Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

MIDNIGHT RAIN

MIDNIGHT RAIN
escrito por nicky

┌─────────────────┐

❛ I broke his heart 'cause he was nice
He was sunshine, I was midnight rain.

He wanted it comfortable, I wanted that pain.
He wanted a bride, I was making my own name.

Chasing that fame, he stayed the same.
All of me changed like midnight. ❜

━━ MIDNIGHT RAIN ; TAYLOR SWIFT

└─────────────────┘

único capítulo:
❛ este mundo te corrompió, amado mío, como cuando las nubes negras corrompen la luz del sol ❜

La noche siempre me ha gustado, lo cual es irónico, porque no me identifico como un hombre de noche sino de día, pero había algo en ella que me enamoraba. Era tranquila, a veces silenciosa y otras veces más ruidosa que mil días. Misteriosa, pero te transmite una paz inexplicable que, en lugar de molestarte, la aceptas como si fuera lo único que necesitas en tu vida. Oscura, pero la claridad de la luna da oportunidad a que vea el camino que quiero tomar. Fría, pero en ocasiones sin llegar a ser molesto, puesto a que, de vez en cuando, me gusta que el frío abrace mi cuerpo como si fuera una manta.

Sí, creo que amo la noche. Los sentimientos que tengo por ese período corresponden a lo que siento por Suguru Geto.

Compañero del Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Tokio. Colega en el arduo trabajo de la hechicería. Amigo. Amante.

Pero así como la noche es tan encantadora ante los ojos de las personas, tarde o temprano cambia y se vuelve en un imponente día. Algunos lo aman y otros no tanto, en el caso de Suguru, todos los que pertenecían al lado correcto de la historia lo odiaban. O bueno, no todos, Satoru Gojo y yo queríamos odiarlo con intensidad, pero era imposible, más cuando él significaba tanto para nosotros.

Miró la televisión; tengo la teoría de que la energía maldita creció cuando el televisor fue creado y con ello, el formato de noticias pasó a sintonía en vivo para todas las casas de Japón y el resto del mundo. Nunca verás una hora completa hablando de cosas buenas, siempre habrá una noticia que perturbe las mentes de las personas. Asesinatos, secuestros, asaltos... Cuando un país subdesarrollado vive un golpe de estado o los comienzos de una dictadura, los noticieros ven un festín de dioses y hablan de ello hasta que ya no les beneficia hablar de ellos.

No solía mirar la televisión y menos en el horario de noticias, no quería formar parte de quienes le daban un centavo para que comieran a costa de propagar la negatividad, pero desde que Suguru había cometido su crimen y fue expulsado del colegio, no apartaba la vista de la pantalla en espera de algo. Una masacre en alguna escuela, el asesinato del presidente..., cualquier cosa que tuviera la marca personal de que Suguru Geto fue el autor intelectual del atroz crimen que los reporteros informaran. Llevaba meses sin saber nada de él, necesitaba desesperadamente ver su cara en algún lado.

Vamos, Suguru, sal.

Treinta minutos transcurrieron desde que iniciaron los informes del día. El cambio del dólar ha aumentado. Un asalto en un banco aquí en Japón. Enfrentamientos políticos de países extranjeros han sido más tensos. Aumento de energías básicas como el consumo de electricidad o agua. Su nombre o su rostro seguían sin aparecer.

Te estoy esperando, vamos, dé una señal de vida.

Resumen de los campeonatos de deportes. Nuevos planes para el ministerio de educación japonés. Accidentes automovilísticos. Chismes de farándula. Nada de él. Seguía sin manifestarse y me estaba volviendo loco por eso.

Por favor. Por favor. Por favor. Por favor.

—Hoy un anciano me regaño —alcanzó a escuchar a Satoru, estaba en el marco de la puerta con una malteada de fresa y un sandwich—. Pedí esto y me quedé esperando mientras miraba mi teléfono. Así igual a ti pegado con el televisor. No paraba de gritarme «¡Agh! ¡Maldita juventud de ahora! Siempre en esos malditos aparatos creados por el gobierno, en mis tiempos íbamos a la guerra a defender a nuestra nación». Tenías que haberlo visto.

No reaccionó a su cómica anécdota; no me malinterpreten, no me llevo mal con él, pero nunca fuimos muy cercanos al punto de considerarnos mejores amigos o tan siquiera amigos. A diferencia de Shoko y Suguru, juntos parecían un trío caótico lleno de aventuras, pero la relación entre Satoru Gojo y Suguru Geto a veces pasaba de un nivel de amistad. Era una hermandad. Más de una vez lo escuchaba contar historias increíbles de las misiones que realizaba con el hombre portador de la técnica de maldición ilimitada.

Después de la noticia del crimen cometido por Suguru, hubo una especie de cercanía entre los dos. Tal vez era la necesidad de llenar el vacío que él nos dejó, un intento de cubrir con nuestras partes que todavía seguían intactas. Claro, no era lo mismo.

—¿Sigues esperando que él aparezca repentinamente ahí?

Su voz adoptó un sonido más grave, lleno de seriedad, aunque sin apagar ese lado extrovertido de él.

—¿Tú qué crees? —pregunté, sin mirarlo—. El maldito sigue desaparecido, probablemente está planeando un asesinato en masa contra no hechiceros, tal vez algo que nos permita dar una pista de su paradero y...

—Entonces, ¿llevas desde hace como cinco meses viendo noticias de manera enfermiza porque quieres seguir el rastro de Suguru para atraparlo ahora que es considerado un usuario maldito? —me cuestionó, rompiendo por completo la atención que tenía al informe de noticias— ¿O estás esperando a que él salga de su escondite a través de asesinatos para ir a buscarlo y hablar con él? Digo, fuiste su novio y Suguru significa mucho para ti, así como significas demasiado para él.

Ah, no lo mencione. Era el único de los tres que no había cruzado caminos con él desde que desertó del sistema de hechicería y comenzó a cometer crímenes. No sabía el por qué. Shoko fue la primera en toparse con Suguru, de una forma muy casual cuando ella estaba fumando tranquilamente en una zona permitida para consumir cigarrillos y él simplemente apareció a saludarla. Le confirmó que todo de lo que se le acusó era verdadero, que él le arrancó la vida a todo un pueblo y tampoco tuvo piedad para matar a sus propios padres. Después fue Satoru, luego de que Shoko lo llamara para informarle de la presencia de Suguru; su conversación fue profunda, hasta donde tenía conocimiento, suficiente para cambiar la forma en la que el hechicero más fuerte del mundo veía todo, aunque claro, sin ir a masacrar a las personas como su mejor amigo hizo.

¿Eres el más fuerte por ser Satoru Gojo o eres Satoru Gojo por ser el más fuerte? Mierda, hasta a mí me carcome la cabeza esas palabras que le hizo Suguru.

—Hablando no solucionara nada —me dice—, de serlo yo ya me hubiera encargado.

—Lo sé —respondí—, pero necesito que él, con su propia voz, me diga qué demonios le ocurre. Masacró una aldea, mató a sus padres..., su próximo objetivo puede ser un hospital o una escuela. Cualquier sitió con suficiente energía maldita es perfecto para lo que esté haciendo.

—Y después de hablar con él, ¿qué harás?

—Detenerlo —contesté—. Asesinarlo. Poner fin a la amenaza que está representando en estos momentos.

—Claro, como a mí me fue tan bien eso.

Sé que trata de decir, es muy obvio con las palabras. Cree que si él no tuvo la fuerza suficiente para matarlo la última vez que se vieron, yo menos la tendría y más por la historia que tenía con Suguru. Claro, él era su mejor amigo, yo era su pareja sentimental. Basa su teoría de voluntad a través de la relación que tuvo cada uno con Suguru Geto, pero está equivocado. Yo sí tengo la suficiente fuerza para detenerlo, por lo mismo de mi historia con él es que nació una voluntad para ser yo quien lo detenga.

Aunque sea un poco difícil y no por lo que hubo entre los dos, sino por los grados de hechicería que manejamos. Suguru es un hechicero de grado especial, yo de grado uno.

—Aunque tengo que admitir que me entra cierta curiosidad por saber cómo sería un encuentro entre ambos —me comenta el hombre de cabellos blancos como la nieve—. Me los imagino a ambos bajo la luz de la luna, en una especie de escenario de romance trágico; tal vez se abracen, aunque un besito no estaría mal. ¿De qué hablarían? Uf, sería doloroso de saber.

—¿Estás usando esa extraña actitud relajada e infantil que tienes conmigo para burlarte de mi situación con Suguru? —lo miré alzando una ceja, comenzaba a entender a Kento cuando dice que Satoru es molesto—. Porque te informo que es penoso ver tus intentos de fingir que todo sigue igual que antes.

Solo se limitó a sonreirme.

—La uso para recordar los buenos días que tuve con él.

Veo el pequeño trozo de metal que tengo desde que me volví hechicero; tengo la habilidad de transmitir la energía maldita al metal y manipularla a mi maldito antojo, normalmente la convierto en armas que me sirvan para exorcizar maldiciones. Puedo crear el arma que sea con un pequeño trozo de metal, aunque hay límites; siempre forjó espadas para asegurarme ventaja sobre la maldición.

A Suguru Geto le fascinaba mi técnica maldita, así como yo quedaba impresionado de la suya.

Era extraño. Antes pensaba que nunca iba a sentir algo tan intenso por un hombre, menos cuando fui criado en un hogar tan tradicional y conservador donde las expectativas era verme feliz con una mujer a mi lado. Simplemente lo conocí cuando llegué y sentí que un lazo nos tenía amarrados, sin posibilidad alguna de que ese lazo se soltara.

Recuerdo que al pasar de los meses, Suguru y yo nos hicimos muy cercanos y la sensación era cada vez más fuerte, más profunda y segura. Sentía deseos de querer estar siempre con él, hablar a cada hora, mirar sus ojos y sus labios, tocar dichosos labios con los míos, despertar abrazado a él cada mañana y experimentar los sueños más lujuriosos con él. Ahí descubrí que amaba a Suguru Geto, que mis sentimientos eran por aquel hombre que era mi compañero de hechicería y amigo. Y pronto supe que todo lo que él me provocaba era correspondido, cuando una noche después de regresar de una misión me dijo que debía hacer algo antes de morir, porque de lo contrario se arrepentiría en la otra vida; me beso con tanto cariño y con tanta pasión, volviendo loco a cada parte de mi ser.

Aún recuerdo que esa vez no queríamos que el momento finalizará y las pausas eran menores cuando volvía el deseo de sentir sus labios sobre los míos. Era un bonito recuerdo, pero ya no sabía cómo debía reaccionar apropiadamente cuando caía en cuenta que eso era del pasado y el presente tenía una realidad que me amargaba profundamente.

¿Dónde estás? Maldita sea.

Abró la puerta de mi dormitorio. Me doy cuenta que hay algo extraño ahí; por lo general, siempre cierro con seguro para evitar que alguien entre y encuentre mi desorden de la madrugada, pero esta vez era diferente, porque noto que no hay ningún seguro en la puerta cuando meto la llave y se abrió sencillamente. Era imposible que olvidara cerrarla con seguro, tengo como regla de oro nunca olvidar eso y me aseguro de cumplirla. Alguien entró y solo hay una persona que tiene copia de mi llave.

El dormitorio se encontraba como lo había dejado, nada se había movido de su lugar. Estaba oscuro y había un silencio tedioso, debería ser bueno porque significaba que no había una segunda persona presente en el lugar, pero por alguna razón, me inquietaba y provocaba que manifestara con la energía maldita mi habitual espada en caso de que fuera necesario. Esperaba que solo fuera mi instinto de supervivencia que seguía despierto aún después de la misión.

Enciendo la luz, hay una nota encima de mi cama. Tienes partes mojadas en forma circular, hay nubes en el cielo más no está lloviendo, lo que significa que probablemente se mojo por otro medio. Decido abrirla y sentí que la presión bajaba cuando identifique de inmediato la letra de él.

Mi querido sol, que le gustaba juntarse con
mi luna para crear un hermoso eclipse. Te
amo, quiero verte, ¿te parece encontrarnos
donde dimos nuestro primer beso?

—Veo que has perfeccionado tu manera de escribir poesía barata.

—He tenido mucho tiempo libre para leer poesía, pensé que te gustaría.

Quiero correr hacía él. Quiero abrazarlo. Quiero besarlo y llorar de la rabia mientras le reclamó por las cosas que hizo. Estaba ahí, frente a mí mientras me sonreía, vistiendo un rakusu muy formal y comiendo tranquilamente un helado de chocolate, como si estuviera en paz con su vida a pesar de lo que hizo a conciencia.

—Perdón, las niñas se emocionaron cuando vieron una tienda de helado y no podía decirles que no —me dijo mientras terminaba de degustar su aperitivo.

—¿Qué niñas? —pregunté. Tocaba una y otra vez el trozo de metal para asegurarme que estuviera intacto en caso de necesitarlo.

—Las gemelas —me contestó con hilo de alegría en su voz—. Las chiquillas que ese maldito pueblo poblado de simios quería que eliminará.

Ya veo, su simple respuesto aportó bastante a las dudas que tenía sobre él y lo que hizo.

—Entonces, decidiste masacrar a toda una aldea incluyendo mujeres, niños y ancianos por dos niñas —me atreví a comentar, notando que seguía con su sonrisa incrustada en su cara; yo, por otro lado, estaba serio— ¿Y tus padres? Dejame adivinar, había unos trillizos en tu casa y por eso decidiste matar a las personas que te dieron la vida.

—Son muertes insignificantes, cariño —afirmó, caminando lentamente hacia mí—, lo hago por un bien mayor.

—¿Bien mayor? Estás matando a gente inocente con tal de crear un mundo únicamente de hechiceros, ¿para qué? —Mis nervios incrementaban a medida que se acercaba, no sabía su propósito, pero me volvía loco, lo necesitaba y no me gustaba el sentimiento en ese momento— ¿Por qué carajos haces todo esto?

Por un instante, creí que la rabia hizo que llorara, pero no, había comenzado a llover en el lugar. Era un parque, un poco alejado de la ciudad donde la tranquilidad y la belleza natural reinaban, se volvió un lugar muy especial para mí y para Suguru.

—¿Sabes quiénes son los responsables de que existan las maldiciones? Las personas que no son como tú y yo —Estaba a escasos centímetros de mí, lo suficientemente cerca para sentir ligeramente su respiración— ¿Y quiénes son los que deben encargarse de las maldiciones? Personas como nosotros.

» Vivimos en un sistema donde esos simios con su mera existencia crean maldiciones y nosotros, por ser especiales, estamos casi obligados a exorcizar las maldiciones. ¿Para qué? Para vivir en un ciclo sin fin.  Nacemos, manifestamos nuestras habilidades, entrenamos, peleamos contra espíritus malditos que vienen a perturbar este mundo y después, o en plena pelea, morimos sin siquiera ser reconocidos como lo merecemos. Buenas personas han muerto por culpa de simios como ellos, el sistema de hechicería quiere que nos conformemos con eso.

Yu Haibara. Estudiante de primer año que falleció en una misión hace un tiempo atrás. Tal vez hace referencia a él.

—Pero, ¿matando gente inocente?

—Por un mundo donde nos libremos de toda esa basura.

—¡Son personas que no saben lo que sucede con este mundo, Suguru! —grite molesto. Su sonrisa desapareció de su rostro— ¡Se supone que debemos protegerlas! ¡No asesinarlas como si fueran animales en el matadero!

Una luz deslumbró por un segundo en el cielo; el sonido del trueno apareció poco después. Nuestras ropas ya estaban empapadas y nuestros rostros ya no podían aguantar más humedad al punto en que formaban gotas para que estas cayeran al suelo.

Agradecía que mi rostro estaba mojado por la lluvia, las lágrimas se confunden fácilmente con la lluvia.

—Este no eres tú. Suguru Geto jamás hubiera hecho lo que tú hiciste, ¡el Suguru Geto que yo conocí nunca hubiera hecho algo tan atroz! —grite. Se quedó mirándome— ¡Dime de una maldita vez qué te ocurre!

Prefirió callar por un pequeño lapso, no hizo nada mientras yo estaba siendo consumido por la rabia. La energía maldita manipuló el metal y lo convirtió en una pequeña daga.

—Dime una cosa —su voz se oye tranquila, sin alarmarse aún después del arma que forje—, ¿vas a matarme?

—Eres un usuario maldito, Suguru —mi voz estaba quebrada. Alcé la daga y lo señalé con el filo del arma. No le daría la razón a Satoru, yo sí tenía la fuerza para matarlo—. Es mi deber como hechicero.

Aunque no estaba de acuerdo con el sistema, aquel que me traumó apenas hice mi primera misión. Yo también la odiaba, al sistema, a los altos mandos, a las reglas que me obligaban a seguir; sin embargo, no hubiera hecho lo que él hizo, hubiera esperado hasta tener más poder y los hubiera derrocado con quien también quería cambios para establecer un nuevo sistema, una nueva generación fuerte y poderosa. Hasta entonces, tenía una nueva misión: matar a Suguru Geto.

—Entiendo, creo que no me das otra opción.

Alzó su mano al cielo. De esta un circulo negro que expulsaba un humo del mismo tono de color se manifestó mientras se escuchaba gritos escalofriantes alrededor. Tres maldiciones salieron de ahí; mostraban sus dientes filosos y garras letales listas para descuartizar mi cuerpo. Él simplemente se quedó parado, mirando inexpresivamente a quien alguna vez fue su amante.

Mierda.

Comencé a correr, sin mirar atrás; las maldiciones me perseguían como si fuera su presa. La energía maldita hizo su trabajo, manipulando el material metálico para los próximos ataques. La primera maldición se abalanzó sobre mí; bestia de tres cabezas, con un ojo que lo portaba la cabeza del centro y dos bocas que portaban las cabezas de al lado. Manifesté una naginata con dos cuchillos en cada extremo, ideal para hacer una voltereta en el aire y cortar dos cabezas al mismo tiempo, para después cortar la tercera cabeza restante. Primera maldición derrotada.

La segunda maldición apareció casi de sorpresa. Aprovechó que estaba distraído peleando con el primero para aparecer inesperadamente detrás mío. El metal ahora se convirtió en dos pequeñas kunais. Era una criatura de mi mismo tamaño, pero muy rápida y sedienta de matarme; carecía de piernas, así que levitaba. Con esta fue más difícil por su velocidad; a esto había que agregar a la tercera maldición, que apareció para invocar una batalla de dos contra uno. Y la tercera maldición necesitaba ser vencida con otra arma que un par de kunais.

Debía pensar rápido, alejarme de cualquiera de los dos para establecer un orden para derrotarlos y adivinar el siguiente movimiento de Suguru. porque era seguro que él manifestaría más maldiciones. Debí venir con Satoru.

Me alejaba sin apartar la mirada de las dos maldiciones que corrían detrás mío. Perdí a Suguru de vista. Tome con fuerza las dos kunais y acelere la velocidad hasta llegar a una banca del parque, donde me deslicé debajo de este para despistar a la maldición; una vez llegó a la banca, me levanté sorpresivamente y se las clavé en el cuello. Casi al instante, convertí las kunais en una katana para cortar los brazos de la tercera maldición, al menos las de adelante, tenía otras cuatro.

Grité para soltar un poco de estrés mientras seguí cortando a la maldición. Intentaba regenerarse, pero yo era más rápido. Corte su cabeza y lo mutilé en cuatro partes. Cayó sin vida.

Di media vuelta. Suguru había invocado otra maldición capaz de multiplicarse. La katana se dividió y se convirtió en dos espadas comunes.

—¡Esto es tan cobarde de tu parte, Suguru! —grité. Todavía seguía sin saber dónde estaba— ¡Ven y pelea conmigo!

Aunque no sabía si era buena idea. Él era un grado especial. Estaba teniendo consideración conmigo al mandar maldiciones complejas, pero fáciles para mí de aniquilar. Pelear ya cara a cara podría implicar dos cosas: en experiencia, yo ganaría; en poder, él ganaría.

Cortaba cada maldición que se acercaba para atacarme, esperando que el original encontrara su fin en alguna de mis espadas y esta pesadilla acabara. Perdí la cuenta de cuantos ya había cortado. Visualizó detenidamente; hay uno parado sin intenciones de correr hacía mí. Es el original. Así que me acercó, continuó matando a sus copias para que no descubra mi intención y huya.

Mierda, se sigue multiplicando.

Pero finalmente me acercó al original. Se percata, pero es tarde. Mi espada lo corta por la mitad y él y sus copias caen sin vida.

Ahora no hay nada, solo el sonido de la lluvia y el agua cayendo sobre mí. No hay rastros de Suguru, pero sé que no huyó. Sigo sintiendo su presencia.

Y fue cosa del instante cuando siento el peligro respirar en mi nuca. Suguru tenía en posesión un nunchaku, obligándome a replicar una misma arma en el metal manipulado.

—Querido mío, realmente no quise llegar a esto, pero no me dejas opción.

—Entonces ríndete.

Se rió, pasó una mano por su mojado cabello negro mientras hacia maniobras con su nunchaku.

—¿De verdad estás dispuesto a poner tu vida en riesgo por esos simios? —me cuestiona— ¿Prefieres a esos malditos simios por encima de quien decías era el amor de tu vida?

—La vida es un constante peligro y el ser humano está condenado a poner su vida en riesgo —Adoptó una posición de pelea, diciendo en pocas palabras que estaba dispuesto a seguir luchando hasta matarlo—, incluso si eso implica morir.

Su sonrisa era letal.

—En serio, no me equivoque en amarte.

Suguru era superior a mí. Era más fuerte, veloz, ágil... Cuando éramos más jóvenes, apenas podía seguirle el paso sin sentir que me iba a desmayar; ahora, apenas podía igualarme a él en ocasiones.

No importaba si me quedaba sin aliento, o si mi cuerpo me gritara que por favor parara. Debía vencerlo. Debía matarlo para que ya dejara de ser una amenaza para Japón y el mundo.

Las armas chocaban entre sí haciendo un estrepitoso ruido, ya había sangre en nuestras pieles por las cortadas que nos provocamos. La lluvia no parecía tener fin, al contrario, se sentía que simplemente se intensificaba más y más. Los rayos y truenos ya eran adornos en el cielo.

Suguru se acercó a mí con ferocidad. Apenas tuve tiempo para esquivar su ataque. Se volvió como una escena de baile en la que se repetían los pasos. Golpe. Esquivó. Golpe... Esquivo. Golpe. Esquivó... Golpe. Esquivó. Golpe... Esquivó. Golpe. Esquivó... Golpe. Esquivó. Golpe.

Era inútil. Tener la misma arma que él tenía en ese momento solo alargaba la pelea, no declaraba a un campeón. Mi única opción era cambiarla, modificarla en una que me permitiera darle un golpe mortal y detenerlo de una vez por todas. Él probablemente manifestaría una nueva maldición, aquella que le almacena cualquier tipo de cosas que tomó como posesión cuando aquel hombre que tanto lo perturbó a él y a Satoru Gojo finalmente había muerto; eso le tomaría algo de tiempo. Ventaja para mí. Mi técnica era más rápida para cambiar el metal.

Le di un golpe lo suficientemente fuerte para hacer que retrocediera a varios metros de mí. El metal comenzó a cambiar de forma. Veo que él ya supo mi intención y, para mi sorpresa, no invoca a la maldición. Mantuvo su nunchaku, provocando que me hiciera mil teorías sin sentido del por qué no lo cambiaba cuando vio mis intenciones.

¿Pretendía matarme a través de golpes con esa cosa? ¿Me ahorcaría con eso? Ese hombre me estaba desesperando con su aura de misterio.

Adopté una espada. La tomé con las dos manos mientras trazaba un plano mental de cuáles serían mis movimientos definitivos para ponerle fin a su vida. Suspiro. Corrí hacía él mientras pequeños flashbacks aparecían en mi cabeza. El primer día que nos conocimos. Nuestra primera misión juntos. Cuando me di cuenta que lo amaba. Nuestro primer beso.

Me golpea en la espalda con su arma; escupí sangre, pero seguía adelante. Ahora tengo nuevos recuerdos viniendo a mi cabeza. Aquella tarde donde le dijo a Shoko Ieiri y a Satoru Gojo, su mejor amigo, casi su hermano de otra madre, que éramos pareja frente a mí. Cuando me presentó a sus padres, quienes me recibieron con los brazos abiertos. La vez que nos enfrentamos juntos a mi familia, quien aceptó con dudas, pero dispuestos a abrazar nuestra decisión de estar juntos. Nuestra primera vez. Eran tantos momentos, abandonados como perros callejeros por las decisiones de él.

Más golpes, más volteretas, finalmente tomó ventaja en la pelea y cortó su pecho haciendo que se retuerza de dolor. Pierde fuerza, así que agarró su nunchaku y lo lanzó lejos de él, aunque sin saber dónde cayó. Suguru finalmente perdió, yo tenía la victoria, solamente me faltaba matarlo. Lo obligó a caminar de espaldas hasta golpear con un árbol, tenía signos de golpes y heridas, su labio estaba roto y tenía una cortada en la ceja izquierda que le hacia perder sangre, la cual se combinaba con la humedad de su rostro. Manipuló el metal y esta vez se convirtió en una daga que sería clavada en su cuello hasta que cayera sin vida.

Tomó posesión para agarrar fuerza y apuñalarlo, pero algo me detiene. Yo mismo.

—Hazlo —dice con suavidad; hay sangre saliendo de su boca—. Ya ganaste.

Quiero hacerlo. Debo hacerlo, pero es imposible. Hay una especie de fuerza sobrenatural sobre mí mismo que me impide cometer mi propósito. Mi mano no está dispuesta a cortar su piel con la daga. Quiero gritar para obligarme a cometer mi acción, pero tampoco resulta. No era obra de Suguru, era obra mía. Yo no podía matarlo, aunque mi cerebro me decía que era por bien de la humanidad y todos los demás; mi corazón y el resto de mi cuerpo no escuchaban y simplemente resisten para dejarlo con vida.

Ah, con que así sintió Satoru cuando él tuvo la oportunidad.

—Te amo, mi sol —Suguru era una persona que, sin importar la situación, tenía un as bajo la manga y esta ocasión no era una excepción. En algún punto de la pelea, quién sabe cuándo o cómo, manifestó a la maldición que almacena las armas que él utiliza; aprovechó que estaba tan concentrado en pelear para hacerlo fuera de mi rango de visión, trajó a la maldición y este le entregó una kunai que escondió con perfección.

Él era el verdadero ganador de la pelea, porque fue él quien dio el golpe final.

Mi vientre empieza a sangrar, la kunai seguía ahí y la bajo para asegurarse de que la herida fuera mortal. La sangre brotaba por todo lado, en el vientre y en mi boca principalmente. Los temblores corporales finalmente salieron y Suguru me tomó en brazos para dejarme caer con delicadeza al suelo. Ya no tienen ninguna sonrisa en su rostro, solo una mirada melancólica mientras acariciaba mi rostro.

—¿Por qué, mi amor? —me pregunta— ¿Por qué me obligaste a elegir esto? Pudimos huir juntos, dejar que yo me encargara de este mundo y vivir sin nada que amenace lo que somos.

No puedo responder, la sangre que salía de mi boca se estaba acumulando dentro de ella, mi garganta me grita en desesperación que me moviera para vomitarla, pero no podía.

—Tal vez me odies ahora y tienes todo el derecho de hacerlo —su voz se quebró—, eres un buen hombre y merecías una vida plena, pero no puedo permitir que nadie, ni siquiera tú ni Satoru, se entrometan en lo que haré.

Siento el cuerpo pesado, los párpados cansados y un inmenso dolor en el vientre. No me puedo mover, o de lo contrario se duplicará el dolor y es lo último que mi poca resistencia desea soportar. Empiezo a toser para dejar escapar un poco de la sangre que está ahí estancada, claro, no fue la suficiente para dejar de sentirme ahogado. Mi respiración comienza a volverse inconstante y mi corazón reduce sus latidos.

Así terminaré; muerto y abandonado en aquel parque. Tal vez Satoru me encuentre cuando se percate de mi ausencia injustificada, probablemente un niño entusiasmado por pasarla increíble ahí le diga a su madre que hay un joven durmiendo y la madre llame a las autoridades para reportar el hallazgo de un cadáver. Cualquier opción es posible, ya es un hecho que moriré y Suguru se irá mientras deja mi cuerpo a su suerte. Lo digo porque se me acercó para pegar sus labios con los míos con delicadeza, veo que es nuestro último beso, y después se separa de mí para posar su mano sobre mis ojos, moviéndola para tomar control de mis párpados y cerrando mis ojos.

Ya no tengo fuerzas para abrirlas nuevamente, apenas puedo respirar.

Pero siento algo, una pequeña sensación húmeda y cálida que cayó sobre mi rostro. Tal vez ya no pueda abrir los ojos para confirmar qué era, pero estoy seguro que era una lágrima. Suguru llora sobre mi cadáver.

—Adiós, mi amor, duerma eternamente —lo escucho hablar—. Espero que si te veo en otra vida, puedas perdonarme y estar juntos otra vez.

No sé a dónde fue o sin tan siquiera se quedó ahí hasta el amanecer; yo me quedé ahí hasta que mi corazón dejó de latir, con sus últimas palabras grabadas en mi cabeza, el sabor de sus labios impregnados en los míos y la lluvia de medianoche mojado mi cuerpo sin vida hasta el día siguiente, cuando Satoru Gojo me encontró sin vida y llevó mi cuerpo de nuevo al colegio para darle la apropiada sepultura.

Y esa es toda la historia, de cómo amé la noche a pesar de su intensa lluvia hasta la muerte.

FIN
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂

antes de agradecer e irme, un par de cosas:

1. no me hago responsable de la llorada que probablemente se mandaron, ni les pagaré ninguna terapia. no tengo ni para la mía, mucho menos para la de ustedes ah

2. pERDÓN SI HAY OOC EN GOJO O GETO O EN TODO EL ONE SHOT, jujutsu kaisen sigue siendo complejo para mí 😭 (ah, pero ahí tienen a mamona con un fic de jjk y planeando otro con gojo y geto como protas)

bueno, ya que, si les gusto no olviden votar y comentar para ver si continúo escribiendo pequeños relatos de alguno de mis personajes favoritos de anime. ❤️ si son nuevos y les gusto, puede pasar por mi perfil para ver otros escritos disponibles.

con cariño, nicky🌙

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro