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❥︎ Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 11: Tʜᴇ ʙᴜʀɴɪɴɢ ɢʟᴏᴡ ᴏғ ᴛʜᴇ sᴜɴ ɪs ᴄᴏᴍɪɴɢ

ᑕᕼᗩᑭTᗴᖇ 11 ;;

•𝐸𝑙 𝑏𝑟𝑖𝑙𝑙𝑜 𝑎𝑟𝑑𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑑𝑒𝑙 𝑠𝑜𝑙 𝑠𝑒 𝑎𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎•

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☾︎ᵖᵘᵇˡⁱᶜᵃᵈᵒ: 10/01/2021☽︎

La tensión era palpable, pero ya era muy tarde para echarse atrás. Aquellos soldados lo conducían esposado por aquellos pasillos que pertenecían al edificios principal del clan del bosque que actualmente el clan del acero se había adjudicado como suyo.

—Camina —ordenó aquel soldado, Dave Quagmire concretamente, uno de los 14 del acero.

El moreno le dio un leve empujón, no lo suficientemente fuerte como para desestabilizarlo, pero si como advertencia para que subiera el ritmo.

Lo condujo hasta llegar al final del pasillo y tocó la puerta antes de pasar, al abrir la puerta Hillman distinguió al instante a Gyan Cinquedea al otro lado de un gran escritorio en el antiguo despacho de Aquilina Schiller. El de pelo rosa sonrió de manera no muy amable al verlo acompañado de Quagmire.

—Le traigo a Seymour Hillman —informó Dave aunque era evidente.

—Claro, Déjalo aquí y puedes retirarte —asintió Cinquedea.

Dave agarró del hombro al mayor de pelo y barba blanca y de forma algo brusca lo dejó sentado en la silla frente al escritorio de Cinquedea. Hizo una leve reverencia antes de dirigirse de nuevo a la puerta del despacho y cerrarla al salir.

—Fue una gran sorpresa para mi cuando mis subordinados me dijeron que el gran Seymour Hillman, jefe del clan del viento, estaba aquí para verme —mencionó el de tez morena—. Realmente me sorprende que te atrevieras a venir hasta aquí, ¿no te preocupa dejar a tu clan desprotegido sin ti? Al igual que ha pasado con los clanes del agua y las bestias.

—No me preocupa —dijo tajante—. Los míos son fuertes y podrán seguir adelante, además mi sucesor se hará cargo de todo.

—Ah, si, Arion Sherwind —mencionó Gyan echándose hacia atrás en su silla—. Uno de los dos críos que sobrevivieron de tu clan al último torneo.

—No deberías subestimarlo, tanto él como Dulce tienen una gran capacidad.

—Me resulta difícil creerlo cuando tres de sus compañeros murieron.

Hillman tuvo que morderse la legua y conformarse con fruncir el ceño. Bien sabía que aquel hombre tan solo trataba de sacarlo de sus casillas y llevarlo a su terreno, pero él no caería en eso.

—De todas formas no he venido hasta aquí para hablar sobre mi segundo —cambió de tema y Cinquedea sonrió.

—Me gustaría que me iluminaras ¿qué buscas de mí exactamente?

—Quiero darte una última oportunidad —dijo Hillman—. La oportunidad de parar toda esta guerra antes de que un nuevo baño de sangre innecesario suceda.

Las carcajadas del moreno no tardaron en escucharse en la habitación como si el mayor hubiera dicho algo extremadamente gracioso.

—No sabía que un viejo senil como tú pudiera ser tan gracioso —Cinquedea dio la vuelta a su escritorio para colocarse frente al intruso— ¿De verdad crees que solo porque vengas a pedírnoslo amablemente vamos a hacer lo que digas?

—Solo estoy tratando de evitar que destruyan tu clan.

—¿Destruir mi clan? Creo que sobreestimas vuestras capacidades, sino me equivoco hemos sido nosotros quienes ya conquistaron tres de vuestros insignificantes clanes y acabamos con la vida de dos de vuestros incompetentes líderes.

—Aprovechasteis vuestras artimañas, engaños y trampas rastreras para conseguirlo, pero ahora que ya sabemos de lo que sois capaces no creas que será tan fácil.

Cinquedea suspiró, no tenía sentido continuar discutiendo con aquel hombre, solo estaba perdiendo su valioso tiempo.

—Me extraña que te hayas arriesgado a venir hasta aquí solo para proponerme un "alto el fuego" ¿qué te traes entre manos Hillman?

Cinquedea paseó por su despacho sin dejar de mirar de reojo al otro hombre, atento a cada posible movimiento que hiciera. Hilman se aclaró la garganta con tranquilidad, como si realmente el hecho de estar allí solo fuera algo cotidiano.

—El simple hecho de que esta guerra acabe ya es suficiente, saber que hay decenas, sino cientos de vidas que podían ahorrarse su muerte es lo que me mueve —reconoció—. Pero eso no quiere decir que vayamos a dejarnos vencer así como así después de que mandaras a tus soldados a nuestra base para amenazarnos.

—Así que de eso va todo —paró el de pelo rosa su andar por unos segundos—. Estáis preocupados por lo que Trick dijo —con una amplia sonrisa reanudó la marcha hasta posicionarse de nuevo al lado de Seymour.

De un movimiento rápido metió la mano en el bolsillo de la chaqueta del otro y sacó algo similar a un botón. No había que ser muy listo para darse cuenta de que era un micrófono.

—¿Estabas grabando la conversación? No me parece muy inteligente entonces de tu parte, no llevabas el micrófono muy bien escondido, además de que es mucho suponer que vayas a salir de aquí.

—No la estoy grabando, están escuchado esto en directo —dijo para sorpresa de Gyan.

—Han sacrificado al viejo para salvarse ellos mismos.

—No —negó—. Yo me ofrecí a venir por el bien de ellos.

—Y luego los que no tenemos corazón somos nosotros —soltó una leve risa dejando el micrófono sobre su escritorio—. Si tantas ganas tenéis de saber qué vamos a hacer os lo diré, mañana mismo, a las diez de la mañana, comenzará nuestro ataque.

Tras aquella afirmación Cinquedea cubrió su mano de acero y formando un puño aplastó el micrófono haciendo que se perdiera la señal.

—Alégrate por morir aquí y ahora y no después de una larga agonía en una guerra destinada a vuestra derrota.

Hillman no dijo nada, mantenía su orgullo y confianza hasta el último momento, y aceptando su destino simplemente sintió la mano de Cinquedea atravesar su corazón.

Su mente estaba en blanco, cualquiera pensaría que en los momentos anteriores a comenzar una guerra por su mente pasarían todo tipo de ideas, de posibilidades, pero simplemente no tenía ganas de toda esa mierda.

Se había quedado mirando a un punto fijo del suelo del jeep y simplemente se dejaba llevar por el movimiento del vehículo que se movía bastante al estar entrando en un denso bosque cuyos caminos de tierra no eran precisamente regulares y rectos.

—Chicos, ya hemos llegado al clan del bosque —escuchó hablar a Rina quien cogió el comunicador de la radio desde el asiento del conductor.

Sigamos adelante y lleguemos hasta el punto que nos indicaron —se escuchó la voz de Bryce— ¿Sabes qué hay exactamente ahí?

La noche anterior tuvieron un nueva reunión para terminar de hablar de los últimos detalles de aquel ataque definitivo. El grupo de infiltración, quienes se encargaban de la parte más peligrosa, debían de adentrarse en el clan del bosque sin ser descubiertos, esconder los jeep en un lugar donde no los encontraran y lograr llegar al edificio principal de dicho clan sin hacerse notar.

Aquilina fue una pieza fundamental a la hora de idear este plan ya que tuvo que dar todas las indicaciones posibles sobre su clan o la estructura del edificio, también gracias a unos drones que Inchy y Peabody mandaron al clan del bosque pudieron obtener imágenes claras de este y por tanto un mapa con el que se podrían guiar aquellos no nativos. Obviamente tanto los drones como los vehículos en los que el grupo ahora viajaba habían sido modificados para que los sistemas de seguridad que pudiese haber en el clan y los mismos radares no los localizaran.

—Un barranco con una cascada, está cerca del árbol sagrado de nuestro clan —explicó la fémina.

Creo que el plan es usar un escondite que hay detrás de la cascada para ocultar los jeep —se escuchó hablar también a Di Rigo.

¿Un escondite? —cuestionó de nuevo Bryce.

Si, es un lugar que solo los de nuestro clan conocen, es una red de cuevas cuya entrada queda oculta por el agua de la cascada y debido al magnetismo natural de este lugar los radares o cualquier tipo de aparato electrónico convencional no funcionan dentro, por lo que no podrían encontrar los vehículos si los ocultamos ahí dentro —explicó Riccardo.

—Nuestro clan está lleno de lugares claves como este, además su terreno irregular lo hace difícil de atacar por un clan inexperto en este tipo de zonas —dijo Rina—. Creo que por este hecho fue el primer lugar que el clan del acero atacó, sino aprovechaban el efecto sorpresa inicial les hubiera costado muchísimo más hacerse con nuestro clan.

Ademas creo que aprovechan la tierra fértil y la cantidad de animales que aquí viven para abastecer sus suministros —se escuchó ahora hablar a David.

—Seguramente —asintió la peliverde.

A excepción de los que hablaban por la radio el resto que viajaba en la parte trasera de los jeep no decía nada. Al igual que Lynx todos preferían guardar la calma o perderse en sus propios pensamientos.

No tardaron mucho más en llegar al lugar acordado. La cascada mencionada con anterioridad se alzaba con magnificencia ante ellos mostrando una caída de al menos 20 metros sobre sus cabezas, pero si mirabas hacia abajo, donde el barranco continuaba, apenas y se podía ver el fondo por la altura.

El camino por el que se habían metido estaba bastante oculto, difícil de encontrar si no sabían desde un principio que estaba ahí, y era tan angosto que los jeep apenas cabían por ahí.

—Como para caerte por aquí ¿sabes? —mencionó Preston mirando por la ventana de la parte de atrás del jeep.

—Por favor no lo digas ni en broma —le recorrió un escalofrío a Cronus solo de pensarlo.

—Ya estamos —avisó Rina a los 5 que viajaban con ella.

Continuaron por el camino metiéndose por detrás de la mencionada cascada y efectivamente como Di Rigo e Ibara dijeron la entrada a una cueva no tardó en verse. Rina, quien conducía el jeep que encabezaba la marcha, se metió en la cueva y así todos los demás la siguieron al interior.

Aparcaron los vehículos  como mejor pudieron y todos salieron del interior reuniéndose para poder comenzar al fin con la misión.

—Es cierto que aquí los aparatos eléctricos no funcionan —mencionó Inchy al no poder encender su pulsera holográfica.

—Será mejor que nos acerquemos un poco más a la entrada —propuso Bay y así todos se agruparon en la entrada de la cueva donde Dave al fin pudo encender y hacer funcionar su proyector de hologramas.

—Mirad, nosotros estamos aquí —señaló un punto rojo en el mapa.

El mapa mostraba el terreno y relieve de alrededor, se veía la parte de acantilados donde ellos estaban, el gran árbol sagrado icónico del clan del bosque y los edificios de la parte urbanizada junto al edificio principal.

—El edificio principal es este de aquí —señaló el que era el más alto y grande de todas las edificaciones—. Hay varias zonas por las que podemos acceder y varios trabajos que debemos llevar acabo.

—Te refieres a la localización de la presa, la destrucción de suministros y armas y la búsqueda de Cinquedea ¿verdad? —preguntó Ringo e Inchy asintió.

—Gracias a aquellos soldados que atraparon nos enteramos de que el clan del acero obtiene su energía de una enorme presa que a su vez es una central hidroeléctrica, lo que pasa es que no conseguimos que nos dijeran donde está situada esa presa.

—Bueno no hay muchos sitios donde buscar, sino está aquí está en el clan del agua o en el del cristal —se encogió de hombros Alessandro.

—De hecho ya descartamos el clan del cristal, mandamos los drones y no localizamos nada similar a una presa, pero no tuvimos tiempo suficiente para revisar el bosque y el agua, por lo que mientras que yo reviso este clan, Peabody se acercará con un pequeño grupo a la frontera con el clan del agua para examinar —explicó Inchy—. Para poder usar el dron sin interferencias necesitamos otro escondite diferente, si me quedo aquí podría perder la conexión.

—Podríais ir al árbol —lo señaló Rina—. Es un árbol sagrado para nuestro clan pues se dice que fue la propia Ansythma quien nos lo regaló en el año de nuestra creación, pero más allá de ese valor simbólico no creo que tenga ningún interés para el clan del acero.

—¡Claro! Si vais allí dudo que haya guardias —estuvo de acuerdo Bay—. Además en esa zona el magnetismo de las cuevas no debería de ser un problema, estarías oculto y con una gran libertad para el uso de tus aparatos.

—En ese caso que Artemisa y Preston lo acompañen, id los tres hasta el árbol y haced el reconocimiento del terreno, luego avisadnos por los comunicadores —dijo David señalando su propio comunicador colocado en su oreja.

—¡Si, señor! —afirmaron los tres a la vez.

—Los demás nos dividiremos en dos grupos para buscar los suministros y las armas y destruirlos y para hacernos cargo de los soldados y de Cinquedea.

Una vez los grupos estuvieron organizados todos salieron de aquellas cuevas y en cuanto dejaron atrás en barranco Inchy, Carmina y Princeton se separaron del resto.

El resto no tardaron tampoco mucho más en separarse en pequeños grupos para llamar menos la atención, además cada escuadrón entraría por una parte diferente del edificio para ocupar un rango de búsqueda más amplio. Lynx quedó en el mismo grupo de Davy, Sol, Alessandro y Slocker, ellos entrarían por la puerta de la parte de atrás.

Esa parte era usada para la carga y descarga de mercancías por lo que no era muy concurrida, tan solo un par de soldados pasaban por allí cuando hacían guardia pero en seguida continuaban su camino.

—Bien, nosotros vigilamos, Lynx encárgate de la puerta —pidió Slocker y el albino asintió.

Las cerradura no eran un obstáculo para él, simplemente se fundió con su propia sombra y pasó sin problema entre las rendijas de la puerta. Una vez dentro del edificio y tras asegurarse que no había nadie por la zona volvió a tomar su forma física.

La cerradura era electrónica, había que meter una clave para poder abrirla, seguramente si metía la incorrecta la alarma saltaría y el plan se iría al traste. Alguien de los que trabajara allí tenía que tener la clave, solo era cuestión de buscar. Tomó de nuevo su forma de sombra y pasó por aquel pasillo hasta encontrar una puerta que nuevamente atravesó sin problema y llegó al almacén, estaba lleno de enormes cajas y containers pero no parecía haber nadie.

Lynx volvió a tomar su forma normal y paseó un poco entre los pasillos que creaban las estanterías de aquel almacén, quizás podría encontrar algo que le sirviera por allí. Escuchó la puerta abrirse y en seguida se ocultó detrás de algunos de las tantos cacharros que había allí almacenados.

Una persona pasó de largo y cuando ya estaba algo más adelante se asomó viendo que no era un soldado, tan solo un trabajador de allí, esa era su oportunidad. Salió con sigilo colocándose tras el hombre que no notó su presencia y que buscaba algo en los estantes más altos, de un rápido golpe en su nuca lo hizo perder la consciencia y lo agarró antes de que se la pegara contra el suelo.

Rebuscó en los bolsillos de su uniforme hasta encontrar una tarjeta de identificación con el nombre del tipo y un código de cuatro dígitos, tenía que ser ese el código, se llevaría con él la tarjeta por si acaso. Guardó el objeto en el bolsillo de la chaqueta de su propio uniforme militar y con unas bridas ató las manos y brazos del hombre y tapó su boca con algo de cinta metiéndolo dentro de uno de los containers, tardarían en encontrarlo así.

Se acercó corriendo a la puerta y tomando su forma de sombra pasó regresando al pasillo y volviendo a la puerta de entrada donde metió el código de la tarjeta y milagrosamente resultó ser la correcta.

—Pasad, pero silencio hay trabajadores por la zona —advirtió a sus compañeros al abrir la puerta para darles paso.

—¿Has tenido algún problema? —preguntó Sol pero el albino negó.

—Yo no, el tipo que está inconsciente y metido en un container si.

Caminaron rápido por los pasillos que parecían hacerse interminables, pero había algo que le dio mala espina a Lynx ¿por qué no había ni un solo soldado o trabajador allí? En todo aquel rato solo se cruzó con aquel hombre en el almacén pero nadie mas apareció.

Como si el universo hubiera escuchado sus pensamientos no tardaron mucho en enterarse de la razón de esa falta de personal, estaban todos apostados delante de las escaleras para subir a la primera planta esperándolos pacientemente.

—Veo que ya habéis llegado —pasó al frente entre el pelotón de soldados uno de ellos—. Temía que os hubiera pasado algo.

—Ya, claro —Slocker no tardó en coger algunos cuchillos del interior de su chaleco—. Y tu tan preocupado.

—Mierda —se escuchó quejarse a Lynx por lo bajo—. Es uno de los 14 del acero: Wenceslas Wales.

—Las cosas no nos podían salir redondas por una vez —suspiró Davy desenvainando también su sable.

—Por fin hemos llegado —suspiró Artemisa casi sin aliento.

—Parecía que están más cerca —respiró profundamente también Inchy agotado.

—El árbol es tan grande que incluso a kilómetros de distancia parecía que estaba aquí al lado —mencionó Preston alzando la cabeza para admirar aquella maravilla de la naturaleza.

Las enormes hojas eran mecidas con tranquilidad por la brisa, danzaban como si todas si hubiese coordinado en un mismo compás dejando pasar los rayos del sol entre sus extensas ramas que daban sombra en la parte de abajo cubriendo un poco del sol que ya había salido en el horizonte a los tres chicos. Estar ahí daba esa sensación de tranquilidad y calma, se sentía como una calmada tarde de primavera de esas en las que podías estar con tus amigos hablando como si nada.

—Admiro en momentos como este el clan del bosque me da algo de envidia —mencionó Artemisa cerrando sus ojos y dejando que el dulce viento enredara sus hebras moradas y acariciara su piel.

El paisaje era idílico desde lo alto de la colina en la que el enorme árbol se encontraba, se podía ver gran parte del territorio, los prados y el denso bosque se veían dignos de ser fotografiados y algunas edificaciones se veían entre los árboles.

—Bueno no perdamos el tiempo, no sabemos cuando podrían encontrarnos.

Inchy se sentó en el suelo y abrió el maletín que había llevado en todo momento consigo. En seguida se puso a teclear a toda velocidad en el mini ordenador del interior mientras que Preston y Artemisa se ponían en guardia cogiendo con seguridad sus armas, un escudo con un filo que podría cortar como si fuera un cuchillo y una guadaña respectivamente.

Artemisa caminaba haciendo guardia por la parte derecha donde no había ningún movimiento extraño. Desde esa parte se podía ver el largo río que iba hasta el acantilado formando la cascada. La verdad es que había cogido cierto gusto por aquel paisaje, en el clan del fuego lo más parecido que podías encontrar a eso era un río de lava que salía de se la boca de un volcán. No es que eso se le hiciera feo, ni mucho menos, ella amaba su tierra, aunque a muchos el clan del fuego les pareciera aburrido o incluso un lugar con una estampa desoladora donde solo podías encontrar rocas y fuego para ella tenía su propio encanto.

Cada clan tenía algo que merecía ser visto, las enormes áreas naturales del clan del bosque y las bestias, las playas y marismas del clan del agua, los enormes prados del clan del viento, aquellos extraños ríos de aguas moradas del clan de la luna, los templos del clan del sol, y muchísimas más cosas que podría seguir enumerando. Ella había tenido la oportunidad de ver algunas de esas cosas gracias a su trabajo, a veces debía viajar para llevar las armas a los del frente y podía ver cosas que jamás pensó ver fuera de los libros de historia.

Su mayor deseo más allá de que la guerra acabara era poder viajar, viajar todo lo que en sus 17 años no había podido viajar y disfrutar de cada uno de esos lugares. Ver sus territorios, su arquitectura, la forma de vivir de sus habitantes, su gastronomía e incluso su moda, y todo eso le gustaría hacerlo en compañía de una persona que había estado en su mente todo ese tiempo.

Miró de reojo como Preston patrullaba la parte izquierda, la había ayudado tanto en los últimos años que realmente había empezado a ser algo más que un simple compañero de trabajo o un amigo. Aquel chico sabía cosas de ella y de su pasado que nadie más sabía, ni siquiera sus amigos más cercanos, había compartido con él pensamientos que normalmente se guardaba para ella, sus sueños y peores pesadillas, y fuera lo que fuera que decía o lo que le pasaba Preston siempre estaba ahí para ella.

Recordaba como había sido el día que le contó el fatídico desastre de la familia Carmina, aquella desesperación que la había asolado desde que era una niña. Fue una noche en la que él y Bradford se quedaron a cenar en su casa, ella misma los había invitado, recordaba que Brad acababa de marcharse y Preston estaba a punto de hacerlo cuando la llamaron a su teléfono móvil.

Contestó la llamada mientras que el chico se colocaba su abrigo antes de salir al frío nocturno del clan del hielo, y grande fue su sorpresa al darse cuanta de que era su madre, maldita fue la hora en la que no miró de quien era la llamada en la pantalla, estaba en una nube después de la maravillosa cena y se le pasó. Su madre había llamado una vez más para pedirle que regresara a casa, que su lugar estaba allí junto a sus padres, y como la menor de edad que era les debía obediencia y respeto.

Recordaba los gritos de ambas partes, los insultos de los que posiblemente ninguna de las dos se arrepintió después y como colgó a su progenitora, la ira que hacía hervir su sangre la llevó a patear la primera silla que encontró y las lágrimas de ira e impotencia no se hicieron esperar. Preston corrió para preguntarle qué le pasaba, si podía ayudarla en algo, y en ese momento de no saber qué hacer optó por contarle lo que pasaba y de dónde venía esa ira hacia sus padres.

Su hermana mayor se había suicidado por culpa de su madre.

Su hermana, quien fue su ejemplo a seguir siempre, un día simplemente saltó desde la ventana de su habitación en la segunda planta de su casa. Para todos fue una sorpresa, una chica tan joven, alegre y con tanta vida por delante, un modelo a seguir como estudiante, como hermana y como hija, con amigos increíbles que la quería y la apoyaban. La muerte de la mayor de los hijos del matrimonio Carmina se quedó como un gran misterio excepto para Artemisa, ella, al igual que sus padres, sabía la verdad de lo sucedido con la única diferencia de que sus padres nunca quisieron aceptarlo y reconocer su error.

Sus padres eran padres ausentes que nunca prestaron atención a sus hijas, solo para ponerles presión encima o incluso golpearlas si habían algo que sus padres no consideraban digno de unas señoritas como ellas debían ser. Había visto docenas de veces a su hermana con arañazos y moratones hechos por su propia madre, por las golpizas que a veces le propinaban, pero ella tenía demasiado miedo como para decir algo al respecto.

Ella y su hermana acababan golpeadas, a los días las señales se iban y todo volvía a la normalidad hasta que sus padres encontraban otra escusa para pegarles de nuevo, esa había sido la vida de ambas siempre, llegó a ser algo normal, al menos hasta que su querida hermana no pudo aguantarlo más. Sus padres siempre negaron ser responsables del suicidio de su hija, siempre alegaron no saber nada de las razones que la llevaron a quitarse la vida, pero Artemisa guarda una carta, la última carta que su hermana escribió en vida y que estaba destinada a ella.

Nunca dijo nada por miedo a que sus padres se la arrebataran, le arrebataran el último recuerdo que le quedaba de su hermana, y eso era algo que nunca podrías perdonarles, que por culpa de ellos perdió a la persona más preciada en su vida.

Preston la comprendió y la consoló, por culpa de aquella larga charla el chico se había marchado a su casa casi de madrugada pero nunca se lo reprochó. Había sido un pilar fundamental en su vida y que siempre estaba ahí para ella cuando los dramas familiares salían a flote, y ella quería estar ahí para él de igual forma.

Todo estaba tranquilo, los minutos pasaban y no se veía a nadie por ningún lado que pudiese representar una amenaza, tampoco se escuchaba nada, el silencio era casi total si quitabas el piar de las aves y el viento. Y ahí saltó la primera alarma.

Era demasiado silencio, y entre esa falta de sonidos destacó la falta del característico tecleo de Dave Inchy, ¿habría terminado ya el reconocimiento del terreno? Y de ser así ¿por qué no los había avisado?

Sin levantar la voz de alarma buscó a Preston con la mirada, pero tampoco lo veía por ningún lado ¿qué estaba pasando? Estaba justo en la parte de atrás así que con cuidado fue caminando lentamente para dar la vuelta al gigantesco tronco del árbol.

—Aquí está el insecto que faltaba de esta plaga —escuchó una voz a sus espaldas al mismo tiempo que sentía algo metálico y frío en la parte de atrás de su cabeza—. Tira el arma y levanta las manos.

Artemisa obedeció, sabía que tenía el cañón de un arma apuntando a su cabeza, una vez sin arma fue conducida bruscamente con sus dos compañeros que estaba de espaldas al árbol mientras eran apuntados por otro chico al que sí reconoció, era uno de los cinco que estuvieron en el atentado contra el CG, pero no recordaba su nombre. Fue empujada hacia sus dos compañeros que la agarraron antes de que cayera al suelo y se giró rápidamente para ver a su atacante, y a este también lo reconoció y de él si que recordaba su nombre, el nombre por el que Isabelle Trick lo había llamado.

—Y ahora que hacemos con ellos, Remington —habló el chico que lo acompañaba.

—Podríamos matarlos aquí a los tres, y la verdad es que es lo que más me apetece, pero quizás Cinquedea quiera hacerles algunas... preguntas.

—¿Cuándo han llegado? No los había visto ni oído —le preguntó en un susurro Artemisa a sus dos compañeros.

—Ni yo lo sé, para cuando he querido darme cuenta ya estaban apuntándonos con sus armas —respondió Preston.

—Hey vosotros tres, silencio —les mandó callar Rex.

Artemisa revisó la zona con la mirada sin moverse y vio las armas junto al ordenador de Inchy algo más retirados tanto de ellos como de los dos del acero. Con suerte, si los otros dos no se daban cuenta podría recuperarlas, si lanzaba un ataque para despistarlos y corría hacia las armas... pero si reaccionaban rápido estaban perdidos.

—En el clan del agua —susurró Dave.

—¿Qué? —lo miró confusa Artemisa.

—Antes de que esos dos llegaran conseguí contactar con Eugene, ha localizado la presa en el clan del agua.

—¿Dices que ahora tenemos que ir hasta allí? —cuestionó la chica y el de gafas asintió.

—¡He dicho que silencio!

Fue rápido, certero e inesperado, al fuerte ruido le siguió un pequeño grito ahogado de Artemisa por el susto y en seguida vio como el cuerpo de Inchy caía de golpe al suelo.

—Lo has matado... —dijo de forma casi incrédula Preston.

Artemisa giró la cabeza y pudo ver al mayor boca abajo, le habían disparado, en menos de un segundo su compañero había muerto, hasta hace unos segundos estaba hablando con él y ahora...

—¡¿Qué cojones haces? ¿Cómo has podido?! —gritó el chico mientras Carmina tan solo miraba el cuerpo tratando de asimilarlo todo.

—Ya había dicho que cerrárais la boca —dijo Remington sin ningún tipo de culpa bajando el arma de nuevo.

—Si no queréis terminar igual sera mejor que... —pero antes de que Dracon terminara de hablar fue golpeado por una de las ramas del árbol que los cubría y lanzado a varios metros colina abajo.

Remington miró en todas direcciones y esquivó por los pelos otro golpe que venía de esas ramas, por fin el atacante, o mas bien los atacantes se dejaron ver.

—Es verdad que Trick lo avisó, me parece que disparar se te hace demasiado fácil —mencionó el chico recién llegado.

—Pero eso tiene fácil solución, solo hay que cortarle los dedos —mencionó la otra persona, en esta ocasión una chica.

—Laurel, Ibara —los llamó casi por inercia Artemisa.

Pues hasta aquí este capítulo ¿qué os ha parecido? Dos bonitas muertes para comenzar la parte de la guerra final, para saciar la sed de muerte y destrucción :')

Conforme pasen los capítulos mostraremos el resto de grupos y obviamente como van avanzando.

Sin mucho mas que decir por hoy aquí lo dejo y os deseo un buen comienzo de clases a aquellos que comienzan este lunes.

~Nova/Dreamer

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