Capítulo 27: Nombre
Probablemente nunca se había sentido tan abatida en toda su vida. En la guerra, al menos tenía a Harry y Ron. Eran los tres, siempre lo fueron. Y ahora ella lo estaba arruinando, estaba rompiendo el trío dorado. La culpa la carcomía.
Bajó y subió escaleras, sabía dónde estarían, pero estaba retrasando lo inevitable. Así que cuando pasó algo de tiempo de la discusión anterior y dejó que las aguas se calmaran, se dirigió a la Sala Común de Gryffindor.
Solo tenía que explicarles. Ginny, a pesar de todos sus prejuicios y el odio que le tiene al rubio, la escuchó. Supo comprenderla en cierta medida, o al menos confió en ella lo suficiente para entender esa intrincada relación.
Harry y Ron...
Eran más difíciles. Fueron los primeros amigos verdaderos que tuvo, Harry es como un hermano para ella, su familia. Y luego de la relación fallida con el pelirrojo, entendió que siempre serían mejores como amigos. Todo se estaba desmoronando y había una voz en su cabeza que repetía "te lo dije".
Ginny le advirtió sobre esto.
Era mejor que se enteraran por ella y no por terceros. No de esta manera. Y ahora todo lo que podía esperar era que la escucharan y de ahí sacar sus propias conclusiones.
Les diría que Draco cambió. Que no es el mismo mago que antes de la guerra, que no tenía la intención de luchar de ese lado, pero no tenía otra opción. Les diría que él la entendía, porque también estaba sufriendo, porque, a pesar de que la guerra terminó hace meses, seguía igual de presente en su cabeza como en la de ella.
Les diría que lo quería.
Tenían que escuchar. Se calló sus problemas, fingió porque no quería que ninguno de sus amigos se preocupara por ella, porque sabía que todos habían sufrido y que intentaban salir adelante. Nunca se hubiera acercado a Draco si no creyera que fuera fiable. Que había cambiado.
Todos eran unos niños, puestos como piezas de ajedrez, luchando una guerra que no les correspondía. A él le había tocado estar del otro lado del tablero. No lo había pedido, como ella no había pedido el título de heroína de guerra, o de chica dorada o de la bruja más brillante de su edad.
Él no había pedido ser un Mortífago, no voluntariamente. Había estado obligado. Y ellos, Harry y Ron, confiaban en ella, en su palabra. Siempre lo hicieron.
Sólo tenían que escuchar, dejar que se explicara.
Sin embargo, cuando entró a la Sala Común, el silencio la recibió, seguida de miradas acusatorias. Enfocó rápidamente las figuras de Harry y Ron, ambos sentados en el sofá rojo frente a la chimenea. Ginny al lado de su novio. Había más estudiantes que miraban cada paso que daba.
La primera que percibió su presencia fue la pelirroja. Le brindó una mueca, pero no dijo más nada. Ni una palabra de aliento, o una pregunta de cómo estaba, o una disculpa por el comportamiento de su hermano.
Nada.
Y eso atravesó el pecho de Hermione.
¿Por qué pensó que se pondría de su lado? ¿Ante Harry y Ron?
Se había equivocado.
Mira al pelirrojo que tiene la cabeza entre sus manos. Harry conecta sus ojos verdes con los de ella. Inmediatamente siente las lágrimas acumularse, la ansiedad asciende hasta su garganta, cree que no podrá hablar.
—Harry... —murmura.
Pero su amigo no responde, sólo la mira con una expresión que nunca había recibido de su parte. Cada vez se hunde más en su miseria, en ese pozo de culpa y tristeza. El pelirrojo levanta la cabeza, y la apariencia desolada cambia a una completamente furiosa.
—¿No fui lo suficientemente claro? —inquiere—. ¡No te quiero volver a ver! ¡Ya no existes para mí!
—Ron... por favor —da un paso hacia su amigo—. Sólo, déjame explicarte.
—¿Qué vas a explicar? ¿Cómo te dijo palabras bonitas y tú caíste como una tonta por algo de afecto? —comenta sarcástico—. ¿Tan bajo caíste? ¿Tan poco te quieres?
Se aleja de él como si la hubiera golpeado. Harry desvía su atención entre ellos dos. Pero al momento que no dice nada para defenderla, sabe que tomó un lado y nuevamente, ella no es la elegida.
—No quiero verte, no quiero escucharte, no quiero tenerte cerca —se para frente a ella—. Lamento haberte llamado alguna vez mi familia.
Una lágrima solitaria cae por su mejilla. Busca apoyo una vez más en Ginny, pero esta evita su mirada. Harry sigue en ese estado de decepción e incredulidad y quiere gritarle, decirle que es su hermano, que no planeó esto. Sólo... pasó.
Los murmullos incrementan, su nombre susurrado despectivamente cuando antes era todo lo contrario. No le importan esas personas. Le importan sus amigos.
Fue demasiado tarde.
Los perdió.
Sale corriendo de la Sala Común. Nadie grita detrás de ella, nadie suplica que se detenga, nadie viene a buscarla.
Está sola.
Sin embargo, hace mucho tiempo que se sentía de esa manera, ¿cierto?
Las lágrimas empapan sus mejillas, no puede dejar de llorar y su vista se vuelve borrosa. No sabe a dónde se dirige, solo que sigue corriendo, bajando escaleras, doblando en pasillos. Incluso los retratos susurran. Pero ella sigue, quiere estar a salvo, solo quiere ser feliz.
¿Por qué es tan complicado ser feliz? ¿Por qué siempre tiene que sufrir?
Se tropieza en un descuido, sus rodillas chocan contra el suelo duro. No le importa. Se levanta y continúa su camino. El aire frío la recibe. Debería sentirse ahogada en las Mazmorras del castillo, pero no es así.
Incluso cuando su mente era un torbellino, sus pies sabían a dónde ir.
Lo necesitaba.
Terminó enfrente de la gran puerta a la Sala Común de Slytherin. No sabía la contraseña, ni si él quería estar cerca de ella luego de huir así. No sabía nada.
Sólo que estaba cansada.
Tan cansada.
No podía parar de llorar, sentía su rostro hinchado, sus manos temblaban y su respiración estaba agitada. Hiperventilando. Estaba a punto de tener un ataque de pánico.
—¿Granger?
Pansy la ve con el ceño fruncido. Nunca creyó que podría mostrar un ápice de preocupación por ella, pero eso es lo que parecía.
—D-Draco... —murmura con la voz quebrada.
—Te ves algo pálida —comenta—. Weasley es un idiota.
—D-Draco... —repite.
Su corazón duele y en menos de un segundo sus rodillas nuevamente tocan el suelo con un fuerte sonido. Escucha pasos, pero sus sentidos están desorientados. Sólo quiere que termine. Quiere que todo acabe.
¿Por qué tenían que ser así? Eran amigos desde los once años, eran familia. ¿No querían que ella fuera feliz?
—¿Granger?
Esta vez la voz suena más conocida. Alguien se agacha frente a ella y toma ambas mejillas entre sus manos. El tacto es frío pero delicado. Y el aroma a manzanas la invade, haciendo que se relaje un poco.
—¿Granger? —busca sus ojos—. Estás teniendo un ataque de pánico, necesito que respires.
Toma su mano, donde sus uñas hacían presión en su palma y la lleva a su pecho.
—Siente mis latidos —pide—. Respira como lo hago.
Hermione inhala al ritmo del rubio y exhala de la misma manera, poco a poco sus pulsaciones van disminuyendo y los sentidos vuelven a hacerse presentes. Pero no puede dejar de llorar y el dolor en su pecho continúa, como si su corazón se estuviera despedazando. Sollozos se escapan de su boca.
Draco la ve preocupado. Vuelve a tomar sus mejillas, limpiando las lágrimas que caen sobre estas. Su mandíbula se tensa, pero sus ojos grises... están en conflicto.
—Granger, háblame —su frente se apoya contra la de ella—. Hermione... dime lo que necesitas, lo que sea. Te lo daré.
—Abrázame.
En menos de un segundo, sus brazos la envuelven y finalmente puede respirar. Se aferra a él como si la vida se le estuviera escapando, inhala su aroma cítrico y oculta su rostro en el hueco de su cuello. Draco deja pequeñas caricias en sus rizos y la aprieta más contra su cuerpo.
Los ojos de Hermione pesan, su cuerpo poco a poco se va relajando y la adrenalina de antes se va disipando. Sin mucho esfuerzo, el rubio la levanta en brazos. Engancha una mano por detrás de sus rodillas y la otra alrededor de su espalda, cargándola al estilo nupcial.
Hermione encuentra una vez más su escondite en el cuello de él y mantiene su cabeza allí. La iluminación cambia, al igual que el ambiente. Las voces se hacen presente, susurros con su nombre y el de Draco. Sin embargo, el rubio no les presta atención y sigue con su camino. Está segura que escucha la voz irritante de Pansy pero no tiene la suficiente energía para levantar la cabeza y comprobarlo.
Cuando el silencio vuelve a inundar sus oídos, Hermione se encuentra sobre una cama. Draco quita sus zapatos, al igual que su jean manchado con sangre. Maldice por lo bajo y se retira hacia el baño para volver con vendas. Conjura con su varita un aguamenti para limpiar los raspones en sus rodillas y luego con cuidado coloca la venda que se impregna de sangre. Lanza un hechizo sanador y su piel vuelve a unirse.
El rubio deja todo a un lado, sobre la mesita. La ayuda a sacarse el suéter y le tiende una camiseta que pertenecía cuando jugaba al Quidditch. Hace que se recueste y la tapa con el acolchado color verde. Pero cuando tenía la intención de retirarse, la castaña tomó su mano.
—No quiero estar sola —su voz aún suena congestionada.
Draco se desviste por completo, a excepción de su ropa interior. Levanta el acolchado y se acuesta al lado de ella. Hermione inmediatamente apoya su cabeza en el pecho de él y entrelaza una pierna entre la suya. Y cuando piensa que eso será demasiado, Draco pasa una mano por su espalda y la atrae más a su cuerpo, apoya su barbilla en su cabeza, mientras que con su mano libre envuelve su cintura.
—Descansa.
—No te irás, ¿cierto? —susurra—. Todos me abandonan.
—Soy todo tuyo —la abraza—. No me iré.
Y con esas palabras, Hermione cierra los ojos, esperando que el Slytherin cumpla su promesa.
✦✦✦
Las pesadillas la recibieron en sus sueños. Las palabras de Ron se repetían una y otra vez, junto a la expresión decepcionada de Harry. Varias cosas cambiaban de igual manera, sus amigos golpeaban a Draco hasta dejarlo tirado y sangrando en el piso, al punto que no reaccionaba. Hermione quería acercarse, gritar, hacer algo, pero estaba paralizada en el lugar. Veía toda la secuencia, y cuando creía que esa pesadilla se iba a terminar, volvía a repetirse.
Una y otra vez.
Y ella era inútil. Veía a Draco ser golpeado injustamente, escuchaba a sus amigos decir cosas hirientes hacia ella, sentía como su mente se perdía.
Esta vez no gritó. Sus ojos se abrieron lentamente, enfocando el lugar donde se encontraba y acostumbrándose a la poca luz que entraba por la ventana. Sentía calor, pero las sábanas apenas la cubrían. En cambio, el cuerpo de Draco la rodeaba, su cabeza descansaba sobre su pecho desnudo y sus piernas seguían entrelazadas.
Se concentró en la cicatriz del Sectumsempra, esa línea que cruzaba todo su pecho hasta llegar arriba de su cadera. La marca también estaba a la vista, la tinta descolorida. Alza con cuidado la cabeza, concentrándose en sus rasgos. Su rostro estaba relajado, como pocas veces lo veía, sus pestañas eran más claras, varios mechones rubios caían sobre su frente y sus labios estaban entreabiertos.
Parecía... sereno. En paz.
¿Estaba mal querer estar así? ¿Con él?
No era idiota. Muchas veces lloró por su culpa en el pasado, luego aprendió a no darle importancia, para pasar a comprender que esas no eran sus palabras, sino las de su educación. Finalmente, entendió que no quería nada de eso y la culpa persistía en su interior.
Si tan sólo pudieran entenderlo...
Los brazos del rubio se encierran alrededor de la espalda de Hermione y la atraen más hacia su cuerpo. Como si supiera a dónde se dirigen sus pensamientos y quisiera protegerla de eso.
Y finalmente la luz la alcanzó, el conocimiento que tanto anhelaba se hizo presente. Era peligroso, porque por una vez, en mucho tiempo, tenía algo que valía la pena perder. Draco Malfoy había entrado a su corazón sin permiso, dejando su marca. Y ahora, si lo perdía, no sabía de lo que sería capaz... o de lo que pasaría con ella.
¿Valía las peleas con sus amigos? ¿Las palabras de Ron hacia ella? ¿La decepción de Harry? ¿El aislamiento de Ginny? ¿Valía todo eso por él?
Tal vez.
Y esa realización la asustaba.
Aquel Slytherin de ojos grises y sonrisa arrogante se había instalado en lo más profundo de su ser y dudaba que podría sacarlo sin romper algo en el proceso. Estaba poniendo en la balanza a su familia, por un lado, y a él, por el otro.
La respuesta era obvia, ¿cierto? Entonces, ¿por qué le costaba tanto?
No quería perderlo.
Sus brazos vuelven a hacer presión contra su cuerpo, pero esta vez, sus dedos comienzan a trazar pequeños círculos.
—Hola...
—Hola.
Hermione alzó la cabeza para encontrar sus ojos. La mueca de preocupación invade su rostro, y desearía que estuviera durmiendo, para ver su expresión relajada.
—¿Cómo dormiste?
—Diría que las pesadillas fueron lo peor, pero estaría mintiendo —aclara—. Te llevaste todas las sábanas.
—¿En serio? —sonríe—. Creí que tenías calor.
—Que considerado de tu parte, nada digno de un Slytherin.
Una mano baja por su espalda hasta levantar la camiseta verde de Quidditch y tocar su piel desnuda. Lo hace inocentemente, sin dobles intenciones, pero solo el contacto de sus dedos contra ella hacen un revoltijo de emociones en su vientre.
—¿Qué pasó? —murmura.
—Digamos que ya no soy bienvenida en la Sala Común —suspira—. Los lastimé.
—Y ellos te lastimaron a ti —replica—. Sabía que eran un asco de amigos.
—No es verdad, sólo...
—No me vas a convencer —frunce el ceño—. Si vuelvo a escuchar una vez más decir algo a la comadreja sobre ti, mis puños no es lo único que usaré.
—No vas a hacer nada.
—No me tientes —toma su trasero y la empuja hacia él—. Podrán ser tus amigos... pero si alguno de ellos te hace llorar de nuevo, los acabaré.
—¿Te preocupas por mí?
—Eres mía, ¿recuerdas? —deja un pellizco en su piel desnuda—. Nadie toca a lo que es mío, y mucho menos la hace llorar.
—Extraña manera de decir que te preocupas por mí —comenta sarcástica.
Hermione trepa hasta quedar tendida sobre él, sus rodillas quedan a cada lado de sus caderas, mientras que sus pechos chocan y Draco tiene que acomodarse contra las almohadas para poder enfocar sus ojos.
—Dijiste algo anoche... —se muerde el labio nerviosa—. Me gustaría volver a oírlo.
—Estabas en medio de un ataque de pánico, dudo que recuerdes algo de lo que dije anoche... o de lo que sucedió.
—Creéme, lo recuerdo —delinea su mandíbula—. Mi nombre... dijiste mi nombre.
—¿Y quieres volver a escucharlo?
—Bueno, sí... nunca lo habías dicho. Yo te llamo Draco —susurra—. Podríamos dejar atrás los apellidos, ¿no crees?
—Prefiero tu apellido, es más corto.
—Disculpa que mis padres eligieran un nombre que te cueste pronunciar.
—Eres insufrible.
—¿Por qué no quieres decir mi nombre? —interroga con tristeza en su voz.
Draco bufa, cierra los ojos por un segundo y vuelve a abrirlos, el dejo de algo oscuro atraviesa su color gris.
—No hagas eso...
—¿Quieres que lo diga? Bien —espeta—. Hermione...
—Otra vez —pide.
Levanta su rostro hasta que sus labios rozan, inspecciona cada lugar de su cara, deteniéndose en su boca, acaricia su mejilla y la castaña siente que podría explotar en este momento.
—Hermione...
Ella sonríe.
—No te acostumbres —aclara.
—Te encanta mi nombre, lo sé.
—Es algo extraño, ¿no crees?
—Porque Draco es extremadamente común —pone los ojos en blanco.
El rubio tomó ambas piernas de Hermione y la dio vuelta, recostando su espalda contra el colchón y posicionándose él arriba. La castaña soltó un jadeo por la sorpresa, pero inmediatamente rodeó sus caderas .
—Sí...
—¿Qué? —inquiere confundida.
—Es verdad —toma un rizo entre sus dedos y lo coloca detrás de su oreja—. Me encantas.
Todavía lo tenía a él. Y mientras estuviera a su lado, nada más le importaba.
O eso creía.
✦✦✦
Holaa, ¿cómo están?
Eso no salió bien, ¿alguien más odia a Ron en estos momentos?
Pero, por otro lado, al fin le dijo Hermione!!! Lo queremos al Draco protector y cariñoso ♥
Gracias por los comentarios y los votos, me ayudan un montón :)
Nos leemos la semana que viene.
~Luly
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