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♔ Capítulo 22

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En tres días es el cumpleaños de la hermana de Pablo, pero hoy nos iríamos a Sevilla.

Le pedí a Robert que no me acompañara y que se tomara unas pequeñas vacaciones, él aceptó únicamente con la condición de siempre tener encendido mi móvil, hablarle todos los días y llevar el dispositivo de rastreo que siempre traigo en mi bolso.

Me esforce por no hacer mas de una maleta, pero no lo conseguí y tengo tres maletas grandes listas.

Sé que solo estaré dos días allá pero nunca es suficiente.

—Ya vas a conocer a tu futura familia —comenta Carla cuando llego a la sala a dejar mis maletas y ruedo los ojos ante su comentario. —No olvides el regalo —me recuerda.

Lo mas importante y casi lo olvidaba.

Regreso a mi habitación y busco el regalo de Aurora en la parte de arriba del armario.

Ayer Carla me acompañó a comprarlo. Usualmente cuando hago regalos, le pido a mi secretaria que busqué algo por mí, pero en esta ocasión me esforcé por conseguir el regalo perfecto yo misma.

Era un bolso crossbody prada negro, pero lo especial es que sólo hay 5 en todo el mundo y ella tendría el único en toda España. El supervisor me aseguró que los otros 4 bolsos están en otros países. También pedí que lo personalizaran, grabando su nombre en la parte de la correa.

Minutos después el timbre suena y recibo a Pablo con un beso en los labios.

—¿En serio? —dice en cuanto ve mis maletas en la sala.

—Ya deberías estar acostumbrado —Carla apaga la TV.

—Bueno, si me extrañas no me llames —me dirijo a ella despidiendome.

—No sé que hare estos 2 días sin ti —hace un puchero y me abraza.

—Que Pedri no se entere —dice Pablo con una sonrisa.

Mientras mi novio sube mis maletas al coche, yo saludo a su padre.

Pablo se sienta en la parte de atrás conmigo y después de 3 horas me quedo dormida sobre su hombro.

Abro los ojos a causa de los rayos de sol que me molestaban y veo como Pablo trata de taparlos con su brazo. Es muy lindo.

Ahí me doy cuenta que estamos detenidos en una gasolinera.

—¿Ya llegamos? —pregunto tallandome los ojos mientras me separo un poco de él.

—Ya quisieras —ríe.

—Podíamos haber usado mi avión privado, sabes

Él niega con la cabeza.

—Mi papá fue a comprar agua, ¿quieres algo?

La idea de unas galletas o frituras no se me hizo tan mal, así que asentí pero antes de bajar recorde retocar mi protector solar.

Agarre mi bolso y saco mi protector en barra y un espejo que tenía. Comienzo a aplicarlo sobre todo mi rostro viéndome a través del espejo, de reojo noto que el castaño a mi lado sigue cada uno de mis movimientos.

—¿Qué haces?

—Me aplico protector solar —respondo con obviedad sin dejar de pasar la barra por toda mi cara.

—Ah, siempre se me olvida usarlo

Inmediatamente volteo a verlo seria.

—Dime que estás bromeado —enarco mis cejas pero al ver que no responde me acerco a él. —No te muevas

Comienzo a pasar el protector sobre sus mejillas mientras coloco mi mano libre sobre su hombro para apoyarme, él cierra sus ojos y deja que recorra su rostro con el protector varias veces.

—Listo, ya estas protegido del sol —sonrío regresando a mi lugar. —Ya te puedes mover —suelto una risita al ver que sigue en la misma posición que antes.

Él parpadea varias veces y se acomoda el cuello de su camiseta.

—Es importante que uses protector, mas cuando entrenas, siempre te la pasas en el sol —añado guardando mis cosas.

—Ya no se me va olvidar —carraspea y bajamos para ir a la tienda de conveniencia.

Todo el camino veníamos escuchando música, Pablo dejó que pusiera mi playlist y el señor Pablo contaba anécdotas de cuando era joven y conoció a su mujer. Pude darme cuenta de cuanto se parecen padre e hijo, y no me refiero solo físicamente, sino en carácter. Vi los mismos valores y virtudes de su padre reflejados en mi novio y por un momento, la idea de tener los mismos principios y convicciones que mi madre, me aterro. Lo que menos quería era parecerme a ella.

Después de una eternidad llegamos a Sevilla. Exactamente al pueblo donde nació Pablo: Los Palacios y Villafranca.

Ya había estado en Sevilla antes, pero nunca aquí. Pablo dijo que era un pueblo bastante pequeño y si que lo era. Pero en mi opinión, era aún mas pequeño aquel pueblo al que fui para la inauguración de un hospital, cuyo nombre no recuerdo.

Nótese lo mala que soy con los nombres, cosa que debo mejorar. Por lo menos debo esforzarme por recordar las provincias del país que se supone algún día gobernare.

Llegamos a una casa de un solo piso color amarillo mostaza, de un tamaño normal y con bastantes plantas en el patio.

Me vestí presentable para conocer a la familia de Pablo. Un conjunto de falda y blazer blanco con un top tejido azul cielo. Aproveché para usar este outfit que no podría usar en eventos oficiales por la longitud de la falda ya que es un tanto corta para los lineamientos de la vestimenta real.


—¡Mujer ya llegamos! —grita el padre de Pablo en cuanto entramos a la casa.

Poco después una señora baja de estatura de pelo castaño largo sale de lo que parece ser la cocina.

—¡Que felicidad que ya estén aquí! —se acerca a nosotros y me observa varios segundos.

—Ella es Melissa, mi novia, mamá —me presenta Pablo y yo sonrío tímida.

Ella se acerca y me abraza. Abrazo que correspondo, claro.

—Un placer —la saludo cuando nos separamos.

—Pero que bella estás. Belén, encantada —me sonríe y me toma de los hombros examinando mi rostro.

—Gracias, digo lo mismo de usted —respondo cohibida. ¿Cohibida? ¿Yo?

—Yo también estoy aquí, mamá —habla mi novio captando la atención de su madre.

—A ti siempre te veo —Belén voltea a ver a su hijo y sonríe. —Ven para acá

Se abrazan y su madre le da un beso en ma mejilla.

—Voy a llevar las maletas de Melissa a mi habitación —dicho esto, Pablo desaparece por un pasillo.

—¿Quiere que le ayude en algo? —es lo primero que se me ocurrio para sacar tema de conversación con su madre después de que nos dejarán solas. Porque el padre de Pablo también había desaparecido.

—No, como crees que te voy a poner a trabajar. Si ya esta todo listo para la cena, ven hay que sentarnos

Cuando íbamos para la sala, apareció una chica que reconocí como la hermana de Pablo.

—Soy Aurora, la hermana mayor de Gavi —se presenta.

—Hola, Melissa, encantada —nos saludamos de mano y le di mi mejor sonrisa.

De pronto, se escucha un ruido en la cocina, Belén se disculpa para luego ir a ver que pasaba.

Aurora y yo nos sentamos en el sofá.

—Yo quería disculparme contigo por mi actitud en Qatar

—No te preocupes —mueve su mano en señal de restarle importancia y yo niego con la cabeza.

—No, la verdad es que fui grosera, no debí comportarme así

Aurora eleva un poco la comisura de sus labios.

—Vale, pues si tú lo dices... Si fuiste muy grosera —me da una sonrisa. —Disculpas aceptadas, cuñada —hace una pausa. —Ven a ver estas fotos —se pone de pie y me muestra la repisa con fotos familiares.

Hasta que me pongo de pie capto el significado de la última palabra que dijo, pero rápidamente la idea se me fue de la mente al ver varias fotos de Pablo de pequeño.

—Que ternurita —sostengo un cuadro con una fotografía de un bebé con unos cachetes enormes.

—No veas eso —en un movimiento rápido Pablo hace a querer quitarme la foto pero soy mas rápida apartandola de él.

—¿Por qué? —cuestiono sonriendo y él continúa intentando arrebatarme la fotografía de las manos.

Al final logra su cometido y la coloca bocabajo en la repisa junto a las demás.

—De todos modos, mi mamá te dará una para que la guardes en la cartera —Aurora me guiña un ojo y suelto una risita.

—Si eras muy lindo de pequeño, ¿qué tiene de malo que tu novia las vea? 

—Tú no me has mostrado ninguna tuya de pequeña

—Todas están en Google —respondo obvia pero él pone cara de "¿En serio?" y añado. —Te mostraré todas las que no son públicas, ¿contento?

No luce del todo convencido, pero levanta la fotografía y la acomoda bien en la repisa.

—¿En serio era lindo de pequeño? Siento que tenía cara de -

—Si, eras un niño MUY lindo —hago énfasis en el "muy". —Y no te lo dice cualquiera, te lo dice la Princesa de España, así que créelo

—Pero esa Princesa es mi novia así que no vale mucho

—En todo caso, vale cuatrocientos un millones tres mil cincuenta y dos —Ok, me acababa de inventar esa cifra. —Porque ese niño logró conquistar el corazón de esa Princesa

Pablo ríe negando con la cabeza y me da un corto beso y yo sonrió sobre sus labios.

—Me dan diabetes —Aurora se aleja de nosotros.

Belén nos avisa que ya esta la cena y todos comemos en calma.

—Es la mejor paella que he probado en mi vida —comento con sinceridad. Tenia un sabor único y estaba disfrutandola mucho.

Belén ríe ante mi comentario.

—Es todo un honor

—Ahora si se va a creer cuando los vecinos le digan que su paella es la mejor —dice Aurora con una sonrisa.

Todos ríen incluyéndome. La familia de Pablo era muy unida y me daba alegría saber que tuvo la dicha de nacer en una familia tan noble y amorosa.

Después de la cena, ya era tarde, así que me despedí de todos y fui a la habitación de Pablo, donde había dejado mis maletas.

Lo primero que hice fue quitarme los zapatos, aunque tenían tacón bajo ya comenzaba a dolerme los pies.

—¿Por qué dormiré en tu habitación? —le pregunto a Pablo cuando entra.

—¿Prefieres dormir en la habitación de invitados? —cuestiona ofendido y yo asiento. —Pues no tenemos, así que nimodo —se encoge de hombros y se tira sobre la cama. —Solo tenemos tres habitaciones, lo siento su Alteza por no tener una suite preparada, pero me encargaré de que este cómoda durante su estadía aquí

Apresurada me quito el blazer y se lo aviento a la cara. Obviamente él es mas rápido, lo atrapa en el aire y lo deja a un lado sin inmutarse.

—Cállate, no lo decía por eso. Sino, ¿a tus padres no les molesta?

—Eres mi novia y no estamos en el siglo V —responde obvio. —Espera, ¿mis suegros son conservadores?

—¿Tus suegros? —inquiero alzando una ceja.

—Ya sabes, el rey y la reina

Yo reprimo la carcajada que quiere salir.

—Algo —respondo sentándome en el borde de la cama. —Entonces, dices que tus padres ya estan acostumbrados porque cada verano traes una chica diferente?

Pablo se incorpora rápidamente de la cama y se sienta derecho.

—Yo no dije eso

—Si, si lo hiciste

—No, no lo hice

—Entonces, ¿a cuántas has traído aquí?

—Que se queden a dormir en mi habitación, ninguna

—Ya —me pongo de pie ignorando el efecto que sus palabras tienen en mí y saco de mi maleta ropa para dormir.

—¿A dónde vas? —me pregunta cuando abro la puerta de la habitación.

—Al baño, a cambiarme de ropa para dormir —respondo obvia.

—Pero si puedes hacerlo aquí —imita el mismo tono obvio que use.

—Ya quisieras —le lanzo un beso y salgo no sin antes escucharle decir "No actues como si no te hubiera visto desnuda antes".

Mi pijama no era nada sexy, solo unos pantalones cortos y camiseta rosa pastel de satin.

Cuando regreso a la habitación, Pablo estaba solamente en boxers negros acostado bocabajo en el lado derecho de la cama.

Voy del otro lado y me acuesto, no sé que horas eran pero se sentía muy tarde y yo estaba que me moría de sueño.

Pablo se acerca a mí y me abraza por la cintura.

—Te quiero —me susurra para después dejar un beso en mi oreja.

No tarde mucho en caer rendida ante los brazos de morfeo.

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