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Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 8

DÍA 2

Los primeros rayos de sol se colaron por la entrada de la cueva. El clan del fuego había decidido pasar ahí dentro la noche, no era demasiado profunda pero gracias a estar cerca del volcán y a una altitud considerable no correrían peligro de que los atacarán por la noche. De hecho había sido mucho más tranquila de lo que esperaban.

Jade bostezó y se estiró hacien crujir su espalda. Dormir en el suelo de una cueva no era lo más cómodo, pero al menos el lugar era cálido. Justo como a ellos les gustaba.

Se levantó dispuesta a echar un ojo alrededor antes de despertar al resto de sus compañeros que aún dormían.

Se notaba que aún era muy temprano. El sol apenas acababa de asomarse en el horizonte y las aves empezaban sus primeros cantos de la mañana. Una fina columna de humo salía de la boca del volcán activo. Jade podía sentir rugir el magma entre la tierra.

Aunque el volcán de Paradai permanecía activo desde hacía cien años no había entrado en erupción desde la muerte de la Diosa. El volcán Kapukalea era lo más similar que había en la isla a los valles de ceniza y los ríos de lava del clan del fuego. Convivían día a día con el fuego y las altas temperaturas, era lo natural para ellos, su día a día, y todos y cada uno de ellos lo adoraban.

Jade aún soñaba poder ver salir la lava de ese volcán al menos una vez en su vida.

El suelo empezó a vibrar en ese instante. No sólo el suelo, las paredes y el techo de la cueva también lo hacían. Tuvo que apoyarse en la pared para no perder el equilibrio.

¿Había invocado la ira del volcán de verdad?

Miró hacia la boca del volcán pero no había más humo que antes. Tampoco salían rocas disparadas y no había ni rastro de lava. No era el volcán por lo que todo temblaba.

—¿Qué está pasando?

Jade giró la cabeza. Drake se había despertado y la miraba sorprendido mientras que trataba de ponerse en pie. No era el único al que los temblores habían despertado, Mars y Langford también estaban entre la lucidez y el sueño tratando de ubicarse. Sus cerebros estaban procesando a toda velocidad lo que pasaba y todo lo que los rodeaba.

—No lo sé —respondió Jade volviendo a mirar el exterior.

La parte del volcán en la que estaban carecía de vegetación debido a las altas temperaturas y a lo escarpada que era la zona. Sin embargo, más abajo, cerca de la base de la montaña, se podía apreciar un gran arboleda. No era un bosque tan frondoso como Grandlo, pero era aún así un sitio bastante bueno para ocultarse de miradas furtivas.

Drake llegó a su lado en un abrir y cerrar de ojos y se puso a buscar también el origen del temblor. Este cesaba a veces por unos segundos para luego continuar con más fuerza.

—¡Ahí! —señaló Drake.

Jade también lo había visto. Unas rocas enormes habían salido volando del interior del bosque. Una leve nube de polvo se habían instalado tras eso en ese mismo lugar.

—El clan de la montaña.

—¿Estarán peleando con alguien? —preguntó Drake.

Jade no contestó al momento.

Dudaba que la montaña fuera hacia el volcán. No eran tan fanáticos de la temperatura alta y sería peligroso ir sin un plan a un lugar que claramente estaría controlado por el clan del fuego. Por lo que la otra única opción que quedaba era que estuvieran de camino a Riffhold.

—Van hacia la sima, otro clan los habrá seguido.

—¿Qué hacemos entonces? —preguntó Mars desde el interior de la cueva.

Drake y Jade lo miraron, luego se miraron entre ellos. La sonrisa no tardó en aparecer en la cara de ambos.

—Unirnos a la fiesta —dijo Drake saltando desde donde estaba montaña abajo.

Jade no dudó en seguirlo al instante.

Mars y Langford se levantaron. La cueva volvió a temblar por completo y algunas rocas se desprendieron del techo cayendo peligrosamente cerca de Colby. El chico, que aún dormía para aquel momento, se despertó de golpe.

—No sé cómo podías dormir como si nada con este ruido —dijo Mars acercándose a él para ayudarlo a ponerse en pie.

Como acababa de despertar se lo veía confundido y aún medio dormido. A pesar de eso se dejó arrastrar por Deimos.

Langford ya había seguido el camino de Rothstein y Greene desapareciendo de la vista de los otros dos.

—¿Qué pasa? —preguntó con la voz ronca de alguien que acababa de despertar.

—Clan de la montaña —dijo Mars.

A Colby le dio un microinfarto al escuchar eso. Fue entonces consciente de los temblores y miró en todas direcciones nervioso esperando ver a dicho clan atacándolos. Por supuesto no vio nada de eso.

—Están en el bosque de abajo luchando contra alguien, quieren ir a unirse.

La explicación de Mars lo dejó más tranquilo.

El susto lo había despertado del todo así que pudo soltarse del agarre del pelirrojo y caminar por su cuenta. Llegaron al filo de la montaña. En efecto la tierra y rocas volaban desde el bosque, incluso pudieron ver como un árbol era derribado.

—Acaba de amanecer, es muy pronto para ir a por puntos ya —se quejó Colby—. Vamos a ganar de todas formas, qué más da, tendríamos que aprovechar para descansar.

Mars soltó una carcajada.

—Anda vamos.

Los dos saltaron siguiendo el camino del resto de sus compañeros.

















Utilizaron la flora de la zona para ocultarse, guardando cierta distancia de seguridad con el lugar donde se desarrollaba el enfrentamiento. Aunque al tratarse de rocas que eran lanzadas ninguna distancia era del todo segura allí.

Pudieron ver lo que pasaba al llegar: se habían encontrado con el clan de la niebla. Estos parecían ser los que tenían el control de la situación mientras que la montaña se limitaba a defenderse. Buscaban un hueco por el que poder escapar, pero se lo estaban dejando muy difícil.

Alessandro era el principal pilar de la defensa y el que lo estaba pasando peor en ese momento. Él solo se estaba ocupando de mantener a raya a los hermanos Sesame y aún así al resto de sus compañeros no les estaban yendo mucho mejor. Gabriel era definitivamente uno de los mayores problemas para el clan de la montaña. Se había encargado de acorralar a los otros cuatro miembros de la montaña y les impedía huir mientras que Pen Teller y Mirelle David los atacaban.

—García no parecía ser especialmente fuerte en los entrenamientos y, sin embargo, es quien tiene el control del combate ahora —comentó Mars.

—Porque su especialidad no es el ataque directo —dijo entonces Drake—. En la torre noté en seguida que su punto fuerte es la creación de tácticas. No suele combatir él, sino que crea las situaciones ideales para que sus compañeros puedan hacerlo. Crea la ventaja para su clan.

—Es algo que solo puedes hacer con un equipo como el del clan de la niebla —añadió Jade, parecía emocionada de ver la pelea y a la vez molesta por la gran habilidad que los de la niebla estaban mostrando—. Para empezar necesitas un estratega como Gabriel, después un ataque fuerte y peligroso para hacer de punta de lanza, lo que logran gracias a los Sesame, y por supuesto una defensa impenetrable que los proteja de los ataques desesperados, Pen lo hace muy bien.

—¿Y Davis?

Mars miró en dirección a la chica rubia del clan de la niebla. Era la única chica de ese grupo y la que menos de sus habilidades había mostrado en los entrenamientos en la torre de control.

Mirelle era un total misterio para el resto de participantes. Lo único que sabían de ella es que era ágil y tenía una buena técnica de combate, sabía lo que hacía a diferencia de muchos otros seleccionados que apenas habían podido aprender nociones básicas de combate en esa semana.

Jade no contestó la pregunta de Mars porque no tenía una respuesta que pudiera darle.

Elizabeth golpeó con su azada el suelo quebrandolo con facilidad. Una enorme grieta se extendió hacia Mirelle, pero cuando parecía que ya la había alcanzado la chica se esfumó como si su cuerpo estuviera hecho de niebla. Como si jamás hubiera estado allí.

Posteriormente reapareció tras Elizabeth y alzó su guadaña para tratar de golpearla, no le daría tiempo de girar para bloquearla. Un enorme fragmento de roca golpeó el filo de la guadaña desviando su trayectoria. Eso le dio los segundos que necesitaba a Elizabeth y le devolvió el ataque, Mirelle se volvió a desvanecer.

—¡Gracias, Ringo! —le gritó Elizabeth a su compañero.

Saturn asintió con la cabeza para luego volver a concentrarse en los ataques de Pen.

—Ver esto solo me da más ganas de unirme —dijo Langford.

La sonrisa en los rostros de Jade y Drake le hicieron saber a Colby que no era el único que pensaba eso.

—Me pido a los Sesame —fueron la últimas palabras de Jade antes de salir de su escondite y lanzarse de lleno a esa batalla campal.

—García es mío —advirtió Drake siguiendo a su compañera al instante.

Langford, Mars y Colby los siguieron rápidamente. Ellos se encargarían de mantener a raya a los del clan de la montaña y los dos chicos restantes de la niebla. Sabían que siendo solo tres no podrían hacer mucho, pero si lograban mantenerlos lejos de sus compañeros Jade y Drake se encargarían de obtener los puntos.

Después solo quedaría retirarse rápidamente.

No habían sido los más discretos. Jade había salido del escondite casi gritando. Gabi reaccionó lo suficientemente rápido como para ver como Rothstein se lanzaba hacia él por su espalda.

Se rodeó de niebla antes de que el contrario estuviera demasiado cerca, Drake lanzó una bola de fuego que cruzó la nube de niebla sin darle a nada, la bola impactó contra el tronco de un árbol más atrás astillandolo. Por suerte la niebla había vuelto el ambiente tan húmedo que la madera no prendió.

Gabi ya había tenido en cuenta un posible encuentro con el clan del fuego, de hecho era el clan que buscaban cuando se toparón por casualidad con la montaña y los Sesame no quisieron desaprovechar la oportunidad. Ya tenía claro que no iba a dejar que volviera a suceder lo de la primera noche. No dejaría que el clan del fuego volviera a tomar el control a base de quemar todo lo que tenían alrededor.

El clan del fuego siempre había tomado el control de los torneos de esa manera, los únicos que habían podido ponerles un freno en algunas ocasiones habían sido los del clan del agua. Claro que era algo que el clan del fuego siempre tenía en cuanta y por eso evitaba cruzarselos. Pero ese año sería diferente, Gabi estaba determinado a hacerlo diferente.

El fuego no iba a arrasarlo todo. No con él allí.

Para Drake este hecho no pasó desapercibido. No tardó en darse cuánta de la trampa y pasó a desenvainar su katana. Si el fuego no les afectaba lo haría el acero.

La niebla lo había rodeado por completo.

No podía ver a sus compañeros, a los miembros de la montaña ni a los demás de la niebla, tampoco lograba encontrar a García. Solo podía escuchar los gritos de aquellos que peleaban en algún lugar de ese bosque, el chocar de los metales y los fugaces destellos del fuego antes de ser apagados por la humeda niebla.

Drake mantuvo su espada en alto, estaba en guardia con todos sus sentidos alerta. En el momento en el que Gabi atacara él lo notaría.

El pelirrosa no era experto en el ataque como le había mencionado a Jade antes. Sabía que no se lanzaría a por él directamente, también sabía que el don de la niebla no era un don de ataque, no podía infligirle daño con ella, así que la única opción que quedaba era un ataque a distancia. No había visto a Gabi usar un arco y flechas durante los entrenamientos, pero era posible que llevará algo así consigo, o en su defecto algún tipo de arma arrojadiza.

Esta idea hizo que su sorpresa fuera inevitable cuando Gabriel surgió de entre la niebla portando una alabarda. Drake tuvo el tiempo de reacción justo para desviarla con la hoja de su katana. Gabi giró habilmente y volvió a atacar, Drake no podía hacer otra cosa que defenderse.

Trató de atacarlo con una nueva bola de fuego para ganar algo de distancia, pero la niebla que los rodeaba era cada vez más espesa y hacía que su fuego fuera débil.

—Parece que tienes problemas —comentó Gabi tratando de golpear con la punta de la alabarda el costado de Drake.

Lo esquivó por los pelos.

—No sabía que la señorita también sabía pelear —dijo tratando de formar una sonrisa para molestarlo—. Creí que eras de los que se protegía tras sus compañeros.

—Ya ves que no.

Gabi dio un paso atrás cubriéndose tras la niebla y desapareciendo del campo de visión de Drake. Era parecido al truco que había visto hacer a Mirelle cuando Elizabeth la había atacado.

Hablando de esas dos chicas, ¿cómo les estaría yendo a sus compañeros? No habían anunciado la muerte de nadie así que lo más seguro es que estuvieran en un punto muerto como él.

Aunque ahora no estaba en posición de preocuparse por alguien más.

A su espalda la alabarda surgió de la neblina tratando de empalarlo. La bloqueó y esta volvió a desaparecer. Se sucedieron varios ataques más así, como si la alabarda atacará por sí sola al no ver a su portador. Como ya había pensado Gabi era el mejor en un combate táctico, y él había sido lo suficientemente tonto como para dejarse arrastrar a su terreno. Tenía que llevarlo al suyo propio antes de que fuera demasiado tarde, pero incendiar el bosque de nuevo no era una opción.

Cuando el filo del arma volvió a salir de la niebla Drake decidió que debía pasar a una defensa más agresiva. Envainó la katana, esquivó el ataque y antes de que pudiera volver a desaparecer entre la niebla agarró la alabarda por el filo.

Se cortó un poco las palmas de las manos al hacer esa locura, pero el agarre fue suficiente resistente como para tirar del arma y hacer salir a su propietario de la niebla que lo ocultaba. Gabi estaba sorprendido. No se había esperado que Drake se la jugara a perder unos dedos, o incluso la mano en el peor de los casos, por tal de hacerlo salir.

Gabi también tiró de la alabarda tratando de recuperarla, pero Drake era más fuerte que él y estaba decidido a no soltarla por mucha sangre que cayera al suelo o mucho dolor que sintiera. Acabar atravesado sería mucho peor.

Cuando Gabi estuvo al alcance de su mano soltó la alabarda con una de ellas, aún sosteniéndola con la otra por la empuñadura, y pudiendo quitar su mano del cortante filo de acero. Con la mano libre agarró la cara de Gabi tapando su boca en el proceso, impidiendo así que pidiera ayuda.

El miedo se reflejó en sus ojos azules al darse cuenta de que no podría escapar.

Drake los observó sin apartar la mirada.

Todo su cuerpo, entrenado en el campo de batalla como militar, le gritaba que acabase con el trabajo. Tenía que obtener los puntos para su clan. Tenía que matar al chico que había tenido la mala suerte de enfrentarse a él.

«¡Drake, no!», escuchó gritar a una voz en su cabeza. La reconoció como la voz de su padre.

¿Por qué tenía que volver justo ahora?

Gabi notó su instante de duda y no lo desaprovechó. Su instinto de supervivencia superó al instinto depredador de Rothstein. Le mordió la mano con toda la fuerza que pudo, una mano que ya estaba dañada por el filo de la alabarda.

Drake gritó de dolor y apartó la mano, Gabi lo empujó y le golpeó en el estómago con la rodilla para que soltara su arma. Lo logró. Drake trastabilló hacia atrás, pero no cayó.

Gabi desapareció de nuevo en la niebla que ya empezaba a disiparse dejándolo ver a sus compañeros de nuevo. Nadie parecía haberse dado cuenta de lo que acababa de suceder. Todos seguían inmersos en sus propias peleas y todos y cada uno de ellos parecían ya estar exaustos.

Drake miró sus manos heridas, como la sangre seguía resbalando por ellas hasta caer al suelo. Casi lo había logrado. Casi había obtenido puntos para su clan. Casi se había deshecho de un representante y habría podido aliviar un poco a sus compañeros yendo a ayudarlos tras eso.

Casi había matado a una persona de nuevo.

Su vista se nubló al pensarlo.

No tuvo tiempo de entrar en pánico, de seguir sobrepensando la situación o tener su momento de remordimientos. Un aullido ensordecedor se escuchó en el bosque.

Todos pararon lo que estaban haciendo sobresaltados por el sonido. Drake vio que Gabi estaba a unos metros de él, apoyando una rodilla en el suelo y agarrando la alabarda con una mano para no caer mientras trataba de recuperar el aire. También se había quedado rígido al escucharlo.

Drake miró en todas direcciones sin saber muy bien de donde había venido eso. La niebla le impedía ver demasiado lejos.

—¿Qué ha sido eso? —se atrevió a preguntar Pen en voz alta.

El clan de la montaña retrocedió poco a poco mientras que los demás se habían quedado estáticos. Gabi se puso en pie mirando al bosque y retrocedió unos pasos también.

Drake se fijó en él, en cómo miraba a un punto fijo y había palidecido. Miró en la dirección en la que él lo hacía y vio varias figuras cuadrúpedas acercándose entre la niebla.

Lobos.

Lobos enormes.

Incluso a cuatro patas eran casi igual de grandes que una persona. De pelaje negro azabache y ojos rojos, brillantes en la oscuridad. Amenazantes.

¡Enhorabuena, chicos! —se escuchó la voz de Isabelle— Habéis desbloqueado el primer evento paradai. ¡Los necrolobos!














Si la pelea contra el clan de la montaña y el clan del fuego ya había sido caótica la retirada de después lo había sido más. Cada quien había salido corriendo en una dirección diferente cuando los necrolobos se habían lanzado al ataque. La niebla residual que aún quedaba de la batalla no parecía afectar en lo más mínimo a los lobos que se guiaban por su olfato.

Mirelle esquivó a varios mientras huía. Estuvo tan centrada en que esas garras y colmillos no la atraparan que no había visto por donde se habían marchado sus compañeros.

Esperaba que el huir de los necrolobos mantuviera también ocupados al resto de clanes y no tuvieran la estúpida idea de volver a pelear entre ellos. La montaña probablemente no lo haría, sobre todo porque habían estado intentando huir de ellos durante todo su enfrentamiento. No parecían querer luchar de momento. Pero el clan del fuego era otra historia.

Escuchaba el gruñido de los lobos a su espalda. ¿La estaban siguiendo? No se giró para comprobarlo.

Usar la niebla no le garantizaba poder escapar, si bien les dificultaría verla la rastrearían por el olor rápidamente. Tenía que ocultar su olor si quería perderlos, ¿pero como?

Una roca de un tamaño contundente la golpeó en el hombro haciéndola caer al suelo. Se agarró el hombro dolorido, por suerte no parecía habérselo dislocado. Alzó la mirada encontrándose con Katya Felis. No se suponía que el clan de la montaña atacara.

—¿Qué coño te pasa en la cabeza? —le recriminó Mirelle.

Un aullido en la lejanía la puso alerta.

—¿Ahora no te apetece luchar? Por como nos habíais atacado pensé que era justo esto lo que queríais —la tierra alrededor de Katya se agrietó y varios trozos flotaron a su alrededor—. Si no hubiera sido por la interrupción de los lobos hubierais estado dispuestos a masacrarnos.

Esta vez Mirelle fue rápida y esquivó uno de los trozos que había sido lanzado hacia ella. Este, que en su mayoría se componía de tierra compacta, se rompió al chocar con el tronco de un árbol más allá.

Lo malo es que ese ataque no había venido de la chica frente a ella.

—¿A qué esperas? Mátala —le ordenó Garreau.

Felis no esperó más y lanzó sus propios ataques hacia Davis. Mirelle los esquivó ágilmente o rompió los bloques de tierra usando su guadaña. Garreau también se unió al ataque desde la corta distancia.

Era bueno en el combate cuerpo a cuerpo, la única ventaja que tenía sobre él era su arma que, en comparación con los puños de hierro que él llevaba, le permitía mantener cierta distancia. Consiguió quitarse de encima a Garreau por un instante al golpearlo en el pecho con uno de los extremos de la guadaña. Ese lapso de tiempo fue suficiente para que pudiera acercarse a Katya.

La niebla podría no tener efecto con los necrolobos, pero para el resto de representantes seguía siendo una gran molestia. Mirelle volvió a desvanecerse entre la niebla, Katya se preparó porque ya había visto cómo se las arreglaba contra Elizabeth.

Mirelle apareció en su espalda, Katya no la había visto, Garreau sí, pero estaba tan lejos que aunque lanzó rocas hacia ella no llegarían a tiempo. Mirelle levantó su guadaña y la bajó directa hacia la espalda de la otra chica.

Un fuerte impacto en su costado seguido del ardor de algo clavándose en este la hicieron caer al suelo antes de que pudiera concluir su ataque.

Katya se dio cuenta de lo que había sucedido y retrocedió reuniéndose con Garreau que se había puesto en pie. Ambos observaron como un necrolobo había atacado a Mirelle y ahora se encontraba sobre esta, la aprisionó bajo sus garras y trataba de morderle el cuello con sus afilados dientes.

Mirelle consiguió colocar el mango de la guadaña entre ella y las fauces del necrolobo. El animal empujaba hacia ella tratando de alcanzar su cara, mientras que la chica empujaba hacia delante con sus brazos, reuniendo toda la fuerza que tenía, para mantener al lobo a raya.

Más aullidos se escucharon demasiado cerca de ellos.

—Vámonos, el lobo se encargará de ella —dijo Katya.

—Pero así no conseguiremos los puntos, tenemos que matarla nosotros —se quejó Garreau.

—¿Prefieres que nos coman los lobos a nosotros también? —Garreau arrugó el ceño, no era una de sus prioridades— Entonces andando. De todas formas no necesitamos los puntos —Katya miró a Mirelle una última vez antes de marcharse.

En cuestión de segundos ya no había ni rastro de los dos seleccionados del clan de la montaña, pero aún se escuchaban los aullidos y gruñidos, cada vez más cerca de donde estaba. La baba del necrolobo sobre ella le caía sobre la cara, era asqueroso. No lograba quitárselo de encima, era demasiado fuerte. Además el costado le ardía, estaba segura de que estaba sangrando aunque no pudiera verlo.

Sus brazos empezaban a ceder. La presión que ejercía el necrolobo era demasiada para ella. Tenía una fuerza física buena, pero no destacaba por ella. Aunque el mango de acero de la guadaña no se rompería por las mordidas del animal sus huesos gritaban para que parara.

El acero silbó al ser lanzado. Impactó de lleno en el cráneo del lobo y este se dejó caer por completo sobre ella.

Mirelle pudo echarlo a un lado y ponerse de pie. Un fuerte dolor le recorrió todo el cuerpo, miró el costado que tanto le dolía y, en efecto, las garras del lobo le habían hecho una gran herida.

—¿Estás bien? —Pen se acercó a ella corriendo, su cara demostraba su preocupación genuina por la chica.

—No demasiado —admitió—. Gracias por quitarme esa cosa de encima.

Pen asintió y fue hasta el lobo muerto sacando una fina cuchilla de la cabeza de este. Con un firme movimiento hizo que la sangre que empapaba la hoja cayera al suelo y la guardó en su cinturón junto a las demás que llevaba encima.

—Tenemos que irnos, los lobos están cerca.

—El clan de la montaña también —advirtió Davis.

—¿Te atacaron?

—Si, pero cuando el necrolobo atacó huyeron.

Mirelle se quitó la chaqueta para presionar la herida con ella. Sangraba más de lo que le gustaría.

—Vámonos antes de que vengan sus amigos —dijo Pen mirando al necrolobo muerto.

Se pasó uno de los brazos de Mirelle por el cuello y le rodeó la cintura para ayudarla a caminar.
















Por el camino Pen encontró algunas plantas de romero que les fueron de utilidad. Frotaron las hojas contra su cuerpo impregnándolo por completo del fuerte olor, eso despistaría el olfato de los necrolobos. Después, Pen ayudó a Mirelle a subir a unos de los tantos árboles para esconderse de la vista. Las frondosas copas de los árboles eran perfectas para ese trabajo.

Mirelle subió quejumbrosa, cada movimiento hacía que le doliera más la herida abierta.

—Aguanta un poco más —pidió Pen—. Cuando perdamos a los lobos trataremos tu herida.

Cuando los gruñidos se escucharon peligrosamente cerca guardaron absoluto silencio. Un pequeño grupo de necrolobos llegó a donde estaban ellos. Solo eran tres, pero viendo como uno tan solo uno había dejado a Mirelle, casi matándola, no sé arriesgarían a enfrentarlos. Menos aún con la chica herida.

Los lobos olfatearon la zona en vano. No encontraban ningún rastro útil. La idea de frotarse el romero había funcionado.

Dos de los lobos siguieron su camino al no encontrar nada, pero el tercero se quedó atrás. Pen lo observó con cuidado, ¿por qué no se iba también? Miró a Mirelle que parecía pensar lo mismo que él por la mirada que le devolvió.

El necrolobo siguió olfateando una parte en concreto cerca de las raíces del árbol al que habían subido. Cuando movió su enorme hocico a un lado Mirelle pudo ver al fin que era lo que tanto olfateaba.

Era sangre, su sangre. Debió de manchar el árbol cuando Pen y ella lo subían.

El lobo alzó la cabeza. Los dos chicos se irguieron para que las ramas y hojas los cubrieran todo lo posible. El lobo gruñó, luego bufó y finalmente se marchó por el mismo camino que las otras dos bestias.

—Eso ha estado cerca.

Pen apoyó la espalda en el tronco del árbol tras él. Mirelle aún no podía relajarse, los necrolobos seguían estando muy cerca.

—¿Sabes hacia donde han ido los demás?

Pen negó con la cabeza.

—Desde que el clan del fuego llegó no he visto a Gabi y ni a los Sesame, deben haber huido en dirección contraria.

Conociendo a los hermanos seguro que habían seguido a Il Grande o Greene durante el ataque. No estarían felices hasta conseguir puntos. Habían estado quejándose continuamente de que no los dejaron divertirse durante el inicio del torneo, les recriminaban que hubieran huido como ratas.

—¿Tú sabes algo? —le preguntó Pen.

—No más que tú, eso sí, evitemos acercarnos a la sima, Katya y Garreau se fueron en esa dirección.

—Seguro que es el punto de encuentro que acordaron con sus compañeros.

—En cuanto nos reunamos con los demás deberíamos ir tras ellos, antes de que se reagrupen.

—Ni hablar —Pen frunció el ceño y se cruzó de brazos—. No mientras que esa herida tuya no sea tratada adecuadamente.

—Pues hazte a la idea que va a estar así durante todo el torneo.

Mientras que no salieran de Paradai conseguir un tratamiento médico decente sería muy difícil. Un ungüento casero de plantas no iba a sustituir a la medicina moderna, ni a un buen desinfectante de heridas.

Lo único a lo que aspiraba era a poder cesar el sangrado. Y eso sí iba a ser posible.

El evento paradai queda concluido, los necrolobos han sido capturados de nuevo para que no sean un obstáculo durante el resto del torneo —una vez más la voz de Isabelle—. Claro que este evento no ha dejado a todos indemnes. Si bien no hay bajas entre los representantes sí que hay varios heridos. Entre ellos tengo que destacar a Mirelle Davis, del clan de la niebla, quién ha sido herida en el costado por un necrolobo. Esto le restará cinco puntos a su clan.

Mirelle chasqueó la lengua y apretó en un puño la mano que tenía libre.

—Lo siento —le dijo a Pen.

Por su culpa el clan estaría ahora en números negativos y eso les dificultaría aún más obtener los cien que necesitaban.

—No pienses que es culpa tuya, ni se te ocurra —le apuntó amenazante con el dedo.

Pen quería consolarla de alguna manera, pero Mirelle tenía muy claro que había sido su error. Aún así apreciaba su intento.

También hay que mencionar a Ringo Saturn del clan de la montaña que también fue alcanzado por uno de los necrolobos. Sino llegó a más fue por la intervención de Alessandro y Elizabeth. Esto significa cinco puntos menos también para su clan.

Parecía ser que el clan de la montaña tampoco se había ido como si nada. Esperaban alguna mención al clan del fuego, esta no llegó.

Eso es todo, mucha suerte a todos recuperando los puntos perdidos.

Encima de que nos atacan por sorpresa escapan de rositas —bufó Pen.

—No por nada son el clan con más Midnight War ganados.

En el clan del fuego se preparaba a todos los jóvenes por si fueran seleccionados para el torneo. En mayor o menor medida todos poseían unas bases al llegar a Paradai. Junto al clan de las bestias y el del bosque era el clan que más en serio se tomaba el torneo.

A Mirelle no le extrañaba que se hubieran librado.

—Ahora que menudos capullos, no nos avisaron de que habían puesto de nuevo los eventos paradai de la isla —Pen se reincorporó y empezó a mirar a su alrededor buscando una forma de bajar sin que Mirelle se hiciera aún más daño—. El torneo pasado los suspendieron y mira que bien avisaron, pero ahora que los han puesto de nuevo nos enteramos cuando ya los tenemos encima.

Apoyándose con cuidado en las ramas que parecían más resistentes ambos bajaron del árbol. Para subir lo habían hecho rápido y a lo loco, pero ahora podían hacerlo con más calma.

—Saca el termo de mi mochila —pidió Mirelle una vez abajo.

Pen obedeció sin hacer preguntas.

Mientras tanto la chica recogió algunas ramas y hojas secas del suelo. Se sentó en el suelo e hizo un montoncito con todo, cogió los dos palos más gruesos y los ató cruzados usando el tallo de una hoja como pequeña cuerda. Era lo suficientemente resistente para no romperse tan rápido.

Cuando Pen llegó a su lado con el agua quitó la chaqueta de la herida, la sangre fluía sin parar. Pen incluso arrugó la nariz al ver la mala pinta que tenía.

—Intenta encender un fuego mientras la limpio.

De nuevo obedeció la orden.

Las garras del necrolobo habían roto su neopreno, las tiras de tela se pegaban a su piel por culpa de la sangre. Las apartó con mucho cuidado tratando de no empeorar la herida aún más.

Vertió el agua por encima quitando la tierra, hierva y polvo. El agua caía al suelo roja y aunque ahora parecía estar un poco mejor la herida seguía sangrando. De hecho ahora se podía ver mejor el daño hecho y el zarpazo era más profundo de lo que había esperado.

El humo salió de las hojas secas, después, siguió una pequeña llama. Las ramas y hojas que había preparado funcionaron mejor de lo que pensaba. Era apenas suficiente para lo que quería hacer, pero serviría.

—Ahora necesito...

Pen se le adelantó. Sacó una de sus cuchillas del cinturón y la puso sobre la llama.

—Es demasiado pequeña —advirtió.

—Servirá —aseguró Mirelle.

Cuando el metal se había tornado de un rojo brillante Pen la apartó del fuego. Miró a Mirelle no muy seguro de eso.

—¿Lista?

Mirelle se metió una de las mangas de su chaqueta manchada en la boca. Asintió.

Pen acercó la cuchilla a la herida de Davis y la pegó a la piel. Mirelle apretó los ojos y los dientes ahogando un grito en la tela sucia. Clavó las uñas en la tierra pero ni siquiera eso le dolió más que la hoja candente de la cuchilla quemando su herida. El olor a carne quemada por la cauterización era horrible para ambos.

Cuando Pen apartó la cuchilla Mirelle aún la sentía sobre ella. El sangrado estaba casi detenido, casi.

Pen volvió a poner la cuchilla sobre el fuego casi extinto por el viento.

—Tienes que aguantar —le dijo al ver las lágrimas recorrer sus mejillas.

Mirelle asintió con las manos temblando. Dolía demasiado. No quería volver a sentir algo así, pero tenía que hacerlo si no quería desangrarse.

Cuando la cuchilla estuvo lista Pen la pegó de nuevo a su piel. El chico la miró con lástima mientras volvía a sentir el dolor indescriptible del acero candente quemándola por dentro.

—Ya está —anunció lavando la cuchilla con agua de su propio termo.

La herida ya no sangraba.

—Te aconsejo que no hagas movimientos bruscos en los próximos días si no quieres que se te abra.

Genial. No tenía ni idea de cómo iba a poder hacer eso. Literalmente estaba allí para pelear por su vida.

—Gracias.

Mirelle volvió a colocarse la chaqueta sucia y ensangrentada. Pero es que no podía llevar la herida al aire como si nada. Tendría que buscar un sitio donde adecentarse un poco lo más pronto posible.

—Bien, vayamos a buscar a Gabi, Hocus y Pocus. No creo que se hayan alejado demasiado, a las muy malas volveremos a nuestro refugio y...

¡Atención a todo el mundo, Mars Deimos del clan del fuego ha caído! Muerte a manos de Hocus Sesame, del clan de la niebla.

Mirelle y Pen se miraron con los ojos abiertos como platos.





LISTA DE CAIDOS:

– Mars Deimos (Clan del fuego)



CLASIFICACIÓN:

• Clan de la niebla: 15 puntos

• Clan del hielo: 15 puntos

• Clan del bosque: 5 puntos

• Clan del viento: 0 puntos

• Clan del sol: 0 puntos

• Clan del cristal: 0 puntos

• Clan de las bestias: 0 puntos

• Clan del trueno: 0 puntos

• Clan del agua: 0 puntos

• Clan de la luna: -5 puntos

• Clan de la montaña: -5 puntos

• Clan del fuego: -10 puntos







El capítulo llega una semanita más tarde de lo que había previsto, pero aquí está. ¡Y qué manera de llegar! Tenemos al primer caído del Midnight War, nuestro querido Mars Deimos se ha ido para el otro barrio.

Habrá que esperar para saber que ha pasado ahí. Por lo que parece Hocus al fin ha obtenido los puntos que él y su hermano estaban deseando ganar.

~Nova/Dreamer

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