Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 16
Eryll saltó hacia los chicos del clan del hielo, Glacia alzó un muro frente a ella para impedir que los alcanzara y después Infinity congeló un gran área del suelo a su alrededor. Cuando Eryll regresó abajo tuvo que clavar sus uñas profundamente en la tierra para no resbalar e Infinity aprovechó esto para hacer que el hielo subiera por las patas de la bestia.
Maxim no se quedó simplemente viendo, creó un puente con raíces para poder correr hacia ellos sin resbalar por el hielo. Infinity captó su movimiento y envió una fuerte ráfaga de granizo hacia él, pero Riccardo fue más rápido e hizo que más raíces protegieran a Millennium y destrozaran el hielo antes de que llegara a su compañero. Infinity chasqueó la lengua y se vio obligado a desenfundar el machete que llevaba en el cinturón.
Con este consiguió bloquear el pequeño hacha de una mano de Maxim y Glacia pudo aprovechar para acercarse a él con unas finas agujas de acero entre los dedos. Puede que esas agujas no parecieran gran cosa, pero eran largas y afiladas, si atravesaban un órgano vital estabas acabado, y Maxim sabía bien eso.
Con una patada hizo retroceder a Infinity y después elevó su puente de raíces para evitar que Glacia pudiera alcanzarlo. La chica lanzó algunas agujas en un intento fallido por darle, las agujas acabaron clavadas en las raíces bajo los pies de Maxim.
Debido a la distracción que había sido el clan del bosque Eryll logró aprovecharse para soltarse del hielo. Con más fuerza que antes se lanzó hacia Glacia e Infinity, y aunque Glacia volvió a levantar el muro de hielo entre ellos, está vez Eryll logró destrozarlo y traspasarlo.
Maxim mientras tanto regresó junto a Riccardo. Arrancó las agujas de Glacia que habían quedado clavadas bajo él y se las guardó en la chaqueta. Nunca se sabía cuando algo podía ser de utilidad.
—Nos tenemos que ir —dijo entonces Riccardo. Maxim se giró hacia él molesto, él se estaba divirtiendo enfrentándose a Eryll, Glacia e Infinity. Ya volvían a quitarle la diversión como al inicio del torneo cuando también salieron huyendo.
Su encuentro con el clan de la niebla tampoco lo había podido disfrutar demasiado.
—Pero... —Maxim estaba a punto de quejarse cuando vio la cara pálida de Riccardo. Algo malo pasaba.
—Nos vamos —esta vez no sonó a aviso, sino a orden.
Pero algo en la expresión seria de Di Rigo hizo que Maxim accediera sin más. Aún quedaba mucho torneo por delante para que él pudiera divertirse.
Infinity trató de clavarle el machete a Eryll en el costado, pero la chica en esa forma bestial era demasiado escurridiza.
«Maldita sea», pensó «si tan solo Liliya y Njord no hubieran decidido ir por su cuenta... entre los cuatro hubiéramos podido acabar con ella sin problema. Ni siquiera está el resto de su clan aquí»
—¡Infinity, se van! —gritó Glacia señalando al frente, su compañera ahora estaba unos metros alejada de él por los ataques continuos de Cowan que habían tenido que evadir.
Beyond miró hacía donde Glacia señalaba y vio como los dos chicos del clan del bosque se retiraban. Esos capullos estaban huyendo.
—¡Ey, vosotros dos! —gritó para llamar su atención, pero solo uno de ellos se giró, el chico de los dos moños.
—¡Ya jugaremos otro día! —le contestó con una amplia sonrisa mientras agitaba su mano en despedida y le guiñaba un ojo. Después, desapareció en el bosque siguiendo a su compañero de clan.
Le hubiera gustado ir tras ellos, pero los ataques constantes de Eryll no se lo permitieron.
—Esto no pinta bien —le dijo Glacia cuando logró llegar junto a él.
—¡Eryll!
Los dos miembros del clan del hielo se giraron para ver a un chico con características de conejo subido a una rama observándolos. Junto al niño conejo había una enorme serpiente de varios metros de largo enrollada por ese mismo árbol. Más miembros del clan de las bestias.
Ahora estaban en desventaja numérica, como si la fuerza bruta de Eryll no fuera ya suficiente.
—Retirémonos —exigió Glacia, ella se marcharía quisiera él o no, aunque eso supusiera abandonarlo allí a su suerte.
Odiaba tener que irse como un perro con el rabo entre las piernas, pero ellos dos ya no podían hacer nada allí más que huir por salvar la vida. No se llevarían puntos, pero tampoco permitirían que las bestias se los llevaran.
Infinity lanzó hacia todos una lluvia de granizo y posteriormente Glacia levantó un enorme muro de hielo. En cuanto perdieron tras él a los miembros del clan de las bestias salieron de allí corriendo, no esperarían para ver si Eryll podía destrozar ese muro también.
Desde que se había separado de sus compañeros no se había encontrado con nadie, ni del clan del bosque ni de las bestias. Estuvo siguiendo un rastro por un buen rato, pero este simplemente se esfumó en medio de la nada. Aún podía escuchar el sonido de las peleas que se desarrollaban en alguna parte de ese inmenso bosque, a veces, sobre las copas de los árboles, veía la cima de muros de hielo o raíces que luego desaparecían de nuevo entre los árboles. Cada vez estaba más seguro de que ese rastro que había seguido era una trampa para alejarlo de sus compañeros.
Se paró cerca de un árbol y pasó los dedos por su tronco, había profundos arañazos en este. Por ahí había pasado alguien, algo.
El sonido del crujir de las ramas lo hizo girarse alerta, estoque en mano para enfrentar lo que se viniera. Sobre las ramas de los árboles lo observaba un enorme simio, más grande y corpulento que cualquier otro que hubiera visto en su vida. Aunque a decir verdad no es que hubiera demasiados en las frías montañas nevadas del clan del hielo.
Otra de sus características que llamó la atención de Snio fue su pelaje, blanco como la nieve. Apuntó la punta de su estoque hacia el gorila y una fina capa de hielo se extendió desde la punta hasta cubrir un cuarto de la espada.
Pero lejos de atacar, el animal se quedó quieto, observándolo. De un salto bajó del árbol haciendo temblar el suelo por el impacto, Njord ni siquiera se tambaleó, negándose a mostrar cualquier signo de debilidad.
Poco a poco aquel gorila fue perdiendo tamaño, pelaje y músculo, hasta que solo quedó un chico un poco más alto que él. Lo reconoció de la torre de control, Simeon Ayp del clan de las bestias. El chico dio un paso hacia él y el hielo en la punta del estoque de Njord se extendió más. Simeon alzó las manos en señal de que no pretendía hacer nada.
—Tu eres el que ha dejado el rastro falso —las palabras de Njord no eran una pregunta, sino una afirmación.
Simeon sonrió con suficiencia.
—Parece que al final te diste cuenta.
—¿Qué quieres? —preguntó yendo directo al grano.
Se había esforzado mucho para alejarlo de otros seleccionados, de sus propios compañeros, para que ahora no atacase. Njord no era idiota, sabía que ese tipo tramaba algo.
—Eres directo, me gusta. Precisamente por eso quería hablar contigo —Simeon bajó las manos colocándolas sobre su cintura—. Quiero proponerte algo, a tí y a tu clan.
El silencio de Njord hizo que Simeon prosiguiera desarrollando su propuesta.
—Aliémonos —Njord frunció el ceño—. Estoy seguro de que otros clanes ya se lo han planteado. Las muertes este año están siendo demasiado lentas, así que ¿por qué no darles un empujoncito?
—¿Por qué deberiamos aliarnos con vosotros? —cuestionó Njord— Los favoritos son los del clan del fuego, los del clan del bosque también están obteniendo bastante reconocimiento del voto popular por sus habilidades y la niebla y el agua ya han conseguido sus primeros puntos por eliminar a otros competidores, igual que mi clan. ¿No serían ellos mejores opciones?
Simeon no pareció ni mínimamente sorprendido por sus palabras. Es más, suspiró como lo haría una madre decepcionada.
—El clan del fuego serán los favoritos, pero fueron los primeros en tener una baja, y vuestros dones no es que sean demasiado compatibles —dijo entonces Ayp—. Con el bosque creo que habéis tenido demasiados roces a estas alturas como para que una alianza con ellos sea posible, no creo que vuestra amiga Byoko estuviera conforme con eso —no le faltaba razón—. La niebla, bueno, podría ser una buena opción, pero han estado desaparecidos desde que acabaron con Deimos. En cuanto al clan del agua... tendríais que atreveros a cruzar el desierto primero. Tengo entendido que se fueron al este.
Simeon volvió a sonreír como si tuviera algún tipo de ventaja en esa situación. Si él supiera lo fácil que era para su clan cruzar ahora ese desierto... la sonrisa de ese imbécil lo ponía enfermo.
Njord envainó su estoque y miró a Simeon con una expresión indescifrable.
—¿Eso es que aceptas?
—¿La alianza? No. ¿Largarme de aquí para dejar de perder mi tiempo? Sí.
Esas palabras hicieron que la sonrisa de Simeon desapareciera. Se encogió de hombros como si esa decisión no hubiera sido nada más que un pequeño contratiempo sin mayor importancia.
—Una pena. En ese caso supongo que no tengo nada más que hacer aquí —el cuerpo de Simeon empezó a crecer de nuevo al pasar a su forma de simio una vez más, Njord estuvo atento a cualquier movimiento por si debía volver a empuñar su espada—. La próxima vez que nos veamos, exterminaré a tu clan —consiguió decir antes de que su metamorfosis se completara.
Sin más palabras se marchó de allí usando las ramas de los árboles como un columpio para moverse. Nojord se quedó quieto unos minutos, atento a cualquier movimiento, por si Simeon cambiaba de idea y decidía no retrasar el enfrentamiento. El chico no regresó. Solo quedaba volver por donde había venido, tenía que reagruparse con sus compañeros.
Cuando Liliya salió del bosque pudo ver las montañas de la Cordillera Meridional a lo lejos. Caminó dejando que la última fila árboles de Grandlo la ocultara, pero sin perder de vista las montañas, no tardó mucho en encontrar el estrecho paso que buscaba, una pequeña grieta en la roca por la que tuvo que pasar de lado para caber. Al otro lado la gruta se hacía más amplia, era la salida que habían tomado de los túneles subterráneos, el lugar donde había quedado en encontrarse con el resto de su clan en caso de que se separaran.
Liliya se quedó cerca de la abertura en la roca, mirando al cielo azul y despejado de cualquier nube. El sol ya había salido por completo y la cegaba, pero no quería alejarse mucho temiendo no escuchar si daban algún anuncio importante, como la muerte de cierta chica del clan del bosque. Sin embargo, ese anuncio nunca llegó y eso la molestó.
Se escucharon algunos pasos apresurados fuera, la de pelo ceniza cambió de ángulo para tener una mejor perspectiva del área y pudo ver a dos de sus compañeros correr hacia allí. Pocos segundos después Vessal y Beyond pasaron por la grieta al interior de la gruta.
—¡Menuda bazofia de plan! —se quejó Infinity una vez dentro protegido de miradas indiscretas por la montaña— Si no nos hubiéramos separado podríamos haber acabado con esos capullos del clan del bosque, ¡Incluso podríamos haber destrozado a Cowan!
—¿Vosotros dos no fuisteis suficientes? —Liliya arqueó una ceja— Eso es patético.
Infinity le enseñó los dientes en un gesto de molestia por su comentario.
—No nos hemos llevado ningún punto, así que eso significa que a ti tampoco te ha ido muy bien —añadió entonces Glacia.
Por primera vez un comentario de esa chica logró molestar a Liliya. Sino fuera porque eran del mismo grupo y porque Njord se enfadaría con ella, le hubiera incrustado su hacha en mitad del pecho.
—Tengo una cuenta pendiente que pienso saldar antes o después, así que no molestes.
Se escucharon pedazos de roca y tierra caer al suelo cuando una nueva persona pasó por la grieta. Infinity y Glacia se tensaron, habían estado tan centrados en Byoko que no escucharon llegar a nadie, Liliya por su parte sonrió.
—Bienvenido de nuevo, pastelito —fue el saludo de la chica al ver a Njord dentro.
Otra persona pasó también al interior con él. Terry tenía un aspecto horrible, como si llegara después de haber corrido una maratón.
—¿Dónde coño estabas? —le cuestionó Infinity nada más verlo.
—Se suponía que debías reunirte con nosotros durante la batalla, no después de ella —Glacia tampoco parecía muy contenta.
El rojo de la cara de Terry ya no se sabía si era por el calor de la carrera o por la vergüenza de que esos dos lo estuvieran regañando.
—Lo siento, tardé más de lo esperado, me encontré con algunos problemas en el camino...
—¿Y esos problemas tienen que ver con el hecho de que hayamos perdido cinco puntos por tu culpa?
Esta vez fue Njord el que le recriminó. Su ceño estaba fruncido y Liliya no pudo evitar sonreír divertida, porque la sorpresa y alegría de ver a Njord tan enfadado —cosa que no solía pasar a menudo por su personalidad fría, distante y reflexiva— era mayor al enfado que ella misma también tenía por la perdida de esos valiosos puntos.
—Yo... —Terry no sabía muy bien qué contestar, casi había olvidado ese detalle con las prisas por llegar a tiempo al bosque. Cosa que al final no había sucedido.
—No quiero escusas, Archibald —advirtió.
Su mirada fulminante hizo que el albino tragara saliva nervioso. Su cerebro tuvo que funcionar a toda velocidad buscando una escusa.
A ese punto ya debían saber lo suyo con Mirelle en los doce clanes, pero sus compañeros no tenían por qué conocer ese detalle todavía. Su grupo ya era como una bomba a punto de estallar, si les contaba que mantenía una relación prohibida con un miembro de otro clan, que además participaba también en el torneo, solo haría que la situación fuera peor. No sabía cómo se lo tomaría Njord, seguramente no muy bien, pero Glacia e Infinity definitivamente harían todo un drama de eso, les faltaría tiempo para echarle en cara que eso era una traición. Y no quería mencionar de lo que sería capaz Liliya. Esa psicótica desgraciada era capaz de ir directamente a por Mirelle.
—Me crucé con el clan de la niebla —dijo entonces—, con una persona de ese clan concretamente. Supongo que todo el mundo esperaba que lucháramos hasta que uno muriera, pero ambos evitamos el conflicto y lo dejamos estar. Supongo que eso a los espectadores no les gustó nada
Eso no era del todo mentira. Aunque definitivamente tampoco era la verdad.
Para Terry el secreto tras crear una buena mentira era justo ese, mezclar la realidad con la ficción, todo debía estar en su justa medida. Su fórmula pareció funcionar, pues aunque ninguno de sus compañeros parecía especialmente feliz con esa confesión no tenían aspecto de dudar de su versión.
—No me hubiera importado que llegaras tarde si al menos nos hubieras conseguido algunos puntos en lugar de lograr que los perdiéramos —dijo Glacia cruzándose de brazos.
—Lo siento, tenía prisa por llegar y no lo pensé bien —se escusó.
Liliya dio un paso al frente, mirando una última vez por la abertura en la pared que daba al exterior. No había estado demasiado pendiente de la conversación de sus compañeros por seguir esperando la voz de Bellatrix anunciando la muerte de Ibara. Luego miró al interior de la cueva, a esa oscuridad que parecía tragárselo todo.
—¿Estás bien? —le preguntó Njord haciendo que el resto del grupo también centrara su atención en ella.
—Me he quedado con ganas de esos puntos —admitió, se quedó unos segundos más reflexionando, mirando hacia la oscura garganta de la cueva—. Me voy.
—¿Qué? —preguntó Infinity pensando que no la había escuchado bien.
Liliya giró su cabeza para mirar a sus compañeros.
—Que nos separamos aquí, al menos por un rato.
—Ni de coña, ya has visto lo bien que nos ha ido desde la última vez que nos separamos —se negó por completo el chico—. No logras matar ni a una mosca, el clan de las bestias casi acaba con nosotros dos —dijo señalándose a sí mismo y a Glacia—. Terry hace que perdamos cinco puntos y Njord tampoco es que haya conseguido mucho.
—¿Desde cuándo me importa tu opinión? —preguntó Liliya, aunque no esperó una respuesta, se encaminó directamente hacia el interior de la cueva agarrando lo que aún quedaba de la anchorcha que quedaba por consumir. Con suerte le duraría hasta llegar al sitio que quería.
—¿En serio vamos a dejar que se vaya así sin más? —cuestionó Infinity mirando al resto de sus compañeros.
—No, yo iré con ella —anunció Njord—. Tened cuidado, lo último que necesitamos es perder más puntos —dijo mirando a Terry y el resto antes de ir junto a la chica.
—Eso deberíamos decirlo nosotros —dijo Infinity antes de perderlos de vista—. Están mal de la cabeza.
—¿Qué cojones ha pasado? —fue lo que no pudo evitar preguntar Maxim al ver el estado lamentable de su compañera.
Cuando Bay huyó con Rina en brazos se encontró con Trina, al parecer la chica más baja había estado ocultándose de Aitor que la había estado acechado por un buen rato. Luego el chico del clan de las bestias simplemente se marchó, aburrido al no poder encontrarla o hacerla salir de su escondite. Trina ni siquiera se había atrevido a salir aun cuando Aitor se había ido, no lo hizo hasta que no escuchó la voz de Laurel.
Los dos llevaron a Rina hasta la orilla del lago Dorus ya que podrían usar el agua para limpiar un poco las heridas y quitarse toda esa sangre de encima. Además, era en ese área donde habían escondido el maletín que habían encontrado en las ruinas. No es que tuviera mucho que pudiera ayudarles en ese momento, apenas algunas cosas de primeros auxilios, pero era mejor que nada.
Poco después Maxim y Riccardo llegaron al lugar. La imagen de Rina inconsciente y aún sangrando fue igual de impactante para ellos.
—Liliya —se limitó a decir Bay mientras cogía su termo vacío e iba a llenarlo al lago.
Trina se quedó al lado de Rina apartándole el pelo de la cara. La chica aún no había despertado, pero se quejaba por el dolor incluso en ese estado.
—Su ojo —mencionó Riccardo al ver que la mayor parte de toda esa sangre salía de allí.
Bay llegó con el termo y se lo pasó a Trina para que pudiera limpiar un poco la sangre. Luego fue a por el maletín que habían escondido. Lo habían enterrado al lado de un árbol y usado sus raíces para protegerlo. Se arrodilló al lado de las dos chicas y lo abrió sacando unos algodones y vendas. También algo de alcohol para el corte de la mejilla.
—Hielo —dijo Trina—. Hace falta hielo para bajarle la inflamació —señaló el ojo herido.
Bay la miró sorprendido. El tono de voz de Verdure había sonado mucho más decidido de lo que lo había escuchado desde que la conocía.
—Mi padre es enfermero, sé un poco sobre estas cosas de verlo trabajar —dijo la chica.
—Los muros de hielo siguen ahí, iré a coger un poco —apuntó Riccardo.
—Te acompaño, no sabemos si los del hielo o las bestias siguen por aquí cerca —dijo Maxim.
Los dos chicos se internaron en el bosque sin perder más tiempo.
—No tenemos tela limpia, así que dame unas gasas —pidió Trina y Bay se lo dio sin hacer preguntas.
Mojó las gasas con el agua del termo que Bay acababa de llenar y las pasó con mucho cuidado por la cara de Rina retirando toda esa sangre.
—Tenemos que evitar que abra ese ojo. No sabemos en qué estado puede estar, a juzgar por toda esta sangre no en muy bueno —pasó las gasas ahora más cerca del ojo herido, ese simple roce hizo que Rina volviera en sí entre quejidos y pequeños gritos por el dolor— ¡Sujétala! —ordenó temiendo que se tocara el ojo.
Justo Rina se llevaba las manos hacia la cara, pero Bay la agarró de los brazos y la hizo quedarse firmemente tumbada en el suelo. Rina siguió retorciéndose de dolor, la sangre volvió a salir en mayor cantidad por tanto movimiento y se mezcló con las lágrimas.
Bay se preocupó tanto al ver la escena que le empezó a temblar todo el cuerpo. Nunca había visto a Rina en ese estado y jamás había pensado que lo haría alguna vez. Esa chica de temperamento frío y calculador, ahora no podía evitar llorar con desesperación.
¿Cómo podía Liliya haber hecho algo tan horrible? Él había visto el momento exacto en el que la golpeó en la cara con el mango del hacha. Vio que pudo haberla matado y, sin embargo, prefirió herirla de esa manera atroz. No había ido a matar, había atacado para hacerla sufrir. Ellos atacaban para sobrevivir, Liliya lo hacia por puro placer.
Trina sacó un pequeño frasco del maletín junto a una jeringa. Pinchó la aguja por la tapa superior y llenó la jeringa hasta cierto punto del liquido transparente del bote.
—¿Que es eso? —preguntó Bay, la voz le tembló casi tanto como su cuerpo.
—Un sedante —dijo la chica.
Pinchó la aguja cerca del hombro de Rina y le inyectó todo el líquido.
—No te preocupes, ests dosis es baja, funcionará como una sedación moderada. Debería seguir consciente, pero dejar de sentir dolor.
O eso esperaba al menos. Habia visto a su padre hacerlo cientos de veces, pero era la primera vez que ella misma lo hacía. Pero ¿cual era la otra opción? ¿Ver cómo Rina seguía sufriendo? ¿Ver cómo volvía a perder la consciencia por el dolor como ya le había pasado?
Trina sabía perfectamente que ella era el eslabón débil de ese grupo, era dolorosamente consciente de ese hecho. No tenía un buen físico, no sabía luchar, tampoco usar armas y su don lograba que fuera de utilidad para ellos a duras penas. Se había limitado a bloquearles el camino a los otros clanes la noche en la que el torneo comenzó, dejó que los demás la protegieran en su enfrentamiento con el clan de la niebla, y había permanecido escondida todo el tiempo mientras que el clan de las bestias y el del hielo habían estado por la zona. A ese punto solo era un estorbo para sus compañeros, una chica débil e indefensa a la que debían proteger para que no la mataran, para no perder puntos.
Pero ahora podía ayudar. Podía ser útil de verdad y devolverles, de alguna forma, todo lo que habían hecho por ella.
Tal vez Rina y ella no habían sido las más unidas de ese grupo, pero el hecho de que eran las únicas dos mujeres que participaban por el clan del bosque las había acercado de cierta forma. Rina jamás le había recriminado que se escondiera, que huyera, tampoco se había reído de ella por su debilidad o se quejó porque la retrasara. Todo lo contrario. Siempre se había mostrado dispuesta a ayudarla si podía.
Durante su estancia en la torre de control Trina se había negado a entrenar con el resto. Temía que los otros clanes notaran su falta de habilidad y consideraran al su clan como el más débil. No podía darles más problemas a sus compañeros.
Había empezado a escabullirse por las noches para prepararse para ese torneo ella sola, pero su falta de descanso por las mañanas no pasó desapercibido para Ibara. Al final la acabó descubriendo y, lejos de burlarse, se ofreció a ayudarla a entrenar.
Si ahora era capaz de coger al menos un cuchillo correctamente se lo debía a esa chica. Le devolvería el favor aunque fuera lo último que hiciera.
—Parece que empieza a hacer efecto —dijo Trina cuando vio que el cuerpo de Rina empezaba a relajarse.
En efecto, Bay pudo relajar su agarre pues la chica dejó de forcejear. El dolor iba remitiendo, pasó de causarle un gran sufrimiento a ser una leve molestia.
—Pásame las gasas de nuevo.
Dolor. Mucho dolor. Y después... negro.
Todo se había vuelto oscuro a su alrededor. No tenía fuerzas para moverse, casi no tenía fuerzas para respirar. Sentía como si su cuerpo flotara, como si fuera algo etéreo, no podía verlo pero sabía que estaba ahí. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? Lo último que recordaba era... ¿Qué era?
—Rina —escuchó una voz a lo lejos—. Rina —la llamaban a ella, ¿quién era?—. Rina vamos, despierta.
Abrió los ojos y la intensa luz le molestó, la hizo parpadear repetidamente hasta acostumbrarse a la luminosidad. Miró a su alrededor, se encontraba en una pequeña habitación de madera, estaba tumbada en una cama de sábanas blancas y veía a su derecha un escritorio y al fondo un armario que llegaba casi al techo. Unas cortinas del mismo color que las sábanas ondeaban por el viento y dejaban ver las macetas fuera de la ventana. Las flores de jazmín se abrían hacia los rayos del sol y el suave viento esparcía su aroma por toda la habitación.
Por su habitación.
Estaba en casa, sentía que acababa de despertar de un horrible sueño, ¿cuál era? ¿Qué había soñado?
—Rina.
Miró hacía la puerta. Una chica acababa de abrirla y se había quedado bajo el umbral mirándola.
—Ah ya estás despierta —sonrió, esa sonrisa llenó la habitación de más luz si es que eso era posible—. Vamos, el desayuno está listo. Mamá y papá ya se han ido a trabajar, yo me iré en un rato también. No quiero que llegues tarde a clase.
Antes de que pudiera evitarlo sus ojos se humedecieron y una lágrima rodó por su mejilla. La recién llegada se sorprendió por la reacción y casi horrorizada se internó en el cuarto y se acercó a la cama.
—Rina, ¿estás bien? ¿Te duele algo? —preguntó con un todo de verdadera preocupación, sus ojos azules la analizaban de arriba a abajo— ¿Que te pasa?
—Estás... —su voz sonó ronca y baja.
La chica de no más de veinte años se acercó tratando de escucharla mejor.
—Cora.
Pronunciar su nombre le resultó extraño.
—¿Sí? —contestó ante la pronunciación de su nombre.
Su hermana estaba ahí, exactamente igual que como la recordaba. Su pelo de color esmeralda, sus ojos claros y brillantes y su piel suave que agarraba su mano con delicadeza, esperando a que dijera algo.
¿Por qué estaba llorando? Solo era su hermana, despertándola como cualquier otro día para ir a clase. Se llevó la mano a las mejillas y secó el rastro húmedo de la lágrima.
—Nada, creo que he tenido una pesadilla —contestó finalmente.
Cora sonrió y le acarició la cabeza ahora más tranquila.
—Venga que he preparado un poco de pastel de manzana, tu favorito.
Eso la llenó de alegría. Aunque ese sentimiento amargo y desesperado no desaparecía del todo.
En cuanto su hermana salió de la habitación Rina se puso en pie. Fue hasta el armario y lo abrió para coger algo de ropa. Para su sorpresa, cuando se miró en el espejo del interior, ya estaba vestida. Un neopreno negro a juego con una chaqueta del mismo color, y unas botas.
¿Qué era esa ropa? ¿Había dormido vestida?
Un dolor agudo la hizo cerrar los ojos por un segundo. Al volver a abrirlo y ver su reflejo una vez más en el espejo ya no llevaba esa ropa puesta, sino un simple camisón amarillo muy claro.
¿Qué acababa de pasar?
Sacudió la cabeza intentando quitarse esa extraña sensación lo antes posible cogiendo una muda cualquiera y cerrando rápido la puerta. Una vez completamente vestida salió de su habitación y bajó las escaleras de la casa hasta la primera planta. El olor a café recién hecho y a manzana dulce inundó sus fosas nasales sustituyendo el perfume del jazmín.
Giró a la izquierda tras llegar al final de las escaleras y abrió la primera puerta que encontró entrando a la cocina. Cora estaba llenando una taza con café, en la mesa estaba la tarta de manzana y otra taza más, pero esta llena de zumo de naranja para ella.
Rina no era una gran fanática del café, pero le gustaba su olor, sobre todo cuando lo preparaba su hermana. No sabía que clase de brujería hacía Cora que lograba que todo lo que preparara olieran diez veces más apetecible. Podía cocinar un plato de apestosa coliflor y lograría que oliera bien.
—Adelante, sírvete —dijo Cora señalando la tarta con una sonrisa.
Rina no la hizo esperar. Al sentarse a la mesa pudo observar que la tarta tenía mucha mejor pinta de cerca. Agarró el cuchillo que su hermana había dejado a un lado, pero cuando fue a partirse un trozo la tarta ya no estaba. Miró el cuchillo y este estaba cubierto de sangre, igual que su mano.
Por el susto soltó el cuchillo que cayó al suelo con un estruendo que llamó la atención de Cora.
—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?
Rina no supo qué contestar. Estaba muy confundida.
Cora se acercó corriendo y dejó la taza sobre la mesa. Al mirar hacia el suelo, al lado de Rina, vio el cuchillo.
—Ten más cuidado, podrías hacerte daño —la regañó, aunque su tono seguía siendo tan dulce que no lo parecía.
Cora se agachó a recoger el cuchillo y ella misma le cortó un trozo de pastel y se lo puso en un pequeño plato frente a ella. A Rina se le había cortado el apetito, pero aún así no se negó a probar la obra de gastronomía de Cora. Le dio un mordisco y en seguida el sabor dulce ocupó su boca, estaba delicioso, como siempre. Por eso el pastel de manzana que preparaba su hermana era su favorito.
—Que bueno —no pudo evitar decir.
Al mirar a Cora para darle su aprobación vio que la chica no estaba. Giró su cabeza en todas direcciones buscándola, pero no la encontró.
Al mirar el trozo de pastel en el plato este se había vuelto negro, como si estuviera podrido. Una arcada hizo que Rina escupiera enseguida en trozo que aún tenía en la boca. Al alzar la cabeza la cocina había cambiado por completo, la madera estaba rota, llena de moho y hongos. La naturaleza la había inundado como si hubiera sido abandonada hacía muchos años.
—¿Fue divertido? —escuchó la voz de Cora a su espalda.
Tenía un mal presentimiento. Su corazón latía a toda velocidad y su cuerpo se negaba a girarse. Al final consiguió que le obedeciera, consiguió mirar tras ella y vio a su hermana mayor pálida como un muerto, con las cuencar de los ojos hundidas y marcadas de un tono morado como si llevara mucho tiempo sin dormir, sus ojos azules ahora estaban inyectados en sangre y las venas de los brazos, la cara y el cuello se le marcaban con un color azul escalofriante.
—¿Fue divertido verme morir?
Abrió los ojos sobresaltada y con la respiración acelerada, sentía que se asfixiaba. Notó que no podía moverse bien, como si su cuerpo estuviera abotargado, y además no veia nada por uno de sus ojos, tenía algo sobre la mitad de su cara, ¿qué era?
—¡No la toques! —alguien le agarró de la muñeca para impedir que acercara más la mano a su cara.
Bay estaba a su lado, con expresión asustada.
—No te toque la venda —dijo ahora en un tono más calmado bajándole la mano poco a poco—. Trina acaba de curarte la herida. No es buena idea tocarla.
—¿Herida?
Los recuerdos bombardearon su cabeza a toda velocidad. Su encuentro con el clan de las bestias, la lucha contra ellos, el grupo que se separaba, la irrupción de Liliya en su encuentro con Rune y el hacha. Ese maldito hacha que había estampado contra su cara.
Como si de solo pensarlo pudiera volver a sentir ese inmenso dolor se encogió sobre sí misma con un quejido. Bay se acercó aún más a ella asustado, temiendo que algo no fuera bien.
—¿Te duele? No debería de dolerte, te han dado un sedante hace no mucho, ¿quieres que le diga a Trina que venga? Está ayudando a Maxim a buscar comida mientras que Riccardo monta guardia, puedo llamarlos a todos si quieres.
—Estoy bien —dijo finalmente sintiendo su boca pastosa— ¿Dónde estamos?
—En el Lago Dorus —contestó el chico—. Te traje aquí después de que te desmayaras para poder atender tus heridas con las cosas del maletín que escondimos. Resulta que Trina es mejor enfermera de lo que parece, estoy realmente agradecido con ella.
Así que gracias a Verdure seguía viva.
Recordaba la sangre tras el golpe, sabía que si no la hubieran atendido correctamente se habría desangrado. Tendría que darle las gracias más tarde.
—¿Cómo está? —preguntó Rina— Mi ojo, digo.
—No lo sé, no nos atrevimos a abrirlo para echarle un vistazo —luego un corto silencio que Rina identifico como indecisión. Bay no sabía si decirle la verdad o no, al final pareció optar por soltarlo todo—. Pero no tiene buena pinta. Estaba muy hinchado y a Trina le costó mucho que dejara de sangrar.
Rina inspiró profundamente tratando de calmarse. No le gustaba nada como sonaba eso, y al parecer que no le doliera todavía era solo el efecto residual de un sedante. Los golpes como ese eran cosas muy delicadas, sería mejor que le viera la herida un experto lo antes posible, pero allí atrapada en esa isla era bastante difícil.
Como si Bay hubiera adivinado en lo que pensaba dijo:
—Saldremos pronto de aquí. Te llevaremos a que te vea un medico para que te cure ese ojo, ya lo verás.
Dijo esas palabras con tanta convicción que Rina no fue capaz de contradecirlo. En realidad la situación pintaba muy mal, pero al menos el sangrado había sido controlado y tenían sedantes para evitar el dolor aunque fuera por un poco más de tiempo.
—¿Estabas despierto? —preguntó Rina tras pensarlo un poco. Era la única persona que veía cerca y había reaccionado bastante rápido cuando despertó.
Bay asintió algo avergonzado.
—Le dije a Trina que yo te vigilaría por la noche, por si despertabas o alguna herida empeoraba o nos atacaban o... o no sé. Por si pasaba algo.
—Gracias.
Y esa tal vez fue la gratitud más sincera que había sentido en su vida. Porque de haber despertado de esa pesadilla y encontrarse sola, estaba segura de que le hubiera dado un ataque de pánico. De solo recordar la imagen de su hermana en ese sueño al final... las nauseas le volvieron y prefirió recostarse de nuevo.
Su cabeza, para su sorpresa, no dio directamente con el suelo. Echó un vistazo y vio una chaqueta doblada bajo su cabeza. La suya, aún llena de sangre, la llevaba puesta, así que no podía ser esa. Miró a Laurel y en efecto este no llevaba su propia chaqueta puesta.
—No hacía falta —intentó decir, pero Bay negó con la cabeza.
—Quédatela, yo no la necesito ahora mismo —dijo al notar que Rina se la intentaba devolver—. Por favor.
Al final la chica cedió y se tumbó con la tela bajo su cabeza a modo de almohada.
No pudo volver a cerrar los ojos.
LISTA DE CAÍDOS:
– Mars Deimos (Clan del fuego)
– Chell (Clan del sol)
– Mohrir (Clan del viento)
CLASIFICACIÓN:
• Clan del agua: 30 puntos
• Clan del hielo: 25 puntos
• Clan de la niebla: 25 puntos
• Clan del bosque: 15 puntos
• Clan de la luna: 5 puntos
• Clan de la montaña: 0 puntos
• Clan de las bestias: 0 puntos
• Clan del cristal: -5 puntos
• Clan del trueno: -5 puntos
• Clan del fuego: -5 puntos
• Clan del sol: -5 puntos
• Clan del viento: -15 puntos
Bueno hoy hemos tenido un capítulo un poco más "tranquilo". Hemos visto la reagrupación del clan del hielo y el bosque, además de un sueño, o más bien pesadilla, de Rina. Este sueño parece tener vestigios de su pasado y ha marcado la primera aparición de la hermana tiesa :")
Ahora tenemos una Liliya suelta por el mundo y una Rina tuerta unu
~Nova/Dreamer ♥
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