Capítulo 28: Carta
Un día se convirtió en una semana, el tiempo pasaba, pero Hermione se sentía de la misma manera.
Culpable.
Herida.
Enojada.
Triste.
Era todo un combo, mezclado en su mente y a punto de estallar en cualquier momento. Quién diría que la razón por la que no lo hacía era cierto Slytherin rubio.
Si antes era posesivo, ahora lo era aún más. Desde el momento en que todo Hogwarts se enteró de su extraña especie de relación, no ha dejado de merodear alrededor de ella. La tocaba cada vez que podía, la besaba cuando los estudiantes se la quedaban mirando, incluso les gritaba cuando escuchaba murmullos acerca de ellos.
Esta era, creía Hermione, su manera de demostrarle que se preocupaba por ella, que le importaba.
Estaba bien. Sabía que no era bueno con las palabras, al menos no para este tipo de cosas. Y lo más importante, no se había echado hacía atrás. No había huido.
Y ahora mismo, estar en la Sala Común de Slytherin, sentada en el regazo del rubio sobre un sofá verde esmeralda y con el Lago Negro como vista, era lo normal de su día a día. Incluida Pansy y Blaise, que estaban frente a ellos, y Theo, quién estaba leyendo en un sofá individual a un lado.
Si esto hubiese pasado hace un par de meses, no lo hubiera creído. Porque no tenía sentido. No había ninguna razón para que esto sucediera. Y, sin embargo, aquí estaba. Con los brazos de Draco rodeando su cintura, y con su boca repartiendo besos a lo largo de su cuello en plena Sala Común.
—Puedo oler el humo que sale de tu cabeza, Granger... —murmura contra su piel.
Levanta su cabeza y enfoca sus ojos. Sus dedos apartan un rizo que cae por su frente y lo coloca detrás de su oreja. Roza la curva de su mandíbula y engancha su mano en esta.
—Habla —ordena.
—No es nada —pone los ojos en blanco
—Ni una mierda —espeta.
—Estoy bien, Draco.
—No te creo.
El rubio la acomoda en su regazo, dejando sus piernas colgar hacia un lado y girando su cabeza hacia su rostro. La estudia por completo, esperando alguna reacción, una mueca, algo. Sin embargo, Hermione no quiere preocuparlo de más con el hecho de que sus amigos desde los once años no le hablan. Su familia. No quiere que se sienta culpable.
—Sólo tengo varios ensayos que entregar esta semana, estoy abrumada.
—Hermione, si tu estás abrumada por eso que nos espera al resto de nosotros —interviene Theo.
—¿No estabas leyendo, Nott? —bufa el rubio.
—Su conversación parece más interesante —cierra el libro—. Además, llegué a la parte dónde la pareja es feliz y se aman, y me dieron ganas de vomitar.
—¿Celoso?
—Vete a la mierda.
—Sólo digo que Lovegood dejó al inútil de Longbottom y te veo aquí sentado leyendo un puto libro de romance —aclara.
—Somos amigos.
—Pero no quieres ser solo su amigo —murmura la castaña.
—la sabelotodo tiene razón... —agrega Pansy—. Todavía me sigo replanteando tu gusto en las personas y tengo pesadillas al imaginarme a ti con lunática, pero deberías hacer algo. Ahora.
—¿Ves? —levanta los brazos dramáticamente—. Todos pensamos lo mismo. Déjate de compadecerte e invítala a salir, o lo que sea que hagan ustedes.
—Eres el menos indicado para darme un consejo de esos, Draco.
La mirada que le regala el rubio es intimidante, pero Theo solo se dedica a sonreír de forma arrogante y desvía su vista hacia Hermione.
—¿Luna te habla de mí?
—Tiene que ser una broma... —susurra entre dientes el rubio.
Hermione lo golpea en el abdomen y luego voltea sonriendo a Theo.
—Sí, hablamos...
—Granger, no te hagas la misteriosa y suelta lo que tienes que decir para que cada uno pueda volver a su vida —espeta Pansy.
—No sé si debería decir esto, pero... ella sabe que te gusta.
—Oh...¿y ella?
—No lo sé —hace una mueca—. Lo siento, Theo.
Draco pellizca el muslo de Hermione y esta vuelve a empujarlo como respuesta.
—Pero... Podría hacerlo, siempre habla bien de ti y Luna suele guiarse por lo que siente. Terminó con Neville hace poco, tal vez se esté dando un tiempo antes de volver a salir con alguien, y...
Hermione cierra la boca de golpe. Luna le había dicho que Theo tenía la tendencia a rebajarse a sí mismo, como si no creyera que se merecía salir con ella, y cuando le preguntó si Draco hacía lo mismo, ella creía que sí.
Pero no sabe si debería decir eso.
—¿Hermione?
—Sólo eso —aclara—. Pero podría hablar con ella.
—Te lo agradecería infinitamente si lo haces.
—De acuerdo —suelta una carcajada.
Theo se levanta del sofá, toma el libro en una mano y envuelve sus dedos alrededor de la muñeca de Hermione.
—Oh, ¿Ahora?
La levanta sin dificultad, dejando a un Draco irritado y a punto de maldecirlo en medio de la Sala Común.
—Te la devuelvo en una hora... más o menos.
—¡Theodore!
El castaño empuja a Hermione a través de la sala y salen hacia el exterior de las Mazmorras. La Gryffindor no pudo parar de reír cuando escuchó a Draco seguir insultando a su amigo.
Empiezan a subir las escaleras.
—¿Tienes idea de a dónde estamos yendo?
—A hablar con Luna.
—Esa parte ya la entendí, Theo —pone los ojos en blanco—. Quiero decir, ¿sabes dónde está?
—Bueno, no. Tenía la esperanza de que tú supieras —se detiene un momento en la escalera—. ¿Tal vez en su Sala Común?
—¿Sabes dónde se encuentra la Sala Común de Ravenclaw?
—Sé dónde se encuentran todas las Salas Comunes —agrega divertido.
—Por supuesto.
Continúan con su camino, esta vez en dirección a la Torre de Ravenclaw. Luna ha sido un gran apoyo en estos días, al igual que Theo. Y si puede hacer esto por ellos, quiere ayudar.
Se posicionan frente a la gran estatua de un Águila, la cual extiende sus alas.
—Si me tienes, quieres compartirme. Si me compartes, no me tienes. ¿Qué soy?
—No podían tener una contraseña común como todos —protesta el Slytherin.
—Estoy segura de que sabes la respuesta.
—Te estoy dejando el honor a ti —se inclina ante ella—. Hace años había un rumor que podrías haber quedado en Ravenclaw, quiero saber si eso es verdad.
—Idiota —gira hasta quedar frente a la estatua—. Un secreto, la respuesta es un secreto.
—Efectivamente —guarda sus alas—. Adelante.
—Te espero aquí... —mueve nervioso las manos—. Mejor, te espero en la Sala Común de Slytherin.
Y tan rápido como la sacó de ese lugar se fue nuevamente hacia allí. Hermione suspiró, dio un paso y se adentró a la Sala Común de Ravenclaw.
Los colores bronce y azul la recibieron, junto a bibliotecas, ventanales con vista a las afueras del castillo y un par de estudiantes sentados en los sillones de alrededor. Entre ellos su amiga.
—Oh, Hermione... que agradable sorpresa —comenta risueña.
—Hola, Luna.
—Serías una Ravenclaw maravillosa, sin dudar.
—Gracias... —su ruboriza.
—¿Quieres sentarte?
La rubia señala el espacio vacío que hay junto a ella y Hermione toma asiento en el sofá. Luna acomoda su túnica, y la mira con expectación.
—Quería decirte gracias —comienza—. Estos días han sido un infierno, pero saber que no todos mis amigos me odian me da un poco de esperanza.
—Nunca podría odiarte. Y tampoco le encuentro el sentido para hacerlo —agrega—. Siempre lo he dicho, hacen una bonita pareja.
—Sí...
—Y eres mi amiga, Hermione. Tal vez no sea Harry, Ron o Ginny, pero puedes hablar conmigo.
—Lo sé, y tú también puedes hablar conmigo... —se muerde el labio nerviosa—. Cómo por ejemplo, tu amistad con Theo. ¿Qué sucedió después de nuestra salida a Hogsmeade? Con todo lo que sucedió, no pude preguntarte.
—Oh, estuvo bien. Fue una salida divertida, a pesar de cómo terminó.
—Lo siento —hace una mueca.
—No fue tu culpa, Hermione.
—Igualmente, siento que arruiné la salida.
—No lo hiciste —asegura—. Theo se ofreció nuevamente a buscar nargles conmigo —comenta con una sonrisa.
—¿Sabes por qué lo hace, cierto?
—Oh, sí. Bastante. Pero me gusta pasar tiempo con él.
—Eso quiere decir que... ¿te gusta Theo?
—No me gusta etiquetar lo que siento... sólo lo hago —se encoge de hombros—. Me gusta estar alrededor de él y pasar tiempo juntos, si eso significa que me gusta, pues entonces sí. Me gusta.
Hermione estaba sorprendida de cómo la actitud de la rubia y su respuesta a las emociones era tan diferente a lo que creía. Ella solo sentía, no importaba nada más. Luna le había dicho que no elegimos de quién nos enamoramos.
—En ese caso, creo que tú y Theo hacen una bonita pareja también.
Luna suelta una risa.
—Tienes suerte —comenta Hermione—. Theo es un poco más expresivo con sus sentimientos. Draco es... una piedra. Me demuestra que se preocupa por mí con sus acciones pero no lo sé. Hace tan solo una semana me llamó por mi nombre y no lo ha vuelto a hacer desde entonces.
—Creo que tienes que hablar con él acerca de cómo te sientes.
—Es difícil hablar con él cuando no quiere.
—Sigue intentando.
Hermione se mantiene en silencio por unos segundos, procesando las palabras de su amiga. Se acercaría a Draco y le diría cómo se sentía... ¿y luego? ¿Qué la esperaría? La humillación del silencio y el rechazo, o la esperanza de que él se sintiera igual y pudiera expresarlo.
—Tengo que enviarle una carta a mi padre —anuncia—. Pero, ¿podrías decirle a Theo que me vea en el Lago Negro?
—Sería un placer —sonríe.
Ambas se acercan hacia la salida de la Sala Común de Ravenclaw. Hermione echa un último vistazo al lugar. La estatua de Rowena, los libros, los telescopios, los colores azul y bronce.
Cree que en este punto, cualquier Sala Común es más acogedora que Gryffindor. Sí, recibió un par de miradas cuando ingresó, pero nada se compara cuando tiene que volver a su habitación por sus cosas o libros. Los murmullos son ensordecedores.
Además de la primera plana en El Profeta acerca de "la chica dorada fraternizando con el Mortífago, Draco Malfoy: una inesperada relación". Iba a capturar a Rita Skeeter nuevamente en un frasco. Todo Hogwarts estaba con el maldito periódico, era abrumador.
Se despiden en las escaleras, Luna se dirige a la Lechucería y Hermione regresa a las Mazmorras. Pasa más tiempo en la parte inferior del castillo que en cualquier otro lado. Antes creía que era un poco claustrofóbico el lugar, pero logró apreciar el encanto de las vistas al Lago Negro y el color verde que la rodea.
Entra a la Sala Común, cuando dos estudiantes estaban saliendo. Ya no le dicen nada por estar allí con su uniforme rojo y dorado. Algo bueno, supone. Percibe a Draco todavía sentado en el sofá donde lo dejó. Theo está a su lado, aunque no hay rastro de Pansy y Blaise. El castaño se levanta entusiasmado cuando ve a Hermione llegar.
—Te está esperando en el Lago Negro —aclara.
Theo se acerca corriendo a la castaña y la abraza efusivamente, incluso deja un sonoro beso en su mejilla antes de salir de la Sala Común y encontrarse con Luna.
Hermione suelta una carcajada. Voltea su vista hacia el rubio, quien tiene la mandíbula tensa y el ceño fruncido, como si aún estuviera rememorando el beso de Theo en su cabeza. Pone los ojos en blanco y se acerca a dónde se encuentra, se sienta al lado de él.
—Entonces... ¿Fue una misión exitosa?
—Podría decirse eso.
—Si esto hace que Theo sea menos insufrible, puedo soportarlo.
—¿Soportar qué? —se burla—. ¿Qué me toque? Eso es ridículo, Draco.
El rubio enrolla un rizo en su dedo y se acerca al rostro de la castaña, lo suficiente para que pueda sentir su aliento chocar contra su boca. El aroma cítrico a manzanas la invade, junto a un tirón en su vientre de expectación.
—Eres mía, ¿recuerdas?
Draco engancha su labio inferior con sus dientes y tira de este. Hermione suelta un jadeo y cuando el Slytherin pasa su lengua por el lugar afectado, tiene que contener un gemido. Logra que suba a lo más alto de la cúspide con tan poco. Tiene demasiado efecto en ella.
—Y tú eres mío —replica.
Sus ojos grises se oscurecen, la mano que sostenía su rizo cae a su cuello y deja una pequeña presión sobre este. Hermione ya se encuentra extasiada, quiere que la bese, que la toque, que vuelva a repetir su nombre.
Sin embargo, recuerda que están en medio de la Sala Común y que, si bien no hay ningún estudiante alrededor, podrían llegar en cualquier momento. La mano libre de Draco se engancha en su cintura y comienza a bajar hasta llegar a la parte desnuda de su muslo, rozando el borde de su falda.
—Draco... —murmura—. Podrían vernos.
—¿Y no te gusta eso? ¿No te excita? —su mano se adentra por debajo de su falda—. ¿Saber que en cualquier momento alguien podría verte? ¿Gimiendo mi nombre? ¿Dejando que te toque como quiera?
—Draco...
Su mano se acerca tentativamente a su centro, sus dedos se sienten fríos contra su piel y la presión en su cuello solo hace que quiera más. No le importa que pudieran verla, o que es extraño que ella esté en la Sala Común de Slytherin, o que sea Draco quién le provoque esto, o que ni Harry ni Ron le hablen.
No.
No le importaba. Porque lo único que quería era a él.
Ahora.
—Por favor... —ruega.
La mano se retira de debajo de su falda y la decepción se asienta en la castaña. Sin embargo, antes de que pueda replicar por este hecho, Draco la coloca arriba de su regazo, sus piernas a cada lado de sus caderas. Sus centros chocando, su mano bajando por su pecho y abriendo poco a poco los botones de su camisa, dejando a la vista el sostén de encaje blanco.
Pero no la desnuda, su camisa queda semi abierta, lo suficiente para que la piel de sus pechos quede visible, y su falda se arremolina en su cadera. El rubio acercó su boca a la de ella, pero tampoco la besó.
Se está divirtiendo. Está jugando con ella.
Unos dedos se cuelan en sus bragas, traspasan el encaje y encuentran su clítoris palpitante.
—Apenas te toqué y ya estás chorreando —se burla—. Me siento halagado.
Siente vergüenza por un segundo, pero rápidamente ese sentimiento queda desplazado por la excitación y la lujuria del momento. Un dedo se adentra en ella. Las luces verdes le dan un ambiente gótico al lugar y el hecho de que a pocos metros se encuentra la puerta hace que sus bragas se arruinen más de lo que ya están.
El ruido es morboso, la humedad se escurre por sus muslos y seguramente deja un mancha en el pantalón negro de Draco.
El rubio continúa. Introduce un segundo dedo, mientras que con su pulgar acaricia su clítoris. El ritmo es constante, lento, casi perezoso, aunque logra que Hermione vea las estrellas, incluso debajo del agua.
Las manos de la castaña se encierran con fuerza en los hombros anchos del Slytherin. Tiene que morder el interior de su mejilla para evitar hacer ruido, aunque eso no parece gustarle a él.
—No te contengas —toma su mandíbula y enfoca sus ojos—. Si tienes que gemir, hazlo. Grita mi nombre. Muéstrale al jodido mundo a quién le perteneces —ordena.
—Draco...
El ritmo aumenta y el orgasmo se empieza a formar en su vientre. Pero no es suficiente, por lo que Hermione comienza a moverse sobre él, buscando un poco de fricción. Roza su erección aprisionada en su pantalón, lo monta sobre la ropa, aún con sus dedos bien enterrados en ella.
Está tan obnubilada de placer hasta que escucha unos pasos que vienen de la dirección de los dormitorios. Se congela por un segundo, el rubio continúa follándola con los dedos sin percatarse del cambio de humor en la Gryffindor.
—Draco... escuché algo —susurra agitada.
No se detiene. En cambio, introduce un tercer dedo y el ritmo cambia a uno desaforado. Hermione nuevamente se olvida en dónde se encuentra, sólo puede pensar en él, en su tacto, en lo que le hace sentir.
La humedad es mayor, sus jadeos aumentan y ya no puede contenerse. Vuelve a frotarse contra él, a dar pequeños saltitos buscando la liberación. Sus dedos se curvan dentro de ella y su pulgar presiona su nudo de nervios.
Es demasiado.
Los pasos se hacen cada vez más notorios. Deberían parar, cualquiera podría encontrarlos en esta situación y no se quiere imaginar el rumor que ocasionaría esto.
Está cerca... tan cerca.
Y cuando la boca de él encuentra ese punto exacto en su cuello y succiona, se deja ir. El orgasmo llega en oleadas, la destruye por completo. Se siente caer de esa cima que se encontraba.
Quisiera volver a repetirlo, prolongar el placer, pero las voces los sorprenden y rápidamente los dedos de Draco están fuera de ella. Hermione abotona nerviosa su camisa y cuando quiere dejar el regazo del rubio este no lo permite. La coloca de costado y abraza su cintura.
Blaise y Pansy se adentran en la sala.
—Oh, genial... ¿ya volvió? —inquiere sarcástica—. Creí que estabas con lunática.
—Es Luna —responde con la voz entrecortada—. Y para tu información, Theo está con ella.
—Lo que sea por no escucharlo lloriquear por ella.
Ambos se sientan frente a ellos. La ceja perfectamente depilada de la Slytherin se alza.
—¿Qué estaban haciendo ustedes dos? —bromea—. Espero que no lo hayan hecho en el sillón, eso sería asqueroso.
—¿Celosa, Pans?
—Ya quisieras.
—Déjalos tranquilos, cariño —comenta Blaise—. Es obvio que estaban haciendo algo y le cortamos el rollo. La vena en su cuello está por estallar.
—Muy gracioso —responde Draco.
—De acuerdo... —se levanta de su regazo—. Me olvidé unos libros en mi habitación, así que iré a buscarlos ahora que probablemente no haya nadie.
Lo que sea por escaparse de esta incómoda situación.
—Granger...
—Estaré bien, Draco.
El rubio asiente sin estar del todo confiado en sus palabras. Y cuando ni Pansy y Blaise están viendo, lleva sus dedos a su boca y lame cada uno de estos. Hermione se atraganta con su propia saliva, se apresura a caminar hacia la salida antes de decir algo sumamente inapropiado. Puede ver cómo Draco le guiña un ojo antes de retirarse en dirección a la Sala Común de Gryffindor.
La burbuja se rompe cuando llega a la Torre y dice la contraseña para ingresar. Se encuentra todo despejado, sólo un par de miradas intrusivas que recibe al pasar la sala en dirección a su habitación. Tampoco hay rastro de Ginny en esta.
Recoge un par de libros para sus clases de mañana, le cambia el agua a Crookshanks que está dormido en su cama y le agrega un poco más de comida a su plato.
Cuando está por salir, un ruido en la ventana la sorprende. El picoteo de una lechuza. El pelaje es de un gris elegante y sus ojos de un tono azul frío. No es de la familia Weasley, ni de nadie que conozca. Abre la ventana y ésta ingresa, soltando una carta en las manos de la castaña. Sin esperar nada a cambio se retira.
La caligrafía también es elegante, muy parecida a la de Draco.
Un mal presentimiento se instala en su pecho.
Sin embargo, se arma de valor y abre la carta.
Señorita Granger:
Me temo que esta no es la mejor forma de hacerlo, pero he escuchado un par de rumores que involucran a mi hijo.
Me encantaría reunirme con usted para discutir este tema y conocernos como es debido. Lamento que tenga que ser en estas circunstancias.
Está cordialmente invitada a reunirse conmigo, este sábado, para un servicio de té a las dieciséis horas en la Mansión Malfoy.
Saludos,
Narcissa Malfoy.
—Mierda.
✦✦✦
Holaa, ¿cómo están?
Las cosas están avanzando con Theo y Luna, ¿alguien más está feliz por ellos?
Por otro lado, llegó el momento de conocer a la suegra jajaja
Gracias por los 7K de lecturas!!
Ya nos estamos acercando a la recta final de este fanfic...
Como siempre, me ayudan con los votos y comentarios :)
Nos leemos el viernes.
~Luly
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