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Capítulo 25: Cicatrices

Decir que estaba excitada era poco. Draco se había sentado en el sofá que quedaba justo enfrente de la cama y ella estaba en el medio de la habitación, siendo vigilada por él. Había escuchado lo que dijo, pero no podía moverse.

—Quítate la ropa —demanda—. Despacio...

Sus manos viajan a los botones de su camisa y comienza a desabrocharlos. La piel se revela, al igual que su sostén de encaje. Cuando finaliza, deja caer la tela sobre sus hombros, arremolinándose en el suelo. Siente los ojos fijos en ella, en su cuerpo, en sus pezones que ya se encuentran endurecidos.

A continuación, se quita los zapatos juntos con los calcetines. Y lentamente desliza la falda por sus muslos. Las bragas de encaje son verdes también, y apenas la cubren.

No sabe lo que estaba pensando Ginny cuando decidió comprar esto, pero ahora le estaría agradecida por siempre. La expresión de Draco es simplemente... fantástica. Sus ojos se ven más oscuros, puede notar cómo traga saliva y su pantalón se está volviendo cada vez más apretado.

—Acuéstate en la cama.

Hermione trepa hacia la cama de él, la misma en la que durmió hace varios meses. Pero esta situación es diferente. Se recuesta contra las almohadas, con las piernas abiertas.

—Tócate.

Su corazón late agitado. Nunca había hecho eso en frente de alguien. Se tocaba, sí. Pero siempre en la intimidad y desde que empezó a acostarse con el rubio, hace mucho que no lo hacía.

—No voy a repetirlo, Granger —comenta con voz ronca.

Suspira.

Una mano recorre su vientre, roza el encaje. Está nerviosa. Draco la mira con tanta intensidad que podría correrse si quisiera. Es ridículo lo que provoca en ella. Sus dedos tocan su monte de venus y continúan hacia abajo. Puede sentir la humedad salir de sus labios, entierra un dedo e inmediatamente ahoga un jadeo.

—No cierres los ojos —espeta—. Quiero que me mires. Piensa que son mis dedos los que te follan, ¿puedes hacer eso?

—Sí...

—¿Sí qué?

—Sí, Draco.

Sus miradas se conectan. El balanceo comienza. Hermione empuja su dedo adentro y afuera, con un ritmo lento, casi perezoso. Siente cómo poco a poco sus bragas se mojan y sus jugos se escurren por entre sus muslos.

Entierra un segundo dedo.

—Eso es... —su voz se escucha estrangulada—. Mira lo que me haces.

Despeja su mente de todas las sensaciones que está sintiendo en este momento y baja la vista. Su erección presiona contra el pantalón. El rubio adentra una mano y comienza a acariciarse. De la misma manera en que lo está haciendo ella.

Su pulgar busca su clítoris y empieza a ejercer presión.

—Draco... —gime.

—No tienes idea lo hermosa que te ves en estos momentos —afirma—. En mi cama, tocándote y gimiendo mi nombre.

Aumenta la velocidad. El ruido de la humedad invade la habitación, junto a sus gemidos. Por alguna razón, esto se siente lo más sucio que ha hecho en su vida. Está expuesta frente a alguien que podría destruirla, incluso si sabe que no lo hará.

Baja una vez más la vista. Su polla descansa sobre su abdomen, las venas se marcan en su piel pálida y la punta se encuentra brillando con una gota nacarada. Su excitación aumenta, al igual que la velocidad de sus dedos. Su jadeos se hacen más audibles y el orgasmo comienza a formarse en su vientre.

—Se siente bien, ¿no?

—Sí...

—No te corras —ordena.

Casi maldice por esa petición. Está tan cerca, solo un poco más y podría alcanzar esa liberación. Desobedece su orden y continúa masturbándose con sus dedos. Su cabeza se inclina hacia atrás y reposa entre la cantidad absurda de almohadas que utiliza el rubio. Sus ojos se cierran cuando está alcanzando el orgasmo.

—Fue una orden, Granger.

De repente, su cuerpo se encuentra encima de ella. Una mano rodea su muñeca, deteniendo los movimientos de sus dedos. Hermione suelta un jadeo lastimoso. Sin embargo, la sonrisa de Draco se vuelve más oscura, más intimidante.

—Tendré que castigarte. Otra vez —inquiere—. Qué te parece si follo ese coño apretado, pero no dejo que te corras. Es un buen castigo, ¿no crees?

Hermione negó con la cabeza. Está luchando por mover sus dedos que todavía se encuentran dentro de ella. El rubio, al notar esto, tira de su muñeca y junta sus dos manos por encima de su cabeza, dejándola inmovilizada.

—Draco... —súplica.

—¿Qué? Dime qué quieres.

Su erección presiona contra su entrada, a lo que se remueve buscando un poco de alivio. Levanta sus caderas y ambos gimen cuando se rozan.

—Bruja terca.

—Por favor...

—¿Qué quieres? —repite—. Palabras, Granger.

—Quiero que me folles —jadea.

Draco aparta a un lado las bragas y en menos de un segundo se entierra de una estocada en ella.

Los dos sueltan un gemido al sentir al otro.

—Merlín, te sientes tan apretada... tan bien.

Las embestidas inician, el ruido de sus cuerpos chocar, el calor entre sus pieles, la intimidad del acto. Todo hace que se sienta en la cima de una nube, la llena, la completa. Y nunca creyó que podría sentirse así, y mucho menos con él.

—¿Qué? ¿Se siente bien? —se burla.

Su boca se engancha a su cuello, en ese punto que tanto le encanta y dónde el rubio siempre quiere dejar marcas. Enrolla sus piernas alrededor de sus caderas y lo atrae con fuerza hacia ella. La presión es exquisita y sus labios dejan besos húmedos a lo largo de su piel.

Nuevamente se siente cerca de la liberación y pareciera ser que Draco sabe eso, porque se aleja, haciendo que Hermione frunza el ceño en confusión.

—¿Qué...

—De rodillas —exige—. Ahora.

Hermione hace lo que dice en modo automático. Gira lentamente y coloca sus rodillas y manos sobre el colchón. Draco rompe sus bragas.

—¡Oye! ¡Eran un regalo! —protesta.

—Te regalaré cientos de estas, si quieres.

La respuesta la deja estupefacta, pero a los dos segundos el ambiente de antes regresa y su polla se entierra nuevamente en ella, haciendo que suelte un gemido de placer.

Esta posición hace que llegue mucho más profundo. Y si se detiene una vez más, no está segura de lo que puede llegar a hacer. Las manos de Draco se asientan en sus caderas. Cuando no puede soportar el peso, se recuesta sobre sus codos, quedando su trasero levantado.

—Ojalá pudieras verte de esta manera —comenta con la voz entrecortada—. Tan jodidamente perfecta.

Su pulgar viaja hasta su clítoris y las sensaciones se elevan cada vez más. Su cama, su aroma a manzanas, sus palabras... todo hace que el orgasmo se arremoline en su vientre. Ya no puede contenerlo más, así que se deja ir cuando la embistió con fiereza.

La sensación de caer la embarga, pero la mano en su cadera le asegura que no le pasará nada. Draco no la abandona, continúa follando su coño como si nada hubiera pasado, está sensible y sobreexcitada.

—Fuiste una mala alumna —sus estocadas se vuelven frenéticas—. Aparecer vestida así, tocarte de esa manera, correrte en mi polla sin que te hubiera dado permiso.

Los ojos de Hermione se cierran de placer cuando se entierra una y otra vez en ella.

—Te gusta provocarme, ¿cierto? —enreda una mano en sus rizos—. Que todo el puto castillo te mire.

Otro orgasmo se empieza a formar con esas palabras.

—¿Pero sabes una cosa? —tira su cabeza hacia atrás—. Eres mía. Toda mía.

Se corre otra vez, y la deja tan sobreestimulada que cae en el colchón, su cabeza reposa contra la almohada mientras el rubio la embiste dos veces más hasta sentir el tirón de vacío que siente cada vez que sale de ella. Algo mojado cae en su espalda baja y su trasero, y está demasiado cansada para poner los ojos en blanco ante esa acción posesiva del Slytherin.

Draco se acuesta a su lado, aparta un rizo que cae por su frente. El silencio los envuelve. Puede escuchar cómo toma su varita y limpia su cuerpo para luego reposar una mano sobre su espalda, trazando pequeños círculos sobre la piel.

Sus ojos se encuentran. El gris que tanto le gusta, completamente sereno, libre. Esquiva su mirada cuando se vuelve demasiado intensa, en su lugar la posa en la ventana. La luz del día va desapareciendo, dando paso a la noche.

—Debería irme —susurra.

—Quédate.

—Draco... —una sonrisa la traiciona—. ¿Estás seguro? ¿Theo no duerme aquí? ¿Zabini?

—Eso se puede arreglar —sonríe arrogante.

Toma una vez más su varita y corre las cortinas del dosel, ocultándolos del resto de la habitación. Ella niega con la cabeza. ¿Por qué hace esto? En todos los días que pasaron juntos para las vacaciones, una sola vez durmieron juntos y ni siquiera estaba a su lado cuando se despertó.

¿Esto significaba otra cosa? ¿Debería poner distancia? ¿Debería alegrarse de que le haya pedido que se quede?

—No les des tantas vueltas, Granger. Puedo ver el humo que sale de tu cabeza.

—Lo...

La mirada que le regaló hace que detenga su disculpa.

—Sólo iba a decir que... espero que no te acapares todas las sábanas.

Draco cambia su expresión a una divertida, toma las sábanas que se encuentran al final de la cama y tapa su cuerpo desnudo con delicadeza.

—Duerme.

—¿Tienes que dar órdenes para todo?

—Te gusta que te de ordenes. Uno de los tantos fetiches que tienes.

—Porque tú no tienes ninguno —agrega con sarcasmo.

—Tal vez no los has descubierto todavía.

Su mano sube y baja acariciando toda su espalda. Inspecciona su rostro y luego baja por su cuerpo todavía vestido. La camisa apenas abierta y el pantalón desajustado.

—Creo que ya sé un fetiche tuyo.

—Ilumíname.

—Te gusta hacerlo vestido —comenta—. Es decir, la mitad de veces que lo hicimos yo soy la que siempre termina desnuda.

—Eso no es un fetiche.

—¿Entonces qué es?

Baja la vista a su brazo.

—No me da asco, ¿lo sabes, cierto?

—Me desagrada. Lo odio, ¿por qué no debería darte asco a ti?

—¿Te da asco la mía? —extiende su brazo.

—No es lo mismo.

—Yo la veo bastante fea, honestamente.

La mano de Draco deja su espalda para acariciar la cicatriz en su brazo. Hermione lo observa, su mandíbula apretada, sus hombros tensos, esa mirada encerrada en un recuerdo.

La castaña comienza a desabrochar los botones restantes de su camisa y sorprendentemente Draco se deja. Desliza la tela por sus músculos, hasta que su torso se encuentra completamente desnudo. Y tal como hizo él, busca la marca en su brazo y empieza a dejar suaves caricias sobre la piel.

—Fui el único de nuestro año que tomó la marca —murmura—. Mi padre la había jodido. Cada vez estaba perdiendo más su confianza. Así que para demostrarle que seguíamos de su lado, me obligó a tomar la marca. Era eso o mi madre moría. Y no podía permitirlo. No a ella, no se lo merecía. Nadie en realidad, ahora que lo pienso.

Vuelve a acariciar su brazo. Cada uno tocando la cicatriz del otro.

—Era sexto año y tenía esta misión... suicida de tener que arreglar un estúpido armario y matar a Dumbledore. La primera parte la cumplí, la otra...

—No eres un asesino —asegura.

—No pude hacerlo. No quería hacerlo —suspira—. El castigo fue... —suelta una carcajada ronca—. Nunca creí lo doloroso que podía ser un Cruciatus hasta que lo viví en carne propia. Mi tía estaba desquiciada, pero las maldiciones podía hacerlas sin pestañear.

—¿Te maldijo? —interroga con la voz entrecortada.

—Oh, sí. Muchas veces —traga saliva—. Y cuando te vi allí... cuando escuché tus gritos de dolor, sabía lo que estabas sufriendo porque ya lo había sentido.

Sus ojos grises se cristalizan y nunca creyó estar presente en el momento en que Draco Malfoy se derrumbaría.

—Me odié a mi mismo. Lo sigo haciendo —una lágrima solitaria cae por su mejilla—. Debería haber hecho algo.

—Tú mismo lo dijiste. Matarían a tu madre, no había nada que podías hacer. No te culpes, Draco.

—Y estabas ahí. Te veías... sin vida —continúa—. Todas las noches sueño con eso. A veces pienso que es mi castigo y me lo merezco. Al igual que me merezco portar esa marca en mi brazo.

Hermione negó con la cabeza. Las lágrimas también se acumulan en sus ojos.

—"Nuestras cicatrices nos hacen saber que nuestro pasado fue real" —recita—. Tenemos cicatrices que nos recuerdan por lo que hemos pasado, cuánto hemos sufrido. Pero también son un recordatorio que salimos vivos de eso, que seguimos peleando, incluso cuando no queríamos hacerlo. Fuiste valiente, Draco. Aunque no lo creas. Tu madre está viva, tú estás vivo.

—¿Pero a qué costo? —susurra.

—Al que era necesario. No deberías avergonzarte por lo que hiciste para mantener a tu familia a salvo.

—Nadie lo ve de esa manera.

—El mundo está mal. Hace tiempo que me estoy haciendo esa idea.

Baja la vista a su brazo y delinea cada letra que adorna su piel. Y Hermione hace lo mismo, pasa sus dedos por la serpiente y la calavera ahora descoloridas.

—¿Jane Austen?

Ella desvía sus ojos hacia arriba.

—¿Leíste a Jane Austen? —interroga sorprendida.

—Oh, sí. Vi el libro en tu habitación y me entró curiosidad.

—¿Entraste a mi habitación?

—Eso no es lo importante —sonríe.

—No. No lo es —su expresión decae—. Era el libro favorito de mi madre, me hace sentir un poco más cerca de ella.

—Pues, tiene mejor gusto que tú —bromea—. Es mejor que esa porquería de Shakespeare.

—Así que prefieres a un idiota orgulloso que la desprecia por su posición social, pero luego no puede admitir sus sentimientos hacia ella ante una obra donde la temática es la venganza y rivalidad entre familias —inquiere sarcásticamente.

—Recuerdo que ella tenía prejuicios hacia él y que estaba equivocada también.

—La trataba mal, la hacía sentir inferior.

—Porque no podía admitir que era mejor que él.

—¿Así que recurría a los insultos?

—Nunca dije que no fuera un imbécil. Sin embargo, luego acepta que es mejor que él.

—Sí, ya sé cómo termina —pone los ojos en blanco—. Para la próxima navidad tendré que regalarte una copia de Orgullo y Prejuicio para que no robes la mía.

Draco no responde. Y Hermione se da cuenta demasiado tarde de lo que dijo.

La próxima navidad.

Pensaba que iban a pasar la próxima navidad juntos.

Quería maldecirse a sí misma. Sin embargo, el rubio sale de su estupor y vuelve a la conversación cómo si nada hubiera pasado.

—Creo que mi cumpleaños está más cerca —sonríe—. Por si aún quieres hacerme ese regalo.

Y el corazón de Hermione salta ante esas palabras, además del huracán que siente en su estómago.

Sus sentimientos eran más fuertes de lo que creía.

✦✦✦

Un brazo la envolvía, mientras que su mano agarraba con posesividad su pecho. Puede sentir la piel desnuda contra su espalda. Tuvieron una segunda ronda a la noche, antes de que llegaran Theo y Zabini para dormir.

Draco seguía allí. Era una buena señal, ¿cierto? Pero ahora, ¿qué se supone qué debe hacer? ¿Escabullirse sin dignidad y que todo Slytherin se de cuenta de que durmió en su cama? ¿Despertarlo? ¿Despertarlo e irse?

La mano en su pecho comienza a moverse y dejar pequeñas caricias sobre su pezón. Hermione involuntariamente se presiona más contra su cuerpo y suelta un jadeo ahogado cuando siente su erección contra su trasero. Vuelve a removerse para conseguir una posición mejor.

—No deberías hacer eso —su voz suena ronca y adormilada.

Su vientre sufre las consecuencias de esas palabras e instintivamente se vuelve a refregar contra él. Los dedos del rubio tiran de su pezón en castigo y Hermione puede sentir la humedad acumulándose en su entrepierna.

Gira lentamente hasta enfrentarlo. La mano de Draco cae en la curva de su cintura y baja tentadoramente hacia el borde de su trasero. Sus ojos todavía están entrecerrados por el cansancio, sus mechones rubios despeinados caen sobre su frente y toda su postura es relajada. Le encanta este Draco.

Se acerca hacia ella, pero cuando sus labios se rozan, Hermione se aparta.

—No me lavé los dientes.

El rubio pone los ojos en blanco, sube su mano a la nuca de ella y la acerca, logrando besarla. No había despertado así de bien en mucho tiempo. Y estaba en problemas, porque quería repetirlo. Quería seguir despertando así. Quería estar enredada con el cuerpo de Draco Malfoy y besarse por las mañanas.

La mano de él vuelve a encontrar su lugar en su trasero y la atrae hacia delante, sólo una fina sábana los separa. Hermione entierra sus dedos en los mechones de su nuca y profundiza el beso, adentrando su lengua.

Los jadeos no tardan en hacerse presentes. La pierna de la castaña trepa hasta posicionarse alrededor de su cadera y esa acción logra que Draco recorra su piel desnuda hasta su vientre y que entierre dos de sus dedos en su coño palpitante.

Hermione gime.

Sus dedos siempre saben qué punto tocar, cómo moverse, la presión que necesita ejercer en su clítoris para que alcance el orgasmo.

Cuando se separan, Hermione ataca su cuello. Besa, lame, succiona. Se asegura de dejar marcas en su piel pálida, tal como él hace con ella cada vez que puede.

Están perdidos en el otro, en el placer que los rodea.

—Draco... —gime.

—No saben la culpa que me da interrumpirlos...

Esa voz los sobresalta. Hermione sale de su escondite del cuello del rubio y enfoca sus ojos. Este ya se encuentra con el ceño fruncido y la mandíbula tensa. Sin embargo, los dedos siguen moviéndose dentro de ella y presionando el nudo de nervios.

—Me encanta despertar con gemidos —se burla—. Pero me gustaría ser yo el que los provoca y con otra bruja para mi gusto, un poco más rubia.

Un tercer dedo se introduce dentro de ella. Hermione vuelve a ocultarse en el cuello de Draco y muerde con fuerza el interior de su mejilla para evitar soltar un gemido.

—Diría que ya estoy acostumbrado a ustedes dos, lamentablemente —continúa—. Pero, Blaise a mi lado está a punto de vomitar y no quiero presenciar eso.

—Theo, vete a la mierda —gruñe.

—Draco, es mi habitación también.

—Estás celoso porque Lovegood pasa de ti.

Los movimientos aumentan de ritmo. Entran y salen de ella frenéticamente. La llevan hasta el límite y cuando el orgasmo la golpea, clava sus uñas en la espalda del rubio y muerde con fuerza su labio.

Siente un vacío cuando sus dedos la abandonan. Draco levantó su cabeza y metió los tres dedos en su boca, saboreando su esencia. Luego la besa y la mente de Hermione se escapa a kilómetros de donde se encuentra.

—¡Pueden dejar lo que sea que estén haciendo! —inquiere Theo—. ¡Blaise, ve al baño imbécil! Como si no hicieras eso con Pansy...

Escucha unos pasos en la habitación, seguido de una puerta abrirse. Está segura que Theo maldice. Sin embargo, Draco continúa besándola. Si estuviera haciendo esto con Ginny a un par de metros estaría frenética.

Su burbuja no dura demasiado.

—¡Por qué siguen dormidos!

Tiene la leve sospecha de a quién le pertenece esa voz y espera estar equivocada.

—¡Arriba! ¡Theo! —ordena—. Te ves algo pálido, cariño. ¿Te encuentras bien?

Más pasos, se separa unos centímetros del rubio y este protesta en voz baja.

—¿Por qué Draco sigue durmiendo? —interroga—. ¡Vamos a llegar tarde! Prometieron que me acompañarían a Hogsmeade.

—¡Pansy, no abras...

Las cortinas se abren de par en par, dejando a la vista a Hermione y Draco desnudos. El Slytherin inmediatamente sube la sábana por su cuerpo, toma la varita que se encuentra sobre la mesita y vuelve a cerrar las cortinas.

De igual manera, la castaña pudo notar la expresión de Parkinson, completamente sorprendida para luego dar paso a la furia. Escuchaba la risa de Theo a lo lejos.

—¡Qué demonios fue eso!

Draco se coloca la ropa interior y sale de la cama, dejando a Hermione dentro la privacidad de las cortinas. La excitación desaparece para dar paso a la ansiedad.

—¡Fuera! ¡Salgan de aquí!

—¡Pero, Drake...

—¡Largo, Pansy!

Vuelve a escuchar pasos, pero esta vez desaparecen por la puerta de la habitación. Theo le dice algo que no logra comprender y en menos de un minuto, está de vuelta en la cama. Lo mira de costado, sus mejillas están rojas y sus manos no paran de temblar.

—Me odian, ¿cierto?

—No. No, en realidad —coloca un rizo detrás de su oreja—. ¿Quieres venir a Hogsmeade con nosotros?

Se queda paralizada en el lugar. ¿Ir a Hogsmeade? ¿Con ellos? ¿Con él? Todos se enteraran. Harry y Ron...

—No creo que sea una buena idea.

—¿Temes que tus amiguitos no puedan soportarlo? —se burla.

—No es tan sencillo...

—Lo es, de hecho —agrega sarcástico—. ¿Piensas que arruinará tu reputación de chica dorada? —espeta—. Heroína de guerra vista cerca del Mortífago, Draco Malfoy.

—No eres un Mortífago.

—Lo soy si temes que te vean conmigo.

—¡Por qué haces esto! ¡Estábamos bien hace un minuto! —se sienta en la cama—. Piensas que no lo mereces, que sigue siendo tu castigo, y por eso lo arruinas. Una y otra vez —Comienza a recoger su ropa y a vestirse—. ¿Quieres que vaya contigo? Bien, iré contigo.

—Granger...

—Sólo dime cuándo se vayan.

Termina de cambiarse y sale de la habitación sin notar que varios estudiantes la observan. Cruza la Sala Común de Slytherin, Theo la mira con el ceño fruncido, se acerca a ella cuando está por salir.

—¿Qué sucedió?

—Nada —niega—. Lo de siempre.

Y vuelve a su Sala Común. 



✦✦✦

Holaa, ¿cómo están?

Un capítulo bastante cargado de emociones, ¿no?

Espero que estén disfrutando la historia, les agradezco por los 5K de lecturas :)

No se olviden de votar y comentar, me ayudan a seguir creciendo 

Hoy hay capítulo doble, así que sigan leyendo!!

~Luly


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