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O1. (des) control

capítulo O1, (des) control
❛ act. one: the rise ❜
temporada 02

COBRA KAI, MIDNIGHT RAIN.
MIGUEL DIAZ FANFIC, 2O24.


tw: ligera mención a
ataque de ansiedad.




Kate era una chica de rutinas muy bien establecidas.

Solía despertarse apenas el sol entraba por su ventana y bañaba con luz dorada su habitación, y cuando los pajaritos comenzaban su canto matutino. Ya ni siquiera necesitaba alguna alarma pues su cuerpo se había acostumbrado a aquello.

Lo primero que hacía luego de despertar, era calzarse las zapatillas de correr y luego salir al aire fresco. El viento sobre su rostro era suficiente para quitar cualquier rastro de sueño que pudiera quedar en su cuerpo. Luego, regresaba a casa con el sudor corriendo por su frente y cierta satisfacción para darse una ducha fría y rápida, y así, darle inicio al siguiente paso de su rutina: escoger un atuendo.

Tras una ducha rápida, se envolvió en una toalla y se dirigió a su vestidor. Elegir su atuendo diario era casi un ritual sagrado para la chica. Optó por una blusa blanca impecable y unos jeans oscuros, y encima se puso una chaqueta de tono rojizo que hacia juego con su cabello. La ropa no era importante para Kate, sin embargo, consideraba que era necesaria para dar una apariencia presentable al mundo exterior y sobretodo, para aportarle cierta seguridad en los días que no se sentía bien consigo misma.

Ya en la cocina, Kate preparó su café con precisión como todas las mañanas. La cafetera gorgoteó suavemente mientras el aroma cálido llenaba el aire. Vertió la bebida humeante en su taza favorita y se sentó en la mesa con su tableta, necesitaba leer las noticias del día o no estaría tranquila.

El silencio en su casa era algo con lo que aún no se acostumbraba del todo y llevaba tiempo así. Aquel lugar, que antes estaba inundado de canciones que fueron furor en los 80's y que su madre se había dedicado a enseñarles de manera casi sagrada, había desaparecido. A veces, la inmensidad de la cocina, con sus electrodomésticos casi relucientes y encimeras inmaculadas, parecía acentuar la sensación de vacío en ella y recordarle que los buenos tiempos junto a Molly Miller, no volverían. Su madre se había vuelto un recuerdo lejano y ausente en esas cuatro paredes.

Era una casa demasiado grande, demasiado espaciosa y demasiado silenciosa, y en esos momentos, cuando la soledad parecía cernirse sobre ella, Kate se sentía fuera de sí. Luchaba constantemente para apartar esos pensamientos que parecían tragarse su poca —y casi inexistente —cordura, enfocándose en las letras del diario digital que estaba leyendo, sin embargo sabía que seguían allí, esperando a que bajara la guardía para consumirla por completo.

Sin embargo, aquellos sentimientos se disiparon tan pronto escuchó los pasos con cierto letargo de Ren, su hermano pequeño, arrastrándose por el pasillo. Ren Miller era su pequeña dosis diaria de sol y el recordatorio constante de que no estaba sola en el mundo por mas que lo sintiera así a momentos. A pesar de la pereza evidente en su rostro, a Kate se le formó una sonrisa al verlo entrar a la cocina.

Su cabello tenía rizos rebeldes y enredados, y se notaba a lo lejos que recién se había despertado y solo se puso lo que encontró. Se restregaba los ojos hinchados y rojos. Era tan evidente que había pasado otra noche pegado a la consola.

Kate lo miró con fingida severidad mientras él se sentaba a la mesa, todavía medio dormido.

───¿Qué hablamos acerca de quedarse jugando hasta tarde? —le preguntó, revolviéndole el cabello. Ren abrió la boca y Kate sabía que saldría alguna excusa de ella—. No mientas, tus ojeras te delatan.

Ren emitió un gruñido de protesta, pero no pudo evitar sonreír mientras agitaba sus pestañas con rapidez.

───Última vez, lo prometo.

Kate negó con la cabeza y se levantó para prepararle un desayuno rápido a ese pequeño mentiroso. Sabía perfectamente que un tazón con cereales no sería suficiente, porque ademas de ser experto en desvelarse jugando también tenía un apetito insaciable.

Mientras su le hermana cocinaba, Ren se estiró en su silla tratando de desperezarse. Observó cómo Kate preparaba su comida con la misma precisión y cuidado que ponía en todo lo que hacía y no pudo evitar formar una sonrisa.

───¿Dónde está Sonya? —preguntó Ren, rompiendo el silencio. No era para nada extraño que la mujer que los cuidaba y se encargaba de la casa no hubiera aparecido todavía. Sonya tenía la costumbre de llegar siempre tarde.

Kate miró el reloj y luego la puerta, tratando de ocultar la sonrisa que se asomaba en su rostro. Aquella mujer parecía tener su propio horario y luego de tantos años, incluso ellos se habían acostumbrado.

───Aquí viene —respondió con tono divertido al oír el sonido de la puerta—. ¿Qué excusa crees que diga hoy?

El castaño dejó escapar una risa.

───Apuesto $5 a que dirá que su perro le robó los zapatos o algo así. No utiliza esa hace tiempo.

Ambos se rieron con complicidad. Y justo entonces, la puerta de la cocina se abrió para dejar ver a una mujer mayor, con el cabello oscuro que ya parecía mostrar algunas canas. Sonya, era una mujer latina con un carácter muy peculiar y quien siempre parecía estar irradiando energía a pesar de su edad.

───¡Buenos días, mocosos! —saludó Sonya con su habitual tono cariñoso—. ¿Cómo amanecieron hoy?

Kate y Ren respondieron al unísono. Sonya se movió por la cocina con la eficiencia de alguien que conoce cada rincón como la palma de su mano, mientras Kate le entregaba el control del desayuno, sabía que la mujer era mucho mejor que ella cuando se trataba de cocinar.

───No saben lo que me pasó hoy —comenzó Sonya, mientras servía la comida en el plato del menor—. Estaba saliendo de casa cuando mi perro decidió que era el momento perfecto para esconder uno de mis zapatos. ¡Casi llego aquí descalza!

Ren estalló en carcajadas mientras golpeaba  la mesa con una de sus manos, mientras tanto Kate se cubría la boca para ahogar la risa.

───¡Te lo dije! —exclamó Ren, señalando a su hermana—. ¡Págame, Kitty!

Sonya los miró a ambos con una ceja levantada, sin entender muy bien porque se reían, sin embargo, no pudo evitar unirse a la risa contagiosa de Ren.

───Bueno, al menos llegué a tiempo para prepararte un desayuno decente —dijo Sonya—. Ahora, come todo y ¡por el amor de dios, mijo! deja de hacer esas tonterías de videojuegos hasta tarde, ¿quieres? Kate no tiene que cargar con un zombie a la escuela todos los días.

Ren asintió con una sonrisa inocente y comenzó a devorar su desayuno. Sonya se movió por la cocina tarareando una canción en español cuya letra Kate no lograba comprender.

Cuando Ren terminó su desayuno y se levantó para prepararse para la escuela. Kate lo siguió con la mirada, observando cómo se despedía de Sonya con un abrazo rápido antes de salir corriendo hacia la puerta.

───¡Vamos, Kitty! —le gritó Ren desde la puerta—. Quedé de verme con Anthony en la entrada.

Kate se quedó en la cocina, observando la puerta cerrada por un momento antes de suspirar. Sonya la miró de reojo mientras limpiaba la mesa.

───¿Y el señor Miller?—preguntó Sonya con suavidad—. Se suponía que él llevaría a la escuela a Ren esta semana.

Kate asintió, mientras forzaba una sonrisa. Ya había perdido la cuenta de cuantas promesas le había hecho al menor y todas las excusas que daba luego de olvidarse. Pero no podía juzgarlo.

───Ya sabes, tiene una empresa que atender—murmuró Kate mientras tomaba su mochila y pasaba por su lado—. No puede darse el lujo de complacer los caprichos de Ren todo el tiempo. Los negocios son la prioridad.

Sabía que Sonya no lo entendía, porque ya habían tenido largas e interminables conversaciones al respecto. Manejar una empresa no era sencillo y quitaba tiempo, Kate lo entendía bien y entendía las razones del porque su padre no estaba presente. Sean Miller era un hombre de negocios importante y tenia toda una trayectoria a su espalda por ser un hombre lleno de responsabilidades y tener sus prioridades claras. El hecho de que no pasara tiempo suficiente con ellos, no lo hacia mal padre. Es más, se había encargado de darle la suficiente autonomía a cada uno para saber enfrentarse a la vida.

───Bueno, mi niña—murmuró la mujer mayor con cierto cansancio en su voz—. Maneja con cuidado, ¿si?. Los esperaré con algo delicioso para cenar.




























(🥋)
































Kate caminaba a paso rápido por los pasillos de la secundaria West Valley, soltando gruñidos luego de haberse enfrentado a ese par de ñoños que le habían arrebatado su buen humor tras conocer los resultados del proyecto de ciencias. Las voces y el bullicio de los estudiantes apenas lograban distraerla  del enojo que sentía en aquello momentos. Esquivaba las mochilas y a sus compañeros con cierta brusquedad, lo único que deseaba en ese momento era llegar pronto a su hogar y poder desahogarse como corresponde y quitarse la frustración que seguía bullendo dentro de ella.

Justo cuando giraba en la esquina del pasillo que la separaba de la salida, su hombro chocó con fuerza contra alguien, haciendo que sus libros y ella se esparcieran por el suelo. Kate se preguntaba qué más podría ir mal ese día.

───¡Oye! —exclamó la pelirroja desde el suelo, mirando mal al chico con el que había chocado—. ¡Ten más cuidado, maldita sea!

El chico abrió la boca algo sorprendido por el tono de la chica, sin embargo, sacudió la cabeza y la miró con el ceño fruncido. Miguel tampoco estaba teniendo un buen día después de que Sam no quisiera verlo más y haya decidido terminar con él. Se suponía que debía estar feliz por su logro y que todo el excéntrico y poco ortodoxo entrenamiento del sensei Lawrence lo haya llevado a la victoria en el torneo de Karate del All Valley, pero toda la emoción del moreno había sido opacada por su quiebre amoroso.

───¿Yo? Si fuiste tú quien me empujó —replicó, con un tono de voz que era más de desconcierto que de enojo.

Kate abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo más, Miguel ya estaba extendiéndole una mano para ayudar a levantarla. La pelirroja lo observó con una mezcla de irritación y confusión. Había algo familiar en él, algo que no pudo identificar de inmediato. Fue solo cuando él le entregó los libros que también había levantado del suelo, que ella lo reconoció.

───Tú eres el que golpeó al idiota de Kyler—murmuró, con la mirada fija en él. No había sido una pregunta, más bien una afirmación por parte de ella—. El bobo con complejo de Karateca.

Miguel asintió, un tanto incómodo bajo la mirada intensa de la chica.

───Sí, ese soy yo—respondió, con una sonrisa irónica. Miguel ni siquiera sabía como tomarse aquella situación.

Kate lo estudió fijamente, notando por primera vez detalles que antes había pasado por alto. Para empezar, no había sido hasta que el video de él peleando en el casino se viralizó,  cuando recién se pareció percatarse de la existencia de Miguel Diaz. Ahora, que lo veía más de cerca y no todo pixeleado cómo salió en el video, podía mirarlo mejor. Su cabello oscuro estaba bien peinado y tenia un corte bastante común, sus ojos eran otra cosa, a pesar del color café ordinario, se veían cálidos y amigables, y contrastaban con la intensidad con la que lo había mirado antes. Para el disgusto de Kate, se dio cuenta de que lo estaba admirando más de la cuenta y que lo encontraba hasta lindo, y eso solo la hizo sentir más molesta. No tenía tiempo ni cabeza para pensar en chicos.

───Gracias por ayudarme con mis cosas —dijo secamente, guardando los papeles en su carpeta sin mirarlo a los ojos. Sentía arder sus orejas—. Pero la próxima vez, ten cuidado.

Miguel se encogió de hombros y para sorpresa suya, una pequeña sonrisa se asomó en su rostro.

───Claro, lo tendré en cuenta.

Kate asintió brevemente antes de apresurarse a alejarse de él. Sin embargo, se devolvió rápidamente para empujar a Miguel y hacerle un barrido con su pierna y hacerlo caer de bruces al suelo.

───Ahora sí, estamos a mano—murmuró ella con una sonrisa condescendiente. Miguel la miraba desde el suelo con el ceño fruncido y cierta confusión en sus facciones—. Creí que tendrías mejores reflejos, karateca.

Mientras caminaba hacía la salida, no podía evitar sentirse irritada consigo misma por su reacción. ¿Por qué carajos había hecho eso?













El resto del día no mejoró su ánimo. Cuando regresó a casa, la furiosa que sentía por los resultados de su proyecto, solo había aumentado. A sus ojos, su presentación había sido la mejor, había trabajado hasta el cansancio en ello y había investigado lo suficiente sobre el efecto invernadero y como este se relacionaba con el ecosistema y las consecuencias para el futuro de la humanidad sin el, no entendía cómo había podido perder contra un estúpido circuito electrónico. Al final, era la historia de siempre: Kate parecía ser buena en todo lo que hacía, pero había una diferencia enorme entre ser buena en algo y ser la mejor. Y estaba harta de eso.

Subió a su habitación, sintiendo un sinfín de emociones negativas burbujear en su interior como una olla a presión. Los logros académicos eran su única forma de destacar y de llamar la atención de su padre, y de por fin conseguir un lugar en el maldito "pasillo de los logros" en su hogar. Pero daba igual lo que hiciera, parecía que siempre estaba rodeada de gente con mas talento que ella.

Con un grito ahogado de frustración, barrió con un brazo todo lo que tenía en su escritorio, haciendo que los papeles, libros y lápices cayeran al suelo con un golpe sordo. Su corazón latía errático y podía sentir un pitido tapando sus oídos, las lágrimas cargadas de decepción caían sobre su rostro como un torrente, y por un momento, sintió como si estuviera perdiendo el control.

Se dejó caer en su silla, respirando pesadamente y tratando de calmar el temblor de su cuerpo. Se sentía inútil e incapaz de hacer nada bien. ¿Por qué simplemente no podía destacar en algo? ¿Por qué siempre parecía que sus esfuerzos no eran suficientes?

En un intento de distraerse, se fue a su cama para tratar de quitarse aquella sensación persistente de su cuerpo, ignoró su rostro demacrado que se reflejaba en el espejo que tenia frente a su cama y simplemente se acostó. Tomó su teléfono y comenzó a deslizar su dedo por sus redes sociales. No esperaba encontrar nada que la hiciera sentir mejor, pero si algo que lograra tener su atención y dejar de pensar en lo pésimo que había sido su día.
Entonces, un en vivo capturó su atención. Se trataba de Aisha, una chica con la que solía compartir clases y a quien había decidido seguir luego del acoso masivo que esta había recibido tiempo atrás. Parecía estar celebrando algo.

Kate casi lo ignoró, pero algo la detuvo. Observó el video con más atención y vio, para su sorpresa, al chico con el que había chocado esa mañana. Miguel Díaz estaba en el centro del video, no se veía para nada cómodo y alegre a comparación de los chicos que lo rodeaban. Al parecer, estaban celebrando que el moreno había ganado un torneo deportivo, uno de karate específicamente y aquello despertó su interés.

Buscó en paginas web acerca de ese torneo y logró dar con varios de ellos, algunos muy antiguos y otros más actuales, como en el que había participado Miguel. También buscó la página web del dojo que había comenzado a volverse famoso en el Valle y el nombre de Cobra Kai se le hacía extrañamente familiar. Observó cada detalle, desde las fotos hasta las descripciones de las clases, que eran bastantes vagas. Pero lo que realmente llamó su atención fue el apellido del sensei: Lawrence.
Era un nombre que resonaba en su cabeza y la conexión se hizo clara de repente. Antes de que pudiera detenerse a pensar lo que estaba haciendo, Kate ya estaba marcando un número en su teléfono. Su mente iba demasiado rápido para su propio gusto, y cuando comenzó a tomar consciencia de lo que estaba por hacer, escuchó una voz familiar a través del altavoz.

───¿Kate? —dijo la voz, con un tono de sorpresa y cierta confusión.

Kate inspiró profundamente, sin saber que lo que estaba a punto de decir cambiaría todo a partir de ese momento.

───Quiero aprender Karate, Lawrence. Quiero unirme a Cobra Kai.


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⋆ ── lizzie's note:
hola, arriesgándome a que esto sea un completo flop, les doy la bienvenida
al primer capitulo de MIDNIGHT RAIN.
Probablemente el capítulo sea algo aburrido;(, pero quería introducir ligeramente la intensidad de mi oc y así, le dieran la oportunidad para conocerla más a fondo.
¿Les gusto? cuéntenme.
No se olviden de dejar un voto y comentar
(no a los lectores fantasmas)
Nos vemos en el siguiente capítulo, xoxo.

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