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Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 1

El viento revolvía su larga melena dejando en ella impregnado el olor a mar. Las gaviotas que sobrevolaban el barco le hacía saber a Rina que su destino no estaba demasiado lejos y que pronto llegarían a tierra. No sabía si eso la aliviaba o le generaba más estrés.

Mirara a donde mirara todo era azul, el cielo de un celeste brillante chocaba en el horizonte con el color zafiro del mar. La espuma blanca de las olas golpeaba el casco del barco dando como resultado un leve balanceo que sumado a la calidez del sol y a su estómago lleno tras el almuerzo empezaba a provocarle una pesada sensación de somnolencia.

La puerta que daba a la popa del barco se abrió y un chico salió por ella. Su pelo castaño a la altura de los hombros recibió el golpe del viento, tuvo que cerrar sus ojos avellana al principio por el contraste de luz al salir. El chico rondaba su edad, y por supuesto no era la primera vez que lo veía, él y los otros tres jóvenes que aún permanecían dentro del barco eran sus compañeros en ese viaje. A la mayoría ni siquiera los había visto nunca antes en su vida, no había sabido de ellos hasta pocas horas atrás y ojalá hubiera seguido siendo así, porque ahora los cinco compartían el mismo horrible destino al que les conducía aquel barco.

El castaño se acercó a ella cuando la vio apoyada en la baranda. Al llegar a su lado imitó su posición y su expresión despreocupada mirando las nubes.

—Me preguntaba donde estabas, hacía rato que no te veía por el barco.

El chico trató de comenzar una conversación con ella. Las últimas palabras que Rina había cruzado con sus compañeros no habían sido las más amigables del mundo, así que no se explicaba cómo es que Di Rigo se tomaba la molestia de intentarlo de nuevo.

—Mi camarote me asfixiaba, necesitaba tomar el aire —se limitó a contestar.

—¿Sólo tu camarote?

«¿Te asfixiamos nosotros también?» fue la verdadera pregunta oculta tras la cortesía que tanto ella como Riccardo sabían que él había querido formular. Rina no contestó. No le apetecía empezar una nueva discusión.

—Sabes que Maxim no pretendía molestarte —continuó el chico—. Solo es... expontáneo. Dice lo primero que se le cruza por la cabeza sin pensarlo demasiado, no sé lo tengas en cuenta.

El silencio por parte de la fémina se mantuvo entre los dos. Riccardo se removió incómodo en su lugar sin saber qué más decir para obtener algún tipo de reacción, alguna mínima respuesta. Carraspeó antes de volver a intentarlo.

—Yo... Él —no sabía muy bien como enfocar aquella conversación—, ya sabes que...

—No, no lo sé —le interrumpió—. No lo sé porque no le conozco de nada, ni a él, ni a tí, ni a nadie de los que estamos aquí. Si quería hacerse el gracioso no ha tenido ni pizca de gracia.

—Lo sé.

—No, Riccardo, tú tampoco lo sabes.

Rina se alejó de la baranda y de él. Se fue directa hacia la puerta por la que el chico acababa de llegar.

—Os seguiré el rollo de ser amiguísimos mientras esto dure, tampoco es mi intención dividir al grupo antes del torneo. Pero si vuelve a abrir su boca de víbora yo misma le cortaré la lengua y haré que se la trague, a ver si con suerte se ahoga con su propio veneno.

—Rina —la voz de Riccardo sonó más dura. Descontento con las palabras de la chica.

—Queréis jugar a ser un equipo, ¿no? Pues jugaremos hasta la muerte.

Cerró la puerta sin esperar una respuesta de su compañero.













Veinte horas antes

Nunca se acostumbraría a ese pesado ambiente. Era la segunda vez en su vida que entraba en el enorme edificio que presidía la Plaza Esmeralda en el corazón de la capital. Tampoco era como si hubiera podido visitarlo más a menudo dado que tan solo abría sus puertas una vez cada cinco años y solo unas determinadas personas podían acceder a él cada vez. El mismo sabor agrio llenaba su boca cada vez que el Palacio Apsharyada aparecía ante sus ojos, y esta vez al sabor agrio lo acompañaba una sensación de vértigo que empeoraba con el paso de los minutos al punto de darle ganas de salir corriendo en dirección contraria.

El Palacio Atsharyada era usado como salón de actos por el clan del bosque, era el único lugar lo bastante espacioso para albergar en su interior el número de personas que se reunían allí cada media década. En su majestuosa y gigantesca puerta de entrada se podía leer un lema tallado en piedra: «Fuerza y coraje para lograr la victoria», Rina lo había grabado a fuego en su mente desde que había aprendido a leer lo suficientemente bien como para comprender lo que ponía.

En el interior los largos pasillos convergían en un mismo lugar, una sala que en algún momento debió de tratarse de un lujoso salón de baile, pero ahora estaba lleno de sillas y un atril sobre un gran escenario al que todas estaban dirigidas. Las cámaras estaban preparadas para grabar a quien fuera que subiera a aquel lugar, los fotógrafos y periodistas hablaban entre ellos mientras que esperaban a que el acto comenzara.

La mayoría de personas que había allí eran chicos y chicas jóvenes, con una edad cercana a la de Rina, ninguno de ellos sobrepasaba los veinticinco años ni era menor de dieciocho. Después de todo ese era el rango de edad que debía preocuparse por cómo se desarrollarán los acontecimientos en los próximos minutos. Los que superaban esa edad eran todos trabajadores que ayudaban en la organización del evento, reporteros, cámaras, miembros de la seguridad o familiares que venían como compañía.

Sólo los jóvenes se apresuraban en tomar asiento. Una prisa que Rina no compartía.

La primera vez que había pisado ese salón la cosa no había ido nada bien, lo recordaba como uno de los peores días de su vida. Sus padres ni siquiera habían podido acompañarla en aquella segunda ocasión, lo que aumentaba la preocupación que sentía por cada paso que daba.

No todos los días existía la posibilidad de que te enviarán a una muerte segura sin poder hacer nada por evitarlo.

Al tomar asiento se permitió mirar al resto de presentes, todos los ciudadanos del clan del bosque reunidos allí tenían expresiones muy diferentes. Unos parecían estar aterrorizados, pálidos y a punto del desmayo, otros estaban extrañamente felices para las situación en la que estaban, demasiado animados, mientras que a otros parecía importarles un comino todo aquello. Rina se encontraba en un punto medio entre los primeros y los últimos. Le sudaban las manos y luchaba para no temblar como un patético animal asustado, y al mismo tiempo la situación le parecía tan irreal que era imposible que todo aquello fuera con ella.

Esas cosas solo pasaban en las películas de ciencia ficción.

Los fotógrafos empezaron a disparar los flashes de sus cámaras y los murmullos de admiración y sorpresa se extendieron por todo el salón de actos. Una hermosa mujer de pelo largo y verde oscuro con los ojos de un brillante azul subió al escenario. Frente al atril, sin decir nada, se quedó mirando a todas las personas como si analizará a cada humano presente. Las cámaras empezaron a grabar, los flashes siguieron reproduciéndose, pero las voces se calmaron por completo ante la mirada de la mujer.

Recordaba como aquella escena se había producido cinco años atrás exactamente igual, era como ver una grabación. Aquilina Schiller siempre había tenido esa habilidad para imponer su presencia sobre cualquier cosa. Aquilina había sustituido a su padre, ya demasiado mayor como para trabajar, como líder del clan del bosque. Rina respetaba mucho a aquella mujer, desde pequeña ya había tenido esa mirada intimidante, esa presencia imponenete que hasta se decía era mayor a la de su padre, pero principalmente su admiración había cobrado fuerza no hacía mucho tiempo cuando se dio cuenta que ahora ambas tenían un pasado muy parecido.

—Es de mi agrado daros hoy a todos la bienvenida —comenzó a hablar Aquilina din previo aviso—. Un año más en el clan del bosque nos reunimos para realizar la selección de los valientes guerreros que representarán a nuestro clan en el vigésimo Torneo Midnight War.

Se escucharon aplausos, incluso algunos vítores, Rina estaba segura de que los que no aplaudieron era porque sus manos ni siquiera respondían por tanto temblar del miedo a ser elegidos para ese maravilloso torneo. Y no era para menos, ser seleccionado como "valiente guerrero" podía significar tu muerte.

De hecho cualquiera tenía más probabilidades de morir que de sobrevivir si era elegido.

—El año pasado fue el clan del fuego quien de nuevo se hizo con la victoria, pero no dejaremos que se enaltezcan. Este año seremos nosotros quienes nos alcemos con la victoria, nuestros guerreros traerán la gloria al clan y demostrarán a los otros once que no deben subestimarnos —ahí estaban otra vez los aplausos y ahora incluso silbidos o gritos de apoyo.

Rina sonrió levemente, Aquilina era muy astuta y por supuesto una líder nata, sabía como controlar a las masas obteniendo el efecto que ella quería, en este caso el apoyo al torneo alimentando el orgullo y las ansias de victoria. Aunque la gente lo negara, el ochenta por ciento de esas personas amaban la sensación de imponerse sobre otros, de mostrar el poder que poseían y ver cómo se arrodillaban ante ellos, y ese era justo el efecto que el torneo generaba. Su líder lo sabía y utilizaba esa baza de la mejor forma que había.

Además, ese orgullo era mayor en el clan del bosque, pues fue justo este clan quien, ya cien años atrás, propuso la creación del Torneo Midnight War. A nadie le gustaba perder en su propio juego.

—Sin más preámbulos conozcamos los nombres de nuestros cinco elegidos.

Con esa señal de Aquilina las raíces se extendieron por el escenario, creciendo a una velocidad a la que ninguna planta lo haría de manera natural. Las raíces rodeaban y transportaban un bombo de cristal y acero que subieron junto a la líder del clan. Este contenía un montón de bolas de plástico blancas que empezaron a girar en su interior cuando Aquilina pulsó un botón.

En cuanto las bolas en el interior dejaron de moverse metió una mano sacando una cualquiera que mostró al público y las cámaras. Abrió la bola, dentro había un pequeño trozo de papel que Aquilina estiró y leyó en voz alta.

—Trina Verdure.

Por unos segundos se extendió un tenso silencio por toda la sala, hasta que se escuchó el ruido de una silla arrastrarse. Alguien se había puesto en pie. Los flashes de las cámaras ahora disparaban hacia el público.

Por el pasillo que dejaban en el centro del salón las sillas caminó hacia el escenario una chica a la que Rina había visto al llegar al salón. Jamás habría pensado que esa chica tan pequeña pertenecía al grupo de edad que podía ser elegido para el torneo. Por su baja estatura y su cara aniñada había creído que tan solo era la hermana menor de alguien. Y sin embargo ni esa apariencia la había salvado.

La chica tenía la piel morena y aún así se notaba que había palideció. Caminaba de manera automática hacia el escenario, como si ella no fuera quien movía su cuerpo y este simplemente hiciera por sí solo lo que había que hacer. Su mirada estaba muy lejos de ese lugar y a Rina le dio un poco de pena.

Aún cuando Trina ya se había colocado al lado de Aquilina siguieron echando fotografías. Aquilina se limitó a saludar con solemnidad a la menor para luego extraer una bola más del bombo.

Además de Trina aún faltaban cuatro jóvenes más que la acompañerían. Cuatro personas más que harían ese paseo por el pasillo como si este les llevará al mismísimo patíbulo. Rina tragó saliva con dificultad, escuchaba los latidos de su corazón como un tambor en sus oídos. El primer nombre le había pillado con la guardia baja y apenas había procesado los hechos, pero ahora ya era plenamente consciente una vez más de lo que se estaba poniendo en juego en ese momento.

Con lentitud Aquilina abrió la nueva bola y sacó otro papel. Recitó el nombre escrito en voz alta.

—Riccardo Di Rigo.

Ahora se trataba de un chico.

Este también pasó por el largo pasillo bajo las incesantes fotografías. A diferencia de Trina él no parecía tan afectado, no había palideció ni temblaba como un flan, pero apretaba los puños con tanta fuerza que los nudillos se le habían quedado blancos.

Saludó a Aquilina y se colocó al lado de Trina. Con Riccardo a su lado Trina ahora parecía aún más pequeña, todavía temblaba como un chihuahua asustado y parecía que se desmayaría en cualquier momento. Riccardo solo miraba a la multitud con expresión seria, no dejaba entrever el miedo en su expresión, pero Rina estaba segura de que su mente sería un lío en ese momento.

—Bay Laurel.

El corazón de Rina dio un vuelco al escuchar como Aquilina pronunciaba un nuevo nombre. Había estado tan concentrada en Riccardo y Trina que no había notado cuando había cogido otra bola del bombo.

Otro chico caminó hacia el escenario donde la líder del clan y sus dos compañeros lo esperaban. Este trataba, al igual que Riccardo, que no se le notará el miedo, pero sus manos temblaban levemente, no era tan bueno ocultando lo que sentía como Di Rigo. Otra cosa que la sorprendió es que a él sí que lo conocía, o al menos lo había visto alguna vez en su vida.

El clan del bosque era un clan con un territorio muy extenso y la mayoría de este no estaba poblado, entre unas ciudades y otras podía haber distancias gigantescas, así que era imposible conocer a todo el mundo. No conocía a Trina, tampoco a Riccardo, pero sí a Bay porque era de su misma ciudad. Se había cruzado con él varias veces en la calle y en el colegio, incluso había cruzado algunas palabras con él un par de veces.

Que alguien tan cercano hubiera salido elegido hizo que su pulso se disparará, pero también apareció una voz en la cabeza que le decía que se tranquilizara. ¿Cuántas probabilidades había de que dos personas que se conocían salieran elegidas en el mismo torneo? Definitivamente muy pocas.

Aquilina se acercó al bombo una vez más y tomó otra bola, la cuarta del día, dos más, solo dos nombres más y ella podría regresar a casa tranquilamente. No tendría que preocuparse por ese maldito torneo hasta dentro de otros cinco años.

Abió la bola y con el papel en sus manos pasó la lengua por sus labios. Rina sentía como si todo fuera a cámara lenta: la boca de Aquilina al hablar, las cámaras girando hacia el público, los parpadeos y movimientos de los tres elegidos.

—Rina Ibara.

Silencio.

No escuchaba las cámaras de fotos, ni a los reporteros que hablaban, tampoco los aplausos de la gente al conocer al cuarto representante del clan del bosque en el Midnight War. Era como si el mundo se moviera en mute.

Se levantó de su silla inspirando profundamente, tratando de que sus piernas no temblaran. Tenía que tratar de imitar a Riccardo y Bay, no podía dejar que el miedo y la contrariedad se le notarán tanto como a Trina. El resto de clanes tendrían acceso a esas imágenes, igual que ellos a las selecciones de los representantes de los demás, no podían parecer asustados porque eso podía ser una desventaja en el torneo desde ese mismo momento.

«Si pareces asustado y débil todos irán a por ti».

Caminó bajo los flashes hasta el escenario. Notó las miradas de Aquilina y los que serían sus compañeros sobre ella, pero no podía mantenerles la mirada así que simplemente miró a un punto fijo de la pared tras ellos, concentrándose solo en respirar, caminar y no venirse abajo. Aquilina la saludó con un apretón de manos, igual que a todos, y dejó que se colocara sin prisa con los demás.

Miró al público, sentada en su silla no le había parecido que el salón estuviera tan lleno, pero visto desde ahí era como si en el salón no cabiera ya ni un alfiler. ¿La estarían viendo sus padres por la televisión? ¿Qué pensarían en ese momento?

El sonido regresó como si algo en su cerebro hubiera vuelto a conectarse. Escuchó los pasos de Aquilina acercándose por última vez al bombo. Sólo necesitaban un nombre más y la ceremonia de selección terminaría.

—Y por último, como quinto representante de nuestro clan, Maxim Millennium.

Él último elegido era otro chico. Este se levantó de su asiento casi al final del salón de actos y caminó hacia el escenario con una tranquilidad envidiable. Sonreía. Ese chico realmente estaba sonriendo.

Rina había visto a gente como él otras veces, no en las ceremonias del clan del bosque, pero sí cuando pasaban por la televisión las ceremonias de selección de otros clanes. Elegidos que parecían felices con el resultado, como si para ellos participar en un torneo de combate a vida o muerte fuera lo más divertido que les podía haber pasado.

Maxim estrechó la mano de Aquilina con mucho más ánimo que cualquiera de los elegidos anteriores, que la habían tomado como si se encontrarán cara a cara con su verdugo. Cuando el chico se colocó al lado de Rina le dedicó una amplia sonrisa que la chica no pudo devolverle puesto que ni los músculos de la cara le respondían.

—Mañana a primera hora de la mañana, todos estos valientes jóvenes zarparan rumbo a Isla Paradai, donde como todos los años se llevará a cabo el torneo. Deseemos les suerte y que la Diosa los proteja.

Más aplausos. Qué se suponía que aplaudían, ¿las palabras de Aquilina, que enviaban a cinco personas a un infierno en la tierra o la sangre que se derramaría sin sentido en una isla tierra de nadie? Rina nunca llegaría a comprender qué sentido tenía todo aquello.














Actualidad

Los pasillos dentro del barco estaban vacíos. Agradecía que Riccardo no la hubiera seguido porque no tenía ganas de continuar con esa conversación. Lo único que rompía el silencio eran las voces que llegaban de lo que parecía ser la cafetería del barco. Allí era donde Rina había estado cuando acababan de subir al barco, hasta que Maxim había roto el ambiente cordial y había decidido retirarse a su camarote. Aunque no había sido la mejor se sus ideas, sentía que le faltaba el aire en un sitio cerrado tan pequeño que nisiquiera contaba con una ventana.

Para alguien como ella, acostumbrada a los gigantescos espacios abiertos del clan del bosque, ese pequeño camarote era como una cárcel. Había tenido que salir a tomar un poco el aire y a estirar las piernas.

—¿No tarda mucho en volver Riccardo? —pudo distinguir la voz de Maxim.

—Creo que ha ido a hablar con Rina —contestó la tímida voz de Trina.

Desde el primer momento que había tenido la oportunidad de hablar con la otra chica representante del clan había notado que no sólo pareció un animalillo asustado durante la ceremonia, sino que era como uno todo el tiempo. Era tan tímida que incluso el simple hecho de hablar con otras personas hacía que se encogiera sobre sí misma, como si le diera miedo que al hablar pudiera molestar a alguien y hacerlo enfadar.

Eso la ponía un poco de los nervios. Pero podía entender que ese tipo de personalidades eran muy difíciles de cambiar. Era una lástima que no pudieran acercarse más debido a eso, eran las dos únicas chicas del grupo y hubiera estado bien haber podido tener una relación cercana.

—Si cierta persona no hablara antes de pensar... —le echó en cara Bay a Maxim.

Este solo rió en respuesta.

—Simplemente es que está muy tensa. Sólo era un inocente comentario, no pensé que se lo tomaría así.

Rina apretó los puños y siguió su camino. Inocente comentario y una mierda. Maxim sabía que iba a tocar una fibra sensible, lo hizo con pleno conocimiento de ello.

Ese viaje en barco estaba siendo demasiado largo.












—¡Lyyyyyyynx, Lyyyyyynx!

Lucian estaba cansado de dar vueltas por el barco, estaba seguro de haberlo recorrido entero al menos tres veces, ¿pero como iba a volver con los demás sin encontrar a Rigel? Stonewall le había pedido a él que diera con el chico y le avisara de que debía reunirse con todos los demás en la cubierta. Casi media hora de búsqueda después aún no había dado con él.

Llegó al comedor del barco, ya era la cuarta vez que iba allí y la encontraba vacía. Lynx no estaba por ningún lado. Si no lo encontraba pronto Caleb los mataría a los dos por hacerle perder el tiempo, ¡no quería ni pensarlo!

—¡Lynx! —probó a llamar a su compañero una vez más con el mismo resultado que todas las veces anteriores: absolutamente ninguno.

Estaba a punto de perder la paciencia. Se rendía. No conseguía encontrar a su compañero por ningún lado. Haría uso de su última opción desesperada antes de ir ante Caleb y admitir que era tan inútil como para ni siquiera servir para buscar a alguien en un barco pequeño de no más de diez tripulantes. Iría a preguntarle a Vladimir y los demás si habían visto al quinto miembros escurridizo del grupo.

Dio media vuelta dispuesto a salir del comedor cuando un fuerte sonido metálico hizo que frenará. Venía de la cocina. Miró la puerta fijamente, como si fuera a desarrollar visión de rayos x en cualquier momento para ver lo que había al otro lado. Eso obviamente no pasó, pero algo conectó en su cabeza. Una nueva posibilidad que Lucian no había pensado antes.

No había buscado a Lynx en la cocina del barco.

¿Qué iba a hacer de todas formas Lynx en la cocina? Aunque ahora que lo pensaba Vladimir había mencionado que la familia de Lynx tenía un restaurante en la capital del clan de la luna. Su familia era bastante famosa en ese mundo y era por esto por lo que el mayor de los Blade lo había reconocido por su apellido cuando hablaron todos por primera vez.

Miró al cielo —más bien al techo— y le rogó a la Diosa para que esta vez sí que apareciera su compañero. Si no lo hacía él mismo se iba a lanzar al mar antes de llegar a la Isla Paradai.

Abrió la puerta de la cocina y se asomó a ella. El delicioso olor de la carne asada y las especias inundaban la cocina, su estómago rugió a pesar de que había comido hacía tan solo un par de horas.

Sólo había dos personas allí, un hombre de mediana edad cuyo pelo ya mostraba indicios de canas, y un chico de tez morena y pelo albino, el chico al que buscaba.

—¡Lynx!

Lucian corrió hacia el chico como si fuera el único oasis en un desierto. Tenía hasta ganas de llorar del inmenso alivio que le inundó el cuerpo. Lynx miró al recién llegado con una expresión que no dejaba ver si estaba sorprendido, confundido o si simplemente no le importaba. Estaba más interesado en observar lo que, el que Lucian estaba seguro que era el cocinero del barco, hacía con la olla en la que echaba toda esa carne y especias.

—¿Por qué no me contestabas? ¿No me has escuchado gritar tu nombre por todo el barco? —Lucian se enganchó a la camiseta del más alto exigiendo una respuesta a sus preguntas.

—¿Eso has hecho? —esta vez sí que se vio algo de sorpresa reflejada en los ojos verdes de Lynx— Lo siento, no te había escuchado. ¿Qué necesitas?

—Caleb quiere que nos reunamos todos en la cubierta antes de llegar a la isla. Imagino que para unas últimas indicaciones o tal vez unas palabras de ánimo.

Ni Lucian se creía eso último. No hacía mucho que conocían a Caleb Stonewall y ese poco tiempo le había bastado para saber que las palabras de aliento y los discursos motivadores no eran lo suyo. Tampoco se esforzaba para que lo fueran.

—Entiendo.

Pero aunque dijera eso no parecía muy por la labor de hacerle caso a Lucian.

—¿Lynx? —el chico seguía mirando cada movimiento del cocinero— No quisiera ser pesado, pero tengo un poco de prisa, hace más de media hora que deberíamos de haber ido.

—Ve tú primero, en seguida voy yo también.

Ya, eso no iba a pasar.

Lucian no había estado al borde de un ataque de pánico haciendo más cardio que en toda su vida para ahora dejar las cosas de esa manera. Ni de coña. Se aferró al brazo de Lynx y cuando esté le miró sobresaltado frunció el ceño.

—Vamos.

Lynx no supo que decir. Lucian era tan tímido la mayoría del tiempo que jamás se esperó esa insistencia de su parte.

—Seguiré aquí después del torneo —el cocinero habló por primera vez desde que Lucian había llegado—. Vuelve y te daré la receta para tu restaurante —en la mirada del hombre se podía ver una promesa que pensaba cumplir, y también ánimos y esperanza que esperaba que llegarán a Rigel.

Este se dio cuenta de esto y asintió.

—Muchas gracias, lo recordaré.

Lynx cedió y se dejó arrastras por Lucian fuera de la cocina. Lucian agradeció al cocinero con la mirada. Aunque había hablado con esa seguridad a Lynx no tenía ni idea de lo que hubiera hecho si este se hubiera negado a hacerle caso, o peor aún, si se hubiera enfadado.

—Mucha suerte a ti también, pequeño.

—¡Gracias, señor!















Lynx se dejó arrastrar por Lucian hasta la cubierta, como bien este había dicho Caleb y el resto de sus compañeros estaban reunidos allí. De hecho este primero tenía el ceño fruncido y lo frunció más cuando los vio llegar, si es que eso era posible.

—Hasta que llegáis, veo que no teníais ninguna prisa.

Lucian se encogió en su sitio mientras que a Lynx no pareció importarle demasiado lo que el mayor les recriminaba.

—No me había cruzado con Lucian hasta hace un rato. Estaba en la cocina. Lo siento.

Por mucho que se disculpara cualquiera de ellos podía notar que no se lo tomaba muy enserio. Sólo lo hacía por ser formal, nada más. Para suerte de ambos, sobre todo de Lucian que ya parecía querer que el mar se lo tragara, Caleb no insistió en el tema y lo dejó pasar.

Cada clan tenía asignada una persona que instruiría y orientaria a los representantes durante el trascurso del Midnight War. Esa persona era llamada mentor, y siempre era un antiguo participante y superviviente de algún torneo anterior. En el caso del clan de la luna Caleb Stonewall había sido elegido como mentor, un superviviente del decimoctavo Torneo Midnight War, y el único superviviente de ese torneo por parte del clan de la luna. Los otros cuatro participantes de esa generación habían muerto en él.

—Como veis en unos minutos llegaremos a Isla Paradai, desembarcaremos en el puerto que hay en la torre de control, ¿Recordáis cuál era ese sitio?

—Un edificio construido enmedio del golfo de la isla, ahí es donde están todas las instalaciones de control para cuando dé comienzo el torneo. Y también donde nos quedaremos durante la primera semana antes de que empiece —dijo Vladimir.

—Exacto. Durante esta primera semana entrenareis en la torre, tienen todo el equipamiento necesario así que no debéis preocuparos por nada, recordad que está completamente prohibido hacer cualquier movimiento contra los representantes de otros clanes antes de comenzar el torneo.

—Ya, nos lo has dicho diez veces en las última veinticuatro horas —dijo Víctor, lo que le ganó un codazo de su hermano mayor.

—Ya, y os lo estaré repitiendo otras diez veces por día durante los próximos siete —Caleb se cruzó de brazos—. Cuando se hace esta advertencia es porque no sería la primera vez que pasa.

Ahí no le faltaba la razón.

Ya había sucedido en más de un torneo que los representantes peleaban y llegaban a las manos antes de que este empezara. La vez que esto llegó más lejos fue en el décimo Midnight War, donde uno de los participantes por el clan del trueno llegó a herir de gravedad a un miembro del clan del agua. El probre chico tuvo que ser trasladado de vuelta a su clan donde se dabatió por días entre la vida y la muerte hasta que por milagro lograron estabilizarlo.

Ese año el clan del agua participó con un representante menos y fue completamente masacrado en los primeros días.

Desde entonces todos los clanes se tomaban muy enserio la protección de sus representantes antes de que el torneo comenzara. La seguridad en la torre de control se volvió mucho mayor y los mentores debían de tener una vigilancia absoluta sobre los jóvenes. También empezaron a organizar las habitaciones de los participantes en plantas diferentes de la torre según sus clanes.

—Cuando desembarquemos os quiero cerca de mí, si coincidimos con otro clan no quiero ni que los miréis. Los coordinadores del Midnight War de este año os enseñarán el edificio y también os darán una habitación a cada uno. El toque de queda es a las diez de la noche y hasta las seis de la mañana. Entre esas horas no os quiero dando vueltas fuera de vuestras habitaciones.

Tezcat alzó la mano y Caleb le cedió la palabra.

—¿Cómo se organizan aquí los entrenamientos?

—No sé si habrán cambiado respecto al torneo en el que yo participé, seguramente os lo explicarán durante la guía. Aún así deberíais tener las salas de entrenamiento disponibles en cualquier momento dentro del horario en el que tenéis permitido moveros por la torre.

—¿Y que pasa si alguien se salta el toque de queda y decide atacarnos? —esta vez fue Víctor quien habló sin molestarse en pedir el turno de palabra— Dudo mucho que todos se queden como niños buenos en sus habitaciones.

—Habrá guardias de seguridad en cada pasillo —contestó Caleb—. Además hay que tener una tarjeta de identificación autorizada para acceder a cada planta. A no ser que tengan la tarjeta de alguno de los representantes del clan de la luna no podrán entrar a nuestra planta. Dudo mucho que vosotros vayáis a cederselas a no ser que queráis que os rajen el cuello antes de empezar.

Lynx pudo escuchar como Lucian tragaba saliva e inconscientemente se llevaba la mano al cuello. No era una bonita imagen mental. Y no estaba dispuesto a servir como ejemplo gráfico, no iba a perder de vista su tarjeta de acceso.

A pesar de eso tomaría medidas por las noches para evitar algún susto.

No tardaron mucho más en llegar al puerto. La torre, mucho más grande de lo que había imaginado, se alzaba en medio del mar como una altísima columna de roca y acero. Lynx estaba seguro de que en días de tormenta las olas alcanzarían al menos la tercera o cuarta planta al chocar contra la torre. No quería pensar en qué se convertiría aquel lugar en medio de un huracán. Esperaba no tener la suerte de averiguarlo mientras permaneciera allí.

La tripulación activó la rampa de abordaje para que se extendiera hasta la pasarela más próxima y pudieran bajar del barco. El equipaje que llevaban eran escaso, apenas una bolsa de viaje o una mochila cada uno. Todo lo que necesitaran se lo darían en la torre, incluida la ropa para el entrenamiento, que era a lo que se dedicarían la mayor parte del tiempo. Por lo que solo harían falta un par de mudas y un neceser con los productos de higiene personal, poco más.

La ropa que usarían durante el Midnight War también se la darían allí. Cada año el traje que los participantes usaban era distinto, a veces tenía guiños a algún clan en concreto, otras veces hacía referencia a un suceso histórico, a la Diosa o a una persona importante. Dependía mucho de quien patrocinará el torneo.

Ese año era el clan del bosque.

Lynx sólo esperaba que no fuera nada muy llamativo o con excesivos adornos florales. No era lo más práctico para él.

—¡Bienvenidos! Debéis de ser los participantes por parte del clan de la luna.

Una mujer esbelta y alta se acercó al grupo luciendo una ajustada falda de tubo azul marina con un chaqué del mismo color y debajo una camisa blanca. Llevaba su pelo azul suelto, como una cascada que caía sobre su espalda, y les saludó con una suave sonrisa.

—Si, hemos llegado antes de lo previsto, hemos tenido el clima a nuestro favor —fue Caleb quién dio un paso al frente en representación del grupo, extendió la mano hacia la mujer en forma de saludo—. Caleb Stonewall, mentor del clan de la luna.

—Isabelle Trick, coordinadora jefa del Torneo Midnight War —estrechó la mano de Caleb manteniendo esa elegante sonrisa—. Todos me llaman Bellatrix.

Después de las presentaciones centró su atención en los representantes tras el mentor del clan. Lynx sintió que un escalofrío le recorrió la columna al sentir la mirada de la mujer sobre él. Bellatrix los miró uno por uno de arriba a abajo, como si los analizara, luego volvió a sonreír.

—Seguidme, os enseñaré este sitio.

Y sin añadir nada más dio media vuelta caminando hacia el muelle.

Caleb la siguió sin siquiera dudar, igual que los hermanos Blade y Tezcat. Lucian terdó un poco más pero era más por vergüenza y nerviosismo que por otra cosa. Lynx trató de quitarse la extraña sensación de encima y siguió a sus compañeros.

Había varios barcos más en el muelle. La mayoría no mostraban mucha actividad, había distinguido el escudo de los clanes del hielo, la niebla y el fuego, también estaba seguro de distinguir entre ellos los del clan del agua y el sol. El último barco que encontraron en su camino tenía aún un grupo de gente frente a él.

—Es el clan del bosque, acaban de llegar también —dijo Bellatrix sin necesidad de que nadie le preguntará nada.

Lynx miró a las personas que componían el grupo. Había un hombre con traje azul oscuro que imaginaba que era un coordinador al igual que Bellatrix, y el otro hombre de gafas verdes debía de ser el mentor de ese clan. Los representantes del clan del bosque eran cinco, al igual que ellos obviamente, tres chicos y dos chicas. Algunos incluso los miraron a ellos de vuelta al percatarse de que pasaban caminando a lo lejos.

—¿Ya se os ha hablado sobre las normas de no agresión? —preguntó Bellatrix.

—Unas diez veces, no darán problemas —aseguró Caleb dirigiendoles una mirada de advertencia—. No darán problemas.

Ella asintió satisfecha con la respuesta. No había ralentizado su caminata en ningún momento dirigiéndose directa a la puerta de entrada.










Y hasta aquí el primer capítulo.

¿Qué tal? Creo que con este capítulo los lectores de la primera versión de Midnight War ya pueden intuir qué tanto va a cambiar la forma de llevar a cabo esta historia. Habrá muchos paralelímos, también eventos que sea iguales pero con una nueva forma de narrarlos, por supuesto. Pero espero conseguir con esto llegar a mostrar el mundo de Midnight War de una mejor forma y poder llegar a tocar detalles que no tuve ocasión en su momento.

En cuanto a los OC, estos irán apareciendo poco a poco, como siempre, así que no os desesperéis si no aparecen aquí, tendrán su entrada pronto uwu.

Sin mucho más que añadir, nos veremos en el siguiente capítulo.

~Nova/Dreamer

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