#Extra 1
(+18)
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Pablo y yo estábamos en un estacionamiento privado, esperando a que llegarán sus amigos.
Ordené que trajeran 3 lamborghinis, de color amarillo, rojo y verde, los cuales ya estaban estacionados y cubiertos por una tela negra.
Mientras esperamos dentro del Rolls Royce, el sonido de la cámara se hace presente, Pablo a mi lado, me toma fotos, yo ni siquiera estoy posando pero él dice que así salen las mejores fotos.
Después de varias fotos, le quito el móvil de las manos y me acerco por completo a él para tomarnos una selfie, nos tomamos varias: sonriendo, él besando mi mejilla, uniendo nuestras lenguas...
Estaba viéndolas con una sonrisa cuando mi novio me informa que ya llegaron y se baja del coche.
Levanto mi mirada y veo un coche blanco estacionado frente a nosotros, de éste bajan los amigos de Pablo: Javier, Esmeralda, Oliver, Óscar y Tania.
Tomo mi bolso y me despido de mi chófer antes de bajar.
Después de saludar a todos, me situo al lado de Pablo y él me toma por la cintura acercándome todo lo que puede hacia su cuerpo.
—¿Cuál es el plan? —pregunta Óscar con las manos en los bolsillos de su pantalón.
Ellos no tenían ni idea de lo que íbamos hacer. Era una sorpresa para Javier.
—Vamos a la playa —sugiere Esmeralda animada.
—Tenemos otros planes, vengan —me dirigo a donde estaban los super coches.
Le indico a Javier que destape el primer coche, de antemano sé que es el Lamborghini amarillo que quería.
Él lo hace un tanto desconcertado, todavía no quita el cobertor por completo cuando forma una sonrisa de oreja a oreja entendiendo lo que pasaba.
—¡No jodas! Que es el lambo amarillo —el coche ya estaba totalmente descubierto y él no dejaba de mostrar los dientes. Estaba embelesado mirando la máquina frente a él.
—Súbete —le doy la llave y él rápido reacciona.
Le hago un gesto a Esmeralda para que también suba.
Óscar y Oliver ayudan a destapar los otros dos coches.
—¿Qué tal? —le pregunta Pablo a Javier mientras esta agachado en la ventanilla del coche.
—Siento que estoy soñando —Javier enciende el coche y el sonido del motor se hace escuchar, retumbando por todo el estacionamiento. —Es una belleza
—Al salir la policía te espera —informo y le entrego las llaves del Lamborghini verde a Oliver y los demás se montan en el.
Pablo y yo nos subimos al rojo, que era el mejor en mi opinión. Yo de piloto y él de copiloto.
Primero salen Javier y Esmeralda en el Lamborghini amarillo, después nosotros y detrás Oliver, Óscar y Tania en el Lamborghini verde.
La policía ya estaba fuera y sabían que hacer.
El rugido del motor es todo lo que resuena por las calles de Barcelona, la potencia del coche es una completa locura.
Aunque no íbamos en el mismo coche, la euforia de Javier es notoria cuando abre el techo convertible y deja salir toda su emoción en un grito eufórico.
Oliver y los demás van grabando a Javier desde el Lamborghini verde.
Pablo sube todo el volumen máximo a la música, con la voz de Rauw Alejandro y Quevedo retumbando por mis venas paseamos por más de una hora, con la policía escoltandonos como el amigo de Pablo soñaba.
Paramos en una zona aislada, y Javier aprovecha para quemar rueda, el humo comienza a salir despavorido. Me alejo viendo la escena mientras Esmeralda graba con el móvil.
Nunca he entendido porque les gusta hacer eso, pero los amigos de Pablo se estaban divirtiendo y eso era lo que importaba.
A Óscar se le ocurre la idea de hacer unas carreras y a todos les parece un buen plan.
Las carreras de coches y la velocidad nunca me han llamado la atención pero no me niego. Disfruto pasar tiempo con ellos y no les arruinaría algo que les hace ilusión.
La noche llega y los oficiales cierran la autopista para hacer las carreras con total libertad.
Los amigos de Pablo son un tanto infantiles, me da risa como se emocionan por unos simples coches pero al recordar a Erick, me doy cuenta que es cosa de hombres.
Se suponía que iba a ser algo solamente entre nosotros, pero en un abrir y cerrar de ojos, Oliver y los demás invitaron a unos amigos y esos amigos a otros amigos y así.
Alrededor de 100 personas, al punto que Pablo y yo tenemos que colocarnos pasamontañas para pasar desapercibidos. Yo uno rosa y él uno negro.
Comienzan a llegar coches fenomenales, que incluso alguien como yo que no soy amante de los coches puedo admirar. Pero uno en particular se roba mi atención, un ferrari spider negro idéntico al de alguien que conocía muy bien.
Y justo es mi amigo quién se baja del coche y le sigue Max de copiloto, yo veo la escena confundida, ¿cómo se había enterado? Pero mas confundida quedé cuando saluda primero a Pablo, a diferencia de Max que él si me saluda primero.
—¿Qué esta pasando? —inquiero desorientada. —¿Qué haces aquí?
—Gavi me invitó —Erick se encoge de hombros y volteo a ver a Pablo quién no entendía mi actitud.
—Es amigo —dice mi novio con simpleza.
—Un vs o qué? —reta Erick divertido.
—Prefiero sólo ver —se niega Pablo sonriendo divertido. —Mi amigo de allá si que quiere
Vamos con Oliver, Javier y Óscar quienes estaban admirando un supra y Pablo los presenta.
—¿Estos coches de dónde los sacaron? —pregunta Erick observando el Lamborghini svj amarillo y el huracán verde.
—Melissa —responde Javier sonriendo.
—Quién lo diría... —canta mi amigo.
—¿Qué? —preguntan Javier y Oliver sin comprender.
—Nada, sólo que me sorprende porque a Melissa no le gustan los coches —Erick me da una mirada burlona.
—Es que Melissa me hizo un favor porque me quiere mucho —me abraza Javier sonriendo y le devuelvo la sonrisa.
El ambiente a nuestro alrededor estaba lleno de gente por todos lados, algunos rodeaban algún coche con el capo abierto, admirando el motor o no sé que tanto veían.
La mayoría ya estaba bebiendo alcohol que no sé de donde lo habían sacado. Esto comenzaba a descontrolarse poco a poco.
Otros preparándose para correr, entre ellos Erick y Javier.
Mi amigo tiene experiencia en carreras así que no dudo en apostar por él.
Por petición suya, grabo la salida ya que quería que su momento quedará guardado.
Y como esperaba, él resulta ganador.
—Su bebida, Princesa —moría de sed y Pablo fue a conseguirme agua, no pensaba beber alcohol.
—¿Dónde la conseguiste? —tomo el vaso que me ofrece y él bebe del otro que traía también.
—Créeme no querrás saber, pero esta limpia
—Pablo...
—Confías en mí, no? —me sonríe y yo respondo dándole un sorbo al agua mientras lo veo a los ojos.
Bebo todo el líquido y dejo el vaso por ahí.
Me acerco a él con toda la intención de besarlo, todavía no unía nuestros labios cuando él ya me sujetaba por la cintura.
No nos podemos besar del todo bien por el pasamontañas, así que vamos hasta el coche.
Pablo abre rapidamente las puertas y entramos.
Él reclina el asiento de copiloto y en segundos ya estoy encima de él.
Con los pasamontañas y mi blusa tirados en alguna parte del coche.
Como si de un imán se tratará, él lleva sus manos a mis senos mientras profundizamos ese beso que tanto anhelamos.
Muevo mi cadera sobre su miembro que ya era notable. Odie traer pantalón en este momento preciso.
Nos separamos por falta de aire y me detengo a ver la marca de mi pintalabios sobre sus labios.
—Te manche —murmuro entre cortada y paso mi pulgar por sus labios.
Él me sujeta la mano, y chupa mi dedo pulgar.
Su otra mano viaja dentro de mi pantalón, sintiendo su tacto sobre mi zona con una simple tela separandonos.
—Apenas y te he tocado y mira lo mojada que estás —su aliento choca contra mis labios y lo callo con un beso violento y desesperado.
Sus dedos hacen a un lado mis bragas y me invaden con ímpetu, como sólo él sabía hacerlo.
El calor del momento me nubla todos los sentidos.
Pero el sonido de alguien tocando la ventanilla con insistencia, hace que paremos lo que estamos haciendo.
Y todo el calor se disipa por completo. Pase de sentirme en llamas a estar en Islandia.
Gracias al cielo que los cristales estaban tintados.
Me siento en el asiento del piloto colocandome la blusa, cuando Pablo ve que estoy lista, abre la puerta y sale.
Él ni siquiera se había acomodado la ropa ni el pelo, y las manchas de labial seguían ahí.
—Me estoy arrepintiendo de haberte invitado —escucho decir a Pablo molesto cuando salgo del coche.
Erick era quién había interrumpido el momento y lo más seguro es que fuera por una estupidez.
—¿Qué pasa? —pregunto malhumorada.
—Perdón por arruinarles el polvo, pero hay unos chicos causando problemas —dice no con el tono divertido que siempre usa.
—¿Es que todo tengo que hacerlo yo? —inquiero frustrada pasándome las manos por la cara para despabilar bien.
Pablo me pasa el pasamontañas y me lo coloco al igual que él.
—Ponte esto —saca su sudadera también y la coloca alrededor de mi cintura. —Estas chorreando —susurra en mi oído y no desaprovecha para morder el lóbulo de mi oreja, yo sólo le doy un codazo en el abdomen y camino hacia Erick que nos estaba esperando.
Llegamos hasta un grupo de chicos que parecen estar arriba de sus 25s, un chico castaño alto estaba discutiendo con Oliver mientras otras personas a lo lejos veían la escena.
—Tú ganaste, no sé por qué alegas —escucho decir a Oliver y el castaño empuja al amigo de Pablo pero no lo suficientemente fuerte como para tumbarlo al suelo.
Pablo no duda y es ahí cuando corre a meterse en medio de ambos.
—Ya basta —empuja con la palma de su mano al castaño.
—Esta bien Gavi, no te metas —pide Oliver inquieto.
—No sé quien los invitó pero largo de aquí si no quieren pasar la noche en prisión —hablo firme mirando al chico busca problemas.
—¿Gavi? —se carcajea uno de los chicos que venían con el castaño y murmuran entre ellos.
—Nos vamos después de una carrera con él —señala a mi novio.
—No eres nadie para venir a imponer tus reglas
Él se gira ante mis palabras y da unos pasos hacia mí recorriendo mi cuerpo con la mirada.
—Hecho, después se largan —acepta Pablo interponiendose en su camino.
—Hecho —dice el otro sonriendo.
—¿Estás seguro? —le pregunto insegura a Pablo cuando va de regreso al Lamborghini rojo y él asiente.
—Solo tengo que llamar a la policía y ellos se encargan —digo cuando él ya estaba arriba del coche.
—Voy a correr —declara y sé que nada de lo que diga lo hará cambiar de opinión.
—¿Qué haces? —pregunta cuando me ve subir al asiento de copiloto.
—Voy contigo —digo obvia colocandome el cinturón de seguridad. Él regresa la vista al frente y sonríe negando con la cabeza.
Conduce hasta la línea de salida, donde el chico ya nos esperaba en un coche GT350.
Yo tengo la ventanilla abajo y el castaño voltea a vernos sonriendo con autosuficiencia.
El pitido de la carrera se escucha, y ambos pilotos pisan a fondo el acelerador, sintiendo el viento golpear mi cabello.
El GT350 inicia con la delantera pero Pablo no tarda mucho en ir en la misma sintonía.
Me impresiona verlo delante del volante como si fuese un piloto profesional. La facilidad con la que hace los cambios y cada maniobra era brutal.
Iba arriba de 300km/hr.
Yo me aferro al asiento y al cinturónde seguridad, no estaba acostumbrada a tanta velocidad.
En una curva, Pablo toma la delantera y el otro coche no puede rebasarnos por mas que lo intenta, mi chico se encarga de obstaculizarle el camino.
Enfurecido, todo lo que hace es golpearnos por atrás.
—Hijo de puta —murmura Pablo apretando el volante.
Viene otra curva, Pablo deja que el coche alcance a estar casi a nuestra altura, para arremeter contra el, lo choca de lado haciendo que el conductor pierda el control y de una vuelta de 360 grados.
—Joder —veo la escena por el espejo retrovisor.
Llegamos a la meta y al bajar del coche, voy hasta Pablo, quién me toma de la cara y me besa sin importarnos el pasamontañas o la gente a nuestro alrededor.
Posa sus manos en mi cintura y mis pies dejan de tocar el suelo mientras me da vueltas en el aire. Yo sonrió como la enamorada que soy.
Después llega el GT350, el castaño y sus amigos se bajan azotando la puerta furiosos.
Pero la policía ya estaba aquí y no permitieron que siguieran avanzando.
Y justo porque la policía estaba aquí, todos se estaban yendo. Oficialmente la noche había terminado.
—Gavi corriendo en una carrera, wua ahora si que lo he visto todo —Óscar le da unas palmaditas a Pablo en la espalda.
—Jamás olvidaré este día —Javier me agradece por cumplirle su sueño.
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Ya había ayudado a Javier con su sueño, ahora le tocaba a Óscar.
Organicé una fiesta dónde le presentaría a su crush de toda la vida: la Princesa de Noruega.
Siempre me llevé mejor con Katja que con su hermano Wilhelm, una de las cosas que teníamos en común era que ella era el reemplazo de su hermano asi como yo lo era de Sofía.
Solíamos entendermos muy bien, pero desde que asumí mi nuevo rol en la Corona no hemos tenido contacto.
La invite a venir a España y no dudo en aceptar aunque llevábamos años sin hablar.
Ibiza fue el lugar elegido para reunirnos, así que rente una villa moderna con vista al mar.
Por el momento, sólo estabamos Katja, su hermano, Erick y yo en la casa.
Pablo llegaría mas tarde con Pedri y Carla, ya que hoy tenían el último partido de la temporada.
La fiesta es hasta las 8, pero las personas de servicio ya están acomodando las bebidas.
Katja y yo estamos en el jardín tomando el sol mientras bebemos unas piñas coladas y nos ponemos al día.
—Jamás imaginé que saldrías con un futbolista
—Ni yo
Erick aparece de repente y se tira a la piscina de golpe, nos alcanza a salpicar un poco de agua.
Antes de que nos podamos quejar, Wilhelm llega también e imita a Erick. Cayendonos mas agua de paso.
—Gracias —les digo irónica.
Me levanto y trato de secarme con una toalla que me proporciona una persona de servicio.
La tarde pasa demasiado rápido, Carla me mataría por no esperarla para alistarnos juntas, pero no es mi culpa que su vuelo se haya retrasado.
Katja y yo primero comenzamos a maquillarnos.
—Entonces, este chico que me vas a presentar... —habla mientras se enchina las pestañas.
—Es amigo de mi novio, y tiene un crush contigo, sólo sé amable
—Yo siempre soy amable —finge estar ofendida y yo rio.
—Sabes a lo que me refiero
—Oh, si, seré muy buena
Ella elige un vestido blanco corto, con la parte de arriba tipo corset. Mientras que yo opto por un vestido negro corto sin mangas con unas medias transparentes.
Erick se encargó de invitar a todo el mundo, teníamos los mismos contactos así que poco me importo.
No me doy cuenta en que momento, pero la casa ya esta casi llena de gente.
Los amigos de Pablo llegan primero que él, así que voy a saludarlos.
Saludo con dos besos a los cinco.
—Melissa, que guapa —Esmeralda me alaga.
—Gracias, ustedes no se quedan atrás —les digo a Esmeralda y Tania.
—¿Y la Princesa si vino? —pregunta Óscar ansioso.
—Qué no la estas viendo? —Oliver me señala y todos reímos.
—Saben a que Princesa me refiero —Óscar pone los ojos en blanco.
Jamás imaginé que cuando acompañaría a Pablo a su pueblo, encontraría grandes amistades.
Me siento tan libre con ellos, no tengo que fingir ni cargar con ninguna máscara.
—Óscar, ven, te voy a presentar a alguien —lo tomo del brazo y nos alejamos del grupito, a nuestras espaldas se escuchan sus gritos.
—Hola, encantada —saluda Katja, para este punto Óscar estaba anonadado.
—Encantado yo, Óscar
—Los dejo solos para que platiquen
Voy por otra copa, cuando alguien que jamás imaginé volver a ver se planta frente a mí con una sonrisa.
—Melissa, cuanto tiempo sin saber de ti
—Carlos —su nombre sale de mi boca después de muchos años.
Es mi ex, su padre es secretario de estado y por lo que vi en las noticias ahora busca ser presidente de gobierno, también es gran amigo de mi padre, razón principal por la que fuimos novios.
—Me alegra verte —sin vergüenza alguna recorre sus ojos por mi cuerpo. —Igual de guapa como te recordaba —me da una sonrisa traviesa mientras que mi rostro refleja seriedad absoluta.
Yo intento pasar de largo pero él me detiene.
—Ni siquiera vas a saludarme? No me extrañaste ni un poco? —rié sin descaro.
—Tú y yo no tenemos nada de que hablar —concluyo ese diálogo y sigo avanzando.
—Cuando terminamos, creí que al volver a saber de ti sería porque estarías en una relación con el Príncipe de Dinamarca pero... —comienza hablar y detengo mis pasos. —Si que estoy sorprendido... un futbolista, mira que eso si es bajar de nivel hasta para ti —suelta una carcajada tan irritante e insoportable.
—No tiene ni puta gracia —volteo sobre mi propio eje y lo miro riéndose.
—Mirate, ya hasta hablas como él —dice entre risas. —Cuidado que las malas costumbres se pegan, Melissa
—Si, y con la idiotez se nace
No quiero escucharlo más, y me alejo de ahí.
Busco a Erick con la mirada y una vez que lo encuentro, doy grandes pasos hacia él enojada.
—¿Por qué lo invitaste?
—¿Qué? —se separa un poco del grupito con el que estaba.
—A Carlos, a quién más?
—Ah, no me fije, de todas maneras lo de ustedes fue hace mucho, ¿cuál es el problema?
Yo ruedo los ojos. Los hombres nunca entendían nada.
—El problema es que es un completo imbécil
—Solo ignoralo y ya
No puedo dejar que Pablo y él se encuentren. Conozco muy bien a los dos, y ninguno se va a quedar sereno si el otro responde.
Siento unas manos rodear mi cintura y me giro por instinto encontrándome con los ojos marrones mas bonitos de España y el mundo.
Fue como si lo hubiera invocado al pensar en él.
—Hola
—Hola, mi reina —une nuestros labios en un dulce y suave beso que sabe a menta.
—¿Qué pasa? ¿Por qué discutían? —pregunta una vez que nos separamos, pasando su mirada entre Erick y yo.
—Nada, solo que Erick no sabe hacer nada bien —respondo antes que mi amigo abriera la boca.
Tomo a Pablo de la mano alejándonos de ahí, pero luego él toma la delantera y me guía con Carla y Pedri.
Mi amiga trae el pelo en una coleta alta y un vestido violeta precioso.
—Tuve que arreglarme en el aeropuerto —es lo primero que dice cuando me ve.
—¿Y por qué lo dices como si fuera mi culpa? —enarco una ceja.
—Con alguien tengo que quejarme, no?
Un empleado pasa repartiendo unas copas y agarro una.
—Necesitas esto
—La necesito mas yo —Pedri la toma y se la bebe de una haciendo que Pablo y yo nos riamos.
Estuvimos conversando, los chicos no ganaron el partido pero dijeron que ya no les afectaba en la tabla de clasificaciones.
Carla se lleva a su novio (en contra de su voluntad) a bailar.
—¿Quieres? —Pablo señala a las personas bailando, yo niego y él luce aliviado.
—Yo no quiero bailar —hago un puchero.
Me doy el lujo de contemplarlo así de cerquita, trae unos pantalones blancos y una camisa azul cielo que lo hacen ver mas guapo de lo que ya es. Su cabello largo, cae por su frente, todo él era perfecto.
—Disfrutas lo que ves?
—Siempre —murmuro uniendo nuestros labios.
Él posa sus manos en mi cintura, y poco después las baja a mi trasero, apretando una de mis nalgas.
Llevo a Pablo hasta mi habitación y cierro la puerta con seguro. Nadie debía interrumpirnos.
Comienzo a desabrochar los primeros botones de su camisa desesperada, él me termina ayudando con los últimos que faltaban y la tira al piso.
—Permitame, Alteza —su voz grave me excita.
Pablo sujeta el borde de mi vestido y lo va subiendo lentamente mientras recorre todo mi cuerpo con su mirada tan profunda. Yo levanto los brazos hasta que el vestido desaparece de mi cuerpo.
Él se toma todo el tiempo del mundo para contemplarme, el marrón de sus ojos se torna en un color pardo intenso.
Camino despacio hasta la cama y me siento cruzando las piernas, Pablo sigue de pie en la misma posición, mirándome con completa lujuria y deseo en sus pupilas.
El único hombre que podía verme así y encender pasión dentro de mí.
Se quita el cinturón y se deshace de su pantalón sin despegar su mirada de mí.
Una ola de calor atraviesa mis muslos apretados cuando lo veo totalmente desnudo.
Se abalanza sobre mi cuerpo, tumbandome a la cama y me besa como un animal.
Él se encarga de mi ropa interior, manosea mis pezones duros sin delicadeza alguna, cuando sus manos terminan de tocarme es turno de su lengua, pasea alrededor de mis senos dejando chupetones por todo mi pecho hasta llegar al pezon y morderlo.
—Sé lo que quieres —murmura sobre mi piel.
Su mano baja a mi zona íntima, podía sentir lo mojada que estaba, y sus dedos entran de manera brusca hasta mi clitoris.
Yo estaba tan sensible al tacto que suelto gemidos sin poder contrarlos. Uno tras otro.
Su lengua comienza a bajar recorriendo mi abdomen, dejando rastros húmedos por el camino.
Sus dedos salen, y comienza a lamer mis labios vaginales tentandome, hasta entrar de lleno.
Ambos con la respiración acelerada y el ritmo hasta las nubes.
La magia que hacía su lengua ahí abajo era una locura de otro planeta.
Llevo mis manos a su pelo, lo jalo y lo empujo mas dentro de mí si es que eso era posible.
Yo balbuceo incoherencias hasta que lo siento entrar duro, con violencia. Arqueo la espalda y elevo mi cadera sintiendolo entrar por completo.
Sus movimientos son con ímpetu y rudos. No había mejor sensación que esta: Pablo dentro de mí con fuerza y yo gimiendo su nombre.
Pablo sesa nuestros gemidos con un beso torpe y desesperado mientras yo araño su espalda. Me sentía en las alturas.
Él sale de mí, lo veo tirar el condon mientras mi respiración intenta regularse.
Se acuesta sobre mi pecho con sus mejillas rojas y sudor en la frente, yo me concreto en acariciar su pelo suavemente.
—Te amo —dice con voz jadeante.
—Yo también te amo —digo con una sonrisa aunque no podía verme.
Él va dejando besitos por mis senos, hasta llegar a mi clavícula y comienza dejar chupetones por toda está. Sube por mi cuello, e inconsientemente echo la cabeza para atrás y dejo que succione todo lo que desee.
Cuando termina me da un pequeño beso y vuelve a recostarse sobre mi pecho como niño bueno.
Unas horas después, regresamos a la fiesta, íbamos a ir con los amigos de Pablo que están en un rincón de la sala principal pero para mi mala suerte Carlos aparece en nuestro camino.
Él me mira de pies a cabeza analizando mi aspecto.
—Vaya, estuvo bueno el sexo, no? —me dice y después voltea a ver a Pablo. —Melissa hace unas buenas mamadas
Que gran hijo de puta mas mentiroso, nunca tuve sexo oral con él, solo quería fastidiar a Pablo, lo cual funciona porque mi novio ya esta dándole puñetazos en el piso.
—¡Pablo! —lo llamo al ver que no se detiene pero no reacciona.
Da un golpe tras otro, Carlos parecía un trapo de tela en sus manos.
No es hasta que llega Erick, quien me ayuda a separarlos.
Carlos esta todo golpeado de la cara, con un ojo hinchado y sangre escurriendo de todas partes, no podrá salir en semanas a la calle, mientras que a Pablo solo le sangraba una ceja y los nudillos.
—Vuelve a mencionar a mi novia, si es que te atreves —Pablo escupe rastros de sangre.
Decidido, me toma de la mano y nos alejamos de ahí deprisa.
Meto a Pablo al baño del segundo piso donde no había gente. Él se sienta en la taza del sanitario cerrada, yo abro el mueble del baño y saco un botiquín de primeros auxilios.
—No vas a decirme quién era ese gilipollas? —habla enojado y yo lo miro como el hombre mas sexy del mundo.
—No era nadie, un simple ex
Pablo bufa pero no dice más.
Cuando tengo listo el algodón con el alcohol, me posiciono entre sus piernas abiertas.
—Debes aprender a controlarte, Martín —paso el algodón con alcohol por su ceja sin previo aviso y él emite quejidos de dolor. —No puedes solucionar todo con violencia
—¿Qué querías que hiciera despues de escuchar lo que dijo de ti? —lleva sus manos a mi cintura y me atrae mas a él.
—Admito que se lo merecía, pero aún asi estuvo mal
Intento apartarme, pero su fuerza es mayor.
Él inclina su rostro al mío, su frente pegada a la mía y nuestras respiraciones mezclandose entre si.
—Perdóname por no tener control cuando se trata de ti
Pablo tiene el poder de tenerme a su merced con unas simples palabras.
Yo soy la que no resiste mas, y uno nuestros labios, en un beso ardiente como si no nos hubiéramos besado hace veinte minutos.
—Creo que estoy perdonado —dice una vez que nos separamos.
Intenta volver a besarme pero lo detengo.
—Si seguimos asi, nunca voy a curarte eso —señalo sus nudillos.
—Necesito que me cures los labios —hace pucheros y yo niego con una sonrisa.
Despues de mucha resistencia, salimos del baño cuando termino de vendarle las manos.
Justo por el pasillo, vienen Katja y Óscar, ella acomodándose el vestido, y él con manchas de pintalabios por todo el rostro y cuello.
Creo que los únicos que disfrutaron la fiesta de verdad, fueron ellos.
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