01. Caramelo de naranja.
—¡Espero estés contento ahora! —gritó la mujer teñida de rubio sentándose en el sofá tapizado con material sintético color chocolate. SungHoon no sabía a quien le gritaba su mamá por teléfono, tampoco sabía qué hacía despierta tan temprano si por costumbre solía dormir y despertar tarde. Se acercó con un plato sobre el que había un sándwich simple; pan, jamón, queso, aguacate y unas gotas de la salsa picante favorita de ChaeJin. Frente a ella había una mesa de centro, ahí mismo, su hijo dejó su desayuno—. Tú, necesito que saques la basura —murmuró alejando un poco el celular de sus labios.
SungHoon frunció el seño.
—La saqué ayer por la mañana.
ChaeJin no dijo nada, pero sus expresiones lo transmitieron todo. Por alguna razón SungHoon sospechaba que su madre detestaba lo rápido que podía llegar a ser, pero tampoco era partidaria de los días en que la fatiga le ganaba. Ella no era en lo absoluto ese tipo de mamá que todos los hijos quieren, ni siquiera era una mujer paciente. SungHoon siempre se ocupo de cuidarse a sí mismo, es independiente.
El peligro caminó a la cocina y tomó un vaso de cristal para llenarlo de agua y beber un poco de ella en completa paz, pero al parecer no tendría eso último, su mamá comenzó a gritar más fuerte, pero ya no era a uno de sus compañeros de trabajo, ahora era a su celular que también golpeó en repetidas veces contra el brazo del sillón hasta lograr que una esquina de él se rompiera.
—¡Te odio!
SungHoon odiaba esos gritos a todas horas. No entendía cómo hasta un simple comentario de su progenitora podía arruinar su día entero, era como si su estado de humor en el día dependiera de cuantas cosas se quejaba. Se acercó de nuevo a la sala por reacción natural de su cuerpo, lo que menos necesitaba era que su mamá pensara que no le importaba en lo absoluto el motivo para romper con tanta violencia su celular.
—Hacerlo trizas no ayudará en nada.
—¿Y acaso crees que me importa? GooHyuk me comprará otro —respondió y no de manera amable—. No quiero está porquería, llévatela —Señaló el plato sobre su mesa—. Ya no quiero desayunar, me voy a bañar. Los inútiles de mis compañeros otra vez la cagaron.
SungHoon asintió. ChaeJin se levantó de golpe y pateó el tapete bermellón a sus pies. Por poco empuja al de lunares solo por molestia. Mentiría al decir que SungHoon no se sentía triste cuado recibía regaños sin razón.
Tomó su mochila y abandonó la casa lo más rápido que pudo sin hacer demasiado ruido, la discreción y el silencio eran su fuerte, ventajas de tener una madre como ChaeJin.
Las calles estaban más transitadas que de costumbre. Pensaba exageradamente en lo que pasó durante el receso del día anterior. Todo el día después de este momento, toda la noche hasta que se quedó dormido e incluso cuando preparaba su propio desayuno y aquel sándwich despreciado.
Quizás no debía ser tan curioso al respecto. El castaño solo era uno de muchos más chicos que estudiaban en su instituto, pero esas palabras rondaban en su cabeza como un disco rayado: tú no me conoces, pero yo a ti sí. Mientras caminaba, miró a su alrededor, solo por si él estaba ahí. Se sintió como un idiota al solo ver gente que ubicaba por sus rostros aburridos y las rutas por las que siempre pasaba junto a ellos.
No tiene importancia.
Y siguió el camino de su amarga monotonía; ingresar al colegio y percibir el timbre, caminar al aula, buscar el lugar más lejano del escritorio del profesor y beber jugo como de costumbre. Cada minuto del soporífero horario que seguía como si estuviera programado para hacerlo, fue una tortura. Ni siquiera prestaba atención a lo que decían sus profesores hasta oír la frase más repetitiva de la escuela «¿Tienen dudas?» eso solo significaba que la explicación había terminado y podía bajar la mirada a la pasta de sus libros llenas de calcomanías adorables que le regalaba su hermanastro todos los fines de semana que iba a casa. Sus favoritos eran el de un dinosaurio (del cual desconocía el nombre) comiendo una galleta y el de un gato siberiano jugando con una bola de estambre.
Todo siguió su curso normal hasta que pudo salir al receso. Caminó con sigilo hasta llegar al pasillo donde un foco era inestable y daba la sensación de fundirse pronto, pero SungHoon lo había visto de esa manera por más de tres semanas seguidas, nunca se fundiría. Miró en todas las direcciones, tal vez el castaño intentaría sorprenderlo de nuevo, tal vez su objetivo era ocasionarle un susto de infarto para dejarlo sin pulso cardíaco... o tal vez solo fue una coincidencia.
Ya dije que no tiene importancia. Basta.
Se sentó en la banca con lentitud y, solo por esa ocasión, no cerraría sus ojos hasta verlo llegar. Estaría atento, aunque no tanto porque su nueva pesadilla fue imperceptible hasta sentarse a su lado.
—Hace frío fuera del aula —Dio un ligero brinco sobre su trasero. Ahí estaba otra vez—. No quería asustarte.
—¿Llegas tan casual y solo dices eso? Casi muero por tu culpa.
—No sabía que debía hacer un gran espectáculo para poder sentarme a tu lado —mofó. SungHoon no obtuvo nada de gracia por el comentario.
Ninguno volvió a hablar. El desconocido sacó una paleta de caramelo desde el bolsillo de su chaqueta negra y retiró la envoltura de esta en silencio. Vaya, que también podía ser sigiloso si lo quería. SungHoon no lo miraba, pero asumía sus movimientos por los sonidos que ejercía. Al lamer sus labios por tercera vez desde que el castaño llegó, escuchó como adentró la paleta a su cavidad bucal. Giró solo un poco su rostro para verlo, parecía un chico inquieto por la forma en que movía sus pies estando sentado. SungHoon buscaba encontrar la mirada contraria, pero su acompañante no dejaba de mirar los pósters en la pared que anunciaban próximos eventos escolares y deportivos.
Se rendiría. El castaño no era un chico normal, pero eso no significaba que debía entrometerse de más en su vida. Lo dejaría pasar. Buscaría otra banca y otro lugar para estar durante esos cuarenta minutos de descanso.
Así lo hizo al siguiente día. Encontró un buen lugar en el patio donde el sol no podría encontrarlo y tampoco el chico castaño, vestimenta negra y paletas de caramelo de naranja.
Su institución no era de las típicas que habían en el país. Muchos se referían a ella como el colegio más similar a los de Estados Unidos. No uniformes, equipos de fútbol, animadoras, cortas jornadas y mucho color en los pasillos. Solo faltaba la música para ser considerado un High School Musical en Eunpyeong.
A SungHoon le agradaba no usar uniforme y de cierta manera, si tenía que localizar a cualquier persona, sería fácil solo con describir su atuendo, al menos era mejor que memorizar sus rasgos faciales para ubicarlo entre varios adolescentes con el mismo uniforme.
Por eso supo distinguir a cierto chico que, por desgracia, nuevamente se sentó a su lado.
Ay, mierda, ya déjame.
De nuevo él, con esas botas militares negras y por primera vez lo veía con algo encima que no fuera una sudadera como los dos días anteriores. Ese día portaba una camisa negra con un estampado enorme en japonés (que seguramente ni él sabía que decía), por encima llevaba una camisa de cuadros rojos y negros abierta y esos vaqueros cliché rotos que repetían el color negro en ellos.
Se sentía un poco inferior al verlo caminar, era la primera vez que lo hacía frente a sus ojos. Además, su estilo era una extraña combinación que era por poco mejor que la suya. Una playera blanca de cuello alto negro, un abrigo beige y unos pantalones rectos de mezclilla no eran la gran cosa, todo se lo había regalado su abuela. Aunque lo hicieran ver como un chico con dinero, pero la realidad era que apenas y podía sobrevivir.
—¿Cómo me encontraste? —inquirió SungHoon.
—Supuse que habías huido de mí y me di la tarea de buscarte —Ahí iba otra vez a buscar entre sus bolsillos esa paleta—. Ahora estoy contigo.
—¿Cómo se supone que no debería huir de ti? Eres un extraño y siento que me sigues a todas partes.
—Jake.
SungHoon iba a responder, pero esa interrupción lo dejó con los sentidos bloqueados.
—Ya no soy un extraño, ahora sabes mi nombre. Me llamo Shim Jake.
—Eso no responde cómo sabías donde estuve todo el tiempo —murmuró. Jake, Jake, Jake... nunca había oído ese nombre en el instituto.
—Sé distinguir cuando una persona es infeliz —SungHoon estuvo a punto de objetar, pero ver como Jake acercó su paleta a él lo dejó, por segunda vez consecutiva, sin palabras—. He estado solo últimamente y tú estás igual que yo, te ves harto y aburrido, eso me impulsó a hablarte. Te vi por varios días seguidos sentado en ese banco. Solo me dejé llevar.
—¿Qué te hace pensar que estoy solo, harto y aburrido?
—¿Te has visto?
SungHoon bufó y tomó la paleta con coraje. No iba a dejarlo con la mano extendida.
—¿Salimos el viernes?
—¿Qué?
—Muchas preguntas —rio. SungHoon sintió que su mundo tomó color durante esos segundos. Quedó estático ante lo lindo de esa sonrisa.
—Me parece cuestionable que pienses que aceptaré salir contigo. Apenas y sé cuál es tu nombre.
¿Qué es lo que pasaba con ese chico? SungHoon no podía explicarlo. Hace dos días lo vio por primera vez y ya le estaba pidiendo una salida. Al menos SungHoon no haría eso. Miró el dulce en sus dedos y posteriormente a Jake levantarse.
—Viernes, saliendo de la escuela, lleva suéter.
Partió como siempre, sin palabras, como bandido en la oscuridad.
¿Cómo adivinó todo eso sobre mí?
primer capítulo ¡listo!
¿qué tal va todo? ♡
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