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09. Lirio amarillo.

06:56
Jue., 29 de sep.

SungHoon suspiró al mirar su celular, ya iba tarde de nuevo. Tomó su mochila y salió corriendo a su camino empedrado de la cera a la banqueta. El frío a su alrededor le confirmó que el verano ya había terminado hace más de cinco días, amaría esa temporada por siempre, en verano conoció a Jake.

Llegó corriendo a la escuela, no tenía tiempo de dar una caminata tranquila viendo los árboles y las personas que encontraba todos los días. Al estar en la cera del instituto, se detuvo a respirar, no había corrido tanto desde las olimpiadas de la elemental donde fue seleccionado para dar la cara por el grupo en velocidad, llegó en quinto puesto contra otros diez chicos, fue el logro más grande de su vida.

Ya no había nadie en la cera, la puerta aún seguía abierta pero de seguro tras ella estaban los prefectos con reportes listos para entregar.

Colocó sus manos sobre sus rodillas mientras respiraba a ritmo anormal, acelerado, también su corazón latía tan fuerte, debía ejercitarse más seguido. Escuchó como una motocicleta se detenía detrás suyo. ¿Acaso era lo que imaginaba? Se levantó y dio un giro de 180 grados. Sonrió al verlo.

—¿Qué haces aquí afuera? Son las 7 con 6 minutos —dijo Jake bajando de su moto y dejando el casco sobre el asiento—. Eso creo, déjame revisar —Sacó su móvil desde el bolsillo de su nueva chaqueta, era negra y un poco similar a la clásica, solo que esa llevaba solo un día de antigüedad en sus manos—. Sí, son las 7 con 6 —Miró de nuevo su pantalla— corrección, con 7 minutos.

Miró a SungHoon a los ojos y sonrió, estaba tan feliz de tener su celular de vuelta luego de un largo castigo.

—Pensé que ya habías entrado, lirio amarillo —Jake acomodó su cabellera hacia atrás, de nuevo. SungHoon estaba agradecido de que lo haya hecho, se veía tan atractivo.

—De nuevo los apodos.

—¿Te molesta?

—No, es lindo —Sonrió—, pero me siento como un idiota al no poder entenderlo.

—Pronto lo harás, lirio —bromeó y guardó su móvil en dónde estaba—. ¿Vamos a entrar? En tres minutos más cerrarán la puerta.

SungHoon miró a la puerta y después a Jake de nuevo, no tenía ánimos de encontrarse con JongSeong luego de toda una semana de preguntas extrañas y un poco indirectas.

«¿Cómo has estado? ¿Has salido con alguien? ¿Recuerdas lo que hablé contigo ese lunes en la cafetería?»

SungHoon lo evitó en todas ocasiones, pero cada día se hacía más intenso e insistente. Incluso el día anterior se escondió en los baños, por suerte no fue hallado.

—Me importa una mierda el colegio —insinuó SungHoon, acto seguido puso un mohín adorable para Shim, SungHoon cada día lo sorprendía más.

—No digas groserías, Park SungHoon —sentenció—. ¿Quieres irte de aquí?

SungHoon meditó algunos segundos la respuesta. Miró por segunda vez a la entrada y tal como antes a los ojos del mayor. No quería estar con JongSeong, pero tampoco quería una falta, jamás había conseguido una, ni siquiera en la secundaria durante su etapa más floja.

Quedaba solo un minuto para entrar o huir.

Miró la sonrisa de Jake, se notaba que no le importaba en lo absoluto llenar su expediente de inasistencias.

—Vámonos —contestó decidido. Jake soltó un grito de emoción y tomó de nuevo su casco para luego abrir el compartimento donde tenía su mochila y el repuesto de casco que entregó al menor.

Sin más, SungHoon subió detrás de Jake y por primera vez, se aferró por completo a su cintura, no solo a su chaqueta. Jake sonrió, pero él no pudo verlo aunque imaginaba que lo hacía, era su deseo más preciado en ese momento.

—Arranca o nos verán —ordenó SungHoon desde la parte trasera. Jake asintió e hizo lo que el menor había pedido. Estaba tan distraído, su corazón palpitaba en exceso en ese momento.

Y no era el único.

Park recargó su pecho sobre la espalda de Jake, ya ni siquiera le importaba lo que el mundo pensara o si algún conocido de su madre andaba por ahí, después de todo su ciudad era pequeña, solo quería vivir en ese momento por siempre.

Pero no sucedió de esa manera, aunque no todo era tan malo, llegaron a un centro comercial grande y demasiado popular a nivel nacional. SungHoon no podía creerlo, hace años que no lo visitaba, solo en su cumpleaños número 8 que comieron y se quedaron a mirar una película.

Jake aparcó en el estacionamiento especial para su tipo de transporte. Ambos chicos bajaron en un instante y pudieron ingresar al centro como si nunca hubieran estado en él, pues lo primero que hicieron fue mirar una guía donde especificaba cada lugar del lugar y las tiendas que se encontraban en él.

—¿Qué quieres hacer? —preguntó Jake mirando con atención cada tienda y visualizando que podrían hacer en cada una de ellas.

SungHoon no respondió, había caído en cuenta de que era la primera vez que no llevaba dinero consigo mismo como solía hacerlo antes. No permitiría de ninguna manera que Jake gastara mucho en él y la medida de lo posible, que ni siquiera mil wones salieran de su billetera para él.

—Park SungHoon —llamó.

—No estoy seguro —murmuró, aunque en realidad tenía todo un día planeado en su mente. ¿Por qué él no era como los demás chicos con miles de billetes en su carteras y tarjetas bancarias?—. Jake, creo que esto es una mala idea.

Se alejó del mapa y cruzó sus brazos, ahí estaba de nuevo esa sensación de ser una carga.

EuiJoo solía hacerlo sentir culpable luego de gastar en él.

¿EuiJoo? Oh, creo que no he hablado de él.

—¿Por qué? Este lugar es un sueño.  Podemos desayunar en Starbucks, luego mirar ropa en las tiendas y tal vez comprar algo, después podemos entrar al arcade y ganar el peluche más gordo, después podemos ir al cine y salir a comer pizza, después podemos ir a la tienda de discos y fingir que somos aesthetic —propuso con una sonrisa dirigida al chido de lunares que no se veía cómodo con ello—. ¿Pasa algo que no me hayas dicho todavía?

—Jake —Soltó un quejido de vergüenza antes de poder hablar—, ni siquiera traje dinero, ¿cómo pretendes que haga todo eso contigo?

Jake levantó sus comisuras labiales y dio un paso largo hasta estar cerca del menor. Ninguno de sus acompañantes anteriores había sido tan penoso con respecto al dinero.

—SungHoon, no te traje aquí con la esperanza de que tú pagaras tu alimento o cualquier cosa que quisieras, así sea el maldito modelo de celular más reciente —Colocó sus brazos sobre los hombros del menor, él se sentía cautivado, molesto, extraño, solo quería correr y abrazar su pobreza—. El dinero es la cosa más sobrevalorada por el ser humano. Vine a hacer recuerdos contigo y por supuesto, consentirte, no me importaría gastar todos mis ahorros en ti, eres la única persona real que alguna vez me haya dirigido la palabra.

—¿Por qué haces esto por mí, Shim Jake?

—Porque mereces ser amado, Park SungHoon.

¿Acaso él dijo que lo ama? ¿Es solo una frase? ¿Metáfora? ¿Escuchó eso en alguna serie americana?

—No pienso desperdiciar mi día peleando contigo —dijo Jake antes de tomar la muñeca de SungHoon y comenzar a correr obligando al menor a seguir su paso.

Jake era un maldito lunático, un maldito ángel, era todo lo que podría definirse como bueno y a la vez una locura. SungHoon amaba ese desastre.

Los planes de Shim se vieron un poco alterados comenzando con que no entraron a un Starbucks, si no a un café poco conocido, pero demasiado lindo y con sabores únicos. Jake disfrutó su malteada de vainilla y su cheesecake de chocolate, mientras que SungHoon ordenó las galletas más económicas que vio en el menú, Jake no soportó verlo de esa forma y ordenó de inmediato el vaso de jugo de naranja más grande y un sándwich de pechuga de pollo al que SungHoon no pudo negarse. Después de todo sus padres nunca pedían cuentas de lo que gastaba con sus mesadas y el dinero que depositaban en su tarjeta de débito, la única que le confiaban, decían que una tarjeta de crédito era peligrosa para un chico como Jake; materialista, pero humilde.

Al salir del desayuno, caminaron hasta ingresar a una pista de bolos, SungHoon nunca había estado en una en tanto que Jake se sentía afortunado de estar de nuevo en una sin tantas personas a su alrededor. No duraron más de dos horas en ella, Jake era un excelente jugador mientras que SungHoon no podía tirar ni un pino.

SungHoon miró de nuevo su celular.

11:34
Jue., 29 de sep.

Había olvidado que el tiempo pasa tan rápido con Jake a su lado, dejó de preocuparse tanto y siguió a Jake que salió corriendo de nuevo con la muñeca de SungHoon entre sus dedos. Entraron a la sala de juegos por boletos en donde cada vez la vibra se ponía más competitiva entre ambos para saber quién sería el vencedor que obtendría con todo el honor de Corea el poder de llevarse al pingüino de peluche que esperaba por su liberación con un cartel en su pancita que decía: «1200 tickets» entre ambos juntaban 978, una cantidad razonable, aunque por separado SungHoon llevaba más ventaja.

Quedarse encerrado en casa jugando videojuegos también tenía grandes ventajas.

Jake señaló una máquina de simulación, SungHoon la miró, ya había entrado a una de esas cabinas antes con su hermanastro, eran, en realidad, muy entretenidas.

—Apuesto a que no puedes matar más zombies que yo —retó SungHoon con la barbilla en alto y una sonrisa en los labios.

Jake miró con el entrecejo fruncido y la misma sonrisa de complicidad en los labios.

—¿Qué quieres apostar, Park SungHoon?

—Si yo gano, tendrás que gritar desde el último piso que amas comerte los mocos —contestó decidido sin aguardar más de dos segundos entre la pregunta y su respuesta. En serio quería ver a Jake hacer el ridículo.

—Perfecto.

—¿Y tú qué quieres apostar?

Jake se detuvo a analizar el panorama. SungHoon había sido intenso, debía encontrar una manera de beneficiarse a sí mismo por haber ganado contra miles de zombies virtuales con solo un control y poca habilidad para ello.

Algo brillante se le ocurrió.

—Si yo gano, tendrás que bailar enfrente de todas las personas de este lugar la coreografía de Twice que yo elija —SungHoon expresó sorpresa con su mohín, al menos él no había sido tan cruel y lo dejó mantenerse en el anonimato—. Bien, la segunda opción es besarme.

SungHoon goleó su propia mano, debía estar soñando.

—¿Cuál de los dos es peor?

—Bebé, estos labios son los mejores besando, de verdad desearías probar unos labios como los míos —bromeó con tonos de ego elevado. SungHoon comenzó a reír a carcajadas para ocultar que estaba a punto de sonrojarse, ¡Jake lo llamó «bebé» y encima de eso quería que lo besara! A ese punto ya ninguno sabía quién estaba más desquiciado—. Solo es una apuesta, no seas cobarde.

—¡Te demostraré que no soy un cobarde!

—Eso lo veremos.

SungHoon molesto, caminó a la cabina y puso su tarjeta sobre el escáner para comenzar con la partida del lado derecho. Jake también caminó a ella y de la misma manera echó a andar aquella simulación, pero del lado izquierdo. Ambos tomaron al mismo tiempo la pistola de plástico frente suyo en tanto estaban sentados demasiado cerca el uno del otro. Jake no entendía nada y para terminar de arruinar sus esperanzas, se mareó con tan solo dos pasos que había dado su avatar. SungHoon, en cambio, lo hacía como si fuera un tirador experto, Jake ya sentía miedo de él.

La ronda terminó y antes de poder ver sus resultados, ambos chicos salieron a sus respectivos extremos para ver cuántos boletos habían conseguido.

—Dieciséis —exclamó SungHoon con una sonrisa y sus tickets en la mano. 

Jake puso un puchero.

—Nueve.

SungHoon rio y después entró a la cabina de nuevo para comprobar que en efecto, SungHoon había ganado con más de trescientos puntos de diferencia.

—¡Gané! —gritó SungHoon con la sonrisa más hermosa que Jake haya visto, su corazón se hizo pequeño en ese momento—Bueno, eso significa que tendrás que gritar que amas comer mucosidad —expresó SungHoon de forma traviesa, sintió que jamás en la vida se había sentido tan feliz y cómodo en una salida al exterior, al ser un chico introvertido, prefería quedarse en casa a escuchar música que salir, al parecer eso estaba cambiando siempre y cuando fuera con Jake.

—Primero quiero conseguir ese maldito pingüino —dijo Jake, no era una excusa, pero ellos habían entrado a ese lugar por un peluche.

—De forma individual nos faltan más de ochocientos.

—¡Juntemos los tickets! Si mis cálculos no fallan, tenemos entre ambos 1003 —propuso con una mueca de intuición, él sé consideraba bueno en las matemáticas y el cálculo mental.

SungHoon se quedó en silencio y comenzó a contar con sus dedos. Era cierto lo que Jake decía.

—Faltan 197, SungHoon.

—¿Tienes una calculadora en la mente o cómo lo hiciste tan rápido?

—Mi papá está obsesionado con los números y cuando era chico, si me veía flojeando, me ponía retos matemáticos. Haber vivido de esa manera me salvó el semestre en muchas ocasiones —comentó. SungHoon hubiera deseado haber conocido al padre de Jake en la secundaria cuando los números comenzaron a ser letras y signos que no tenían ni siquiera forma bonita.

—Interesante.

—Ahora, la máquina que más nos ha dado boletos es la de baloncesto, vamos allá —exigió con un semblante neutral, tomaba muy en serio su misión.

Al llegar, ambos pasaron sus tarjetas por el escáner y comenzaron a tirar. En esta ocasión Jake era por mucho mejor que SungHoon; era veloz y tenía una excelente puntería. El resultado final los dejó teniendo 1068 tickets. Repitieron hasta conseguir al menos la mitad del objetivo y así lograron tener entre sus manos 1152. Cada vez eran más y más, SungHoon se encargó de depositarlos en el banco de boletos mientras que Jake continuaba tirando y sorprendiendo a otras chicas que pasaron por ese lugar.

—¿Cómo hace eso? —cuestionó una de las dos chicas con una sonrisa.

—¡Práctica, corazón! —respondió Jake aún concentrado en su objetivo que conseguir al señor pingüino para SungHoon.

El tiempo se acabó y salieron 34 boletos de papel más.

—¡Carajo, mi puntuación fue más alta que la vez pasada y me diste menos! —expresó Jake molesto como si la máquina pudiera entenderle y hacer justicia por él.

—Se ve tan bien maldiciendo —murmuró la segunda fémina con una sonrisa y sus mejillas sonrojadas—. ¿Vienes con alguien, cariño?

Jake las miró por primera vez, eran solo dos estudiantes más que escaparon del colegio, incluso tenían su uniforme puesto. SungHoon volvió con cero tickets en las manos, todos ya estaban en su tarjeta (a petición de Jake).

—¿Y ellas qué? —inquirió SungHoon.

Jake, que acomodaba su cabello hacia atrás, se acercó a él y tomó su muñeca para tenerlo casi rozando con su piel.

—Él es mi cita y no, no tengo intenciones de dejarlo solo —presentó. Ya estaba acostumbrado a lidiar con hombres y mujeres hormonales.

—¿Tú qué? —cuestionó Park.

Ambas chicas se miraron entre sí y luego rodaron los ojos al compás.

—Tú te lo pierdes.

Ambas se marcharon decepcionadas.

Jake soltó a SungHoon y lo miró a los ojos.

—¡SungHoon, no digas nada! Faltan solo 14 boletos más y podremos ser padres de un pingüino huérfano.

—¿Soy tu cita?

—¡14 boletos, Park!

Jake se acercó de nuevo a la máquina de baloncesto y ella comenzó a andar. Hizo un ademán para que SungHoon se acercara a ella y pudiera jugar.

—Tu turno.

SungHoon accedió y comenzó a tirar con su horrible puntería. Cuando los 120 segundos terminaron, Jake rezó para que fuera suficiente, su crédito casi terminaba. SungHoon cerró sus ojos, Jake fue quien recogió aquellos boletos.

Y eran dieciséis.

Corrieron a depositarlos y luego salieron victoriosos a la taquilla.

—Deme el pingüino —ordenó Jake entregando la tarjeta de SungHoon, donde estaban todos los créditos.

El empleado, malhumorado y pelinegro, señaló que aquel peluche, ya no estaba.

—¿Qué?

—Justo se acaba de ir, con ese niño —Dirigió su mirada a un infante de no más de cinco años cargando al enorme pingüino de peluche saliendo con su madre del recinto—. Tengo más justo de ese lado.

Jake dio un vistazo rápido a todos los que tenían, ninguno era tan grande ni hermoso como el maldito pingüino al que ya le había pensando nombre incluso.

—Deme al gato —dijo decidido.

SungHoon desde atrás solo miraba, todos eran muy lindos para él.

El empleado entregó aquel peluche de gato tan suave y adorable a Jake, Jake lo entregó a SungHoon con una sonrisa, SungHoon lo recibió con confusión.

Salieron luego de que el empleado le regresara la tarjeta a Jake y Jake a SungHoon.

—Para que vengamos más veces, hoy fue el mejor día de mi año.

SungHoon tomó la tarjeta con el nombre del lugar con letras grandes y brillantes. La guardó en su pantalón.

—No olvides que hicimos una apuesta.

—¡No digas, Park!

SungHoon sonrió. Tan rápido como un rayo subieron al tercer piso y caminaron rápido al balcón. Ya había más gente que cuando llegaron, era mucho más tarde, pero ellos no lo notaron.

—¿Listo?

—Espero no vayas a grabar esto.

—En lo absoluto —dijo sacando su móvil. Jake rodó los ojos, era parte de su mala decisión por haber aceptado.

El de chaqueta negra tomó aire y se recargó en la barda de metal que hacía de protección para no caer al suelo. Cerró sus ojos y solo tardó dos segundos en hacer el ridículo de su vida.

—¡Amo pasar tiempo con Park SungHoon, es el mejor humano que haya pisado este planeta! —rio fuerte antes de tomar aire y continuar—. ¡También amo comer mis propios mocos, pero amo más a este hombre!

Jake sintió sus mejillas calentarse y las miradas confundidas de los demás en las tiendas. Había valido la pena.

SungHoon finalizó el vídeo y guardó su móvil teniendo mucho cuidado de no tirar a su nuevo amigo peludo.

Él también estaba sonrojado.

—¿Qué fue eso?

Jake solo sonrió inocentemente, estaba encantado de poder haber liberado algo que había estado guardando por ya algunos días. SungHoon pensó que estaba bromeando.

—Gracias por haberme creído y estar conmigo justo ahora.

SungHoon asintió, seguía consternado.

—¿Por qué estás tan serio? —preguntó Jake antes de acercarse por sorpresa a SungHoon y dejar un tímido beso sobre su comisura labial izquierda.

SungHoon sintió sus piernas flaquear, tomó con fuerza al gato de peluche entre sus manos y sonrió.

¡Idiota! Ahora mira el desastre que hiciste en mi corazón.

3155 palabras arriba del separador, me emocioné escribiendo, perdón jjjjj

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