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Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 11


Después de que todos se reunieran de nuevo en el centro de la aldea abandonada decidieron tomar un descanso. No había otros clanes cerca y tampoco habían encontrado nada de lo que habían ido a buscar, así que al menos aprovecharían esas casas ruinosas para recuperar fuerzas.

Decidieron tomar una de las casa como refugio. Arrastraron varios colchones a la planta baja y bloquearon todas las ventanas para evitar visitas indeseadas. Se quedarían todos en la sala principal y harían turnos en la puerta vigilando que siguiera sin haber clanes enemigos por la zona.

Durante el resto del día habilitaron algunas partes de la casa para poder usarlas, como la cocina y el baño. Llevaron algo de leña de un cobertizo abandonado para encender fuego en la chimenea de la casa y así poder cocinar. También encontraron algunos utensilios de cocina viejos en diferentes rincones y recovecos: dos ollas, una sartén y un cucharón.

—¿Es de verdad buena idea encender la chimenea? —cuestionó Bay— Si hay otros clanes cerca podrían ver el humo.

Riccardo y Maxim preparaban la chimenea para usarla mientras que Trina sacaba de su mochila algunos alimentos que habían podido recolectar por el camino.

Tenían algunas setas y champiñones, agua fresca que habían recogido del Lago Dorus de camino a las ruinas y hasta algunas hierbas aromáticas como albahaca y orégano. Hasta tenían algo de carne. Maxim no había podido darle caza al venado, pero había llevado algunas aves en compensación.

Con todo eso podrían cocinar la primera comida decente desde que habían sido dejados en Paradai. A Bay se le hacía la boca agua solo de pensarlo, además no había comido nada desde hacía más de medio día. Pero la amenaza que suponía poder ser localizados... le hacía rechazar la idea a pesar del hambre.

—No te preocupes, será solo para cocinar, luego lo apagaremos —dijo Riccardo dejando el último tronco en la chimenea y empezando a soltar algunas hojas secas por encima—. Le pedí a Rina que hiciera guardia mientras tanto, seguro que ya tiene toda una red de alerta extendida por el bosque que la avisará si algo se acerca.

—Y ni siquiera nos hemos cruzado a nadie por el bosque en estos dos días —las palabras de Maxim parecieron más una queja—. Seguro que no hay nadie cerca. Que aburrimiento.

Bay no estaba tan seguro de todo eso, pero decidió confiar en sus compañeros.

Mientras que en el interior de la casa seguían preparando la cena y acomodándolo todo para pasar la noche, Rina estaba fuera, en la puerta, montando guardia. Tenía los ojos cerrados, concentrada en escuchar cada sonido que venía del bosque. Solo escuchaba el graznar de los cuervos, el canto de los grillos y las hojas siendo mecidas por la suave brisa nocturna de olor a mar.

Había hecho crecer raíces bajo el suelo y las había extendido por toda la zona, conectándolas a raíces de árboles. Cualquier ser vivo que pasara por allí sería detectado, sus pisadas emitirían vibraciones que las raíces captarían y la avisarían del peligro.

Abrió los ojos encontrándose cara a cara con la más absoluta oscuridad de la noche. El sol ya se había ocultado por completo.

En momentos como esos, cuando estaba sola haciendo guardia y solo tenía la compañía de sus pensamientos, no podía evitar darle vueltas a la razón por la que estaba allí. Un torneo dedicado a matarse unos a otros. ¿Por qué? ¿Tan solo para demostrar el poder del clan vencedor, para hacer que el resto se lo pensara dos veces antes de iniciar un ataque en su contra? Ese era el vigésimo Midnight War. A esas alturas todos los clanes, a excepción del clan del sol, habían ganado al menos un torneo ya. ¿Qué sentido tenía continuar con aquella locura?

Ese año se conmemoraban los cien años desde la creación del torneo. El Midnight War había sido creado ya un siglo atrás para resolver las disputas entre clanes originadas por la muerte de su Diosa, la Diosa Ansythma, creadora de todo aquel mundo, o más bien originadas por su asesinato.

Ansythma creó la tierra, el mar y el cielo, creo los bosques y desiertos, a los animales y a los humanos. Ansythma era la creadora, el origen. Había cedido parte de su poder divino a los humanos como muestra de aprecio al considerarlos su mejor creación, ¿y como se lo habían pagado? Matándola.

Algo más de cien años atrás uno de los doce clanes había dado fin a la vida de su creadora, de su madre y Diosa. Sin embargo, jamás se había descubierto al responsable. Lo único que pudieron hacer fue culparse los unos a los otros, buscar venganza por el daño ocasionado, pelear en una guerra destructiva que no parecía tener fin. Se suponía que aquel torneo debía dar fin a todo eso.

Tal vez el Midnight War solo era otra manera de continuar la guerra reduciendo los daños al mínimo.

Cuando la guerra había dejado tras de si más cadáveres de los que podían contar y tantas ciudades arrasadas que recontruirlo todo de nuevo tardaría siglos, el clan del bosque sugirió la idea. Crearían un torneo que se celebraría cada cinco años en un territorio neutral donde ningún clan pudiera meter mano, y cada quien enviaría a cinco miembros del clan para luchar. Al principio debían de ser cinco miembros elegidos por el líder, soldados bien entrenados para ello, así se celebró de hecho el primer torneo. Pero algo no encajó bien.

Ya no se recordaba quién fue el primero en hacerlo, pero los seleccionados acabaron siendo aleatorios, cualquiera podía participar en el torneo y defender el honor de su clan. Rina imaginaba que se debía a que muchos clanes habían sufrido la merma de sus ejercitos por la guerra incesante. Su número era muy menor al de otros, pero querían demostrar que no por eso su fuerza de combate era inferior.

Algún clan tuvo la idea de mandar civiles, para demostrar que aunque no fueras militares podían acabar con la vida de los soldados de élite de otros clanes. Todo el clan era un arma. Los demás se vieron vencidos por ellos, sus mejores soldados eran asesinados por gente común que luchaba por seguir viva un día más. Era denigrante y un insulto para la élite de la guerra. Y así otros clanes empezaron a imitar el comportamiento y a enviar a civiles guardando bajo llave los secretos de sus ejercitos.

Querían hacer pensar que eran tan fuertes que cinco personas cualquiera eran suficiente para acabar con once clanes sin necesidad de recurrir a sus soldados.

Y así habían pasado cien años. No había guerra, pero tampoco paz. Las disputas seguían, solo que ahora ocultas bajo un falso velo de estabilidad.

Los clanes habían empezado a reconstruirse, las muertes por la guerra desaparecieron, reducidas tan solo a un daño colateral de, como mucho, cinco ciudadanos cada cinco años. Las relaciones comerciales entre clanes volvieron a establecerse, aunque no volvieron a ser como antes. Si bien todos fingían que las relaciones entre ellos estaban bien, cuando el Midnight War llegaba los viejos resentimientos y el odio volvían a salir a flote.

Estaban atrapados en una guerra sin fin.

—Rina —Bay abrió la puerta de la casa iluminando toda la zona por la luz del fuego—. Vamos a cenar ya, ¿entras?

Miró una última vez al interior del bosque, las raíces que había desplegado no habían detectado nada todavía. Todo estaba muy tranquilo y con tanta oscuridad el humo de la chimenea era prácticamente imperceptible. Para ser notado tenías que estar muy cerca de las ruinas.

—Sí —se limitó a contestar.

Bay vio su cara al entrar, sabía que había algo raro en su expresión. Algo la preocupaba, pero no dijo nada.

Cuando Rina entró a la casa cerró la puerta y fue a acomodarse en el filo de uno de los colchones que habían traído. Trina y Riccardo había preparado algo de carne a la brasa y algo de sopa con las setas y las hierbas. No había cuencos en los que echarla así que tenían que comer directamente de la olla con el cucharón que usaban para remover.

Cuando Rina se sentó Trina le extendió algo de carne trinchada en un palo que usaban para poder comerla sin cogerla con las manos, quemaba demasiado al estar recién sacada del fuego. Era increíble como a pesar de no ser la gran cosa, esa humilde cena era como un festín.

Riccardo fue el primero en probar la sopa caliente. Asintió satisfecho con el resultado, aunque añadió:

—Le falta la sal, pero bueno no puedo echarle algo que no tenemos.

—Mañana cazaré ese maldito ciervo, su carne será mucho mejor que la de un puñado de cuervos —dijo Maxim dándole un mordisco a la carne de su brocheta improvisada.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Rina.

Su cara era iluminada por el fuego de la chimenea. Sostenía uno de los pinchos de carne en sus manos, mirándolo si comerlo aún. Sus ojos dorados brillaban del mismo color que las llamas por el reflejo.

Bay pudo notar que aún estaba preocupada por lo que fuera que ocupaba su mente. Pero la expresión se había suavizado respecto a cuando la había visto al llamarla para comer.

—¿A qué te refieres? —preguntó Riccardo.

—Llevamos dos días en esta isla y no hemos hecho nada desde la batalla campal del inicio. Vinimos a las ruinas en busca de los objetos que nos ayudarían, pero no hemos encontrado nada, ni siquiera a otros seleccionados —explicó la chica sin alzar la mirada de su comida—. Eso nos ha ayudado a inspeccionar la aldea tranquilos, a seguir vivos, pero no nos ha ayudado a ganar puntos.

Ninguno de ellos habló.

Rina mordió por fin la carne con tranquilidad. Ella tampoco dijo nada más. Al final fue Riccardo quien interrumpió el silencio, carraspeó y luego dijo:

—Supongo que tienes razón. Si no hemos encontrado nada útil en la aldea no tiene mucho sentido quedarnos aquí.

—¿Vamos a la caza de seleccionados? —preguntó Maxim, sus ojos brillaron como los de un niño el día de su cumpleaños.

—Algo así —asintió Riccardo, Trina se encogió en su sitio como ya era común cada vez que mencionaban el tema de luchar—. Sería bueno empezar a localizar a otros clanes, vigilarlos para ver cuál sería más óptimo atacar.

—El clan del fuego perdió hoy un miembro, tal vez podríamos empezar por ahí —propuso Rina.

Pero Riccardo negó con la cabeza.

—Aunque tengamos ventaja numérica su fuego sigue siendo un gran problema para nosotros. Además, ahora que tienen uno menos y han sido las primeros en tener una baja estarán mucho más alerta.

—¿Qué propones entonces? —preguntó Bay.

—Las bestias —dijo sin más dilación—. Estoy seguro de que seguirán en Grandlo. Será muy fácil para nosotros localizarlos.

—Y si de paso nos topamos con otro clan... podemos vigilarlos también, tal vez incluso usarlos como carnada —dijo Maxim ilusionado. Nada más escuchar lo de que al fin se pondrían a trabajar se había llenado de energía.

Si le dijeran que tenían que ir ahora mismo él estaría dispuesto.

—¿Regresaremos mañana al bosque entonces?

La voz tímida de Trina se escuchó en la sala.

La chica más pequeña se había mostrado contenta de estar en aquella aldea ese día. Bay podía intuir que entre esas paredes se sentía segura, protegida, aunque realmente no fuera así.

Rina y Riccardo se miraron, Rina se encogió de hombros y acto seguido Riccardo sonrió.

—Bueno, el bosque no está tan lejos de aquí... y aún necesitamos un refugio para protegernos de los ataques —empezó a decir Di Rigo—. Supongo que podríamos usar este sitio como refugio, ¿no?

Eso último lo dijo mirando a Ibara que seguía comiendo tranquilamente. Trina alzó la mirada, el brillo de la esperanza en sus ojos, miró directamente a su compañera.

—Supongo que sí.

Trina sonrió con esa afirmación. Riccardo y Bay no pudieron evitar hacer lo mismo. Después de lo mal que lo estaba pasando Verdure se alegraban de poder verla más animada.

El dónde se quedaran de momento no era tan importante, y Riccardo tenía razón, la aldea estaba cerca del bosque y necesitarían refugio de todas formas. No les costaba nada cederle ese pequeño capricho a su compañera.

La cena prosiguió ahora algo menos tensa, incluso Rina sonrió un par de veces en ese ambiente distendido. Hasta sus roces con Millennium parecieron quedarse en un segundo plano esa noche.

Cuando terminaron de comer emperaron a recogerlo todo. Sería mejor no tener cosas por medio por si se veían obligados a pelear allí mismo.

Buenas noches a todos, como ya es medianoche aquí tenemos el recuento de acontecimientos del día la voz de Isabelle los sobresaltó, ya no se acordaban de ese momento de la noche—. Hoy a sido un día bastante intenso a diferencia de ayer rió al decir eso.

Bay frunció el ceño. No sabía qué le hacía tanta gracia. Un día más intenso significaba más daño para sus participantes.

Para empezar, ¡hoy hemos tenido la primera muerte del torneo! Mars Deimos del clan del fuego ha sido asesinado por Hocus Sesame del clan de la niebla. ¿Quién hubiera dicho que el primero en caer sería uno del clan favorito de este año? Esto implica que el clan de la niebla gana veinte puntos mientras que el clan del fuego pierde diez situándolos en primer y último puesto de la clasificación respectivamente.

Rina abrió la puerta saliendo al exterior donde el holograma de la otra vez era proyectado en el cielo de nuevo. La cara de Isabelle dejó paso a una tabla con todos los clanes donde se sumaron los puntos y se produjeron los cambios que la mujer había dicho.

Hoy también hemos podido ver el primer evento paradai de la tamporada. En él Mirelle Davis obtuvo una herida considerable que le restará cinco puntos al clan del la niebla, al haber sido provocada por el evento y no por un participante ningún clan se beneficiará de cinco puntos extras. Esto pone a los clanes de la niebla y el hielo en empate de puntos en el primer puesto con quince puntos cada uno.

—Parece que el clan de la niebla se ha puesto las pilas —dijo Maxim saliendo de la casa también—. Y eso que al inicio lo único que hicieron fue huir.

Bay, Riccardo y Trina se habían quedado dentro de la casa. Con escuchar a Isabelle tenían suficiente, no necesitaban además ver su holograma.

Otros que parecen también haber tenido un largo día son los del clan del viento, después de que Zaphod Riker saliera herido el día de ayer hoy la herida ha sido Mohrir haciendo que su clan pierda otros cinco puntos, mientras que el clan de la luna gana esos cinco puntos por el mismo hecho gracias al ataque realizado por Víctor Blade.

«El clan del viento ya tiene dos heridos graves, son los más débiles ahora mismo», fue lo que pensó Rina. Pero el clan del viento probablemente estaría en la parte este de Paradai, demasiado lejos de ellos. Tendrían que seguir adelante con su plan de barrer el bosque en busca del clan de las bestias.

Pasando ahora al ranking de popularidad las votaciones de hoy han quedado así: La posición de los clanes apareció en el holograma— en primer lugar el clan de la niebla, parece ser que el hecho de que hayan sido los responsables de la primera muerte les ha dado un gran empujón. En segundo lugar el clan del fuego, aunque hayan sufrido el golpe de una baja de su lado parece que el público quiere seguir apoyando a sus favoritos. Y en tercer lugar, ¡El clan de la montaña! Su lucha a tres bandas con el clan del fuego y la niebla les ha impulsado a destacar el día de hoy. El clan de la luna se ha quedado cerca de entrar al podio, pero parece que haber herido al clan del viento no ha sido sufriente para entrar al top tres.

—Bah, vaya mierda de posición —dijo Maxim cruzándose de brazos al encontrar a su clan en la tabla.

Rina frunció el ceño. Habían quedado octavos. Tenía sentido, después de todo no habían hecho nada relevante desde el inicio, solo centrados en llegar a las ruinas y encontrar algo que ni siquiera sabían si estaría allí.

Para terminar en el último puesto tenemos al clan del trueno, que perderán cinco puntos por ello. ¡Chicos tenéis que poneros las pilas sino queréis seguir ahí!

Que alguien de tu clan muriera o saliera herido no era automáticamente sinónimo de estar abajo en la tabla. El clan del fuego era el ejemplo perfecto de ello. Habían perdido a uno de los suyos y sin embargo estaban segundos en la clasificación. Hasta el clan del viento con dos heridos estaban más altos que los del bosque donde seguían todos ilesos.

Parecía que la gente se fijaba más en que hicieras algo independientemente de si te salía bien o mal. La gente quería conflicto, si se lo dabas estarías bien, pero si decidías tener un día tranquilo tu puesto en la clasificación de popularidad se vería afectado. Una forma más de presionarlos a combatir en todo momento.

Con esto acaba el informe del segundo día del torneo, nos veremos de nuevo mañana, os deseo suerte a todos.

En cuanto Isabelle se despidió el holograma desapareción. No habían perdido puntos, pero tampoco habían ganado. Estaban estancados. Y eso no podía seguir así por mucho tiempo más.

—Maxim —el chico la miró—. Mañana a primera hora saldremos hacia Grandlo —declaró entrando a la casa de nuevo donde Riccardo se preparaba para apagar el fuego de la chimenea.
















Tal vez ellos no fueran del clan de la luna, tal vez no tuvieran el control total de las sombras y la oscuridad, pero eso no quitaba que ellos también fueran buenos ocultando su rastro, manteniéndose ocultos. El manto de la noche podía ser tan bueno para el clan de la luna como para ellos. Después de todo las sombras eran un pariente lejano de la niebla. Ambos elementos siempre habían estado directamente relacionados con lo oculto.

La ciudad en ruinas estaba completamente en silencio. No había ni una sola luz o señal que delatara donde se escondía el clan del bosque, de no haber sido porque habían estado al acecho todo el día y habían visto el humo salir de una de las chimeneas.

Mirelle debía admitir que no le había tenido mucha fé al plan de Gabriel de tender allí una emboscada. La aldea en ruinas le parecía un sitio tan obvio para ser un potencial objetivo de los clanes que no pensó que ninguno fuera tan temerario e idiota de ir hasta allí. A parte de ellos mismos, claro. Pero después de que Pen viera por casualidad al clan del bosque acercarse no se lo pensaron más, les harían una encerrona.

—¿Estáis listos? —preguntó Gabi asomándose entre la maleza para comprobar que nadie vigilaba.

Era extraño, el clan del bosque solía ser de los más desconfiados y que más hincapié ponía en lo de estar en guardia. Todos los años era igual. Al menos un miembro de ese clan se mantenía en todo momento vigilando que nadie se acercara. Mirelle suponía que era en sí un hábito tomado por los ciudadanos de ese clan acostumbrados a habitar bosques y selvas llenas de animales salvajes que podían atacarlos.

Y por supuesto, estaba el hecho de que aún en la actualidad mantenían una especie de guerra fría con el clan de las bestias. No se atacaban directamente, pero solían producirse muchas escaramuzas en la frontera entre ambos clanes. Una nación acostumbrada al conflicto constante.

—¿Cómo está tu herida? —le preguntó Pen.

Mirelle llevó una mano casi de manera automática a su costado, allí donde aún se podía ver claramente la herida provocada por el necrolobo si retirabas las tiras de tela que hacía la función de un vendaje precario. Había tenido mucho cuidado de no hacer movimientos bruscos, pero la herida aún palpitaba y sangraba a veces, el proceso de cicatrizar le provocaba además un fuerte picor que debía aguantar.

Tocarse la herida era lo último que debía hacer.

—Bien —dijo, pero nadie la creyó, ni siquiera los hermanos Sesame.

—Será mejor que te quedes en la retaguardia está vez —sugirió Gabi, el gesto de disconformidad de la chica no se hizo esperar—. Es por tu bien. Esa herida tiene que empezar a sanar, si se te infecta porque se te vuelve a abrir tendremos un problema mucho más serio.

No podía rebatirle eso. García tenía razón. Suspiró cediendo ante la idea de que esa vez debería quedarse atrás.

Maldijo su suerte con los necrolobos y esperó no tener que volver a encontrárselos nunca más.

—¿Usarás tu niebla venenosa? —preguntó Pocus con entusiasmo.

Los Sesame adoraban ver la letal niebla de Gabriel en acción. La habilidad de crear niebla tóxica no era común, era un don muy especial aclamado por todo el clan.

—No, en un área tan amplia perdería efecto. Además, tenemos que poder movernos por ella, y aunque a mí no me afecta a vosotros si lo hará.

—No tiene sentido autodestruirnos tratando de acabar con un solo clan —añadió Pen.

Pocus entendió la lógica tras la decisión, pero eso no evitó que pusiera mala cara. El chico se iba a quedar con las ganas de ver esa niebla en acción.

Gabi y Pen dieron un paso al frente y empezaron a crear niebla a partir de cada poro de su piel. Tardaron un rato en cubrir toda la aldea en ruinas, aunque una vez hecho estaba claro que tenían todas las de ganar en ese terreno, cualquier persona de otro clan, a excepción tal vez del clan de las bestias o el de la luna, tendría serios problemas en orientarse allí.

—Mirelle, necesitaremos que mantengas el nivel de la niebla —le pidió Gabi.

Ese iba a ser su trabajo esa noche. Hacer que la niebla no desapareciera mientras sus compañeros asesinaban al clan del bosque.

—Pocus, Hocus, vosotros entraréis por la puerta de atrás, yo iré por la principal —siguió Gabi organizando el ataque—, Pen tú te quedarás fuera por si alguno logra escapar... o por si hay un vigilante que no hemos visto.

Si lo hubiera seguro que ya había avisado a los suyos de la repentina niebla. Era demasiado raro que se levantará tán rápido incluso para una isla tan pequeña. Ya sabrían que estaban allí.

Mirelle solo pudo ver cómo sus compañeros desaparecían en la niebla. No podía verlos con nitidez pero podían sentir por dónde estaban, cómo se movían. Era como si gracias a la niebla pudiera crear un mapa mental de esa aldea y sus compañeros fueran piezas de un tablero de ajedrez gigante. No podía saber qué hacía el otro grupo puesto que la niebla no había ingresado a los edificios cerrados.

Aquella atmósfera le traía recuerdos, recuerdos no muy agradables. Mirelle trataba de mantener los recuerdos a distancia, pero en una noche de niebla como aquella había sido cuando vio a su familia por última vez, al menos con vida. Aún podía recordarlo todo tan nítidamente que le daba miedo, podía recordar el tacto de la tierra bajo sus pies descalzos, la humedad sobre su piel erizada por el frío, el dolor de cabeza y las manos llenas de sangre.

Miró la herida causada por el necrolobo y le aterró lo similar que era a la herida que había estado a punto de causarle la muerte años atrás. Aquella que tapaba como podía con sus pequeñas manos temblorosas para intentar no desangrarse. Si cerraba los ojos y se concentraba incluso aún podía sentir el golpe contra sus huesos al caer al suelo semiinconsciente. Lo sentía todo tan vívido que por eso mantenía los recuerdos bien escondidos en lo más recóndito de su memoria.

No quería volver a sentir ese miedo, ese dolor. No quería tener que volver a pasar una y otra vez por entre los cadáveres de su familia para poder huir.

Tuvo que agradecer a las raíces que rompieron los cristales de las ventanas —o lo que quedaba de ellas— por traerla de vuelta al momento en el que estaba. Se apresuró a hacer que la niebla entrara por cada nueva abertura de la casa para poder crearse un mapa mental también de ella.

No tardó en volver a localizar a sus tres compañeros, puesto que Pen se había quedado fuera como Gabi había dicho, y también en saber dónde estaban exactamente cada miembro del clan del bosque. No podía saber quién era quién, pero sabía que había dos miembros atrincherados en una habitación de la planta superior donde la ventana se había roto, otros dos estaban ocupándose de los Sesame en la cocina y el último se había encarado a Gabi en el salón.

Llevó su mano a la espalda donde descansaba la guadaña que la había acompañado desde el primer día. Era como si su arma le pidiera ir allí, su instinto le decía que debía de ir junto a sus compañeros. El instinto entrenado durante años por una banda de sicarios no era fácil de callar.

¿Qué habría sido de ella si aquellos asesinos no se hubieran apiadado de una cría solitaria? Los mismos que su clan había enviado para acabar con toda su familia por creerlos traidores habían tenido el suficiente honor para salvar a una niña moribunda.

«Por traidores».

Eso le habían explicado cuando despertó en la guarida de los asesinos a sueldo del clan de la niebla. Su familia había sido ejecutada por alta traición, y cuando supo de donde habían sacado aquello quiso reir de pura histeria.

Los altos cargos de su clan se habían enterado de que su linaje estaba mezclado, que eran una familia de mestizos. Hacía algunas generaciones, concretamente su bisabuelo, se casó con una mujer de otro clan, una exiliada que había llegado al clan de la niebla ilegalmente. Si se hubiera tratado de otro clan quizá las cosas hubieran sido diferentes, pero el clan de la niebla junto al del hielo, el fuego, las bestias y la luna era de los clanes más cerrados. No toleraban la presencia extranjera más que para el comercio. Eran clanes completamente herméticos.

Su bisabuela, originaria del clan de las bestias, tuvo que vivir oculta toda su vida para evitar ser extraditada o, aún peor, ejecutada. Sus bisabuelos tuvieron suerte de que sus hijos y resto de descendencia no mostraron muchos rasgos o habilidades del clan de las bestias. En el caso de Mirelle no se manifestó más que como una mejora en su visión que aún así no era suficiente del todo para ver entre la niebla creada por otros ciudadanos de su clan.

Podía llegar a ver mejor entre las nieblas o neblinas naturales tan comunes de su nación, entre la que ella misma creaba. Sin embargo, con las habilidades propias de los ciudadanos ya era otra cosa.

Y aún así eso había sido suficiente para que decidieran acabar con todos ellos.

Pen tuvo que retroceder cuando muchas enredaderas empezaron a salir por la puerta de la casa. Lo sintió ponerse en posición de ataque cuando se dio cuenta de que un enemigo había conseguido inmovilizar a Gabi. El del clan del bosque estaba haciendo que esas enredaderas presionarán el cuerpo de su compañero, de seguir así lo aplastaría.

Los Sesame seguían ocupados con los otros dos miembros en la cocina y de los dos que estaban atrincherados arriba uno había bajado usando la ventana rota. Estaba intentando rodear a Pen quién estaba demasiado ocupado vigilando los movimientos del captor de Gabi.

Mirelle no pudo quedarse más en la retaguardia. Con la guadaña en mano corrió hacia el centro de la escaramuza, sintió pinchazos de dolor en el costado herido, pero al tocarse la herida no se había abierto por suerte.

Sintió a Pen tensarse, seguramente él había sentido que se acercaba a ellos también y le parecía una temeridad en su estado. No atacó a nadie, lo primero que hizo fue cortar las enredaderas que retenían a Gabi dejándolo libre.

—¡Pen, detrás de tí! —gritó para alertar a su compañero.

Justo a tiempo para que Pen esquivara las enredaderas que habían enviado para atraparlo a él.

Como la niebla de Mirelle se había mezclado en gran medida con la creada por Pen y Gabi pudo afinar su vista de bestia para ponerle cara a sus atacantes. El que había descendido desde su barricada en el piso superior era Laurel, mientras que quién había estado enfrentándose a Gabi era una de las chicas, Ibara.

Guiándose por el tamaño de las otras figuras aún sin rostro, la persona pequeña de la plata superior que aún seguía escondida debía de ser Verdure y, por lo tanto, quienes se enfrentaban a los Sesame serían Di Rigo y Millennium. Identificar a sus enemigos era clave para saber a qué habilidades te enfrentabas. Por lo que sabía Ibara había demostrado ser buena en el cuerpo a cuerpo y usando su don, mientras que Laurel estaba más dedicado a un rol de apoyo y defensa.

Gabi recogió su alabarda del suelo, la había perdido tras el ataque de Ibara, Pen también agarró un par de cuchillas que mantuvo en alto. Eso no pintaba muy bien, el efecto sorpresa había desaparecido, los miembros del clan del bosque no parecían verse demasiado afectados por el hecho de no poder ver por la niebla, y la única que en un cuerpo a cuerpo podría suponer algún tipo de reto para Rina era ella, y en su estado actual un enfrentamiento con la chica no era posible.

Chasqueó la lengua molesta por el giro de los acontecimientos. Parecía que ahora los acorralados, a pesar de la ventaja del terreno, eran ellos.

—¡Hocus, Pocus, usad el golem! —gritó a pleno pulmón para sorpresa de Gabi y Pen.

—¿Nos retiramos? —preguntó Pen.

—Ni de coña —respondió en este caso Rina.

El ataque con enredaderas había sido sustituido por uno con zarzas y lo notaron tarde. Las espinas les arañaron los brazos y piernas, a Gabi incluso llegaron a provocarle un arañazo en el mentón. Davis apenas podía defenderse al no poder hacer movimientos bruscos.

Entonces la niebla comenzó a desaparecer, o más bien a moverse de lugar. Los ataques cesaron cuando Bay y Rina se quedaron mirando como la niebla empezaba a unirse en un punto. Detrás de la casa se formó una figura humanoide gigante, el tejado apenas le llegaba a la cintura.

Vieron cómo por una de las paredes derrumbadas salían corriendo Maxim y Riccardo, la corazonada de Mirelle había sido correcta, por lo que dentro de la casa...

—¡Trina! —gritó Bay justo en el momento en el que el golem golpeó con sus enormes manos la casa de piedra y madera y esta se derrumbó por completo.

Un ataque físico como aquel no debería de ser posible con simple niebla, simple vapor de agua. Pero algunos habitantes de la niebla tenían la habilidad de "solidificar" la niebla, solo por unos instantes porque eso eran técnicas realmente complejas que gastaban mucha energía de los usuarios que la usaban. Por suerte, los Sesame eran dos, dos hermanos que podían complementarse hasta el punto de ser una sola persona.

Para ellos el uso del don de la niebla era un paseo. Juntos eran más fuertes, más hábiles, más letales. Mirelle ahora que los había visto en acción comprendía por qué cuando Pocus salió como seleccionado Hocus se presentó voluntario para serlo también. Ese dúo era temible.

Aprovechando el caos provocado por el golem los dos hermanos se habían alejado de allí, ellos tres no malgastaron la oportunidad tampoco. Gabi le pasó la mano por debajo de los brazos a Mirelle y la ayudó a correr. Maxim intentó atacarlos una última vez al huir pero su rango de ataque no fue suficiente.

Rina, Riccardo y Bay corrieron hacia los escombros de la Casa tratando de encontrar a su compañera. Con suerte habría quedado atrapada, pero aún estaría con vida, Isabelle no había dado el anuncio de muerte aún, así que eso debía de ser una buena señal.

Con ayuda de raíces y enredaderas movieron los escombros hasta que fue Bay el que encontró algo. Una bola de hojas.

—¿Trina? —llamó el chico mientras hacía unas señas a sus compañeros para que se acercasen, Maxim también fue cuando supo que ya no alcanzaría al clan de la niebla.

—Esos hijos de puta... primero nos atacan por la espalda y luego huyen con el rabo entre las piernas...

—Menos mal que Bay estaba de guardia y nos avisó de la niebla —mencionó Riccardo—. Aún así, ese último ataque...

—No sabía que podían hacer algo así —coincidió Rina con él.

El clan de la niebla acababa de subir algunos peldaños en su ranking de peligro.

Bay tocó la bola de hojas y esta se deshizo en un estallido que las lanzó hacia todas partes como una lluvia. La chica estaba hecha un ovillo en el interior. Trina, que tenía los ojos cerrados con fuerza, se atrevió a abrirlos lentamente.

—¿Estás bien? —le preguntó Bay.

Trina asintió y se reincorporó.

—Las hojas amortiguaron la caída.

Fue entonces que notaron que la chica tenía algo entre sus brazos. Algo que había estado protegiendo con esa posición fetal.

—¿Qué es eso? —preguntó Maxim.

Trina alzó un pequeño maletín de metal hacia sus compañeros. Tenía el símbolo del Midnight War. Exactamente lo que ellos habían ido a buscar a aquella aldea en ruinas y no habían encontrado.

—Durante el ataque las tablas de madera del suelo se levantaron y lo encontré debajo —explicó Trina—. Imaginé que era lo que buscábamos, así que justo antes del derrumbe lo agarré.

Riccardo cogió el maletín y lo abrió. Dentro había principalmente medicamentos y utensilios de primeros auxilios como vendas, tiritas, algodones, hilo, aguja y tijeras. También encontraron un par de latas de comida y un abrelatas.

Maxim cogió una de las latas para examinarlas. Tenían un dibujo de un pez en el dorso acompañado del logotipo del torneo. Por detrás explicaba el contenido de la lata y sus ingredientes.

—Sardinas —dijo con cara de asco—. Odio las sardinas.

—Muy bien Trina, lo has hecho genial —la felicitó Riccardo dándole una palmada en el hombro.

La chica se avergonzó un poco pero sonrió. Le alegraba poder ser de utilidad para sus compañeros.

Riccardo le arrebató la lata a Millennium y la devolvió al interior del maletín que cerró.

—Ahora ya estamos listos para largarnos de aquí.







LISTA DE CAIDOS

– Mars Deimos (Clan del fuego)



CLASIFICACIÓN:

• Clan de la niebla: 25 puntos

• Clan del hielo: 15 puntos

• Clan del bosque: 5 puntos

• Clan de la montaña: 5 puntos

• Clan del sol: 0 puntos

• Clan del cristal: 0 puntos

• Clan de las bestias: 0 puntos

• Clan del agua: 0 puntos

• Clan de la luna: 0 puntos

• Clan del trueno: -5 puntos

• Clan del fuego: -5 puntos

• Clan del viento: -10 puntos









Se me olvidó actualizar ayer (⁠╥⁠﹏⁠╥⁠) y de hecho casi se me olvida actualizar hoy. Ni dos semanas seguidas he logrado actualizar correctamente :')

Pero volviendo al capítulo de hoy se nos ha explicado un poquito el trasfondo del Midnight War, el origen y la razón de existir de este torneo. Además, también hemos tenido un poco del pasado de Mirelle y una escaramuza entre el bosque y la niebla en la zona de las ruinas. ¡Ha sido un capítulo completito!

Con el final del segundo día del torneo hemos tenido también un recuento de puntos y con esta clasificación del final podemos ver cómo va la cosa. Esto puede cambiar en cualquier momento, no lo olvidemos.

Nos vemos de nuevo pronto (si es que me acuerdo de actualizar como Dios manda)  ;)

~Nova/Dreamer

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