5. La esencia de tu piel.
Hi~ Estoy muerta, drenada, cansada pero no derrotada para llegar con el capítulo de hoy, poco a poco vamos viendo en cómo la anorexia se va manifestando en los diferentes miembros de la familia, en quiénes es más disonante y quiénes se han acomodado más. Estos capítulos son muy lindos y de transición, así que disfrutenlos antes del caos~
Espero que les guste.
Ash camina en la puntita de sus pies por el comedor, son las tres de la mañana pero el calor le resulta insufrible por lo que solo viste de una camiseta y unos boxer de pijama, pero eso no es relevante, lo importante es no despertar a nadie mientras hace eso y a juzgar por los ronquidos de Max colándose a través de las paredes ha sido un éxito.
El lince busca bajo los diferentes adornos de porcelana que tanto adora su hermano, mira detrás de los marcos de fotografía, abre los cajones, levanta las velas aromáticas (cuyos aromas se esfumaron) en busca de su ansiado tesoro, se mueve siempre cauteloso, es un depredador que yace únicamente alumbrado por la luz de su celular, enfila el teléfono por doquier, busca en toda fruslería que disfrute de una tapa que pueda esconder algo hasta que...bingo. Encuentra esa pista que lo llevará al Olimpo.
La llave de la cocina.
Ash sonríe con astucia, Griff realmente creyó que podría mantenerlo apartado de la cocina con algo tan banal como una cerradura, por favor es obvio que subestima su intelecto superior de 200 de IQ.
Ja.
Pobre e ingenuo Griff.
No va a detenerlo de darse un delicioso atracón.
—Ejem. —Pero entonces se prende la luz del comedor y Aslan es atrapado con las manos en la masa.
—G-Griff. —Jadea en una risa nerviosa—. ¿Qué haces aquí?
—La llave. —Ash la esconde detrás de sus manos, fingir demencia es algo que suele funcionarle a su viejo padre postizo así que ¿por qué no a Ash?
—¿Qué llave? No he visto ninguna llave por acá, debes seguir dormido, mejor vuelve a dormir, Griff.
—Aslan. —Claro que Griffin tiene un favoritismo por su alfa antes que su hermanito bebé porque la vida es injusta—. La llave.
—Tch. —La entrega de mala gana—. No eres divertido.
—No tengo que ser divertido, tengo que ser tu hermano mayor.
—Aun así.
—Tú... —Las manos de Griff se enrollan con torpeza en el llavero de metal—. ¿Quieres hablar acerca de lo que está pasando? —Es raro que en su hogar quieran externalizar las cosas en vez de reiniciarse para fingir que nunca ha pasado nada, asimila dicha idea, la deja disolverse bajo su lengua, que pase a filtrarse hacia sus papilas gustativas y finalmente se asiente en su estómago.
—Sí. —Concluye—. Me gustaría.
Pero es duro hablar de lo que está pasando si ni siquiera Aslan comprende a qué se debe la repentina bola de ansiedad que se ha lanzado como bala de cañón en sus entrañas y no ha dejado de tironearlo hacia abajo, solo sabe que necesita atragantarse para aplacar lo mal que se siente y luego volcar sus tripas en la tapa del excusado. Debe vomitar o sino morirá.
Vomita. Vomita. Vomita.
Recuerda que uno de los psiquiatras le dijo sobre el simbolismo de sus purgas, hipotetizó que apenas Aslan se siente asfixiado o presionado le entran ansias de vomitar y sacar las cosas de alguna manera ya que se siente incapaz de retenerlas todas sin explotar, aquí se dio cuenta de que no se logra parar con los vómitos porque siempre está presionado y cansado y al borde sintiendo que no da más: Griff le exige que esté bien, Max le dice que lo intente, su anorexia le pide que se enferme y Ash se aprecia tan frágil en estos momentos que sabe que si retiene y guarda va a explotar tal como una bomba de agua que se llenó demasiado.
Por eso vomita o en parte, es más complicado de lo que parece, también está el ciclo irrompible que aparece cuando restringe y los mecanismos cerebrales de adicción. No quiere pensarlo.
Su atención se encuentra demasiado enfocada en esas sobras que hay en el refrigerador y ni siquiera le gustan, de hecho, son esas porquerías grasientas que compra Max afuera del metro y sin embargo esto va más allá que la simple comida, es que Ash apenas puede respirar a través de tanta... angustia, pero ni puede llorar a pesar de tener ganas y sino lo saca de otra manera estallará. Vomita. Vomita.
—¿Qué te tiene ansioso? —Entonces su hermano se sienta a su lado en el sillón, no se ha molestado en prender las luces y Ash lo agradece de sobremanera, no está listo para verle la cara, Griffin sufre mucho con esta enfermedad y por eso intenta al menos disimularla.
—¿Cómo sabes que estoy ansioso? —Ni siquiera él lo sabe.
—Porque te conozco. —El adolescente alza su ceja, su cabello está revuelto y pegado a su entrecejo como pelusa de lobo salvaje y se siente todo sudoroso e incómodo, a veces es duro estar dentro de su propio cuerpo, supone que es la distorsión corporal o algo así—. Cuando estás ansioso te das más atracones nocturnos.
—No ha pasado nada para que me sienta ansioso.
Eiji.
Está peleado con Eiji.
Oh.
—Conocí a alguien que me agrada. —La mirada de su hermano se relaja, ha posado su mano derecha sobre la espalda de Aslan y aunque con la mayoría repudia que lo palpen le gusta que Griffin lo haga, lo remonta demasiado a Cape Cod y a sus días de infancia. Antes de la anorexia. Nueva York. Y papá.
—¿Es Eiji?
—¿Tan obvio soy? —Ríe con el corazón hecho una masa palpitante y dolorosa—. Discutí con él y no sé cómo arreglarlo.
—¿Discutir? —Su hermano tensa el entrecejo, pensativo—. Me cuesta imaginar el carácter tan dulce de Eiji discutiendo con alguien.
—Porque no conoces al hijo de puta todavía.
—¡Aslan! —Griffin grita despacio para no despertar a Max, no cree que sea importante, podría caer una bomba y el alfa ni se inmutaría, no sabe cómo diablos sobrevivió en Irak—. No digas groserías.
—Tengo más de veinte años, puedo decir groserías.
—No en mi casa.
—Es mi casa también.
—¿Pagas la renta?
—¿Eh? —Aslan arruga la boca en un puchero de bebé—. Pensé que mi cara bonita y mi personalidad adorable eran más que suficientes para pagar el alquiler.
—¿Adorable? —Su hermano arroja una risa cortante y sarcástica—. ¡La semana pasada matriculaste a Max en un asilo solo porque estabas aburrido! ¿Cómo es eso adorable?
—La casa de retiro decía que aceptaban a cualquiera que tuviera más de sesenta años. —Se ampara.
—Max no tiene ni siquiera cuarenta.
—Tienes razón, aparenta mucho más. —El alfa esboza una mueca maliciosa e infantil—. Cielos, Griff, si te ibas a conseguir un Sugar Daddy podrías haber elegido a alguien con dinero en vez de un pobre.
—¡Ya deja de acomplejarlo! ¿No ves que está cursando por una crisis de edad? Ayer me habló sobre comprar un auto deportivo y volver a usar pantalones de cuero, ¿quieres verlo así?
—Qué asco. —La imagen de Max en pantalones de cuero sin duda le dará pesadillas—. No.
—Entonces déjalo en paz. —Su hermano amenaza, al igual que Eiji no requiere de violencia o peleas para salirse con la suya, al contrario, usan métodos suaves y tramposos—. Entonces, ¿qué pasó con Eiji?
Cierto, Eiji.
Está así porque... Ash aprieta los puños lo suficientemente fuerte para que sus uñas muerdan su piel mientras recuerda el dolor que se grabó en sus ojitos cafés y sienta asco de sí mismo, lo hirió con la peor mentira que podría haberle dicho y nunca quiso eso. Sabe cuántas molestias le dio, aun así Eiji fue terco y se quedó a su lado solo porque podía.
«Pero si alguna vez te aburres de estar solo me gustaría que consideres mi compañía».
Porque es triste estar solo, Eiji escuchó su señal de auxilio. Y Ash... Imagínate estar con alguien usado y marcado.
Solo lo lastimó y no sabe cómo arreglarlo.
—Dije una idiotez. —Finalmente lo acepta—. Dije algo que no pensaba de él para alejarlo.
—¿Pero por qué?
—Porque no lo merezco, Griff. —Los ojos de su hermano se rompen con un sentimiento helado y es como si esas palabras estuvieran derrumbándolo—. Sé realista, nadie me podría querer, estoy roto.
—No, la anorexia te hizo pensar eso. —Sonríe, agradece que su hermano haya hecho caso al médico y externalice la enfermedad—. Tú no estás roto.
—Mírame, me escabullí a las tres de la mañana para atragantarme con el refrigerador entero y luego irlo a vomitar. —Entonces no tiene el coraje para mirar a su hermano a los ojos, baja el mentón para poder ver cualquier otra cosa y las manos de Griffin son el objeto escogido—. Sé que lo dices porque quieres que me sienta mejor, no porque sea en serio. —Su voz tiembla—. Pero gracias.
—Aslan. —Algo frío se enrosca en su estómago cuando su hermano pronuncia su nombre—. ¿Sabías que yo no quería un hermanito?
—¿Qué? —Vaya, así que ni siquiera fue deseado por Griff.
Ja.
—Estaba muy reticente ante la idea de tener un hermano, era apenas un crío y Jim acababa de sacar a mi mamá de la casa para dejar a la tuya, entendía que no era tu culpa, ni siquiera habías salido del vientre de tu madre, pero aun así...me prometí a mí mismo que no te querría. —Sus manos se tensan alrededor de las de Aslan, el anillo se siente frío contra sus nudillos huesudos, sin embargo, su tibieza se filtra a lo largo de su piel y es casi tan agradable como la añoranza en sus ojos—. Estaba tan celoso de las diferencias que hacía papá, quería odiarte.
—¿Y entonces qué pasó?
—Te conocí.
¿Qué?
—Eso pasó.
Rubio. Pequeño. Risueño.
Su hermanito.
Tenía la cabeza apenas cubierta por una pelusa rubia que parecía algodón, sus pestañas eran blancas y largas, su piel parecía echa con esos materiales de arte costosos que siempre soñó con poder pagar porque era perlada y brillante, un ángel, fue su primer pensamiento, idea que se intensificó ante los rayos dorados del alba colándose a raudales hacia la residencia, golpeando con dureza la manta bajo la que estaba envuelto el bebé, era pequeño, muy pequeño y frágil, más que las figuras de porcelana que papá amaba más que al propio Griffin.
Era lo más precioso que había contemplado en su vida, era su hermanito bebé, una maravilla, Griffin podía ser partícipe de esto.
Aslan Jade Callenreese, lo llamó.
Le quedó perfecto.
—Me bastó con sostenerte una vez en mis brazos, me bastó con escucharte reír mientras explotabas burbujas de saliva con tu propia nariz, me bastó con que envolvieras mi pulgar para entender que a pesar de lo que quería antes te amaría el resto de mi vida, te cuidaría, que serías mi persona especial, mi campeón, mi hermanito, la persona por la que me desviviría y me haría sufrir como nadie porque sufro mucho por ti, Aslan.
—Griff.
Perdón.
—Sé que nunca podré reemplazar a tu mamá ni es lo que pretendo hacer, pero puse tanto amor en tu crianza, me esforcé para que crecieras seguro, sano y para que fueras feliz, es lo único que quiero, Aslan, que seas feliz. No sé, no puedo evitar sentir que fallé en algo para que te sientas así en relación a ti mismo, lo siento por haberte fallado, perdón por no ser un buen hermano, pero todas esas veces que dices que estás roto me rompes a mí un poco más.
—No es tu culpa. —Ash dice desesperado—. No es tu culpa Griff, de verdad, no quiero que te sientas así, lo siento, yo no...
—Tampoco es tu culpa. —Entonces su hermano musita, sus manos ascienden a sus mejillas blancas pero adornadas con algunas pecas—. Y te amo tanto, estoy tan orgulloso de ti, te prometo que daría lo que fuera para que tú vieras lo extraordinario que eres y te permitieras ser feliz, la anorexia ya ha tomado muchas cosas de ti, no dejes que te siga quitando más.
Te amo.
Me duele verte así.
—Tú... —De repente sus ojos se aguan y realmente cree que va a llorar porque es duro ser validado por su hermano y más considerando todos los problemas que le ha traído—. ¿Por qué sigues aquí?
—Aslan.
—¡¿Por qué diablos sigues aquí?! No hago más que hacerte daño.
Y entonces está llorando.
Son apenas algunas lágrimas que caen de sus pupilas hacia su mentón, es más de lo que ha sollozado en... ¿hace cuántos años la anorexia le quitó el llanto? ¿cinco? ¿cuatro? No sabe, pero llorar en lugar de vomitar es raro y lo hace sentir muy pequeño entre los brazos de su hermano.
—¿Por qué sigues acá? —Entonces repite sin entenderlo, en su rigidez cognitiva no existe posibilidad de que alguien quiera quedarse a su lado sino es por culpa o lástima—. Yo te he causado tanto dolor.
—Porque eres mi hermanito. —Griff le dice y también está llorando—. Y no te dejaré morir aunque me pidas que te deje ir.
—Griff.
—Perdón, pero puse demasiado amor criándote como para dejarte morir, no puedo.
—Está bien. —Ash lo consuela—. Te amo por hacerlo.
Ambos se abrazan.
Joder, Ash ha deseado abrazarlo durante tanto tiempo, no lo hizo ni una vez, sin importar lo grotesco que se sentía luego de las purgas con la boca escurriendo ácido, las piernas tiradas y el cuerpo hueco, no lo hizo cuando la dismorfia corporal lo hizo sentir como una plasta fofa derritiéndose en su propia grasa, no lo hizo cuando estaba tan asustado que apenas podía morder la comida, nunca se atribuyó el derecho de abrazarlo ya que Aslan se sentía más enfermedad y menos persona y de vez en cuando veía un brillo incómodo en los ojos del poeta casi como si supiera que tocaría a un impostor en lugar de su hermano. Ash no tenía las pelotas para comprobarlo. No quería que Griff lo abrazara diferente. Porque Griff daba los mejores abrazos del mundo y ¿qué haría si había roto tanto la relación que los había llevado a un punto en dónde nunca más lo abrazaría de verdad?
Pero toda esa catástrofe se evapora entre los brazos de su hermano, Griff huele a lavanda y jengibre, su pijama de algodón se siente calentito contra su propia piel pero no más que sus caricias, le escribe círculos en los omóplatos para que se relaje, le musita palabras amables, le promete que todo estará bien y Aslan no puede dejar de llorar mientras lo abraza. Porque se siente otra vez como el niño que estaba en Cape Cod antes de estar enfermo, porque se aprecia más sano y feliz y un poco más limpio.
Algo revive acá.
Algo brota con fuerza y aunque no está seguro de qué, confirma que Griffin sí da los mejores abrazos de todo el mundo.
Te extrañé.
—Habla con Eiji. —Entonces le pide—. Permítete por una vez ser feliz.
Y como Ash se siente ligeramente más optimista se aventura a su universidad, espera al nipón afuera del camarín mientras un caldo de catástrofe hierve como espuma en su cabeza, ni siquiera sabe bien qué va a decirle, lo único que puede hacer es repetir igual que disco rayado sus escasas interacciones con Okumura pensando en lo que debería haber dicho o podría haber hecho. Carajo. Ash ni siquiera tendría que estar acá, se prometió cortarlo de raíz antes de que duela. Pero el abrazo de Griff quizás fue un poco convincente y la conversación con Shorter le sigue martillando la cabeza.
Estúpidos entrometidos que no lo dejan ser infeliz en paz.
—¿Ash? —Entonces Eiji lo llama con sus ojos aún heridos y las palabras mueren en su boca al mirarlo fruncir el ceño porque sorpresa, sigue molesto—. Espero que tu reputación no decaiga por ser visto con alguien tan sucio y usado como yo.
—Eiji. —Suplica—. ¿Podemos hablar?
—Te escucho. —El omega cruza sus brazos encima de su vientre, deja caer su espalda ante el soporte del camarín y el alfa nunca lo ha sentido tan distante, por lo general es Okumura quién se le acerca.
¿Cómo se inicia una disculpa?
—Yo no... —Traga duro, se afloja el cuello de la camisa—. No pienso nada de lo que dije, lo lamento.
—Está bien, no pasa nada. —Es inflexible, orgulloso—. No tenemos que ser amigos, te lo dije la tarde en la biblioteca, está bien si quieres solo ser compañeros de proyecto pero preferiría que fueras más directo conmigo porque me siento tonto insistiéndote si te burlas a mis espaldas.
—Quiero ser tu amigo. —Entonces dice bajito, apretando su camiseta entre sus manos y de repente el corazón le duele mucho—. Ese es el problema, quiero ser tu amigo y me siento mal por eso.
—¿Por qué? —Toda la posición corporal de Eiji cambia a algo más cálido e incluso inquieto, Shorter tiene razón, Eiji es así y ya.
—Porque tengo problemas, estoy un poco asustado de cómo puedas reaccionar, no es sencillo lidiar conmigo. —Ash llena sus pulmones de aire para evitarse desmayar, no sabe si es un posible síntoma que le advierte de un ataque cardíaco pero está sin aire su corazón—. Soy problemático y no quiero involucrarte en eso, nunca tuve la intención de hacerlo y por eso fui un idiota, pero tú eres la persona más estúpida e imprudente y terca que he conocido, eso es tan lindo que apenas puedo pensar bien, creo que estás loco y creo que me traes un poco loco y creo que por eso estoy actuando así de idiota.
—Ash... —¿Qué carajos acaba de decir? Aunque no lo recuerda sabe que fue algo vergonzoso apenas se encuentra con un Eiji muy sonrojado que lo mira con sus ojos de gacela y le quita el coraje porque así es el omega, no debe hacer ni un esfuerzo para desarmarlo—. Yo también quiero ser tu amigo.
—Oh. —Realmente no esperaba una respuesta positiva—. ¿Por qué?
—Porque creo que me tienes un poco loco también. —Entonces ríen apenados y Ash siente que sus mejillas arden, sin embargo, omite comentario—. Y estos días sin ti fueron aburridos, te extrañé, me hacía falta discutir con alguien sobre lo terrible escritor que es Salinger.
—Eres un hijo de puta.
—Tal vez. —Eiji pestañea con falsa inocencia—. Pero aún así, estás un poco loco por mí.
—Tonto. —Chasquea la lengua, permitiendo que la esencia de Eiji lo envuelva junto a su sonrisa tan genuina de corazón sangrante y sus bromas confianzudas—. Eres un tonto, onii-chan.
—¡Ah! Ese apodo es racista. —El omega lo golpea del hombro—. Eres malo con el chico que te trae loco ¿sabes?
—Cállate.
—No lo estás negando.
Y Ash no lo niega.
Van a empezar a notar que el fic valga la redundancia, habla muchoooo de comida, pero mucho, ¿por qué? Porque de verdad en los tca el 90% del espacio mental lo usa pensar en comida y el cambio entre estos capítulos y los últimos es notorio, para que sepan de antemano no más, y bueno, igual nos iremos enfocando en otras cosas como la consolidación de una identidad propia y separada del transtorno, las dinamicas familiares, sociales, motivaciones y bla, bla,bla, es un fic lindo a fin de cuentas. Mil gracias por el apoyo.
¡See ya!
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