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Ni Santo ni Damisela

El rostro de Link estaba empapado, el cabello rubio pegado a su piel como finos hilos de oro. Angela lo tocó con dos dedos para despejarle la frente, causando en él un sobresalto. Sabía que era una mala idea, aún peor que la de meterse en las duchas de hombres... Pero una vez más, no pudo controlarse.

Hizo falta apenas una ligera inclinación para alcanzarlo, hasta que sus narices se tocaran y pudieran sentir la respiración del otro sobre el vapor del baño. El gesto de Angela era claro, pero aunque hizo una pausa razonable ahí frente a él, Link no se retiró. De hecho, Angela sintió la mano del rubio sobre la parte posterior de su cuello, atrayéndola hasta que la distancia se desvaneció por completo y sus labios pudieron encontrarse.

Había pensado muchas veces que un beso con Link sería incómodo o apresurado, pero viéndolo en retrospectiva, tal vez sólo había intentado quitarse el peso de la tentación que él representaba. Era más fácil mantenerse alejada del fuego si no imaginaba su calor.

Pero Link era aún mejor que el fuego, y mucho más tranquilo. Él no le exigió nada ni apuró el momento para hacerlo desaparecer; tampoco se dejó arrastrar por la adrenalina del encuentro público, sino que cuidó el silencio mientras la besaba más y más profundamente. Era tan lento, tan agradable... que Angela olvidó la delicada situación y se apoyó en la pierna de Link, haciendo que él flaqueara por primera vez.

Fue una suerte, más que algún esfuerzo sobrehumano, que ninguno de los dos hiciera ruido cuando las regaderas se cerraron y tres pares de pies se fueron haciendo eco en las duchas. Angela había retirado su mano, pero Link aún la sentía ahí, como si lo hubiera marcado a rojo vivo.

En lugar de levantarse como un resorte, él mantuvo las manos sobre su cuello, masajeando sus músculos tensos hasta que ella se relajó por completo. También se dio cuenta que él estaba ganando tiempo antes de hablar.

— Tengo que ir a mi casa y hablar con mi hermano. —Le dijo al fin, recitando cada palabra con cuidado.- Pero mañana descanso. Me gustaría que fueras conmigo a desayunar. Creo que necesitamos hablar de algunas... cosas.

Angela asimiló la invitación mientras Link se levantaba y la ayudaba a hacer lo mismo. Seguía siendo incomodísimo verlo en ese violento estado de excitación; ella supuso que debía doler bastante. Pero por su expresión, él sólo quería que salieran de ahí sin volver al silencio hiriente; había sido terrible para Link cuando Angela le retiró la palabra y no quería repetir la experiencia.

Y ella estaba de acuerdo, pero...

Hubo algo que la tuvo meditando un poco más. Algo que la hizo levantar la mirada con duda y... Joder, Angela, ¿eso era timidez?

— ¿Sería como una cita?

Por todos los dioses, eso se estaba volviendo repetitivo y cliché. Era normal que Sam hiciera esas preguntas, porque no tenía experiencia en relaciones románticas ni sexuales, pero ella tendría que espabilar un poco.

Con todo, Link le dedicó una sonrisa adorable y le tocó la mejilla antes de soltarla.

— No. Sólo quiero que hablemos... —Dándose la vuelta para ir a buscar una bendita toalla, como debió hacer desde el principio, añadió:-
— Si te apetece hacer algo más después... Podríamos hablar de una cita.

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Angela llegó a casa y tuvo suerte de no cruzarse con Vikki. Habría sido imposible ocultarle su alterado estado de ánimo y no tenía idea de cómo explicar lo que había ocurrido aquella noche.

Ni ella misma lo sabía.

Una parte de su mente quería bloquearlo y fingir que todo seguía igual que siempre. Que Link y ella sólo habían solucionado sus problemas y que se fue del gimnasio dándole a Dallas una lección sobre las mujeres. Pero eso habría sido muy conveniente y fácil, y no explicaría por qué su corazón latía con tanta fuerza contra su pecho mientras su manos temblaban.

Intentaba, de verdad que sí, en no recrearse en sus recuerdos del cuerpo de Link. Pensó que estaba mal, que era incorrecto.... Pero entre más lo desdeñaba, más caía en cuenta de los detalles. La forma en que sus músculos se marcaban bajo las gotas de agua, como su espalda se tensaba por el estrés... Y finalmente, la reacción física ante su cercanía.

Lo viera por donde lo viera, con las miles de explicaciones posibles e improbables, el hecho era que Link se había visto excitado por ella... Y mientras el momento había durado, ella también sintió un calor descender por su vientre; un aviso de necesidad, el grito constante de su lado más egoísta.

Dejando de lado una vida sexual activa y muy normal, ella no solía meterse en líos. No iba por los hombres complicados, ni por aquellos que le fueran un problema. Generalmente salía a un par de citas, tenía un encuentro sexual y lo dejaba en el olvido. No porque no quisiera hallar el amor, pero de algún modo... ya no confiaba en los hombres.

Siempre era difícil hallarse en los brazos de un hombre, y casi imposible pensar en él como una pareja de toda la vida en quien pudiera confiar.

En cambio, con Link...

Ese era un terreno pantanoso que estaba evitando todavía, pero el incidente en las duchas le había frustrado el plan.

Y ahora él quería que charlaran.

No. No podía hacerlo.

"Lo siento, Link. Sé lo que quieres que te diga... Pero no lo haré. Porque apenas lo diga, no habrá marcha atrás".

Recordaba el estúpido consejo que Vikki y ella le dieron a Sam, sobre ser honesta y lanzarse. Y fue un desastre, incluso cuando Link adoraba a esa chica y jamás le habría hecho daño a propósito.

¿Angela qué podía esperar?

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— Si vas a lanzarme la estúpida charla de "debes aprender a tratar a las mujeres porque yo lo digo y soy un mandilón", tira de una vez. —Dallas ni se molestó en mirar a su hermano mayor. Estaba muy concentrado en un juego del móvil.— Ya cené y me quiero ir a dormir.

Link lo observó en silencio unos instantes.

Su hermano menor no era malo, a él le constaba. Y creía que a sus amigos más cercanos también. Pero había algo en él, algo en su confianza, que lo hacía dañar a los demás hasta contener toda su atención. Parecía incapaz de bajar la guardia, y eso le preocupaba.

Pero, aunque soltar un discurso era algo que haría cualquier otra noche, aquella en particular no tenía nada en su mente que pudiera servirle.

— Creo que lo que te dijo Angela es suficiente. —Suspiró.— Me iré a la cama.

Dallas observó a su hermano como si de repente le hubiera salido una segunda cabeza. Luego de un segundo, saltó del sofá y se lanzó hacia el otro, alzando la voz.

-—¿Eso es todo? ¿Nada de hacerte el santo patrón de los mandiles o defender a capa y espada el honor de damiselas en peligro? —Le cuestionó casi agresivo.

Link no pudo evitar sonreír.

— Ni yo soy un santo ni Angela es una damisela en peligro, así que no. —Le dio una palmada en el hombro al menor.— Tal vez para la próxima, niño. Te veo en la mañana.

Dallas observó como su hermano subía las escaleras hacia su habitación, extrañado por su falta de reacción. Casi parecía de buen humor.

Por alguna razón, esto se le hizo más irritante.

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No pudo dormir en toda la noche.

O sería mejor decir que, cuando al fin podía cerrar los ojos y caer en la inconsciencia, era levantada por el recuerdo del beso de Link.

No sabía si era sólo la memoria explícita o su mente estaba dándose algunas libertades creativas a causa del expectativo desayuno. A veces sólo juntaban sus labios y otras ella lo abrazaba por el cuello; un poco antes del amanecer incluso soñó que acariciaba su pierna, subiendo lenta y tentativamente hacia arriba, notando como la respiración del rubio se alteraba.

A las siete menos veinte decidió que ya ni siquiera valía la pena tratar de dormir, así que se levantó de la cama y tomó su ropa deportiva para salir a correr.

Vikki seguía dormida en su recamara, lo que le daba a Angela algo de tiempo antes de tener que chocar con esa extraña realidad en la que Link y ella se besaron, desayunarían juntos y tal vez tendrían una cita.

Era la clase de cosas que podían pasarle a cualquiera, incluso a Sam, y que Angela hallaría normales si no estuviera ella misma involucrada.

Le vino muy bien el aire frío de la mañana, esforzando sus músculos sólo lo necesario. Para cuando el sol salió por completo y ella volvió a casa, ya estaba del todo despejada.

Incluso saludó a su compañera con una sonrisa.

— Te fuiste más temprano de lo usual. —Observó Vikki sin malicia, con esa tranquilidad que la caracterizaba. Una mirada que dentro de su curiosidad, siempre respetaba el espacio ajeno.

— Sí, me desperté demasiado temprano y ya no quise esperar.

No era del todo una mentira. Tan sólo retenía un poco de información.

Si Vikki no notó su inquietud o sólo decidió dejarlo pasar, Angela no pudo haberlo asegurado. Sólo vio a su amiga tomar una manzana bien fresca para dejarla en sus manos.

— Come esto si vas a salir. —Le pidió con cariño.

Angela se enervó y estuvo demasiado cerca de soltarlo todo entre gritos nerviosos, pero luego Vikki continuó.

— Link llamó y me dijo que desayunarían juntos. Dijo que le mandaras un mensaje para confirmar cuando volvieras.

— Gracias, eso haré. —Pasó por su lado y le dio un tierno beso en la frente.

Cuando iba a su habitación, la voz de Vikki la detuvo a mitad del pasillo.

— Creo que deberías darte una ducha.

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Quizá fue una estupidez pasar toda la noche en vela por esa tontería.

Viéndolo en retrospectiva, no era la primera vez que algunas chispas saltaban entre Link y ella. Era como cualquier aparato eléctrico que tuviera algunos cables sueltos y había que ponerles cinta adhesiva. Él seguramente querría poner algunas cartas sobre la mesa, tal vez incluiría a Sam, lo cual sería bastante incómodo para ambos.

Lo único que Angela rogaba era que Link no se disculpara con ella.

Él era la clase de hombre que podía ponerse la armadura dorada y esperar a que ésta se oxidara lentamente. Podía cubrir sobre sí mismo toda la culpa si con ello evitaba dañar a las personas que quería... Y, bueno, eso no le funcionó muy bien con Sam la última vez.

Sea como fuera, lo importante era archivar rápido lo sucedido la noche anterior. Antes de que cualquier emoción inoportuna decidiera subirse al tren.

Porque claro, ella aún no subía. Angela seguía con los pies en la tierra, lista para ver partir el juego sin ella.

¡Sí, eso funcionaría bien!

— Buenos días, Angela.

Su cuerpo recibió el saludo de Link con relativa calma. Sólo se estremeció un poquito y el rubor no fue demasiado intenso; igual ese movimiento del pie podía detenerse en cualquier momento.

— Buenos días.

Link había acordado que desayunaran no en su trabajo, sino en otra cafetería. Prefería tener tiempo y espacio para charlar y así podrían comer algo diferente.

Había llegado con una polera gris y una camiseta verde musgo, con pantalones negros bien ajustados y el largo cabello rubio suelto sobre sus hombros.

Era injusto que alguien pudiera poseer tanta belleza, se dijo Angela con cierto disgusto. Link ni siquiera vestía "bien", pero cada prenda le daba una divina pista del cuerpo que dejaba debajo.

Angela ni siquiera se dio cuenta que lo estaba examinando hasta que él tosió, mostrando una sonrisa tímida.

-—Mierda, perdón. —Ella se apuró a apartar la mirada, preguntándose en qué clase de acosadora se estaba convirtiendo.— Eh... Hacía tiempo que no te veía fuera de tu trabajo.

— Sí. —Concordó Link, observándola como si hubiera abierto los ojos por primera vez y quisiera capturar cada detalle.— Ahora que lo pienso, jamás habíamos salido solos tú y yo. —Vio que Angela sólo asentía y sintió decaer su ánimo.— ¿Fue a propósito?

Angela levantó la vista como un resorte. No se esperaba esa pregunta... Tan horriblemente acertada.

Y tampoco quería responder, porque equivaldría a muchas otras preguntas acertadas que ella no sabría evadir.

Link, sin embargo, no necesitaba una confirmación de su parte. Lo difícil era entender por qué.

— Siempre pensé que éramos buenos amigos. —Le dijo en voz baja.

— Lo éramos. —Replicó Angela de prisa.— Lo somos. Quiero decir... —Se atragantó con sus propias palabras y comenzó a sentir miedo. Sin Vikki cerca le era muy fácil perder el control, y ya sólo le quedaba forzar su paciencia para recordar los ejercicios de respiración que su amiga y su terapeuta le enseñaron. Al cabo de un momento, sin que Link le quitara la mirada de encima, Angela retomó la conversación.— Siempre me ha gustado salir contigo, eres divertido y no juzgas a las personas fácilmente. Pero creo que siempre quise que hubiera alguien entre nosotros... Así... De ese modo, yo no podría hacerme ideas extrañas.

El silencio cayó sobre la mesa y fue en ese momento que una mesera se acercó a ambos para tomarles el pedido.

Angela se apuró en pedir unos huevos fritos con jamón y tocino, así como una taza de café. Link, que después pidió sólo una hamburguesa con queso, le lanzó cierta mirada.

— Esta mañana no me importa mi régimen. —Le dijo ella, leyendo su expresión.— Si hay una hora del día en el que puedo comer lo que quiera, es el desayuno. Tengo suerte de que aquí no sirvan magdalenas.

— Angela...

La pelirroja se removió y bufó. La habían pillado tratando de cambiar de tema de un modo patético. Vaya fiasco.

— ¿Qué quieres que te diga? Lo que pasó ayer no debió ocurrir... Cometí un error al meterme en las duchas de hombres y te puse en una situación muy incomoda. —La expresión de Angela se volvió seria y un tanto molesta. Parecía evocar todas sus defensas y muros mientras cruzaba los brazos.— Estaba aterrada de que vieras esas fotos que te mandó Dallas. Y por cierto, es un idiota.

— Vi las fotos.

— ¿Qué?

Ambos se miraron un segundo, calibrando sus reacciones.

— Cuando me pasaste el teléfono, vi las fotos un segundo antes de borrarlas. Yo me preguntaba...

Oh dios. No, no esa pregunta. No tendría esa conversación con Lincoln.

No.

Estaba lista para salir corriendo cuando él preguntó:

— ¿Cuánto tiempo te tomó pintarte todo el cuerpo?

Angela se quedó quieta un instante, analizando esa pregunta para la cual no se había preparado.

Luego comenzó a hablar, aunque seguía sin saber a dónde iba dirigido el rumbo de esa conversación.

— Tres horas. Pero Vikki me ayudó en varias partes como la espalda y algunas zonas de las piernas.

Link parecía pensativo, como si le estuviera dando información confidencial del pentágono y ahora debiera elegir qué hacer con ella.

Le tomó tanto tiempo para decir otra cosa que la mesera llegó con sus pedidos, llenando el aire con el delicioso aroma a huevos fritos y queso gratinado.

— ¿Por qué estabas tan asustada de que yo viera esas fotos? —Le preguntó al fin el rubio, frunciendo el ceño con el gesto de un hombre que no sabe nada.— Dallas me dijo que las subiste a Instagram hace poco, así que cualquiera puede verlas. ¿Por qué-

— No quería que las vieras. —Le cortó Angela con sequedad. Sus mejillas se habían vuelto a encender y casi parecía molesta.— No quiero tú veas las fotos más sexys que tengo en mi cuenta de Instagram, ni quiero pillarte en las duchas ni quiero salir contigo sin nadie más. No quiero tener una cita contigo.

Link no se esperaba la dureza de sus palabras, pero tampoco lo pilló tan por sorpresa. Había estado pensando mucho lo que Angela guardaba para sí misma, y si bien no tenía una sola pista que explicara su comportamiento, sabía que tendría que tocar algunas espinas si quería deshojar sus emociones.

— Angela, hay cosas que puedo respetar que guardes para ti misma. —Le dijo con cuidado, calculando cada palabra mientras interceptaba sus ojos verdes. Había una mesa llena de comida entre ellos, pero era como si volvieran a estar pegados el uno al otro en un estado avanzado de desnudez. Incluso, esto era más íntimo.— Pero necesito saber por qué desconfías tanto de mí. Yo... Tengo la sensación de ser siempre el último con quien hablarías de alguna inquietud o algún problema. Puedo pensar que no te agrado mucho y por eso quieres mantener las distancias, pero no creo que sea el caso. —Le sostuvo la mirada fijamente un instante, como si la sostuviera.— Sobre todo después de anoche. Entonces... Tendría que pensar en otra cosa que pudiera repelerte tanto.

Angela se estaba mordiendo compulsivamente el interior de la mejilla, escuchando con claridad los violentos latidos de su corazón.

Había evitado con éxito esa confrontación, pero ahora no podía huir. Y en cierto modo, su orgullo le ordenaba quedarse y enfrentarlo, soltar de una vez todo aquello que quiso guardar para proteger su propio corazón.

Ahora su escudo se había roto... Y sólo le quedaba confiar en ese terrible caballero de armadura oxidada.

— Me has gustado desde el primer momento que te vi. —Le dijo finalmente, sin apartar la mirada o bajar la voz. Lo hizo con la firmeza de quien confiesa un crimen luego de años de haberlo ocultado con éxito. Resignada pero orgullosa.— Pensé todo lo que una chica piensa cuando se siente atraída por alguien. Pensé cómo sería salir contigo, cómo podría ser tomar tu mano y compartir todo... Pero entonces me di cuenta de tus sentimientos hacia Sam.

Link respiró profundamente.

Esa sería una charla larga e incomoda, pero a pesar del repentino pánico que le emergió, descubrió que se sentía impaciente por oír hablar a Angela.

Y es que ahora no iba a poder olvidar sus palabras.

"Me has gustado desde el primer día que te vi".

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