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Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 10

El clan del viento estaba claramente en desventaja cuando se toparón con ellos y, sin embargo, conseguían resistir. Aunque a duras penas.

Zaphod estaba dormido, tal vez inconsciente. El caso es que no podía ser partícipe del combate y sus compañeros no solo debía luchar por ellos sino también por él, para que no lo mataran. Doug era fuerte, rápido y astuto, estaba claro que tenía un mínimo de base cuando de combate se trataba. Mohrir tal vez no era tan disciplinada como él, pero su don de viento era especialmente fuerte y su control y técnica eran innegables.

Incluso con la ventaja del número Vladimir, Víctor y Lynx estaban teniendo problemas a la hora de doblegarlos. Ni siquiera el haberle dado un duro golpe a Mohrir en la cabeza habían logrado que aquel dúo se debilitara. La chica seguía luchando aún con la sangre resbalando por su sien.

El clan de la luna no tenía planeado atacar a nadie ese día. Solo estaban en las Praderas de Aurama de paso, pero la perdida de puntos en la encuesta de popularidad no les había gustado mucho y aquellos chicos habían acabado por casualidad en su camino. Lynx y Lucian no habían estado muy de acuerdo en cambiar su rumbo para atacarlos, pero Tezcat y Víctor si que se habían posicionado a favor de ello.

«Sin puntos no vamos a lograr nada, solo pareceremos débiles y el resto de clanes nos atacarán más», había sido el argumento de Víctor con el que Tezcat acabó estando de acuerdo.

Vladimir había hecho el desempate votando finalmente a favor del ataque. Tenían a un herido grave y faltaban dos más del clan que a saber dónde se encontrarían. Aparentemente no demasiado cerca.

Tres de ellos bastarían para encargarse de los dos miembros y conseguir algunos puntos. No era nada personal. Solo supervivencia.

Y aún así allí estaban, en una pelea que se había alargado más de lo que planeaban.

—Mohrir, ¿te encuentras bien? —preguntó Doug cuando la chica aterrizó junto a él después de esquivar por los pelos una flecha disparada por Lynx.

—Sí, no te preocupes —limpió con la palma de la mano la sangre que empezaba a caerle en el ojo derecho—. Concéntrate, yo puedo arreglarme las sola.

Cuando la sombra de Vladimir se estiró como un látigo hacia ellos tuvieron que alzarse en el aire para evitar que les tocara. Ya habían visto lo que pasaba si lo hacía. La sombra había alcanzado a Mohrir mientras la chica estaba centrada en esquivar los ataques de Víctor y había quedado atrapada. Aquella sombra era tan resistente como el acero una vez que capturaba a su presa e impidió que se moviera ni un solo centímetro.

Víctor había intentado atravesarla con el filo de su espada, pero Doug lo había impedido. Lo que no logó evitar es que una de las rocas lanzada por la sombra de Víctor como metralla golpeara su cabeza y la hiciera caer al suelo. Eso era lo que había ocasionado esa herida en la chica que le empezaba a dar mareos por la perdida de sangre.

Doug bloqueó otra flecha de Lynx con la hoja de su hoz. Le devolvió el ataque moviendo su arma con fuerza creando un tajo de afilado viento que avanzó hacia Rigel.

Este esquivó el viento fusionándose con su propia sombra en el suelo. El tajo cortó toda la hierba alta tras él a la mitad de su altura por varios metros. La sombra se movió con velocidad hacia él y Doug siguió lanzando tajos de aire destrozando la roca y la tierra a su paso, pero sin lograr acertar en la escurridiza sombra.

A un metro de él Lynx emergió del suelo como un pez del agua del mar y trató de clavar la flecha que traía en la mano en el cuello de McArthur. Doug agarró su mano impidiéndole hacerlo, dejando la punta de acero de la flecha a escasos centímetros de su yugular. Le propinó un rodillazo en el estómago que lo hizo retroceder y cuando volvió a intentar golpearle se escondió en su sombra de nuevo alejándose de él.

—¡Víctor!

Al escuchar el grito Doug se giró. Vio a Vladimir correr hacia su hermano que forcejeaba con Mohrir. La chica se las había arreglado para tirar al mayor de los Blade al suelo y dejarlo debajo de ella inmovilizado mientras trataba de clavarle su daga en el pecho. Víctor ejercía toda la fuerza que podía para mantener el cuchillo lejos de su cuerpo, pero Mohrir estaba usando el viento a su favor ejerciendo presión sobre sus músculos con el aire para hacerse más pesada y, por tanto, más fuerte.

Se veía que Víctor no estaba pasándolo muy bien y no podría resistir por mucho tiempo. Vladimir corrió hacia ellos nada más notarlo. Doug trató de seguirlo para impedirle que intercediera pero una flecha pasó tan cerca de su cara que le provocó un corte en la mejilla. Por suerte había tenido los reflejos suficientes para esquivarla y que no se la clavaran en la cara.

Lynx seguía al acecho entre la hierba alta. Si se movía sin cuidado acabaría muerto.

Cuando Vladimir estuvo lo suficientemente cerca de Mohrir y Víctor mandó su sombra hacia ellos tan rápido como pudo. Consiguió rodear el cuerpo de la chica y lanzarla hacia atrás alejándola de su hermano. Víctor se levantó de un salto del suelo sin perder el tiempo, buscando la espada de la que Mohrir le había despojado segundos antes.

La chica no se dio por vencida y lanzó su daga en un último intento desesperado. Esta vez dirigida al mayor de los Blade. Víctor estaba demasiado lejos, y desasmado, como para evitarle a su hermano el ataque, y Vlad había estado tan pendiente de Víctor que no había notado el movimiento de Mohrir.

La daga ya estaba tan cerca del chico del clan de la luna que por un momento Doug pensó que de verdad le daría. Hasta que una flecha molestamente precisa golpeó la daga cambiado su trayectoria y haciendo que cayera al suelo.

Vladimir se había librado de tener una daga incrustada en el pecho de milagro. Pero ahora Doug había descubierto la posición de Lynx.

Se movió en el aire tan rápido como pudo para evitar que Lynx reaccionará a tiempo y huyera de nuevo. Lo vio entre la hierba alta aún con el arco en alto después de haber disparado. Levantó la hoz y se lanzó a por él con la completa intendión de darle fin a su vida.

—¡Doug, atrás!

Probablemente el grito de Mohrir le salvó la vida en ese instante. De no haber sido por ella el enorme garrote de acero negro lo hubiera hecho trizas contra el suelo, convirtiéndolo en un amasijo de sangre, músculo aplastados y huesos rotos.

Doug se lanzó a la derecha al escuchar la advertencia de su compañera sin siquiera pararse a pensar a qué se refería, el garrote se estrelló contra el suelo agrietando la tierra bajo él. Doug no se permitió pararse a procesarlo y se fue tan rápido como pudo hacía Mohrir, que se había reunido con Riker ahora que no tenía su arma con ella.

—Se supone que ya deberíais de haber acabado con ellos —dijo Tezcat alzando el garrote para apoyarlo en su hombro sin perder de vista a los del clan del viento—. Pero en cambio casi os matan.

—No es tan fácil como parece, sabes —se quejó Víctor, quién volvía a tener su espada, y ahora también la daga de Mohrir que había recogido del suelo.

—¿No se supone que estaríais vigilando el perímetro? —cuestionó Lynx.

—Sus compañeros han vuelto, tenemos que irnos —Tezcat miró entonces a Doug y a Mohrir—. Al menos de momento, de día no tenemos ventaja.

Doug sintió un escalofrío.

¿Qué hubiera pasado si aquel ataque se hubiera producido por la noche en lugar de a plena tarde? No quería ni imaginarlo. Si Lynx y Vladimir ya habían sido un dolor de muelas a plena luz del día, y solo con la leve sombra que proporcionaba la hierba alta, no quería pensar de qué serían capaces con la oscuridad total de su lado.

—¡Ya llegan, tenemos que irnos! —gritó Lucian saliendo de entre la hierba al lado de Tezcat.

Dicho y hecho. Las figuras de Reazor y Arion se vieron en lo alto del cielo. Nada más localizarlos una ráfaga de afiladas cuchillas de viento llovió sobre el clan de la luna. Sus cinco miembros corriente para ocultarse entre la hierba y evitar los ataques de Reazor.

Víctor se giró una última vez antes de seguir el camino del resto de sus compañeros. Doug no había estado preparado para lo que el chico hizo antes de huir.

—Te la devuelvo —dijo.

Y entonces la daga de Mohrir regresó hacia ellos, pero no desde donde estaba Víctor, sino desde uno de los laterales. La daga se clavó en el hombro de Mohrir y la chica soltó un grito de dolor cayendo al suelo de rodillas sujetando la daga clavada en su carne con la otra mano.

Cuando Doug volvió a mirar hacia Víctor el chico ya no estaba. El resto de su clan tampoco.

Chasqueó la lengua enfadado y se agachó para atender a su compañera. Ahora, además de su cabeza, también sangraba su hombro. Perder tanta sangre no iba a ser bueno para ella.

Reazor y Arion descendieron frente a ellos y también se apresuraron en evaluar los daños de sus compañeros. Riker no había recibido ningún ataque por suerte, así que su estado era el mismo que cuando ellos dos se habían marchado. El corte en la mejilla de Doug no suponía ningún problema, era superficial y la sangre casi se había cortado por si sola.

Pero por otro lado, Mohrir... su estado era definitivamente grave. Después de que la adrenalina del combate desapareciera por completo, los mareos atacaron a la chica al punto de darle náuseas debido al golpe de su cabeza.

—Esto puede que ayude —dijo Reazor extendiéndole a Doug el maletín con todas las cosas de primeros auxilios que habían encontrado.

Doug miró el maletín confundido.

—¿Dónde habéis encontrado esto?

—Luego te lo cuento, ahora la prioridad es tratarla a ella —indicó Reazor.

Doug decidió hacerle caso y centrarse en su compañera. Las explicaciones podían esperar, ella no.

Tuvo que extraer la daga del hombro de Mohrir. Ella gritó por el dolor y al instante se desmayó, no pudo resistir más. Reazor le tomó el pulso y vigiló su respiración para asegurarse de que seguía viva mientras Doug le hacía un torniquete en el brazo.

Lo primero fue vendarle la cabeza. Solo podían rezar para que el golpe no dejara secuelas a largo plazo o peor, que tuviera un derrame interno que provocara su muerte. Lo siguiente fue ocuparse de la herida del brazo.

Gracias al torniquete el desangre se ralentizó considerablemente. Sacó una aguja e hilo que había en el maletín y se preparó para coser. No era el lugar ideal para hacer eso, ni era la forma más higiénica, pero no había otra opción.

—¿Le inyectó morfina? —preguntó Reazor temiendo que el coserle la herida del brazo pudiera causarle más dolor a su compañera.

—No, me da miedo que le pueda afectar a la herida de la cabeza y la perdamos.

Prefería que Mohrir se despertara por el dolor, indicándole que seguía viva a pesar de todo, a que no volviera a despertar porque se pasaron con la dosis al estar tan débil. Era un riesgo que no quería correr a no ser que fuera absolutamente necesario.

Al final Mohrir no volvió en sí durante el proceso. Doug pudo terminar de echarle los puntos, vendar su brazo y limpiar la sangre aún fresca de su piel con tranquilidad. La dejaron tumbada junto a Riker tras asegurarse de que su estado seguía siendo estable.

Seguía respirando y su corazón aún latía.

—Habrá que vigilarla de cerca hasta mañana, está muy grave —dijo Doug limpiándose las manos ensangrentadas.

—Yo puedo encargarme —dijo Arion.

Doug asintió con la cabeza agarrando el pequeño frasco de morfina.

—Por la noche te cambiaré el turno para que puedas descansar.

—¿No decías que era mejor no pincharle morfina? —cuestionó Reazor al ver cómo extraía el líquido con una jeringa.

—No es para Mohrir, sino para Riker —aclaró expulsando el aire que había entrado y dejando solo un poco de ese líquido transparente dentro—. Antes de que el clan de la luna nos atacara se estaba quejando en sueños por el dolor. Además, quiero tratarle mejor esa herida ahora que tenemos esto —le dio unos golpecitos al maletín—. Al final no me habéis contado dónde lo encontrasteis.

—En el río —dijo Arion—. Tropecé con él cuando estaba llenando los termos con agua.

—Tienen el símbolo del Midnight War, imagino que son los objetos que nos ayudarían de los que hablaron —concluyó Reazor.

Doug miró el maletín y rezó a Ansythma internamente para que sus compañeros estuvieran en lo cierto. Tampoco había muchas más explicaciones para el hecho de que algo así estuviera en mitad de un río, pero temía que el remedio fuera peor que la enfermedad para sus ya malheridos compañeros.

Dos de tres estaban completamente fuera de combate. Tal vez Mohrir volvería a estar lista para darlo todo antes que Zaphod, pero la herida de la cabeza le preocupaba demasiado. Ahora solo tres de ellos estaban en condiciones de pelear y explorar, y uno de esos tres era Arion, quién por su juventud no estaba demasiado preparado para ese torneo.

Prácticamente la defensa del grupo dependería de Reazor y de él.

Como si Reazor leyera su mente le dio una palmada en la espalda como apoyo. Doug lo miró y, por primera vez desde que habían sido elegidos para el Midnight War, Reazor mostró una sonrisa que parecía más una mueca, pero se apreciaba el intento.

Arion se había sentado cerca de Mohrir para poder atenderla si sucedía cualquier cosa. Reazor se alejó un poco del grupo para vigilar. Lo último que necesitaban era que regresara el clan de la luna o que otro clan aprovechara su debilidad para atacar también.

Doug se concentró en el chico frente a él. No tenía tanta habilidad como para poder inyectar la morfina en vena, así que su única opción era introducirla de forma intramuscular.

Pinchó la aguja cerca de la herida en su costado pensando que tal vez así haría efecto antes. No estaba seguro de si su razonamiento tenía siquiera sentido. No sabía mucho sobre medicina, solo conocimientos básicos de primeros auxilios y trucos que le podían servir para atender heridas de guerra como coser una herida o hacer un torniquete.

Mientras esperaba a que la morfina hiciera efecto destapó la herida de Zaphod. No tenía mejor aspecto que el día anterior. Preparó una nueva aguja y más hilo del que había dentro del maletín y se preparó para coser de nuevo.

















Rina abrió el último armario encontrando lo mismo que todas las veces anteriores: nada. Todas las casas de esa aldea abandonada estaban completamente vacías, solo permanecían allí muebles de gran tamaño como camas, mesas o sillas, también algunos armarios, pero no había comida, utensilios de cocina, ropa ni nada por el estilo. Las camas ni siquiera tenían sábanas, solo disponían de colchones viejos y polvorientos.

Salió de la casa con las manos vacías. Era la cuarta que revisaba sin éxito. No había más que polvo y telarañas.

Caminó hasta la plaza central de la aldea donde había quedado en reunirse de nuevo con el resto de su clan. Cada uno había ido a revisar una zona. Al llegar solo Bay estaba ya allí, la saludó al verla.

—¿Alguna novedad? —preguntó el chico cuando se reunieron.

Rina negó y la expresión de Bay se tornó apenada aunque se encogió de hombros.

—Yo tampoco he encontrado nada.

—Parece que mi teoría no era correcta, no hemos encontrado nada.

—Bueno, al menos la aldea parece un buen sitio donde esconderse —dijo Bay mirando a su alrededor—. Está cerca del bosque y hay demasiadas casas como para que averigüen en cual nos quedamos y nos tiendan una emboscada. Y lo más importante es que hay camas, no hará falta que sigamos durmiendo en las ramas de los árboles. Me estaba empezando a doler la espalda.

Cuando llegaron a las ruinas dieron primero una vuelta de reconocimiento alrededor, sin llegar a internarse en las ruinas. Ese lugar siempre había sido un sitio clave para muchos clanes a lo largo de los torneos y no era nada descabellado que hubiera alguno ya allí a pesar de que ellos se habían dado bastante prisa.

Increíblemente no había nadie, habían sido los primeros en llegar. Pudieron moverse libremente, siempre vigilando por si otro clan llegaba mientras estaban allí.

La idea original no era quedarse mucho tiempo, tal vez un día o dos mientras lo registraban todo y se abastecían. No habría comida ni nada de utilidad dentro de las casas, pero la zona estaba llena de setas comestibles y algunos árboles frutales. Por esto también había muchas aves que descansaban en las ramas de estos árboles y hasta tenían sus nidos en los tejados de las casas en ruinas.

Maxim incluso llegó a ver un venado. Lastimosamente no había podido cazarlo y desde entonces no había dejado de peinar los alrededores en su busca. Parecía decidido a comer algo de carne que no proviniera de un animal con plumas.

—No lo sé. El bosque nos da más protección que esta aldea —Rina era reticente a la idea de hacer de las ruinas el campamento del clan del bosque.

Además, en ese lugar...

Un escalofrío le recorrió la columna.

—Voy a registrar de nuevo aquellas casas —dijo Rina sin querer permanecer más en la plaza.

Necesitaba mantenerse ocupada si no quería empezar a darle demasiadas vueltas a temas innecesarios en su cabeza. Necesitaba estar concentrada, tenía que estarlo. Todo aquello era demasiado importante para echarlo a perder.

—¿No son las que registramos al principio?

—Puede que se nos pasara algo importante.

Bay no pudo detener a la chica antes de que se marchara. Rina entró en la casa más cercana a ellos y cerró la puerta a su espalda.

—Bay.

Al escuchar su nombre se giró viendo llegar a Trina. La chica era ya de por sí baja, pero siempre que hablaba con alguien, incluso con ellos que eran sus compañeros de clan, se encogía sobre sí misma haciéndola parecer aún más pequeña. Llegaba con las manos vacías así que Bay pudo intuir que no había encontrado nada tampoco.

—No he tenido mucha suerte así que viene aquí, Rina también había llegado pero ha ido a registrar otra casa.

—La vi —admitió Trina y señaló el lugar por donde Ibara se había marchado—. Pensaba que ya habíamos registrado las casas de este sitio.

—Si, pero... por si acaso.

—Por si acaso —repitió Trina en voz tan baja que a Bay le costó escucharla.

Lo dijo como si no estuviera muy convencida pero no sé atreviera a decir nada al respecto. Él de todas formas tampoco sabía qué más añadir, así que se encogió de hombros.

—Esperemos a que los demás regresen.

Trina asintió y se sentó en el suelo, apoyandose en la pared de una casa y rodeándose las rodillas con los brazos. Bay la miró de reojo, Trina era una buena chica, pero no podía quitarse de la cabeza el hecho de que esa timidez y miedo que no era capaz de quitarse de encima le jugarían en contra en el peor momento.

Cuando el torneo inició dos días atrás Trina fue capaz de ayudar en la ofensiva que habían preparado. No se le daba mal del todo usar su don, le ayudó mucho a mantener atrapados al resto de clanes en el claro, y aunque algunos lograron escapar ambos habían podido mantenerse firmes para que Rina, Maxim y Riccardo pudieran ocuparse del ataque directo. Y eso que la pobre no había dejado de temblar de miedo y había sido la primera en alejarse de allí cuando dieron la orden.

Le había cogido un poco de cariño a la chica desde que se habían visto obligados a trabajar los cinco junto. Era como una hermana pequeña a la que sentías que debías proteger, y eso que él era hijo único y nunca había estado en una situación así.

Trina podía no ser la más fuerte, hábil o decidida, pero también era de gran ayuda a su manera. Sabía identificar las plantas comestibles de las que no lo eran y hasta era capaz de rastrear animales para cazar gracias a reconocer sus hábitats. Gracias a ella buscar alimento había sido mucho más fácil. Bay no quería que le pasase nada malo, prefería que todos llegarán sanos y salvos a casa aunque eso significará no ganar el Midnight War.

Una idea que el resto de sus compañeros no compartía.

Tenía la impresión de que tanto Riccardo como Maxim tenían su mira puesta en la victoria, como si no contemplaran ninguna otra opción. Trina estaba probablemente tan aterrada que solo quería que todo acabase, no le importaba cómo. Y Rina... no sabía lo que Rina pensaba. No lo había sabido en ningún momento desde que acabaron metidos en aquella locura, ¿cómo iba a saberlo si ni siquiera la había reconocido hasta que Maxim comentó aquello en el barco en el que llegaron a Paradai?











Diez días antes

—Y eso es todo —concluyó Jude—. Cuando se nos asignen habitaciones en la torre de control tendremos una reunión para hablarlo todo mejor. Ahora disfrutad del viaje.

«Disfrutad de los últimos momento de libertad».

Jude se levantó de la mesa y salió de aquella habitación. El barco tampoco era extremadamente grande así que o había ido a la cubierta o a su camarote. Tal vez a hablar con algún miembro de la tripulación sobre el tiempo que les quedaba hasta Paradai.

El silencio invadió el lugar. Ninguno de los cinco seleccionados hablaba. Era lógico, después de todo no se conocían de nada antes de verse envueltos en esa situación. La cual no era la más favorable.

—Nos esforzaremos para ganar el torneo —dijo entonces Riccardo—. Después de un siglo de torneos es sencillo averiguar los patrones que siguen los otros clanes.

—¿No significa eso que también ellos conocen nuestra forma de actuar? —preguntó entonces Rina.

Riccardo la miró, abrió la boca para decir algo pero la cerró. Pareció pensárselo un poco mejor antes de finalmente hablar.

—Creo que este equipo puede lograrlo, podemos ganar.

—No deberías decir algo así tan a la ligera, menos si aún no has visto nuestras habilidades o capacidades —volvió a interceder Rina.

No lo hacía de manera agresiva, como si estuviera enfadada o reprochando algo. Su voz era serena, pero firme. Decía eso porque era lo que de verdad pensaba, no como un regaño, sino como un hecho.

—Bueno, si tú eres la mitad de buena que tu hermana no debería haber problema —añadió entonces Maxim—. Siempre y cuando no nos mates a todos por error.

Rina frunció el ceño. Sus ojos dorados se encendieron como fuego.

Bay miró a sus compañeros. Tanto Riccardo como Trina se habían desentendido de la conversación, no querían verse enredados en lo dicho por Maxim como si ellos supieran a lo que se refería. Bay por otro lado no tenía ni idea de a qué había venido eso.

—Sabía que durante la selección, cuando te llamaron, tu nombre me sonaba de algo —continuó Maxim.

—No sé de qué me estás hablando.

—¿No eres la hermana de Cora Ibara acaso?

Bay sintió a Rina tensarse en su silla al escuchar ese nombre. Trató de buscar entre su memoria a alguien llamado así, alguien que todos ellos aparentemente conocían también, hasta que la encontró.

Cora Ibara había sido una seleccionada por el clan del bosque en el anterior torneo Midnight War de hacía cinco años. Había sido la favorita del clan cuando salió como seleccionado, y fue quién llevó al clan del bosque a ser el favorito para ganar el torneo ese año. Todo apuntaba a que el bosque se alzaría con la victoria por tercera vez.

Cora solo tenía veinte años, era la segunda más jóven de su grupo ese año, y aunque sus habilidades en combate no eran las mejores sí que destacaba en otros campos igual de importantes. Conocía el bosque de Paradai mejor que ningún otro, su orientación por él era tan buena como si se hubiera criado en esa isla, tenía conocimientos de medicina muy avanzados y era la mejor dando primeros auxilios. Con ella a su lado nadie de su equipo temía hacerse un poco de daño porque sabían que Cora los cuidaría.

Sabía distinguir las plantas comestibles, tender unas trampas infalibles e incluso crear rastros falsos para despistar a otros clanes cuando los perseguían. Y lo mejor de todo era su habilidad para la creación de venenos. Esa habilidad suya mató a muchos rivales en la isla ese año, fue la que obtuvo el mayor número de muertes a su cargo. Pero incluso alguien así terminó por morir, y arrastró a todo su clan con ella.

Lo que más rabia le dio al clan del bosque es que esto sucedió justo cuando estaban ya a punto de ganar. El clan solo necesitaba cinco puntos más, solo cinco para ganar. Y en el último segundo la victoria les fue arrebatada por el clan del fuego.

El clan del bosque consideró a Cora como una de sus mejores seleccionados en toda su historia, pero también fue el mayor fracaso. Y lo peor en todo eso es que esa chica era de la misma aldea que Laurel, Cora había sido una chica muy querida en su pueblo natal y si Rina era, como Maxim acababa de decir, su hermana significaba que también era de esa misma aldea.

Bay miró a Rina tratando de recordar alguna ocasión en la que la hubiera visto, y ahora que lo pensaba detenidamente podía ver algunas imágenes de ella en su cabeza. Se había cruzado con ella en clase y en la calle varias veces, nunca habían hablado, pero frecuentaban los mismos sitios. Se sintió idiota por no haberla reconocido antes.

—¿Y a tí eso qué te importa?

Que Rina se pusiera a la defensiva pareció divertir más a Maxim. Lo único que eso logró es alentarlo a que siguiera hablando.

—Lo sabía, sois igualitas. Físicamente, claro, porque tu hermana era mucho más agradable que tú por lo que se veía en televisión.

—No menciones a mi hermana.

—Mira que morir justo el último día del torneo...

—Maxim —Riccardo al fin interfirió, pero ya muy tarde.

Rina golpeó la mesa asustando a Trina que se encogió aún más en su silla. Parecía que la más baja tenía ganas de llorar.

Rina se levantó y se marchó igual que Jude había hecho minutos antes. Solo que ella estaba mucho más enfadada, Bay estaba seguro que había decidido irse porque de haberse quedado se hubiera avalanzado hacia Maxim. Y no era buena idea cuando un nuevo Midnight War estaba a punto de dar comienzo y necesitaban que todos estuvieran al cien por ciento.

Se levantó él también dispuesto a ir tras su compañera. No quería que hubiera malos rollos entre ellos en un momento tan delicado. Riccardo se levantó también.

—Yo me encargo —dijo saliendo de la sala tras Ibara.

Bay miró a Maxim con el ceño fruncido.

—¿Qué?

—¿No podías callarte?

—Pero es lo que pienso de verdad, Cora era muy prometedora, me caía bien. Me pareció muy triste que muriera de esa forma.

No estaba seguro de si Maxim lo decía de verdad o no. Su expresión tampoco le aclaró nada.

Prefirió dejar la conversación sobre su compañera ahí por no empezar una pelea. Trina seguía presente y ya lo estaba pasando bastante mal. No necesitaba presenciar otra pelea entre sus compañeros.












En la actualidad

Desvió la mirada de Trina y la dirigió a la casa en la que Rina se había metido. Apretó el puño y se dirigió hacia ella.

—Ahora vuelvo, tú espera aquí —le dijo a Trina sin girarse a mirarla.

Abrió la puerta de la casa encontrándose con un pequeño salón comedor igual que todas las casas en las que habían entrado de esa aldea. Había una mesa grande en medio de la sala rodeada de sillas de madera. A la mesa le falta a una pata y se había precipitado contra el suelo en algún momento. Las sillas no estaban en mejor estado, algunas también cojas o incluso sin el respaldo. Todo cubierto por una buena capa de polvo y suciedad.

—¿Rina? —llamó Bay a su compañera sin obtener respuesta.

Se asomó a la cocina, no había puerta para separarla del comedor. Estaba igual de destartalada y sucia que el salón, no había nadie.

El baño no estaba mucho mejor, una de las esquinas en las que se unían dos paredes y el techo estaba rota y el sol entraba por allí junto a moho por la humedad. Solo quedaba subir a la planta superior para ver si se encontraba allí.

Aquellas casas no tenían puertas traseras, por lo que Rina no había podido salir de aquella casa sin que él y Trina la vieran. Estaban construidas de madera, por lo que las escaleras crujían bajo sus pies. Debía tener mucho cuidado al subir a las plantas superiores por si las vigas que sujetaban la estructura cedían y la Casa le caía encima.

—No puedo hacerlo.

Bay se quedó cogelado en el pasillo al subir la última escalera. Esa era la voz de Rina y sonó como un susurro lleno de pena.

—No me siento bien, este lugar...

Siguió la voz hasta parar al lado de una de las habitaciones que, como la mayoría, no tenían puerta. Aunque en este caso la puerta sí que estaba allí, tirada en el suelo y llena de agujeros que seguramente habían hecho las termitas.

¿Con quién estaba hablando? Trina estaba fuera, Riccardo y Maxim no habían regresado aún. ¿Se había encontrado por casualidad con uno de ellos o es que hablaba sola?

—No puedo quitar esa imagen de mi cabeza. No puedo olvidar que aquí murió mi hermana.

Esa última frase hizo que el corazón de Bay diera un vuelco.

Era cierto. No lo había recordado antes. Cora Ibara había muerto en aquella aldea en ruinas cinco años atrás junto a todo su grupo.

Se sintió terriblemente mal por estar escuchando algo tan profundo de manera furtiva. Inspiró con profundidad antes de salir de su escondrijo.

—Rina.

La chica se sobresaltó y apuntó su lanza hacia él. Eso fue realmente rápido y asombró a Laurel un poco.

Cuando Rina confirmó que tan solo era él bajó la lanza, pero su ceño seguía fruncido.

—¿Me estabas espiando?

Al poder ver ahora la habitación se dio cuenta de que la única persona que estaba allí era Rina. En efecto aquellas palabras que había escuchado eran solo sus pensamientos en voz alta. La chica solo se desahogaba pensando que estaba sola.

—No, venía a buscarte. Trina ya ha llegado y los demás estarán apunto de hacerlo también.

No sabía si Rina se lo había creído o no, pero no dijo nada más. Así que Bay continuó:

—¿Hablabas sola?

Las mejillas de Rina enrojecieron un poco al haber sido pillada. Movió un mechón suelto de su pelo tras su oreja.

—¿Has escuchado mucho?

Bay negó con la cabeza, pero tampoco aclaró qué había escuchado exactamente.

La chica echó un último vistazo a la habitación vacía, solo con una cama destrozada en su centro que ni siquiera tenía colchón y un armario destartalado. Bay esperó para ver si decía algo más y aunque sí que lo dijo no era lo que él esperaba.

—Tenías razón, venir aquí ha sido una perdida de tiempo. No había nada.

Pasó al lado de Bay sin alzar la mirada. Él no quería dejar la conversación ahí, así que volvió a intentarlo.

—Rina —la llamó Bay y la chica se detuvo sin girarse—. Lo de tu hermana...

No tenía sentido hacer como que no había escuchado nada. Rina no se encontraba bien y si necesitaba hablar de ello él estaba dispuesto a escucharla.

—Haz como si no escuchaste nada —dijo cortante siguiendo su camino.

Lo necesitara o no estaba claro que no quería hacerlo. Al menos de momento. La comprendía, después de todo no eran tan cercanos, solo por haber pasado unos días juntos entrenando no podían llamarse amigos. Y al igual que él no la había reconocido en un principio la situación podía ser la misma para ella.

No pudo hacer más que seguirla escaleras abajo hasta salir de la casa. Fuera Maxim y Riccardo ya habían llegado y hablaban con Trina. Aunque la chica más bien solo los miraba y escuchaba sin participar en la charla.

Miró a Rina antes de ir a reunirse con ellos. En cuanto habían salido de la casa la tristeza en su mirada que Bay había notado desapareció por completo. Solo había determinación en ella.






LISTA DE CAIDOS:

– Mars Deimos (Clan del fuego)


CLASIFICACIÓN:

• Clan de la niebla: 15 puntos

• Clan del hielo: 15 puntos

• Clan del bosque: 5 puntos

• Clan del sol: 0 puntos

• Clan del cristal: 0 puntos

• Clan de la montaña: 0 puntos

• Clan de las bestias: 0 puntos

• Clan del trueno: 0 puntos

• Clan del agua: 0 puntos

• Clan de la luna: -5 puntos

• Clan del viento: -5 puntos

• Clan del fuego: -10 puntos






¡De vuelta la muerte y destrucción de Midnight War! Un poquito de acción en la primera parte donde al fin hemos podido ver el desenlace del encuentro del clan de la luna y el del viento. Y en la segunda parte se nos ha mostrado la dinámica que sigue el grupo del clan del bosque.

Parece que aunque intentan mantenerse como un equipo hay ciertas tensiones entre ellos. Además, ahora hemos podido saber qué dijo Maxim que hizo enfadar a Rina al inicio de la historia y conocer un poco sobre la hermana de esta.

Cora empezó esta historia estando tiesa :⁠^⁠)

~Nova/Dreamer

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