Este conjunto de palabras (porque no sé exactamente qué es, o como debería llamarlo) las escribí hace un tiempo, en uno de mis extraños momentos en medio de la noche. Espero les guste.

•••

Me encuentro en ese punto sin retorno.

Ese punto donde lo único que encuentro a mi al rededor es oscuridad.

No hay más.

Puedes imaginarlo, pero en el fondo eres consciente de que no es verdad.

Prefiero mantenerme callada.

Prefiero callar antes de que pueda ser observada por ellos.

Siento las palabras rasgar mi garganta, en un intento desesperado por salir a la superficie.

No puedo.

Es imposible.

La vida me ha acostumbrado tanto, que me siento enferma de solo pensarlo.

No me queda nadie.

Nadie puede escucharme.

Fingen que lo hacen.

Pero no comprenden.

No es dolor físico.

No. Ni por asomo.

Es peor.

Son gritos.

Gritos que nadie escucha.

Soy yo.

Yo soy mi eterna tortura.

Es mi mente.

Es mi mente trabajando a miles de kilómetros por hora, procesando, analizando, comprendiendo.

Incluso torturando podría formar parte de la lista de adjetivos.

Es mi alma.

Es mi alma siendo destruída al quedarse vacía.

Nadie puede detener el proceso.

Nadie le toma importancia.

No saben lo que es odiarse a sí mismo.

Aborrecerse en lo más profundo.

No soy buena en nada.

Ni siquiera puedo apreciarme.

Algunos valientes se atreven a decir lo contrario.

Sé que mienten.

Y no me importa.

Todo se soluciona con una sonrisa.

Acércate bien, inténtalo.

Podrás descifrar el enigma.

¿Quién soy, realmente?

Soy la chica de las palabras.

Soy la chica que te engaña.

Soy la chica que no ríe.

Soy la chica a la que todos callan.

Soy la chica a la que nadie escucha.

Soy la chica.