, a lo que el rubio suelta una carcajada. Luego toma un poco de polvos flú que se encuentran al lado de la chimenea.

—Iré primero.

—De acuerdo.

—Sabes que podemos irnos cuando quieras, ¿cierto? —afirma—. Incluso si no quieres ir ahora, le mandaré una carta a mi madre.

—No es... necesario. Estoy lista. Puedo hacerlo.

—Bien —su ceño se frunce—. ¡Mansión Malfoy!

Y luego desaparece en llamas verdes.

Puede hacerlo.

Puede hacerlo.

Puede...

Suelta un suspiro nervioso. Hermione se acerca a los polvos flú, se posiciona en la chimenea. Su vista se enfoca en los ojos curiosos de Dumbledore y la expresión aburrida de Snape, pero antes de que puedan decir algo, ella ya se encuentra desapareciendo en llamas.

Es mejor que la aparición. Al menos no se siente mareada o tiene náuseas. Sin embargo, todavía mantiene los ojos cerrados, como si eso fuera a protegerla de algo. El ambiente se siente frío, pero un aroma a flores invade el lugar.

—¿Granger? —su voz suena preocupada.

Hermione abre los ojos de a poco. Enfoca la vista. No sabe lo que se iba a encontrar, pero no creía que fuera esto.

Se ve más iluminado desde la primera y última vez que estuvo en la Mansión. Recuerda la oscuridad, la sensación de magia oscura, el miedo que la invadía.

También recuerda los gritos...

Gritos de tortura. Su piel sangrando. Sangre sucia... sangre sucia.

—Hermione —toma sus mejillas—. Estás a salvo. No es la misma habitación, estamos lejos de ese lugar. Mi madre estuvo haciendo remodelaciones, no es nada como antes. Nada ni nadie te hará daño, no lo permitiré.

Una lágrima solitaria cae por su mejilla, Draco la limpia con su pulgar y deja un corto beso en sus labios, apenas un roce.

Inhala profundamente.

—Ya estoy bien —susurra.

—Podemos irnos...

—Oh, que bien. Ya llegaron.

Esa voz hace que Hermione de un paso hacia atrás, y sus mejillas tomen rubor. Definitivamente no quería encontrarse con Narcisa Malfoy de esta manera. Llorando, a punto de un ataque de pánico y con Draco consolándola.

Presta atención hacia la mujer que tiene delante. Su vestimenta es elegante, su túnica cae con gracia y sus joyas brillan, incluso de lejos. Tiene el pelo semi recogido, pero a pesar de cómo se ve, se nota que está cansada. Abatida por la guerra.

—Señorita Granger —se acerca a la castaña—. Creo que nunca tuvimos la oportunidad de presentarnos.

Bueno... por siete años su familia la despreció, y la última vez que se vieron estaba siendo torturada en su sala. Pero Hermione no dice eso.

—No... Es un placer, señora Malfoy.

—Oh, por favor, querida. Llámame Narcissa. No es necesaria tanta formalidad.

—De acuerdo, Narcissa —sonríe—. Puede llamarme Hermione, entonces.

—Draco, cariño —voltea hacia su hijo—. ¿No tienes algo qué hacer?

—En realidad, me gustaría tomar una taza de té también.

—No estás invitado, Draco —afirma su madre—. La invitación es para Hermione.

—¡Pero, madre...

—Draco, compórtate —voltea a la castaña—. Por favor, acompáñame, Hermione.

El rubio tiene la intención de seguirlas, pero Hermione le sonríe para tranquilizarlo. Estará bien. El Slytherin pone los ojos en blanco y dobla en un pasillo. Ella sigue a Narcissa a través de la sala, abre una gran puerta y una habitación bastante iluminada, con una mesa al lado de un gran ventanal y llena de flores la recibe. Puede notar varias estanterías alrededor, sus manos pican por tocar esos libros y saber lo que ocultan esas páginas. Pero no es el momento.

Narcissa toma asiento y Hermione la sigue, al momento que toca la silla, una elfina se aparece con un chasquido. Lleva un bonito vestido azul con unos zapatos haciendo juego. Coloca las galletas y pastelería fina sobre la mesa, y le sirve tanto a Narcissa como a Hermione una taza de té. La castaña está a punto de protestar que esa tarea puede realizarla ella sola cuando la elfina se desaparece.

—Nori es un poco tímida —aclara.

—He notado... la ropa de Nori.

—Oh, sí. Draco me comentó algo acerca de tu preocupación por los elfos domésticos. Todos los elfos de la Mansión están perfectamente atendidos, tienen un salario y vacaciones, aunque nunca quieren tomarlas. Están por decisión propia, algunos de ellos están desde que Draco era pequeño, no conocen otro lugar.

—Eso es muy amable de su parte.

Narcissa sonríe, toma su taza de té y le da un sorbo. Hermione la imita y procura no hacer ningún ruido que la avergüence mientras bebe.

Toda la situación es extraña e incómoda.

—Cuéntame, Hermione, ¿cómo está siendo tu estadía en Hogwarts?

Hermione nunca creyó que de todas las preguntas que podía hacerle, esa fuera la primera.

—Bien, estaba emocionada de volver.

Tal vez no debería mentir.

—¿Y tus clases?

—Educativas... Narcissa, ¿por qué estoy aquí?

¿Estaba siendo irrespetuosa? Probablemente, pero su ansiedad estaba aumentando y necesitaba saber.

—Como lo mencioné en mi carta, he escuchado algunos rumores...

Estaba arruinada.

Otra vez.

La señora Malfoy debió notar la palidez en el rostro de la castaña y sus manos temblorosas, que tanto intentaba ocultar, porque sonrió de forma amable y continúo con su relato.

—No te asustes, querida. Solo estoy interesada en conocer finalmente a la chica que llegó al corazón de mi hijo... sinceramente, no me sorprende que seas tú.

—Yo... ¿Qué?

Ahora sí estaba completamente confundida.

—Tal vez no debería decir esto —le da otro sorbo al té—. Hubo una época que Draco no podía parar de hablar sobre ti.

—Bueno, siempre nos odiamos —suelta una risa nerviosa.

—Oh, no es por esa razón, querida —agrega—. Al principio sí, eran comentarios de cuánto te... odiaba o molestaba. Pero un día, llegó de Hogwarts y lo primero que dijo fue "me golpeó".

Ay, no. El rubor sube a sus mejillas y la vergüenza se instala en su pecho.

—Pasó una semana hablando de eso y al año siguiente, me llegó una carta pidiendo un traje de gala y una pequeña nota diciendo que no parecías la chica del año pasado.

Sus ojos se ven brillosos, como si estuviera recordando algo, una sonrisa se asoma por su rostro, deja la taza de té en la mesa y junta sus manos sobre su regazo.

—Luego del Baile de Navidad, estaba... encantado, hechizado. Incluso mencionó que le hubiera gustado bailar contigo esa noche. .

—Disculpe que la interrumpa, pero... ¿me está queriendo decir que Draco me veía?

—Por supuesto, querida —afirma—. Pero todo fue más complicado luego de ese año...

—Sí, lo fue.

Voldemort había vuelto, los Mortífagos se alzaron, Lucius Malfoy incluido. Hubo muertes, personas que no creían en Harry, enfrentamientos. Y luego, Draco se internó en esa oscuridad del sexto año. Ni siquiera tenía la fuerza para insultarla, aunque ahora que se da cuenta, hace bastante tiempo que no le decía nada.

—La razón por la que te cité, Hermione, es para disculparme —comenta—. Mi familia te hizo cosas terribles —su vista se desvió por un segundo a su brazo—. Y se que no es una excusa, pero todos teníamos miedo. Yo tenía miedo por la vida de mi hijo. Lo siento profundamente.

—Todos hacemos cosas por sobrevivir, Narcissa.

—Estoy de acuerdo con eso, pero a veces esas cosas, como dices, se vuelven extremas, peligrosas o moralmente cuestionables.

—No culpo ni a Draco ni a usted por lo que me sucedió. Su hermana...

—No es necesario mencionarla —cierra los ojos y los vuelve a abrir—. Escuché los rumores de su relación, pero también escuché otros rumores, me temo. Quiero decirte que tienes mi total apoyo, ambos. Solo quiero que mi hijo sea feliz.

—Ambas queremos eso.

—Entonces nos llevaremos bien.

Conversan un poco más y cuando el sol empieza a caer, Narcissa propone que puede quedarse a dormir. Hermione duda, pero finalmente acepta cuando ve el anhelo en sus ojos. Vuelven al salón principal, donde encuentran a Draco sentado en el sofá, con expresión aburrida y practicando encantamientos con su varita.

—¿Esperaste todo este tiempo aquí? —se burla la castaña apenas lo ve.

—Claro que no —bufa—. ¿Por qué tardaron tanto?

—Draco, cariño —comenta su madre—. Se bueno y muéstrale su habitación a Hermione.

El rubio la ve confundido, a lo que Narcissa aclara que le propuso a Hermione pasar la noche ya que era tarde para volver a Hogwarts.

—Tu padre...

—No quiero verlo.

Y así, toma el brazo de Hermione y la guía hasta una escalera. Draco no dice nada en el camino y cuando se detienen frente a una puerta, el rubio la abre y hace ingresar a la Gryffindor.

Lo primero que nota es una cama con dosel, sábanas verdes y muchas almohadas. Del lado derecho, un ventanal con cortinas de alza. Continúa analizando hasta hallar una pequeña estantería con varios libros, un escritorio y algunas decoraciones de Quidditch.

—Creo que cuando tu madre dijo que muestres una habitación, no se refería a la tuya.

—Lástima —se encoge de hombros—. Porque está es la única habitación que quiero mostrarte. Y la única habitación en donde dormirás.

Hermione camina hasta acercarse a la estantería. Los libros varían entre Quidditch, Pociones, medicina y novelas muggles.

—¿De qué hablaron tanto tiempo?

—No pensé que eras así de entrometido.

—Granger...

—¿Así que te gustaba? —bromea.

Hermione da media vuelta cuando no obtiene una respuesta. La puerta de la habitación está cerrada y Draco se encuentra a pocos pasos de ella. Sus ojos están en una batalla constante, pero parece que el gris gana. Puede notar como traga saliva, pasa una mano por su cabeza y suspira.

—No diría gustar...

—Claro —pone los ojos en blanco.

—Me sorprendiste, eso es todo —murmura—. Un día te estaba insultando, al otro recibía un puñetazo, un día me vencías en todas las asignaturas, eras la primera de la clase y no podía entender cómo lo hacías. No conocías la magia antes y eras perfecta en todo.

—Yo...

—Y al otro día —continúa—. Estabas con ese vestido de la mano de Krum —suelta un bufido—. Todos los chicos de mi año querían bailar contigo, aunque eras una Gryffindor y mejor amiga de Harry Potter. Era estúpido.

Ella se acerca inconscientemente. Hermione está nerviosa, pero de una manera completamente diferente.

—Puede ser que me gustabas —aclara—. Pero sabemos lo que luego pasó, en lo que me convertí.

—Draco...

Se aparta.

—Iré a ver que hay para la cena, podemos comer aquí si quieres.

Luego de eso, sale por la puerta. Hermione ahogó un grito en sus manos de exasperación. En el momento que cree que finalmente hablarán de sentimientos, Draco se echa para atrás. Tal vez deba ser ella la que dé el primer paso, pero no quiere que él se aleje.

¿Por qué todo siempre tenía que ser tan complicado?

Sumando a esto, tenía que dormir en la Mansión Malfoy. ¿Qué otra cosa podía salir mal?

No quería saberlo. 



✦✦✦

Holaa, ¿cómo están?

Hasta acá llega el capítulo de hoy. 

Narcissa nos reveló algunas cosas sobre Draco, ¿qué piensan de eso? Al parecer el Príncipe de Slytherin le gustaba la chica dorada desde hace tiempo :) 

Espero que estén disfrutando la historia, no se olviden de votar y dejar un comentario. Nos quedan pocos capítulos para terminar este fanfic. 

Muchas gracias por los 8K de lecturas 

Nos leemos la semana que viene. 

~Luly

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