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C H A P T E R S I X < < R E A L L I F E
𝐌𝐄𝐋𝐀𝐍𝐂𝐎𝐋𝐈𝐀, tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada.
Castiel y yo mantuvimos miradas. Me embobé viendo sus profundos ojos grises y lo extremadamente guapo que se veía con el pelo rojo largo y recogido en una coleta. Tenía las facciones de la cara más marcadas que la última vez que le vi, había desarrollado más músculo y estaba más alto.
Le odio.
-Roma...-Fruncí el ceño.
-Mi plan era no verte en lo que me restara de estancia en Francia- me di la vuelta y me volví a poner de cara a la barra apoyando los brazos en esta y metiendo mi cabeza entre ellos.
-Mmmh...- murmuró- misión imposible viendo que vivo en el estudio de aquí al lado- lo no té acercarse a mí- Yo también me alegro de verte, Roma- dijo en tono socarró, le encaré y le miré mal.
-Si vais a tirar mi bar abajo con vuestros gritos infantiles, por favor, pelead fuera- Jim nos señaló la puerta trasera.
Me levanté del taburete y caminé hasta allí con Castiel siguiéndome. No sabía de qué hablar con él, hacía años que no le veía y lo último que quería era discutir.
Castiel era verdaderamente una obra de arte, un ser digno de estar en un museo. Mi mente vuela por las nubes con él.
Roma, te despistas.
-¿Qué tal te ha ido todo?-Castiel se metió las manos en los bolsillos y evitó mirarme, me crucé de brazos.
-Digamos que a veces y solo a veces me dan cambios de humor y me rapo la cabeza completamente- dije- O saco un álbum de un día para otro- seguí- O me voy a un país asiático a sacar colaboraciones- Castiel bufó.
-Lo pillo, me odias.
-Yo no he dicho eso.
-Pero quieres.
-Es verdad, te odio.
Nos quedamos en silencio un pequeño rato más, mirándonos. Esto se estaba tornando incómodo, y temía volverme loca ante su presencia.
-¿Qué tal te ha ido a ti?- le pregunté.
-Bien, se me ha jodido un teclado y he venido a pedir prestado el de Jim y te he encontrado, tan fantástica como siempre, por cierto, te queda bien el rosa- le miré mal.
-Es una peluca- dije.
-Lo sé, también me gusta tu pelo corto.
-Igual dejo que crezca- le miro.
-Deberías tintarlo de rojo, siempre he tenido curiosidad por saber como te quedaría- sonreí, y Castiel soltó una pequeña risa.
-He escuchado tus canciones- dije.
-Y yo las tuyas, ¿Qué opinas?- preguntó.
-Que eres un capullo, como siempre, nada que no sepas ya.
-Tu no escribes mucho sobre mí.
-Y así se va a quedar- no me gustaba pensar en mis canciones, ni dar explicaciones sobre lo que escribo.
-Roma- Castiel me cogió del brazo- Si tienes algún problema...- me zafé de su agarre con fuerza.
-No es de tu incumbencia- escupí- Metete en tus asuntos y déjame a mí en paz. Conoces a la Roma del instituto, no a la de ahora.
Me di la vuelta marchándome del sitio y sin decirle adiós.
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