Capítulo 18: Nieve
El momento había llegado.
La última semana de clases antes del receso fue caótica. Entregó sus tareas y ensayos, incluido su proyecto de Runas Antiguas. McGonagall tuvo una reunión con ella para saber cómo iba su papel de Premio Anual. Hermione tuvo que recurrir a las mentiras, no era buena idea decirle a la directora que había dejado de lado sus obligaciones y que sólo aceptó el puesto por la comodidad de la suite.
También se reunió con Ginny, la cual insistió nuevamente en que vaya a la Madriguera con ellos. Harry tuvo que intervenir y dejar en claro que su amiga pasaría las fiestas en el castillo y que no la presionaran por esa decisión.
Ron estaba enfadado. Creía que tenía algo en su contra por no pasar la navidad con ellos. No entendía que no se trataba de él.
No creía que fuera justo disfrutar sin sus padres y, además, no tenía ánimos para fingir que estaba feliz por estar en la Madriguera, con Molly regalándole miradas asesinas y con la incomodidad de dormir en la misma casa que su ex novio.
Así que ayer se despidió de los tres, incluso saludó a Luna, que iba a pasar las fiestas con su padre y el tan adorable Puffskein.
Hogwarts quedó vacío al cabo de dos horas y pudo sentir un momento de paz. Hoy pudo desayunar en su habitación, jugó un poco con Crookshanks, leyó el libro favorito de su madre, solo para sentirse cerca de ella. Al mediodía supo que tenía que salir de la pequeña cueva que había armado, tenía hambre y no quedaba nada en la cocina de la suite. Tomó un suéter grueso de punto y se lo colocó arriba del pijama, se calzó los zapatos y estaba lista para salir.
No había tantos estudiantes, por lo que nadie notaría que tenía su pijama debajo. Abrió la puerta de su habitación y se dirigió a la sala, Crookshanks iba detrás de ella.
Sin embargo, cuando llegó a la sala se llevó una sorpresa.
—¿Qué haces aquí?
—Buenos días para ti también, Granger.
Draco está sentado en el taburete de la cocina, tiene una taza de té en una mano y una carta en la otra, sus ojos grises en ella mientras que una sonrisa arrogante se asoma en su boca.
—¿Qué haces aquí? —repite.
—Bueno, por el momento vivo aquí —se encoge de hombros.
—Draco...
—No eres la única que puede pasar las fiestas en el castillo.
—Creí que tenías una mansión a la que volver.
Él arruga la nariz, se levanta de su asiento y se acerca a ella.
—Digamos que... no me apetece volver por el momento.
—¿Pasó... algo?
No responde. Cómo de costumbre. Se abraza a sí misma, como si de esa manera podría ocultarse de él. Draco guarda la carta en su bolsillo. El kneazle se acerca a él con la intención de refregarse contra su pantalón.
—Te dije que no quería a tu gato cerca —se lleva dos dedos al puente de la nariz irritado.
—Le agradas... no sé por qué —murmura la última parte por lo bajo.
—¿Qué hacías encerrada allí, de todos modos?
—No tengo que darte explicaciones.
Pasa de largo en dirección a la salida. Pero el rubio la alcanza antes de que pueda abrir la puerta. Hermione bufa exasperada.
—¿Sabes? Estaba teniendo un buen día hasta que apareciste.
—¿Ah, sí? —comenta sarcástico—. No te creo. ¿Qué ibas a hacer? ¿Quedarte encerrada todas las vacaciones?
—Tal vez... —se muerde el labio—. Eso no te importa. Además, iba a bajar al Gran Salón para el almuerzo.
—Ya veo...
Draco se aparta un paso y abre la puerta, hace un gesto con la mano para que Hermione pase y ella lo hace. Salen de la suite.
—¿Por qué me sigues?
—Ya lo mencionaste —sonríe—. Es la hora del almuerzo.
—Eres insufrible —bufa—. Ya pasó una semana de eso, no tienes que seguir controlando que coma.
—No sé de qué hablas.
—¡En serio piensas que no me doy cuenta! —bajan la escalera—. Desde que me desmayé estás pendiente del plato en mi mesa.
—Soy observador.
—Me estás acosando —corrige.
—Sólo lo que comes.
—¿Así que lo admites?
Doblan en un pasillo y caminan hasta la entrada del Gran Salón. Hermione se cruza de brazos y espera la respuesta del rubio con una mirada inquisitiva.
—Esto es estúpido.
—No me dirás por qué lo haces, ¿verdad? —se acerca a él—. Eso arruinaría tu ego y tu reputación.
Pone los ojos en blanco e ingresa al comedor. Hay pocos estudiantes, un par de Hufflepuffs y Ravenclaws que se sentaron juntos. No se ve a nadie de Slytherin, y sólo hay dos chicos de cuarto año de Gryffindor. Al parecer las fiestas este año era algo que todos estaban esperando. Festejar en familia...
En la mesa del frente se encuentra la directora McGonagall, Madame Pomfrey, Hagrid, el profesor Flitwick y la profesora Babbling.
Antes de que pueda dirigirse a la mesa de Gryffindor, Draco se desvía.
—No creas que me sentaré ahí.
—No te vas a volver menos... puro si lo haces —bromea.
—Lo que sea.
Hermione suspira y se sienta al lado de él en la mesa de Slytherin. Puede sentir las miradas de los estudiantes y de los profesores. Sobre todo de la directora. Cuando gira su cabeza puede ver la expresión de la profesora McGonagall, tiene un aspecto confundido. Sin embargo, hay una pequeña mueca en su boca, intentando ser una sonrisa.
—¿No te preocupa lo que digan? —inquiere.
—No hay nadie aquí que me interese.
El almuerzo se hace presente. Y se dedican a comer, Draco la mira disimuladamente cada pocos minutos para controlar su plato.
No lo entiende. Unos días la ignora, otros días follan como desquiciados y hay días donde él se muestra... así.
Si no lo conociera diría que está preocupado por ella, por su salud. Pero luego Hermione hace una pregunta y automáticamente se cierra. Levanta esa pared y no la vuelve a bajar hasta estar seguro que se encuentra a salvo.
Es frustrante.
El silencio los envuelve. Puede escuchar los murmullos de los profesores y algunas risitas de los estudiantes.
¿Por qué está en el castillo? Lo que recuerda de años anteriores es que siempre se iba a la Mansión. Era un crimen quedarse en Hogwarts. ¿Y ahora?
La semana pasada, Theo mencionó algo acerca de su madre y hoy estaba leyendo una carta, no de buen ánimo lo que pudo notar. Además del hecho que dijo que no le apetecía volver a su casa.
Cuando algo aparece delante de su plato vacío vuelve a la realidad. Draco colocó un muffin de arándanos en este.
—Come —ordena.
Se fija que en la bandeja hay tanto muffins de arándanos como de chocolate. Sus ojos grises la evitan.
—¿Cómo sabes que prefiero los de arándanos antes que los de chocolate?
—¿Qué? —voltea a verla confundido.
—Los muffins —aclara.
—Ah, eso —toma una porción de tarta de manzanas—. Siempre comes de esos —se encoge de hombros.
—Acosador —murmura.
La iba a volver loca, definitivamente.
Luego de eso, se retiraron nuevamente a la suite. Él caminando dos pasos atrás de ella. Esto era absoluto y completamente ridículo. Cuando llegaron a la sala, él seguía esperando que ella se sentara en el sofá para hacerlo.
—¡Malfoy! —grita—. ¡Deja de hacer eso!
—¿Ahora me llamas por mi apellido? Pensé que esa etapa estaba superada —se burla.
—Hablo en serio —se cruza de brazos—. No me voy a desmayar, no me va a pasar absolutamente nada. ¡Sólo me olvidé de comer por una jodida vez!
No responde. Sus pupilas se dilatan y vuelven al gris habitual.
Hermione bufa.
—Al parecer tampoco podemos hablar de esto... asombroso —murmura con sarcasmo.
Crookshanks se acerca a ella y enseguida lo toma en brazos. Necesita contención de alguna manera. Draco pasa de largo y se encierra en su habitación. Pone los ojos en blanco.
¿En serio está pasando esto?
—¡Madura! —grita cuando la puerta ya se encuentra cerrada.
No importa.
No arruinará los planes que tenía para hoy. Está emocionada por esto y será algo que la acerque, al menos, un poco a sus padres.
Toma su varita de su bolsillo y agarra una taza de la cocina. La deja a un costado de la chimenea, no lo suficientemente cerca para que se queme lo que está a punto de hacer.
Respira profundo. Sus dedos tiemblan un poco pero lo ignora y transfigura la taza en un árbol de navidad. No es tan grande como el que usaban en su casa, pero servirá. Una vez listo esto, se adentra en la ardua tarea de transfigurar las decoraciones para el árbol.
Una cuchara sirve de estrella, un almohadón es una esfera roja, mientras que una cinta para el cabello se transforma en las luces de colores.
Crookshanks encontró fascinante este suceso y se encuentra revolcándose en las luces. Su pelaje anaranjado está adornado de colores brillantes y titilantes. Y ese gesto hace sonreír a Hermione.
—¡Crooks! —lo reprende con diversión.
Se sienta frente a la chimenea en la alfombra y deja al kneazle entre sus piernas para comenzar a desenredarlo. Estaba a medio camino cuando escuchó abrirse la puerta del rubio.
—¿Qué es todo ese alboroto?
—Oh, disculpa. ¿Interrumpí tu siesta de príncipe? —inquiere con sarcasmo.
—¿Por qué tu gato está brillando?
—Son luces de navidad —responde obvia.
—¿Y se puede saber de dónde sacaste luces de navidad? —gira la vista hacia un costado—. ¿Y un árbol?
—Los transfiguré.
—¿Por qué?
—Por qué sí.
—Y después me dices que sea maduro. Quién te entiende, Granger —se deja caer sobre el sofá frente a ella.
Hermione sigue intentando liberar a Crookshanks de las luces. Puede sentir la mirada de Draco sobre ella y no sabe si es por el silencio que se formó entre ellos o la situación o porque necesita decirlo en voz alta para que otra persona también lo sepa y no quede en el olvido.
—Todos los años teníamos esta tradición con mis padres, armar juntos el árbol de navidad, hornear galletas, mirar películas... quise hacer algo de eso.
—Entiendo.
Sus ojos se encuentran. Miel y plata. Hay tantas palabras no dichas que flotan entre ellos. Tantas cosas por decir. Disculpas, deseos, sueños...
—Al menos tener el árbol aquí... no sé, me hace sentir más cerca a ellos.
—¿Por qué no fuiste con ellos para las fiestas?
—Ya te dije —se remueve incómoda—. Estaban de viaje. ¿Por qué no volviste a la Mansión?
—Ya te dije —sonríe—. No me apetecía volver en este momento.
Tantos secretos. Todo cambiaría si tan sólo fueran honestos el uno con el otro. Menos complicado.
—No es la primera vez que Crooks termina enredado así —el recuerdo la hace sonreír—. Había sido la primera navidad que lo traje a casa, en tercer año. Papá y yo comenzamos a decorar el árbol, mamá estaba preparando chocolate caliente y Crooks estaba asustado, creo. Veía todos los adornos con curiosidad y en un minuto que nos desconcentramos había enganchado su patita en las luces que colgaban del árbol y cayó al suelo con un estruendo.
Hermione suelta una carcajada mientras sigue desenredando al kneazle.
—Crookshanks dió dos pasos y cayó sobre la alfombra de la sala, cubierto de las luces de colores y maullando porque no podía alejarse de eso. Con papá lo liberamos. No podía usar magia, así que volvimos a armar el árbol —se encoge de hombros—. Luego nos sentamos todos en el sofá, había chocolate caliente y galletas, Crooks estaba acurrucado en mi regazo y mis padres estaban cada uno a mi lado. Vimos una película y el desastre quedó en el olvido.
Desata la última sección de luces del pelaje anaranjado y cuando está libre, rápidamente se aleja del lugar en dirección a las piernas de Draco, donde se empieza a refregar contra sus pantalones negros.
—Esa navidad fue una de mis favoritas... todo tan tranquilo. Pacífico —suspira—. No sabíamos que lo peor estaba por venir. Sospechábamos, claro. Pero no cómo terminó siendo.
Recoge las luces de la alfombra y voltea hacia el árbol para comenzar a colocarlas. El silencio nuevamente se asienta. Espera una respuesta, un recuerdo, algo. Pero Draco no dice nada, se limita a observar cómo los dedos de la castaña pasan las luces coloridas por las ramas verdes del árbol. La delicadeza y la paciencia con qué lo hace. Cuando está luchando por colocarlas en la parte superior del árbol siente una mano sobre la suya. Los dedos pálidos de Draco se entrelazan con los de ella, toma las luces y termina de ordenarlas en lo alto del árbol.
Su espalda se presiona contra su pecho. Su aliento le rozó la mejilla y Hermione ya se encuentra conteniendo la respiración expectante de su próximo movimiento. Sin embargo, se aleja de ella y nuevamente se sienta en el sofá. La Gryffindor da media vuelta, sus ojos están en una combinación extraña de negro y gris.
—En fin... no es como el árbol de casa, pero es un buen intento.
Se sienta al lado de él. Crookshanks salta inmediatamente a su regazo, ronronea cuando lo acaricia detrás de la oreja y sobre el pelaje anaranjado. Tal vez es lo único que le quede de casa.
Las lágrimas se concentran en sus ojos, pero no las deja caer. Siente una presión en su pecho y clava las uñas en sus palmas para controlarse.
—¿Quieres dar un paseo?
—¿Qué?
—El castillo se encuentra prácticamente vacío, podemos ir a dónde queramos —aclara.
—¿Y a dónde quieres ir?
—Acepto propuestas.
Casi esperaba que esa no fuera su respuesta, pero no podía hacer nada.
—Tal vez el Lago Negro.
—¿En invierno? ¿Con nieve? —inquiere.
—Dijiste que aceptabas propuestas. Puede ser divertido.
Se levanta del sofá en dirección a la salida.
—De acuerdo —bufa—. Pero no saldrás vestida así.
—¿Qué? ¡No es un vestido!
—No creo que tú pijama resista la nieve —se burla.
—Oh, claro... voy a cambiarme.
Se adentra en su habitación. Cambia su pijama por pantalones, un suéter más abrigado, chaqueta y la bufanda y gorra con los colores de Gryffindor. Considera hacer un moño en su cabeza, pero sus rizos están incontrolables y tardaría demasiado tiempo. Una vez lista, vuelve a la sala. Draco también se abrigó un poco más, con una chaqueta y bufanda verde Slytherin.
Ambos salen de la suite en dirección al Lago Negro. Bajan las escaleras en silencio y cruzan el castillo de la misma manera. No ve a ninguno de los estudiantes que se quedaron, ni tampoco a los profesores. Todo está... en calma. Inusual en Hogwarts, ya sea por la rutina de las clases o por los sucesos de hace unos meses.
El viento frío los ataca cuando salen del castillo, Hermione lanza un encantamiento de calor en ambos y caminan hasta llegar a orillas del Lago.
Duda en sentarse, deberían haber traído una manta. Tal vez esto no fue una buena idea. Sólo quería tomar un poco de aire fresco. Sin embargo, el rubio saca un pañuelo verde del bolsillo de su pantalón y lo transfigura en una especie de manta de picnic.
—Gracias —murmura.
Evita su mirada y en su lugar se sienta sobre la manta. Hermione se muerde la lengua para no responder ante eso.
¿Por qué todo tiene que ser tan complicado entre ellos?
No podría haber elegido otro chico con quien acostarse, con quien olvidarse un poco de lo miserable que es su vida en estos momentos.
Suspira.
Lanza otro encantamiento y se acuesta sobre la manta al lado de él. Sus manos se rozan, y Hermione quiere entrelazarla con la de él. Pero sabe que eso significaría más problemas.
—¿Por qué actúas así?
—Vas a tener que ser un poco más específica, Granger.
—Actúas como si te importara —gira su cabeza enfocando su perfil—. Desde la semana pasada has sido mi sombra prácticamente. Controlas lo que como... incluso desde antes del desmayo —agrega—. Corriges mi tarea, me tranquilizaste cuando tuve un ataque de pánico... me defendiste de Cormac.
Puede notar con su mandíbula se tensa pero no responde.
—Y luego, cuando te pregunto algo, sólo te alejas. Y lamento decirlo así, pero para alguien que dijo "no sentimientos" no actúas de acuerdo a eso.
Lo dijo. Tenía que intentarlo, tenía que saber.
—No lo lamentes —murmura entre dientes—. No tienes que disculparte por nada.
—Yo...
Gira su cabeza y los ojos grises de él se encuentran con los de ella. La barrera que tanto odia sigue firme.
—No hagas eso.
—No puedo evitarlo.
—Sí que puedes, no quieres. Es diferente —argumenta.
—Granger... —bufa—. Ya hablamos de esto.
—No. No lo hicimos.
—Entonces, no quiero hablar de esto.
—Bien.
—Bien.
Volvió su vista al cielo, los colores se estaban mezclando para dar paso al atardecer. Era hermoso. Completamente diferente a lo que estaba sintiendo ahora.
Theo había dicho que siguiera intentando. Pero no quería cargar con algo más, no quería rogar por esto. No cuando ella también estaba sufriendo y estaba rota de la guerra.
Sin sus padres.
Alejada de sus amigos.
Sin idea qué hacer respecto a su futuro.
Todo iba en picada.
Y él estaba ahí. Con su cabello rubio, sus ojos grises... con esos gestos que la confunden. Eran tan diferentes pero tenían tanto en común. La entendía. En este instante, era la única persona que la entendía, que no le pedía explicaciones, que no la presionaba.
Y ella estaba haciendo lo contrario.
Tal vez él también quería alejarse de todo por un tiempo. Al principio lo dijo, era una válvula de escape. Una forma de olvidar por un rato. Y ella le pedía constantemente respuestas a preguntas que estaban enterradas en el fondo de su cabeza.
Probablemente estaría confundida. Él la hizo sentir bien, le prestó atención, la tranquilizó cuando lo necesitaba. Tal vez... hacía todo esto para no sentirse sola. Más de lo que estaba.
Sin embargo, había visto a Draco desde su llegada a Hogwarts. Lo había visto crecer, hacer magia, pasarse al lado oscuro, arrepentirse. No es solo por atención.
Le gustaba.
Le gusta.
Y se odia por eso. Por qué no debería ser él. Debía ser Ron. Casarse, tener hijos pelirrojos, trabajar en el Ministerio. Esa era su vida. Iba a ser su vida. Todo el mundo lo sabía, todos lo esperaban.
Y aquí estaba.
Junto al sangre pura, príncipe de Slytherin, ex mortífago. E incluso estando en la especie de acuerdo que tienen y la difícil situación de ahora, prefería esto.
Porque la hacía sentir viva.
Y nunca se sintió así con Ron. Ni con nadie más.
El frío raspa su piel, pequeños copos de nieve caen sobre ellos. Está nevando. Y se siente bien. Cierra los ojos, respira con profundidad. El aire fresco ingresa a su cuerpo, junto a un aroma cítrico y dulce.
Manzanas verdes.
Se recuesta sobre su brazo, mirando a Draco desde arriba. Sus pestañas están cubiertas de copos de nieve y su cabello se confunde con estos. Se ve tan... humano.
Un mago sin todas las cargas que debe llevar. Y Hermione se da cuenta que quiere que él comparta sus cargas con ella, que baje sus paredes, que la deje entrar. Porque ella también quiere compartir lo que le pesa sobre los hombros con él.
Así que se acerca, los ojos grises de él están cerrados. Roza sus labios, Draco contiene el aliento pero se mantiene en el lugar. Y luego lo besa. Un beso ligero, apenas un toque, pero cargado de sentimiento que habían acordado no tener. Sus labios son el paraíso, incluso cuando él es el infierno.
—¿Por qué fue eso? —interroga cuando se separan.
—No preguntes.
Y lo vuelve a besar.
✦✦✦
Holaa, ¿cómo están?
Hasta acá el capítulo de hoy.
Draco y Hermione están solos, ¿qué pasará?
El próximo capítulo ya es navidad!!!!
Nos leemos el martes :)
~Luly
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