Capítulo 1: Nuevo comienzo
El ambiente se sentía pesado, el humo de los calderos se arremolinaba en el aire haciendo que los rizos de Hermione se inflaran. Había un murmullo constante pero ella no estaba consciente, en cambio, su concentración estaba enfocada en sus pensamientos.
A diferencia de otros años, en este mismo salón, no eran pensamientos de que llevaría esta poción, si podría obtener puntos extras en sus ensayos o si sabía la respuesta a la pregunta que había formulado el profesor Slughorn hace unos instantes.
Sus pensamientos eran grises, de un tono oscuro, fríos como el salón de clases de pociones, ubicado en las mazmorras. La guerra había terminado, habían ganado, pero también habían perdido. En este caso, no sólo a sus padres, sino también a una parte de ella. La parte que la hacía sentir viva, la que la obligaba a levantar la mano en clase, la que reía con Harry y Ron, la que compartía secretos con Ginny. Había perdido a la Hermione de antes y no sabía si iba a ser capaz de recuperarla.
Su cicatriz picaba, pero se contuvo de rascarse. Era algo involuntario, como si todavía sintiera su piel desgarrarse, escuchara los gritos retumbando en sus oídos, como si todavía viera a Bellatrix frente a ella.
Sus dedos empezaron a temblar, enterró sus uñas lo más fuerte que pudo en sus palmas para calmarse. Para evitar llorar, para evitar desmoronarse en medio de una clase de pociones.
—Señor Malfoy —el profesor Slughorn anuncia—. Llega tarde.
Ese es otro problema. Uno que la persigue constantemente. El rubio no responde, en cambio se adentra en el salón y se sienta con su grupo de Slytherins, junto a Theodore Nott.
Su postura está decaída, está más alto desde la última vez que lo vio, si eso es posible. Sus ojos color plata se ven enrojecidos, como si hubiese estado llorando o bebiendo demasiado. Su cabello, antes de un rubio brillante, lucía opaco. Sin embargo, había algo más. Algo oculto, profundamente, pero estaba ahí.
La clase siguió, a su lado Neville estaba luchando sobre qué paso debería hacer a continuación. Hermione murmuró la respuesta sin ganas, con voz automática. No lo notó.
Por un minuto se cuestionó en buscar con la mirada al rubio. Sus ojos miel se enfocaron en el grupo que estaba a varias mesas de ella. Blaise Zabini estaba diciendo algo, su brazo envuelto en el cuello de Pansy Parkinson. Nott le respondía pero Malfoy parecía ausente, mirando fijamente el caldero que tenía delante. Debió sentir la presencia de Hermione porque en un momento sus ojos se desviaron hasta caer en la Gryffindor.
Fue sólo un pestañeo, un encuentro perdido, fugaz pero fue suficiente para que Hermione sintiera su brazo en llamas. Clavó más fuerte sus uñas hasta que pudo sentir algo húmedo en estas.
Sangre.
Sangre sucia como varias veces repitió él.
Se levanta de su asiento con Neville a su lado, afuera del salón de pociones Ron la esperaba con una gran sonrisa en su rostro. Era algo que hacía a menudo, la seguía a todos lados, la esperaba, estaba pendiente de ella. Aunque Hermione le había dejado claro que no tenía intención de tener una relación romántica con él.
—¿Mione? —la voz de Ron la trajo de vuelta.
—Lo siento... ¿qué decías?
—Es la hora del almuerzo.
—Sí, claro...
—¿Estás bien? —asegura el bolso en su hombro.
—Estoy perfectamente, Ronald.
—Genial, ¿almuerzo?
Él continuó hablando pero Hermione no lo escuchaba. Estaba pendiente a la cabeza rubia que caminaba a unos metros frente a ella. Theo Nott a su lado, murmuraban algo. Ron caminaba apresurado, queriendo llegar al Gran Salón para el almuerzo, Harry había ido en busca de Ginny. Y Neville caminaba unos pasos detrás de ellos.
Todo a su alrededor se sentía tan familiar y a la vez tan distinto. Hogwarts había sido reconstruido, a pesar de que todo se viera en perfecto estado, Hermione recordaba cada rincón dónde la guerra se hizo presente. La muerte de Remus y Tonks, la muerte de Lavender, Colin, los gritos de los estudiantes asustados, las directivas de la Orden.
La sangre.
Mucha sangre.
Cuando llegaron al Gran Salón, Harry y Ginny ya se encontraban sentados. Se posicionó al lado de la pelirroja. Ron ni se había sentado y ya estaba llenando su plato de comida. Ella no tenía hambre.
No tenía hambre ayer, ni hoy, ni tampoco la tendría mañana. Aunque se estaba muriendo por una copa de whisky de fuego. O un cigarrillo. O un porro. Lo primero que la adormeciera lo suficiente para no sentir. O en su defecto, para sentir algo que no fuera el vacío ensordecedor en su pecho.
Sus ojos volvieron a él. Sentado en la mesa de Slytherin, cabeza gacha, jugando con su comida, ignorando a sus amigos.
—¿Estás emocionada, Mione?
Volteó a ver a Ginny con el ceño fruncido en confusión.
—La fiesta de bienvenida —aclara—. En la sala común.
—Oh, cierto —deja un rizo detrás de su oreja—. Me había olvidado que era hoy.
—¿Ya tenías planes en la biblioteca? —Harry bromeó.
—Puede ser... —miente.
—¡Vamos, Hermione! —exclama Ron con la boca llena—. No te puedes perder la fiesta.
—No estoy con ánimos de... celebración —menciona mientras se encoge de hombros.
—Somos libres y estamos en nuestro último año juntos —enumera el pelirrojo—. Yo lo veo como una excelente excusa de celebración.
Donde ellos veían vida, ella veía muerte. Le susurraba al oído por las noches y se adentraba en sus sueños. Cada persona es diferente, pero ¿por qué a ella le costaba tanto? ¿Qué estaba mal? ¿Qué había de mal con ella?
Su vista se desvió por segunda vez a la otra mesa. No estaba. Zabini seguía hablando con Parkinson y Nott, pero Malfoy no estaba. Hermione casi se cae al levantarse. Sus amigos la miraron confundidos.
—Yo... estoy cansada —argumentó—. Volveré a la sala común, los veo allí.
Se fue antes de que alguno de ellos pudiera responder algo. No lo entendían, tal vez ella no se estaba expresando bien o daba señales erróneas, pero era obvio que sus amigos estaban afrontando el trauma de una manera diferente al de ella.
Y eso estaba bien. Cada bruja o mago es diferente.
Su mente continuaba repitiendo ¿por qué ella?
Hermione siempre había tenido la respuesta, la solución para todo. Este problema no lo podía resolver y le pesaba. La desgarraba por dentro no saber algo, vivir en la ignorancia.
Sus pies rápidamente la guiaron a las escaleras. Buscaba por todos lados, tratando de focalizar una cabeza rubia, pero era inútil. Seguramente ya se encontrara en las mazmorras, de camino a la sala común de Slytherin.
¿Por qué lo buscaba? ¿Por qué estaba tan empecinada de encontrarlo? ¿Y si lo hacía? ¿Sí se lo cruzaba qué le diría? No sabe ni siquiera por qué está tan pendiente de él.
Tal vez si sabe pero no quiere admitirlo.
La escalera gira a lo que Hermione bufa. No se encuentra demasiado lejos de la sala común pero está cansada y lo único que quería hacer era destapar la botella de whisky que esconde en su baúl y acostarse en la cama, a pesar de que apenas es mediodía.
Ahora está en el pasillo que lleva a la Torre de Astronomía. No sabe muy bien que la lleva a subir la escalera de caracol. Tal vez el aire fresco de otoño o la luz solar que se filtra por las ventanas del castillo. Llega hasta la torre pero frena cuando se da cuenta quién está del otro lado.
—¿Me estás siguiendo, Granger?
Malfoy está reclinado contra la baranda, mirando hacia los campos de Hogwarts. No se gira a verla y Hermione se cuestiona cómo supo que era ella.
—No sé de qué hablas, Malfoy —responde.
Debería irse. Dar media vuelta y ocultarse en la sala común, en su habitación. En cambio, da un paso y otro más hasta colocarse a un lado de él. No lo suficientemente cerca para tocarse pero sí para oler su colonia cara combinada con algo cítrico y...
—¿Estás borracho? —inquiere cuando percibe el aroma a alcohol.
—Que gran observadora, diez puntos para Gryffindor.
Sus ojos se ven desorbitados, mirando hacia abajo. Sus brazos caen sobre la barandilla. Luce... roto. No como el Draco Malfoy altanero y arrogante de otros años. Está más cerca al Draco Malfoy de sexto año, cuando Harry le aseguraba que era un Mortífago y ella se negaba a creerlo.
Se quedan en silencio varios minutos. Es extraño compartir un espacio sin insultarse y es más extraño cuando Malfoy saca un cigarrillo de su bolsillo y lo prende delante de ella.
—¿Fumas?
—¿Estás empeñada en recalcar lo obvio, Granger? —cuestiona irritado.
—Es algo muggle —aclara.
—Como si me importara.
—Solía hacerlo —murmura.
—¿Qué quieres, Granger?
Se gira finalmente, quedando enfrentados. Su altura se alza frente a ella, su pelo antes elegantemente peinado, cae en mechones sobre su frente. Hay un temblor en sus dedos, muy imperceptible pero que ella nota porque le sucede lo mismo.
¿Qué quiere? ¿Por qué estaba tan desesperada de encontrarlo?
No tiene sentido. Ella tendría que estar en su sala común, con Harry o Ron, adelantando tareas, leyendo un libro o haciendo cualquier otra maldita cosa que esto.
Aquí. Con Malfoy.
—¿Te arrepientes? —la pregunta sale antes de que la procese.
—Mierda... —maldijo por lo bajo—. Ya tuve mi juicio, te agradecería que no me hicieras repetir todas las malas decisiones del pasado y...
—¿Te arrepientes de esa noche?
—No te sigo, Granger.
—En tu mansión.
Eso logra un efecto. De repente sus ojos ya no están tan desenfocados, su mandíbula se tensa, da una calada al cigarrillo para luego desaparecerlo. Camina un paso hacia ella pero no se deja intimidar.
—¿Te arrepientes de no habernos entregado? —repite—. Sabías que éramos nosotros. Sabías que era yo...
—No necesito esta mierda, Granger. Suficiente tengo con el Ministerio.
Da media vuelta y se dirige hacia las escaleras de la Torre. Hermione reúne el aire suficiente, controla sus temblores para lo que planea decir a continuación.
—Gracias... —menciona—. Por no habernos entregado, hubiese sido todo peor si lo hacías. Tal vez ni siquiera estuviéramos aquí.
—¿Tanto te odias?
Esas palabras la golpean e instintivamente da un paso hacia atrás como si la hubiera empujado con sus propios brazos.
—¿Qué?
—Te pregunto si tanto te odias —su voz se escucha más grave—. Te torturaron en mi casa, Granger. San Potter y la comadreja no tienen idea de lo que perdiste en la mansión ese día.
—Yo...
—No tienes ni puta idea lo que estás agradeciendo —sus ojos viajan a su brazo antes de dar media vuelta.
Malfoy baja las escaleras de la Torre, dejando a Hermione temblando pero también intrigada.
¿Lo que perdió en la mansión?
Sí, son más parecidos de lo que esperaba.
✦✦✦
No sabe muy bien cuando empezó. En qué momento específico entendió que Draco Malfoy no era su enemigo. En realidad, nunca lo fue. Solo era un niño adoctrinado con las ideas de sus padres, luchando una guerra que no le correspondía. La única diferencia era que estaba del lado opuesto de la batalla.
La primera vez que lo volvió a ver fue en su juicio. Solo fue de pasada, ella y Harry brindaron declaraciones a favor de Malfoy y su madre, lo que le consiguieron a Narcissa Malfoy prisión domiciliaria y a su hijo la obligación de terminar sus estudios en Hogwarts y luego un período de reclusión en su mansión. Era mejor que Azkaban, donde estaba Lucius Malfoy.
Tampoco sabe el momento exacto en que se sintió atraída por él. Tal vez sea el hecho de que en los partidos de Quidditch su vista se desviaba al rubio, cuando tendría que estar alentando a Harry y luego a Ron. O tal vez el hecho de que siempre le estaba pisando los talones con las notas, peleando por el primer puesto en todas las asignaturas. Puede ayudar que sea extremadamente atractivo con su piel pálida, ojos plata y ese cabello rubio casi blanco.
Pero a ella no le gustaba.
No.
No vale la pena mencionar el enamoramiento hacia cierto Slytherin desde que lo vio en el Expreso de Hogwarts de camino al castillo, lo magnífico que se veía en su traje en el Baile de Navidad de cuarto año o lo que sintió cuando le dió un puñetazo en su perfecta nariz en tercero.
No.
Solo estaba intrigada. Porque si ya en sexto año parecía un fantasma, actualmente le hacía competencia con el barón sanguinario y el fantasma de Slytherin se veía mejor.
La guerra les afectó a todos, cada uno de sus amigos sufrieron, pero por alguna razón Malfoy y ella se veían peor que los demás. Era un consuelo a decir verdad, saber que no estaba sola, que no era la única afectada por la guerra en una manera que la estaba destruyendo por dentro, sin que nadie se diera cuenta. Obviamente Harry sospechaba algo, es su mejor amigo, pero no al punto de creer que Hermione se iba a romper. Lo que él no sabía era que ya estaba rota. Hace mucho.
Después de ese encuentro en la Torre de Astronomía, Hermione lo evitó. No era capaz de mirarlo a los ojos. Puede ser porque estaba avergonzada por la estupidez que había dicho o porque Malfoy en unos pocos minutos pudo darse cuenta de su estado actual.
Le dió un largo trago a la botella de whisky de fuego, se acomodó la corbata que la estaba asfixiando y desistió en arreglar sus rizos luego del tercer intento de controlarlos. Estaba un poco... achispada. No lo suficiente para estar ebria, pero sí para relajar sus músculos.
Sonrió. Porque eso se esperaba que hiciera. Es la chica de oro, heroína de guerra, la bruja más brillante de su era. Se suponía que tenía todo para ser feliz. La respuesta sincera es que no lo era. No era feliz.
Si bien evitaba a Malfoy, no podía evitar no pensar en él. Así que de camino a su clase de Runas Antiguas estaba repasando en su cabeza su encuentro del lunes. Estaba en la Torre de Astronomía, quién querría estar en el lugar donde estuvo a punto de asesinar a alguien.
Era masoquista.
Entra en el salón, está clase no sería como Pociones, donde había algunos estudiantes de Gryffindor que conocía. No. Runas Antiguas era una materia que solo tomaba ella, por lo que no tenía que fingir, al menos no demasiado.
Tomó asiento en una de las últimas mesas, extraño en ella que siempre quería sentarse adelante Sacó el pergamino de su bolso, pero cuando estaba a punto de dejar la pluma y el tintero sobre la mesa, este último se cae, tiñendo sus manos de negro.
—Mierda... —murmura por lo bajo.
En menos de un segundo sus manos vuelven al color oliva de su piel, al igual que su mesa y los pergaminos están libres de tinta.
—Deberías ser más cuidadosa, Granger.
Theodore Nott toma asiento a su lado, saca de su bolso un libro, junto con un pergamino y una pluma. No la mira, pero tiene una sonrisa petulante en su rostro. Los rizos castaños le caen sobre la frente y sus ojos verdes están un poco rojos.
—¿Tú también estás borracho?
—¿También? —levanta una ceja intrigado—. ¿Con quién más hablaste, Granger?
Bufa con exasperación. No sabe porque le pareció buena idea iniciar una conversación con el maldito Theodore Nott. Un Slytherin en toda regla y mejor amigo de Draco jodido Malfoy.
—Olvídalo.
—No... ahora estoy intrigado —pasa una mano sobre sus rizos—. ¿Con quién más podría haber tenido una conversación de borrachos la chica dorada?
—Vete a la mierda, Nott.
—Creía que eras más... educada.
—¿Educada?
—Con el uso de las palabras, ya sabes, una sabelotodo que no incorpora en su lenguaje insultos.
—Tengo unos muy buenos por si quieres testear tu teoría.
—Estoy seguro, la leona tiene garras.
—Sí, y hacen sangrar como no tienes idea —espeta.
—Tranquila, Granger. No es mi intención pelear contigo.
—¿Qué haces aquí? —acomoda los pergaminos sobre la mesa para controlar el temblor de sus dedos.
—Tomo clases —responde sarcásticamente.
—¿Runas Antiguas? —inquiere—. Nunca tomaste la materia.
—¿Me prestabas atención? —le guiña un ojo.
—No todo gira a tu alrededor, Nott.
—Puede ser, pero Draco sí lo hace.
Esa mención hace que se le corte la respiración, lleva sus manos a su regazo y clava con fuerza las uñas en sus palmas. Rehúye a su mirada pero lo que se encuentra delante de ella es peor. Una cabeza rubia, a dos bancos de donde está sentada. Obviamente iba a tomar Runas Antiguas el maldito hurón.
—Escucha —la sonrisa de Theo desapareció para convertirse en una expresión seria intimidante—. No lo voy a repetir, Granger. No sé qué estás planeando pero aléjate de Draco. No necesita tu mierda en estos momentos.
—No sé de qué estás hablando.
Se acerca hasta que puede sentir su respiración en su rostro. Traga saliva nerviosa pero no aparta la mirada.
—No te queda hacerte la estúpida, eres más inteligente que eso —toma un rizo entre sus dedos y lo estira hasta ver cómo vuelve a su posición anterior—. Lo digo en serio. No te metas en donde no te llaman.
Da un manotazo a sus dedos que sostiene el mechón de pelo. Theo lo suelta con una risa y su postura relajada vuelve, como si la anterior conversación no hubiera sucedido.
—Y Granger... si yo estoy borracho, tú no te quedas atrás. Tal vez una menta para la próxima. Toma —estira su mano.
Tiene una bolsita de Honeydukes con varias mentas en su interior. Hermione se lo queda mirando, tratando de adivinar si es una broma o si en serio le está ofreciendo algo.
—No muerdo... a menos que me lo pidas.
—¡Theo!
Esa voz grave la hace saltar en su lugar. Sus ojos se ven más rojos de la última vez, además de que toda su postura está descuidada, como si le costara mantenerse de pie por el cansancio.
—Sí ya terminaste con lo que sea que estés haciendo, vuelve a tu lugar.
—Aburrido, pensé que podría utilizar la brillante mente de Hermione... ¿te puedo llamar Hermione, cierto?
Esto era irreal, inverosímil incluso. Hace unos momentos la estaba amenazando que se mantenga alejado del rubio y ahora la llama por su nombre.
—Yo...
—Te regalo las mentas y me puedes llamar Theo.
—Theodore... —Malfoy se llevó dos de sus dedos al puente de la nariz exasperado.
—Ya voy.
El castaño bufa y vuelve a su asiento donde estaba Malfoy anteriormente.
—Granger.
—Malfoy.
Un saludo incómodo, desvía sus ojos por un segundo al brazo de Hermione y vuelve a su lugar.
La clase transcurre con tranquilidad. Al menos Hermione tiene un respiro de Harry y Ron, sumado a que no tiene que estar pendiente por si no sonríe. Aquí nadie la mira, no demasiado. Todo va bien hasta que la profesora Babbling asigna una tarea grupal, que consiste en la mitad de la calificación. Hermione no tiene ningún compañero y quiere gritar cuando Theodore Nott se ofrece a que ella se una a su grupo. Con Malfoy.
Al salir, el rubio se adelanta pero ella detiene su mano en torno al brazo de Nott.
—Para alguien que está empecinado a que no me acerque a su amigo, no haces un buen trabajo.
—De nada, Granger —sonríe—. Parecía que necesitabas ayuda.
—No sé a qué estás jugando, Nott. Pero no quiero ser parte —aclara seria.
El Slytherin se limita a guiñar un ojo y sigue su camino. La próxima hora tiene Defensas contra las Artes Oscuras, está vez no se va a poder librar de Harry y Ron.
Con un suspiro se dirige a la clase. Desearía un trago de whisky, en su lugar toma una de las mentas que le regaló Nott y se la mete a la boca.
Está maldiciendo a Nott con todos los insultos que conoce y los que no también cuando siente el sabor del caramelo.
Menta... y manzana.
✦✦✦
Holaa, ¿cómo están?
¡Comenzamos un nuevo fanfic! Hace mucho quería escribir una relación entre Hermione y Draco, no sólo son mi ship frustrado de la saga, sino que siento que serían una pareja imparable y de las más asombrosas que hubiese tenido el universo.
Algunas cosas a comentar: por favor, si no les gusta esta relación, no insulten. Entiendo que si entraron a esta historia es porque aman el ship, pero nunca se sabe.
Este es mi segundo fanfic, el primero es La Sirena del Capitolio (Finnick Odair), pueden pasarse si quieren.
Miel y Plata nació como una idea que tenía en la cabeza para un one-shot, y luego se convirtió en un capítulo, y en otro, y en otro. Casi estoy terminando la historia en este punto, así que espero que les guste :)
Voy a estar actualizando dos veces por semana, todavía no estoy segura de los días, pero el viernes van a tener el segundo capítulo subido.
No tengo más que decir, salvo que me ayudan dejando un comentario y un voto. ¡Disfruten!
~Luly
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