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31. Midnight rain.

No llegamos ayer porque el epilogo me quedó extremadamente largo, ya es una mala costumbre pero pucha, se cierran bien todos los temas así que encuentro que valio totalmente le pena, solo tengan un cafecito a mano si van a leer esta cosa. Chiquillos, se los comenté en el capítulo final, pero estoy muy orgullosa y contenta por la trama, no tengo palabras suficientes para agradecerles porque pucha, los tca son un tema complicado del que hay muy poca información y además están super romantizados, así que gracias por la empatia, la humanidad y el apoyo. Los amo un montón. Los echaré de menitos también.

Espero que les guste~

—Aslan, por favor. —Su mirada jade se pasea con desgano frente al plato de sopa que tiene enfrente de la mesa, la comida luce aguada, fofa y poco apetitosa—. Por favor come, te prometo que no tiene tan mal sabor.

—Griff, no sé. —¿Por qué tienes que hacer este show todas las mañanas?

—Es una sopa liviana, de verdad. —Le ruega con las palmas tensas en el mantel, está sentado al lado derecho y Max al izquierdo—. Es de zanahorias.

—¿De zanahorias?

—Sí, es sopita de zanahorias.

Ja.

Bueno "sopita de zanahorias" es un nombre demasiado bonito para la pesadilla pantanosa que tiene enfrente, ni siquiera es una cuestión de calorías, de hecho, Aslan no ha vuelto a preocuparse por los contenidos nutricionales de los alimentos desde... ¿Cape Cod? (Probablemente) la cosa es que desde que la bebé ansía destetar han estado haciendo mezcolanzas abominables en su cocina, Ash terminó siendo el catador sin paga de dichas monstruosidades, ayer casi se enferma antes de su cita dada la papilla de calabacines (calabacines además, hijos de puta) así que hoy no se quiere arriesgar, menos siendo un día tan importante para su omega.

—Por favor. —Pero Griff lo mira con esos ojos azules de cachorro pateado, diablos, es un tramposo.

—¿Quién de los dos la cocinó? —Y él es tan débil ante su hermano.

—Max.

—¿Me quieres envenenar? Griff, si ya no me amas puedes decírmelo en vez de intentarme asesinar.

—¡Aslan!

—¡Mocoso! Yo cocino bien. —¿Bien? ¡Por favor!

—¿Desde cuándo bien es sinónimo de repulsivo? —El alfa jadea totalmente ofendido, se aprieta con un puño el pecho mientras deja que su espalda caiga en el respaldo de madera de la silla, exagerado.

—Eres malo.

—Soy sincero, tu comida apesta incluso más que la de Shorter. —Y vaya que apesta, por eso, profesa preocupación genuina por el futuro del Chang Dai sin Nadia, le espera una bancarrota cruda (aunque supone que su mejor amigo todavía puede tener ese glow up y cocinar algo más que patas de pollos).

—Por favor, pruébalo. —¿Por qué no saborean ustedes?—. Nuestro sentido del gusto está atrofiado, hemos estado probando demasiadas papillas y ya no sabemos qué es rico y qué no.

Ugh. —Rueda los ojos—. Bien.

—Gracias.

Así que prueba la vomitiva mezcla de zanahorias y crema y ¿saben qué? Es tan asquerosa que incluso le quema las fosas nasales, tiene que tragarse una arcada para no devolverla en un océano de reflujo porque está fea, espesa y agria, sin duda si la bebé prueba esto acabará desarrollando aversión a su familia y a la comida, Ash no puede permitir esto por lo que le da un pulgar negativo y ve el momento exacto en qué le rompe el corazón a la pareja pero vamos, si algo aprendió es que la comida necesita ser agradable, no una instancia de tortura, ahora que lleva más tiempo estable ha podido definir sus alimentos de agrado y los que puramente no le gustan más allá de la restricción, este, joder, este es un "no" seguro. Aunque necesita decirlo con tacto, sus papás están viejitos.

—Si le dan esto acabará envenenada. —Dice con suma empatía—. Los resentirá el resto de sus vidas.

—Ah, ¿tan malo está?

—Es horrible, por favor aleja a Max de la cocina.

—No te quejas cuando cocinamos juntos.

—Porque yo hago la mayoría del trabajo, anciano. —Max hace un puchero arisco que lo incita a reír, nunca se cansará de provocar al adulto pero hey, es su manera de demostrarle afecto.

—Los dos cocinan horrible, simplemente ríndanse. —Griff ha ido poco a poco sacando más vanidad.

—Lamento que hayamos interrumpido la sesión por este circo.

—No. —Blanca los mira conteniendo una risita—. Es entendible y tenemos la confianza para hacerlo.

Años de confianza, más bien.

Confianza = terapia.

Al menos, esta idea catastrófica de que Blanca lo abandonaría por ser un paciente problema pereció en su totalidad, su terapeuta se quedó en cada puta recaída, dolencia, ataque de pánico y descontrol que tuvo tanto en sesiones familiares como individuales así que en un punto Ash dejó de temerle al abandono porque con todo lo que le mostró si Blanca no lo dejó así no lo dejaría con nada, de hecho, se terminó desarrollando una relación tan íntima que algunas sesiones son o en la comodidad de su hogar o en algún otro lugar dónde puedan comer juntos, ha sido... agradable dejar de ser la anorexia.

Claro, a veces la extraña y la extraña mucho, sobre todo en los instantes de mayor tensión y a fin de cuentas nunca desaparece al 100%, sabe que su anorexia sigue presente en los rincones de su mente pero que es Ash quién ha aprendido a ignorarla.

«Adiós» le dijo.

Cuándo lo que quiso decir fue: «adiós, viejo amigo».

Sí, la anorexia nunca fue solamente un enemigo o una amiga y eso volvía tan complicada su relación.

Pero bueno, lleva ya seis meses estable sin absolutamente ningún episodio de purga, ejercicio, hasta atracones no han habido. Seis meses, sí.

Han pasado dos años desde que fue a Cape Cod por última vez.

Dos años desde que entendió que Jim nunca podrá ser un papá, eso ha sido un poco (muy) mierdoso.

Diablos.

—Como les estaba diciendo. —Blanca es quién retoma la voz—. Hemos llegado al cierre terapéutico.

—No.

—Aslan. —Blanca le advierte porque han pasado por esto antes, Dios, en cada paso extra que dieron y de hecho, cuando Ash tuvo que desligarse de las pautas o de los autorregistros a pesar de lo mucho que chilló y reclamó al inicio fue duro tener que cortarlos, fue arrancar su muleta de golpe—. Vamos.

—No. —Se mantiene tajante.

—Pero...

—Si me dejas prometo que me iré a dar un atracón. —Amenaza—. Tengo un negocio cerca y dinero.

—No te irás a dar un atracón, ahora vomitar te da asco.

—Siempre me dio asco, solo que era más fuerte el impulso a purgar. —Aunque posee un buen punto porque sorpresa, una vez pasó el periodo de fuego sin purga y frenó la adicción que vomitar produce a nivel cerebral igual que los opioides, se volvió un gato asquiento—. Pero estoy dispuesto a hacerlo, sigo inestable.

—No, no estás inestable.

—Sí, ¡míreme! Soy la viva imagen de un trastorno mental.

—Te veo bien.

—¡Es que el Alzheimer lo ciega!

—Aslan. —El omega le aprieta una palma—. Todos en esta casa estamos trastornados mentalmente.

—Punto.

—Es momento de cerrar la terapia. —Blanca insiste—. Tendremos controles cada tres meses y si vas bien los iremos prolongando cada vez más.

—Viejos... —Mira a su familia—. ¿Puedo hablar a solas con el otro viejo?

—¿Puedes dejar de llamarnos así? —Max chilla—. Tenemos entre treinta y cuarenta años, no miles.

—Es lo mismo.

—Yo me encargo. —Blanca les confiere esa seguridad.

Se quedan a solas.

Joder.

Ash mira a Blanca. Blanca le devuelve la mirada. Su corazón martilla contra su pecho. Es rápido. Pega muy rápido. Hay un nudo en su garganta. Una pelota en su estómago. Sus puños están tan apretados que se ha lastimado a sí mismo con las uñas. Está tenso. Todo su cuerpo es una tabla. La emoción le es familiar. Piensa. Es miedo. Ash ejecuta un escaneo a nivel corporal para recabar exhaustivamente en el significado de lo qué ocurre. Siente la tensión a nivel corporal. A nivel mental, ¿qué pasa? Están apareciendo pensamientos catastróficos sobre recaídas, debe detenerlos, siente el miedo mezclarse con angustia, está en una intensidad 7/10, está en la cocina ¿qué tiene disponible? Una técnica S.O.S y es perfecto. Hielo.

—Viejo, pásame una compresa de hielo.

—Bien.

Blanca lo obedece, Aslan solía decir que el uso de técnicas para sobrevivir las crisis era una reverenda estafa porque vamos ¿cómo algo tan simple como hielo puede reemplazar un medicamento? Estaba totalmente reticente a usarlas, sin embargo Eiji y Griff son una combinación peligrosa y consiguieron que al menos hiciera un botiquín básico el que lo ayudó bastante. Su anorexia poseía distintas aristas y dentro de estas se encontraba el comer emocional más relacionado a los atracones, bueno, en vez de darse atracones ha encontrado caminos efectivos para lidiar con la ola.

Nada la ola.

No te ahogues.

—¿Me vas a explicar qué te pasa? —Así que se pone la maldita compresa entre la nuca y literalmente le enfría la emoción, no es de sus técnicas preferidas, le gustan más las sensoriales: olores y los libros sobre todo, convirtió a Hemingway y Salinger en su fuente de estabilidad—. ¿Necesitas más tiempo?

—No, ya puedo hablar.

—¿Qué te pasa?

—Estoy asustado de cerrar el tratamiento. —Suelta la bomba así—. Llevo demasiado tiempo a salvo, me gusta estar sano, he podido hacer muchas cosas y he avanzado tanto que realmente me da terror recaer en las garras de la anorexia, sé que está ahí y que nunca se irá del todo entonces ¿por qué ya estás pensando en dejarme? Te necesito para mantenerme bien el resto de mi existencia.

—Ash. —Blanca saca de un maletín de cuero negro varias hojas arrugadas, las conoce—. ¿Recuerdas qué son estos?

—Los autorregistros.

—Sí. —Su terapeuta le sonríe—. Este es el primero que hiciste. —El maldito café navideño con donas que comieron luego de firmar el contrato.

—Ya veo.

—¿Qué escribiste en la columna de introspección? —Es decir la que apunta a su mundo más interior.

—Comer se siente como la mierda.

—¿Qué más?

—Pero es una mierda que logré.

—Bien. —Blanca desliza otro papel encima del mesón—. Este es de hace dos semanas, el último que te pedí hacer antes de quitártelos.

—Ah.

—¿Qué dice?

—Dice. —Traga duro, una de sus palmas todavía sostiene la compresa de hielo bajo su nuca mientras que la otra sostiene la página rayada—. Dice que Eiji luce besable mientras come, parece un conejito con sus mejillas obesas y es un desastre porque siempre deja mostaza en su boca y que quería comer de ahí así que lo hice. —Ríe, esa fue una cita en la biblioteca.

—¿Qué más? —El bastardo lo incita y aunque Ash ya sabe para dónde va.

—Dice que el pan estaba delicioso y la mostaza picante pero rica, fue una buena excusa para escapar del entrenamiento y quedarnos más tiempo en esa cita. —Ya no se resiste.

—Vaya.

—¿Cuál es tu punto?

—Sabes cuál es mi punto. —El alfa chasquea la lengua, amurrado—. Ash, ya no cumples con ninguno de los criterios para la anorexia: no te da miedo comer, no tienes conductas que te impiden ascender de peso, no hay distorsión corporal, estás bien.

—No.

—Sí.

—¡Claro que hay miedo a engordar! —Chilla histérico—. Apenas logré tragarme esa papilla naranja.

—No, eso era miedo a morir envenenado a manos de Max. —Okey, quizás tenga la razón, pero debe haber algo ¿verdad? No puede ser tan simple—. No es "tan simple". —Blanca habla como si le leyera la mente—. Llevas más de una década intentando mejorarte.

—Pero no bien.

—No fue tu culpa llegar a malos profesionales, Ash acéptalo, la anorexia siempre puede volver, igual que en cualquier trastorno existe un riesgo inminente a recaídas, pero llevas seis meses estable y te mereces esta alta.

—Pero...

Ash deja caer la compresa de hielo.

Mira ambos registros alimenticios y se transporta hacia al primero puesto que antes de Blanca, Aslan llevaba tanto tiempo ahogándose que sentía que aunque se atreviera a salir a la orilla para recuperar o sanar como correspondía no sabía lo qué implicaba sanar, en el fondo llevaba tantos años en dicho estado de parche en el que fingía que las heridas no estaban pero secretamente deleitado y aterrado con lo verdaderamente jodido que se sentía que ya no...ya no sabía cómo más vivir sino era con Ana, ni siquiera recordaba la vida antes de ella ¿qué haría? Se acostumbró ahí, la enfermedad fue su casa.

Ahora lo sabe.

Sí.

Ahora sabe qué es estar bien. Estar bien no es perfecto. Es tener recaídas. Golpes. Heridas que sanan pero que siempre quedan cicatrices. Estar bien es un poco mierdoso varios días. Es extrañar a veces a la anorexia. Otras veces temerle. Otras veces llorarle. Es llorarse en el espejo. Sentirse el gordo de mierda del que él mismo tanto se burló. Es lidiar con las consecuencias. En los huesos. La piel. Panza. Su hígado, Dios, lo jodió para siempre. Igual que su garganta. Su cerebro en cierto grado. Su instinto de alfa. Su corazón. Es más propenso a morir de mil maneras. Es estar expuesto a los estigmas, tener que lidiar con comentarios de mierda. Es todo eso que lo hace extrañar con toda su alma su anorexia porque fue su compañera. Pero también...

Son besitos con sabor a mostaza en la biblioteca pública, son fideos asquerosos de su bro, es energía suficiente para poder discutir con Yut-Lung y reír y ser un jefe y soporte en la familia, es altos y bajos, a veces más bajos que altos a veces más altos que bajos pero es esa libertad para estar bien y sí, aun si nunca dejará de despegarse totalmente de Ana tiene miedo de acabar la terapia, adora su libertad.

Puesto que Aslan finalmente se siente libre.

Volando.

Vivo.

Esto es estar malditamente bien, lo ama demasiado como para arriesgarse, comprende que necesita hacerlo y lo hará, solo quiere quedarse en esta emoción un rato.

Has el duelo por la mejoría.

Sumérgete en la ola.

—Si me dejas y vuelvo a recaer te funaré en redes sociales por charlatán. —Entonces lo amenaza ya que es un niño y un adulto y ha aprendido a ser ambos dónde corresponde.

—Aceptaré tu funa. —Ríe—. ¿Pero lo entiendes? ¿Entiendes porque tenemos que hacer esto ahora?

—Sí. —Suspira y odia darle la razón con cada fibra de su ser—. Creo que estoy listo, pero anhelo que se mantengan los controles de tres meses sagradamente hasta que me sienta con la autonomía para andar solo.

—Lo prometo. —Le cede—. Solo soy las ruedas de entrenamiento después de todo.

—Lo sé.

—¿Quieres que se lo contemos a tus papás? —Le causa ternura que use ese apodo para Griff y Max, aunque en secreto cree que es una manera perfecta de llamarlos nunca lo admitirá (no en voz alta).

—Habla con ellos. —El alfa se levanta—. Iré a cuidar a Holdena por mientras, debe haber despertado de su siesta.

—¡Aslan! —Griffin lloriquea—. ¡No se llama Holdena! —Claro que le da una sonrisa de comemierda.

—Pero es más bonito así.

—¡No lo es!

Intercambian lugares con Griff y Max, ellos se quedan afinando los últimos detalles de prevención y él se queda con la bebé.

—Holdena era un buen nombre para ti. —Se mofa ingresando a la habitación—. ¿Verdad que sí era?

Claro que la bebé no le entiende aunque le sonríe, le extiende las manitos al aire, es ansiosa y resultó muy apegada a Aslan porque es el único en la casa que trata de no envenenarla, se arrodilla enfrente de la cuna, extiende su pulgar para que ella lo atrape y de repente... lo llena un sentimiento que aún no tiene nombre.

—Hola, Audrey.

«Audrey Glenreed Callenreese».

Significa "noble fortaleza" y aunque sin duda ese fue un factor al momento de llamarla lo que lo hizo decidirse fue perpetuar el nombre de la madre de Griffin, aun si no sabe mucho de la primera esposa de Jim aprecia que Griff realmente la amaba y sufrió mucho cuándo la perdió, por ende asegura que no existe mejor nombre para ella que ese: noble, fuerte y como sus dos papás es toda una luchadora.

Una sobreviviente.

Al principio le costó desglosar el vínculo que formó con ella porque sí, tuvo que hacer el luto por su rol del bebé de la casa, fue una montaña rusa, no obstante, ella heredó los ojos bondadosos de Griff, el carácter estridente de Max, una pelusa de un castaño tan claro que a veces parece rosa y una piel pálida angelical, es preciosa, es un bultito que no tiene la culpa de nada, aunque es raro ceder el rol de bebé de la casa ella necesita de un hermano mayor.

Así que acá estamos.

Viéndola reír ya que tiene pulmones fuertes mientras se mete su dedo a la boca con sus ojos azules.

—Te asemejas a Griff. —Entonces dice y ella lo muerde—. Aunque a veces eres un fastidio igual que el anciano.

Ella ríe.

Es un sonido lindo.

Inocente. Angelical. Sano.

—Estamos terminando mi tratamiento, lo que ha sido difícil porque realmente no tengo intenciones de dejar de ver a Blanca, gracias a ese tipejo me he mantenido bien y he podido hacer muchas cosas, claro, sé que el mérito es mío y de tus padres pero si hubiéramos sido solo nosotros habría mejorado mucho antes ¿no crees?

Ella ladea la cabeza, el rulo que tiene por cabello salta en sus pestañas casi doradas, hay un manchón de pecas alrededor de su nariz y aun si es imposible, cree que las heredó de él.

—Antes de ir con Blanca estaban preparándote papilla.

Audrey hace una mueca de desagrado.

—Sí, sé que te gusta tomar leche, pero dale un descanso a tu pobre padre, te están saliendo dientes, tú eres la que parece vampiro, no yo. —Ash deja que ella vuelva a apretar su pulgar, es pequeña, es tan pequeña que toda su manito no cubre totalmente su dedo—. Sigo asustado de ti.

—Mph. —Patea como si pudiera entenderlo y manifestar su disgusto, está en su cuna repleta tanto de mantas como de animales de felpa, incluso hay un horrible cocodrilo que le trajo Bones y aun así, ella impresiona tenerlo de favorito junto a un Nori Nori.

Pésimos gustos.

Ugh, ya ve que se enamora de Sing.

—La anorexia es una enfermedad que tiene carga genética, por eso todos los que me rodean poseen la posibilidad de desarrollarla y eso me asusta, además, eres una niña, estás más predispuesta a esta clase de trastornos pero me romperías el corazón si eso pasara, sé lo duro que es...por eso, trato de que la comida sea algo que siempre disfrutes y de lo que nunca te tengas que preocupar, anhelo ser un buen ejemplo para ti, quiero que crezcas segura y feliz y sana y te sientas bonita, eres maravillosa.

Ash suspira.

Fofo. Desarmado. Trastornado.

—Yo aun no me siento bonito y eso que lo he intentado varios años, es un proceso lento y doloroso.

Sus ojos arden, su corazón late rápido y le duele.

Duele mucho.

—A veces es duro verte, sé que no te pareces tanto a mí, pero no puedo evitar hacer la comparación, no puedo evitar pensar que si hubiera tenido un Griff y Max antes no habría estado... —Audrey ladea aun más la cabeza hacia la cuna, hay una pompa de saliva en su boca y todavía sostiene el pulgar de Aslan—. Quiero que nunca pases por lo que yo pasé eso quiero decirte, ojalá te sientas orgullosa de tu hermano mayor que pasó por un infierno antes de conocerte, podría no haberte conocido, estuve a punto de morir varias veces, pero hey, parece que soy un hueso duro de roer, sigo aquí ¿no es así?

—E-Eh...

—Igual que Eiji, es cierto, me pegó su terquedad, sigo aquí y no me iré de tu lado, te cuidaré siempre.

Te amo tanto.

Mocosa.

Ash finalmente la toma entre sus brazos, la acuna contra su pecho, la bebé se relaja, le gusta que su hermano mayor la mime, él la mece hasta que sus párpados lucen pesados, besa la matita de cabello miel y le empieza a cantar.

—Aslan. —Griff y Max lo miran abrazados desde la puerta, impresionan al borde del llanto y siempre se ponen así cuando lo ven interactuar con la bebé, cree que en parte es porque nunca olvidarán su periodo más oscuro y lo que podría haber pasado, Ash podría haber muerto—. Arreglamos todo con Blanca, puedes irte con tus amigos.

Pero avanzar no significa olvidar.

Y sanar no significa no tener cicatrices.

—Grandioso. —El alfa les extiende a la niña—. Hoy es un día importante para Eiji, estoy emocionado.

—Lo sabemos. —Griff los abraza a los dos con fuerza—. Estoy tan orgulloso de ti.

—Dices eso pero extrañarás a Blanca.

—Probablemente.

—Además, es más guapo que Max.

—Mocoso ¿de qué lado estás? —Y al verlo tan amurrado se le ablanda el corazón y decide abrazarlo.

—De tu lado, papá. —Sí, se ha vuelto una costumbre llamarlo así, Jim nunca mereció ese título, Max sí, a pesar de todo, Max es el mejor papá que podría haber pedido así que supone que la vida no fue tan maldita si le dio esta familia—. Los amo.

—También te amamos. —Audrey pasa a los brazos de su progenitor.

—No llegues tan tarde.

—Me quedaré a dormir a casa de Eiji si las cosas salen bien. —Les da una sonrisa felina que los incita a suspirar.

—Bien. —Griffin es más permisivo—. ¿Por qué no llevas a Blanca contigo? Muere por conocer a Eiji.

—No. —Espeta—. No quiero a ese maniático de los músculos cerca de mi futuro esposo.

—Soy heterosexual ¿sabes?

—¡Max también dijo eso y mírelo!

Piensa en lo sucedido camino a la universidad, si bien es verdad que el avance fue gracias a su propia resiliencia también debe darle crédito a su familia. Su mamá y papá. Por supuesto, Griff lo regañaría a más no poder por llamarlo "mamá" sin embargo Aslan cree que así se siente una, que en la mayoría de los casos la mamá es esa persona contenedora que te abraza, Griff lo acogió en atracones, purgas, restricción y también cuándo la anorexia se fue, sanar no implicó que le cortara el apoyo, al contrario el apoyo solo se movilizó a otras áreas y fue algo mutuo, así como Griffin fue el primero alentándolo tanto con Eiji como su carrera en literatura, Ash fue su fan número uno a la hora de sacar esa primera antología de poemas y mierda Griff tiene mucho qué decir aun sino lo aparenta, también con Audrey los apoyó bastante. Y Max.

El vejete.

Maxie.

—Eres mi hijo de verdad. Eres mi mocoso, siempre vas a serlo.

El papá que se merece.

Le costó mucho sanar la ruptura que implicó ir a Cape Cod porque al final Jim no cambió y hay padres que no cambian nunca, ni aunque el hijo esté enfermo ni aunque esté en sus manos apoyarlo, no es excusa el miedo o sus circunstancias personales, pero todavía le da penita saber que aunque hubiera muerto probablemente Jim seguiría igual, es duro, no obstante, está en su derecho de darle el título de papá a quién crea merecedor, Max joder, lo ha sanado tanto. Lo ama. Ama con locura a esos dos.

—¡Por acá!

Hablando de personas a quienes ama, acá viene una de las que ama más.

—¡Ash!

Ash-u, nunca Ash.

Eiji.

El maldito Eiji Okumura.

Su amorcito.

—¿Cómo te fue? —Los nervios sangran en su voz, Eiji luce agitado, está vistiendo la chaqueta celeste del equipo de béisbol porque nunca se salió y acabó siendo bueno en ello, además hay que admitirlo, su novio se mira adorable con su ropa.

—Recién hablé con el entrenador. —Están frente a frente en las canchas deportivas.

—¿Y?

—El título de Fly boy regresa a mí.

—¡Eiji!

No alcanza ni a responderle antes de tomarlo entre sus brazos para alzarlo en el aire, maldición, Ash está tan contento que podría llorar ya que él estuvo a su lado durante el proceso en que Eiji puso la denuncia formal con la universidad tanto para Arthur como Mizuno, no pasó nada, Yue se lo advirtió, le dijo que la vez pasada solo fue retraumatizante contarlo una y otra vez, aunque Arthur sea un alfa en su totalidad nadie tomó acciones, de hecho, Eiji tuvo que cambiarse por su cuenta de clases para no verlo más cuándo es trabajo de la dirección protegerlo. Pero independiente de la respuesta, Aslan se siente lleno de orgullo de que haya levantado su voz.

Así que escucharlo ahora recibir el título de Fly boy de nuevo no porque Mizuno haya salido sino por su propio esfuerzo y perseverancia lo pone tan feliz que podría comérselo a besitos mientras lo gira.

Y eso hace.

Lo gira. Lo gira. Lo besa. Lo gira. Lo besa un poco más.

Eiji ríe y se queja.

Pero lo besa de vuelta, los labios de Eiji son peligrosamente adictivos, es extraordinario el resqueme de dulzor que le ofrecen, deja su boca ahí mientras Eiji lo sostiene de los cabellos y se funden en ese beso tierno, la caricia se siente calentita y suave, sus manos se deslizan alrededor de su cintura firme aunque estrecha y quizás por accidente se cuelan debajo de su camiseta, lo besa y lo besa tanto que no se da cuenta de cuándo comienza a lloviznar.

—¿Ese fue mi premio, Callenreese? —Al separarse se lo pregunta coqueto. Lindo. Adorable. Mierda.

—¿Bromeas? Estoy tan feliz por ti que podría hacerte una camada de cachorritos ahora.

—Podríamos intentarlo.

—¿Qué? —Su cara se pone roja y muy roja—. ¿Ahora?

—No hablo de la camada de cachorritos, idiota. —El japonés cae contra el suelo de regreso, aun así, necesita mantenerse en la punta de sus pies porque es bajito y Aslan ha crecido durante este tiempo incluso en altura, es gracioso cómo la anorexia lo privó hasta de esto—. Hablo de marcarnos.

—Oh. —El corazón le salta hacia la garganta, la sensación es efervescente e irreal, deja que se derrita dentro de su pecho y se expanda por todas partes antes de continuar—. ¿Seguro?

—¿Recuerdas lo que te prometí?

—Que me pedirías matrimonio cuando le ganaras a Mizuno.

—Exacto.

—Todavía no le has ganado. —Aunque lo hará, está seguro.

—Hay una competencia cerca y todavía no pasa, pero también te dije que si recuperaba mi título tal vez podríamos intentar sobreponer la marca.

—Quiero que me marques también si ese es el caso. —Las palabras se le escapan del alma, es cierto, pasan cada celo juntos y aun así, Ash extraña esa marca temporal que alguna vez le hizo, anhela que Eiji lo marque de forma permanente y viceversa.

—¿E-Estás seguro? —Lo ha puesto nervioso, es adorable—. Para un alfa es importante ser marcado.

—Estoy más seguro que nunca, Nick Nelson. —Entonces sonríe como solo Eiji sabe sonreír: con cada centímetro que tiene, lo percibe en las arrugas alrededor de sus ojos, en la ligereza de su cuerpo, su cabello rebotando sobre sus pestañas, sus mejillas rojas y la incondicionalidad en su abrazo, así sabe que sonríe de verdad y no por "obligación", ama esa sonrisa.

—Bien. —Es su cosa preferida en su persona preferida—. Te morderé entonces.

—Ay, no. —Claro que esto era demasiado bueno para ser cierto y deben haber oportunistas—. Nada de ponerse sexuales cuando íbamos a salir a celebrar.

—Yue, no seas egoísta.

—Te lo dije. —El omega abraza posesivo a Eiji por la cadera—. Somos un combo de soda dietética y patatas fritas, Lynx.

—Pero tiene más sentido que yo sea las patatas fritas en vez de ti.

—¿Qué dijiste, gato sucio? —Yue luce al borde de un asesinato, sin embargo es divertido molestarlo.

—¿Nunca has escuchado el lema de las patatas del McDonald's? —Entonces declara—. Rubias, altas y espléndidas igual que yo, tiene más sentido que tú seas los rollitos chinos que nadie compra.

—¡Eso es racista!

—Yue, sabes eso de Ash desde que me llama "onii-chan".

—¡Sí! Pero nunca fue en mi contra. —El omega saca garras y dientes—. Eiji, quiero que termines con este irrespetuoso, ahora es personal.

—También te quiero, Yue.

—Solo los que quiero me pueden decir así, Lynx.

—¿Qué harás para evitarlo? —El chino se pone rojo por la ira mientras tensa los puños y bota el aire igual que un toro furioso—. Bestie.

—Cada día te odio un poco más.

Pero sabe que miente y en el fondo sí lo quiere.

Aunque el vínculo con Yut-Lung partió caótico por la segunda mordida de Arthur y la discusión dónde le echó la culpa a Aslan pronto comprendió que no eran muy diferentes y así como necesitaba volcar toda la cólera de la anorexia Yue funciona de forma similar, está herido, muy herido y no tenían más herramientas para digerir el malestar en ese instante, por eso le sorprende el cariño pasivo-agresivo que han sostenido tantos años, este omega no solo lo alienta con Eiji sino que es el más cercano que tiene en relación a Ana, es aliviador en cierto sentido.

—¡Felicidades, Eiji! —Y bueno, lo mismo va para el resto de los chicos, cuándo lo nombraron jefe de pandilla no creyó que duraría ya que ¿qué diablos hace un pandillero? Aun así acá están todos juntos en el Chang Dai para celebrar el logro del nipón—. Sabía que tarde o temprano volvería a ti el título.

—Gracias.

—Amigo, la casa invita todo lo que quieras comer. —Shorter llega con platos rebosantes de comida, hay sopas, fideos, aperitivos fritos y carne, no lleva puesto sus anteojos, tiene los ojitos de su mamá.

—Wow, eso es mucha comida.

—Cállate, Bones. —Kong lo regaña—. Nunca te niegas a una comida gratis.

—No me estoy quejando. —El bruto se vuelca el plato de sopa hacia la boca, tuvieron que acomodar varias butacas juntas para poderse sentar en grupo—. Está delicioso, apuesto que Nadia lo cocinó.

—Son unos hijos de puta. —Shorter gimotea sentándose a su lado—. No me tienen fe.

—La última vez que nos cocinaste algo para tu examen terminamos con indigestión. —Bones espeta.

—Pudo ser por otra cosa.

—Amigo, esos fideos que nos cocinaste parecían tener vida propia. —Alex lo defiende—. Nada cool.

—Pudieron haberse enfermado por otra cosa ¿saben? —Shorter se quita el delantal de cocina, Aslan arruga la nariz ante el resqueme de grasa pero ya le es familiar, ahora le agradan esos aromas fuertes al asociarlos al alfa—. A Ash le gusta lo que cocino.

—Yo no...

—Anda. —El chino sumerge una cucharada de sopa—. Come. —Y le esboza una especie de avioncito.

Sus pupilas jades se enfocan en la sopa, se ve... comestible.

Ya ha terminado en el hospital también por culpa del alfa y su ferviente carrera culinaria y ni siquiera porque sea malo en la cocina, al contrario Shorter heredó el talento de Nadia, el problema recae en su cabeza (todavía calva por cierto, se la sigue afeitando) que olvida lo que hace y eso lo lleva a dejar la carne demasiado tiempo descongelándose o colocar doble condimento o estupideces así, supone que eso pasa cuando no tienes 200 puntos de IQ, pobres mortales imperfectos nada que ver con él.

—Acá viene el avioncito. —Rueda los ojos y se arriesga a probar esa comida, deja que el caldo repose en su boca, le gusta el toque salado aunque dulce—. ¿Cómo está?

—Está delicioso. —Es su veredicto final.

—Lo sabía. —Shorter restriega empalagoso su mejilla—. Anda, prueba otro, hasta te alimento en tu boquita si quieres.

—Ejem. —Yut-Lung impresiona a punto de estallar en el asiento de enfrente—. Shorter.

—¿Qué pasa, bebé? ¿También quieres que te alimente?

—Tú. —Lo apunta en advertencia—. Aléjate de mi hombre.

—Yo no quiero a tu hombre. —Y de hecho no sabe si un "Shorter" clasifica como un hombre—. Amo a Eiji.

—Eiji también es mi hombre.

—¡Pero...!

—Tú eres la gata rompehogares que llegó después.

—Todavía no entiendo cómo ustedes dos están comprometidos. —Alex chilla enfocando la atención en las relucientes argollas que descansan en los dedos de la pareja china.

—Ah, es porque Yue me rogó que me casara con él y no le pude decir que no.

—¿De verdad haremos esto otra vez? —La indignación en la voz del omega es sangrante—. Te conté que la calvicie podía afectar tus neuronas pero no me hiciste caso.

—¡Yue!

—Además, ni que estuvieras tan bien dotado ahí abajo como para que te rogara.

—Pero no estás negando que estoy bien dotado.

—No. —Yut-Lung se muerde el labio inferior con una mirada pícara—. Nunca negaría tu gran virtud.

—Ah, ahora no sabré si te casas conmigo por mi gran corazón o mi gigantesco pene.

—¿Podemos no hablar de esto cuando estamos comiendo? —Bones se tapa las orejas visiblemente asqueado—. No quiero que mi comida tenga sabor a... gay.

—Así no funciona y en todo caso ¿has visto con quiénes te juntas?

—Sí, pero uso un hechizo para contrarrestarlo, Shorter me lo enseñó.

—¿Un hechizo?

—No homo, bro.

—Yo no... —Yue parpadea, dejándose caer contra su asiento—. No sé porqué me junto con ustedes.

A pesar de las riñas se divierten el resto de la tarde, Shorter impresiona preocupado porque inclusive sino comprende mucho de anorexia le pone atención a sus límites con la comida, le da risa llevar de amistad tanto tiempo, más tarde el alfa le confesó que le dio miedo hablarle, al indagar le contó que la frialdad en sus ojos verdes denotaba una total inexpresividad como sino le importara menos, claro que era verdad, con la anorexia encima todo le daba igual si iba a morir de todas maneras.

Pero acá está, comiendo fideos a más no poder, riendo, charlando, siendo vulnerable con sus amigos y su pandilla, enrollando su manito encima de la de Eiji, abrazándolo de la cintura, libre y... saludable.

—Chicos. —Entonces se levanta para hacer un brindis—. Quiero felicitar a Eiji por patearle el culo al remedo de alfa y recuperar su lugar de Fly boy.

—¡Ash! Mizuno no es un remedo de alfa.

—Pero es una basura, amor.

—Bueno, sí. —El omega toma un vaso con refresco y lo levanta—. También quiero brindar por Aslan.

—¿Qué hizo el tipejo para merecerlo? —Sus ojitos cafés lo invitan a contarlo, Eiji siempre lo socorre para que se valide a sí mismo.

—Me dieron de alta oficialmente hoy.

—¿Qué?

—Me dieron de alta, Blanca seguirá controlándome cada ciertos meses pero no hay anorexia activa.

Los chicos se quedan en silencio.

Primer acto: los ojos de todos se cristalizan en lágrimas. Segundo acto: las sonrisas tiritan sobre cada boca presente. Tercer acto: la comida acaba volcada sobre la mesa porque todos los bastardos se le tiran encima.

—¡Eso es grandioso, jefe!

—¡Ash, estoy muy feliz por ti!

—No, no quiero robarle este momento a Eiji.

—No me estás robando nada. —Eiji aprieta su mano con fuerza—. Lo estamos compartiendo. —Ash sonríe.

Cierto.

Así son las cosas con Eiji.

Terco. Irracional. Fiero.

Un poco loco, pero Ash está mucho más loco para seguirle el juego.

—Gracias.

—¡Lamento llegar tarde! —Bueno, la felicidad no dura mucho cuando un mastodonte entra al Chang Dai para cubrir el poco sol que se asoma entre la lluvia, hay un ramo de girasoles cuando ¿hola? esta es su flor—. Felicidades, Eiji.

—Gracias, Sing.

—¿Por qué llegaste tarde de todas maneras? —El mocoso toma asiento al lado de Shorter sabiendo que no hay lugar en esta banca y los deja a todos apretujados pero no se puede enfadar si Eiji acaba medio sentado en su regazo y sus manos accidentalmente caen en su cintura, por ende lo deja pasar.

—Estaba comprándole flores a Eiji.

—Presumido. —Ash chasquea la lengua.

—No le hagas caso, está celoso porque a ti sí se te ocurrió comprar flores y a él no.

—Oh, no te preocupes Ash, el romance es cosa de adultos, ya te llegará.

—Soy mayor que tú.

—Ah, es que como eres tan bajito no me acordaba. —Y claro que el desgraciado disfruta su estúpido glow up, Ash esboza un puchero y se voltea hacia Eiji.

—¿Me amas más que a Sing, verdad?

—Ash, eres mi novio. —Le dice conteniendo una risa—. Aunque Sing es mi esposo en los Sims, creo que me la pones difícil.

—¡Eiji! —Gimotea—. Pensé que se habían divorciado.

—Es que estamos jugando el arco dónde Edward es un idiota y deja a Bella y Jacob tiene su glow up.

—Okey, ya me aburrieron sus referencias de vampiros.

—No soy un vampiro, soy un hombre lobo.

—No lo digas.

—Y un lobo siempre cuida a su loba aunque a veces el lobo de su loba la abandone.

—En serio. —Yut-Lung suspira con dramatismo—. ¿Por qué diablos somos amigos? Mis neuronas se mueren durante todas las conversaciones que tenemos.

—Eso explica muchas cosas.

—¡Es todo Lynx! ¡Ven acá!

E inclusive si Yut-Lung quiere tironearlo del cabello admite que lo pone sumamente contento su vida y es extraño de vez en cuando pensar en todo el tiempo que tuvo anorexia, algunas veces se asemeja más a un sueño o la vida de alguien más pero no la suya y lo que trata de decir es que adora al grupo que tiene por amigos y subordinados y familia, Dios, los elegiría a todos de nuevo.

Gracias.

Cuando la celebración se acaba finalmente obtiene su tan merecida privacidad con su pareja, entran al dormitorio de Eiji (Yut-Lung es buena persona y en el fondo respeta su intimidad), poseen la noche entera para ellos y sucederá.

Se van a marcar o al menos... a intentarlo.

—No puedo creer que hayamos caminado hasta acá con la lluvia. —Entonces el omega destroza esa posible tensión al soltar el comentario, se saca la chaqueta deportiva—. Perdón, la tendré que lavar antes de devolvértela.

—No me importa que me la devuelvas así. —Ash no puede aguantar más y debe estrecharlo con sus brazos, existe un anhelo ferviente por tocarlo que se expande como llamarada en su interior y estalla en su corazón, sus manos se posan sobre sus estrechas caderas—. Prefiero que la uses tú, se te mira mucho mejor.

—Solo lo dices porque tiene tu nombre.

—Tal vez. —Una sonrisa de Cheshire pende en sus mejillas rojas, Ash sabe que está ruborizado pese a los años que llevan de relación hay cosas que nunca dejan de darle vergüenza con Eiji o de acelerar con una locura inexplicable su palpitar—. Estoy muy feliz por ti.

—Yo también estoy feliz por ti. —Entonces tararea elevándose en la puntita de sus pies, sus narices se rozan y el toque es tan eléctrico que envía un escalofrío por toda su columna vertebral—. No creo poderte expresar lo orgulloso que me siento de tus avances, Aslan.

—Eiji.

—Estoy muy orgulloso de ti.

—Para. —Le suplica escondiendo su cara contra el hombro del nipón, estrechándolo entre los brazos con la cara tan caliente que teme le podría explotar—. Estás haciendo que mi corazón lata tan rápido y si haces eso estaré demasiado nervioso para marcarte.

—Deberíamos soltar la tensión entonces. —Eiji lo acurruca en su lugar feliz, esa curva que yace entre su hombro y su cuello, justo dónde están sus glándulas aromáticas y sus feromonas son irresistibles.

—¿Cómo podemos hacer eso?

—Como siempre lo hacemos para lidiar con esta clase de situaciones. —El omega saca su celular del bolsillo y se lo extiende—. Bailamos lento en la oscuridad.

—Eres un irracional. —Ash ríe y su aliento eriza el cuello del moreno.

—T-Tal vez. —También debe estar nervioso, entonces piensa y Eiji pudo haber aceptado sobreponer la marca de Arthur, sin embargo, emocionalmente debe ser una historia más turbulenta, debe estar muy asustado.

Oh, Eiji.

Mi chico valiente. Mi girasol. Mi Nick Nelson. Mi Sophie. Terco. Absurdo. Insufrible. Mi alma gemela.

¿Cómo le dijo?

«Mi alma siempre estará contigo».

Ja.

Así que apoya un audífono en la oreja de Eiji y otro en su oído, enrolla sus brazos sobre el cuello del nipón mientras permite que su amante envuelva con gentileza su cintura, le gusta que Eiji toque ahí, lo hace sentir como un gatito mimoso e incluso lo hace ronronear, es lindo, sus pies se balancean al ritmo de la tonada, es la melodía cursilona que bailaron antes de ser novios esa noche que Ash supo que había estado subestimando sus propios sentimientos y vislumbró cuánto lo amaba, ese amor le dolió, no podía hacerse responsable y le tuvo que romper el corazón.

Así era Aslan, él solito les rompía el corazón a los dos pero nunca arriesgaba el propio.

—¿Te acuerdas de lo que dice esta canción? —Entonces le cuestiona sumergiéndose dentro de estos despampanantes ojos, son líquidos y resplandecientes, excepcionalmente cobrizos, es dónde anhela quedarse por la eternidad.

—Recuerdo que te burlaste de mi terrible inglés y luego me recomendaste plaza sésamo.

—¿Por qué siempre recuerdas lo peor de mí?

—Porque siempre me molestas.

—Si quisiera molestarte me estaría burlando de cómo no puedes colgarte en mi cuello tras quedarte enano.

—¡Ash!

—¡Ah! —Claro que el hijo de puta lo pisotea, es un conejo y sus patadas son de temer.

—Puedes haber crecido en altura pero en el fondo, sigues siendo el mismo Holden que conocí.

—Ser un Holden no es un insulto.

—Debería serlo. —Gimotea antes de perdonarlo y restregarse contra el cuello de Ash—. No memoro bien lo que decía.

—Habla de una chica que le rompió el corazón a un buen chico.

—Oh. —El cabello esponjoso y rebelde de su omega le hace cosquillas contra la nariz y es imposible mitigar la sonrisa que eso le genera—. Recuerdo un poco. —Las luces están bajas, solo son ellos dos.

Ash y Eiji.

Ellos dos contra el mundo.

—¿En ese entonces me amabas?

—Eiji, te he amado desde que entraste a mi vida a la fuerza aun sin saberlo. —El omega sonríe dulce. Lindo. Radiante. Soleado.

—Si que te tomó tiempo entender mis indirectas. —Se burla—. Insistías en que lo nuestro no podría funcionar.

He was sunshine, I was midnight

Rain

—Pensaba que te arruinaría, en cierta medida se siente así, te he hecho pasar por muchas cosas, no la has tenido fácil tampoco así que...

He wanted it comfortable, I wanted that pain

He wanted a bride, I was making my own name

Chasing that fame, he stayed the same

—Ash, cariño. —Eiji no necesita detener sus pasos de baile para sostenerlo del mentón, le habla con una suavidad que solo Eiji le concede, se alza en la puntita de sus pies como si le estuviera musitando el secreto más grande del universo, hay una seriedad fiera en sus ojos, es la misma que relumbra en los momentos que salta—. No me has hecho pasar por nada, yo elegí quedarme a tu lado.

—Pero ha sido duro.

—Es verdad, las relaciones son duras en general, tú también me has apoyado en momentos difíciles, pero me has dado el valor para volverme a levantar y me diste un lugar seguro a pesar de todo.

—Eiji.

—Además tú no "me hiciste" pasar por nada, fue la anorexia la que te estaba comiendo, muchas de las cosas que me mostraste no fueron tú, cariño. —Siente los gentiles dedos de su amante apoyarse sobre su barba fantasma, es áspera y casi imperceptiblemente rubia—. Cuándo te conté de la marca, ¿te acuerdas de lo que me dijiste?

—No.

—Dijiste que habían algunas personas por las que valía la pena luchar. —Ash sonríe. Apenado. Rojo. Pequeño—. Y que yo era una de esas.

—Lo eres.

—Pues tú también. —Ash se inclina hacia la calidez de su amante y se esfuerza por sostener contacto visual, siempre que sus ojos de cervatillo brillan con semejante fulgor se profesa vulnerable y todavía le da miedo, pero es Eiji y Eiji es seguro, por ende debe estar hablando con la verdad—. Eres mi alma gemela, te amé ayer, te amo hoy y te amaré mañana y todos los mañanas que me quedan.

—Eres tan cursi, onii-chan. —Entonces se mofa, están bailando en su propio mundo, las caricias del omega se sienten como espasmos de electricidad quemándole la piel e incitándolo por más, no debe ser justo anhelar tanto a alguien, no obstante, él lo hace.

—Alguien tiene que ser el cursi de la relación.

—¿Estás diciendo que no soy romántico?

—No lo eres.

—Puedo ser romántico. —Entonces musita acomodándole un mechón oscuro detrás de la oreja y el toque se profesa extraordinariamente bien, quiere dejar su mano acá para siempre, sin embargo, la tentación de provocar un puchero es más fuerte—. Te amo, Eiji, es una excusa muy pobre para todo lo que te hago pasar, pero es la pura verdad.

—Ash.

—Es de crepúsculo. —Finalmente bufa—. Verlo tantas veces sí sirvió para algo.

—Al menos te hizo más romántico.

—Entonces... —Ash desciende sus manos hacia las caderas del nipón para estrecharlo hacia las suyas con cierta impaciencia y picardía—. ¿Me gané un beso?

—No lo sé. —Eiji tararea alzándose aún más—. Ven acá y averígualo, gato mañoso.

—Conejo terco.

Aslan se toma su tiempo para estrechar su boca ante la de Eiji, disfruta de vislumbrarlo nervioso con los párpados apretados y un intenso sonrojo esparcido contra sus orejas y difuminado sobre su nariz, es tan lindo que podría morir ahí mismo, no obstante, se contiene para inclinarse lento y lento, eleva su mentón en un roce de dedos, el corazón le hierve con una efervescencia violenta, siente al candor anidarse en su pecho antes de extenderse por cada fibra de su piel, Eiji abre la boca, suelta el aliento para manifestar impaciencia.

—Si te arrepientes de la marca, detenme. —Le susurra ronco, dándole la oportunidad de retroceder.

No lo hace, al contrario, se inclina más cerca como si Eiji estuviera realmente deseoso del beso y sus toques y la marca que le hará.

—Tú también. —Eiji musita—. Puedes parar cuando quieras, pero ahora muero por besarte.

—Pídelo.

—Tómame, Aslan.

Lo hace.

El beso resulta abrumador para los dos, el celular junto a los audífonos caen al piso, ambos empiezan a manosearse completamente desesperados, hay ropa siendo arrancada, jadeos calientes, bocas en bocas ansiosas, lenguas explorando el sabor ajeno, feromonas enturbiadas, es un toque diferente a absolutamente todo lo que han tenido antes, es intoxicante y demandante. Aunque llegan a la pieza a ciegas y a rastras se degustan, el alfa ahueca las mejillas de su compañero demandando aumentar la intensidad de las caricias y joder, el omega lo acepta encantado.

—A-Aslan.

—Eiji, diablos. —Ash se sienta en la cama, sube al omega encima de su regazo, sus torneados muslos aprisionan su cintura con una exquisitez delirante, de repente, se siente como si cada parte que Eiji tocara se transformara en una zona erógena y la estimulación es demasiada.

—Quiero tocarte. —El omega le susurra despacio y sensual, siente el tenue tacto de los dientes del moreno en su oreja y eso lo hace jadear.

—Tócame. —Ordena con su voz de alfa—. Has lo que quieras conmigo.

Eiji sonríe con satisfacción.

Hay una descarga lujuriosa derritiéndose como miel bajo su iris cobriza, el cuarto está a oscuras y lo único que se escucha además de la lluvia golpeando las ventanas son las respiraciones entrecortadas fundidas a sus jadeos excitados. Sexy. Aterciopelado. Animal.

Los dedos de Eiji se deslizan alrededor de su cuello, desabotonando lentamente cada ojal, el apenas roce de sus yemas envía un espasmo de pura electricidad que sube in crescendo hasta colisionar en una obscena presión dentro de sus jeans, pero su novio lo sabe, puede palpar esa dolorosa erección sin usar las manos porque está restregando sus propias caderas, sin embargo no tiene prisa e incluso impresiona tener a Aslan a su merced, pensamiento que confirma cuando sus labios tiernos y cálidos le presionan el cuello haciendo que suelte un jadeo mientras sus manos exploran todo su tórax, esa solía ser su zona de mayor dismorfia corporal y aunque ahora es un cuerpo más musculoso le agrada.

—¿Te gusta lo que ves onii-chan? —Entonces las manos de Ash aprietan sus nalgas sobre esos shorts deportivos consiguiendo un largo y desesperado jadeo.

—Me encanta.

—Pero yo no estoy viendo mucho, eso no es justo. —Aslan enrolla sus dedos por los bordes del polo, la chaqueta del equipo de béisbol se cayó en algún punto entre la cocina y el cuarto y aun así quiere ver mucho más—. Quiero tocarte también, dame un espectáculo.

—Ash.

—Manos arriba.

Eiji obedece permitiendo que Ash se deshaga de tan molesta prenda, mierda, le resulta surreal tener a un Eiji semidesnudo empapado por el tenue brillo plateado de la luna, con la boca hinchada gracias a todos los besos que se dieron, los ojos chispeando con deseo, una erección atrapada en su propio pantalón y ¿qué tenemos acá? Los pezones erectos, claro que eso le saca una sonrisa.

—¿Quieres que muerda acá? —El alfa se inclina con picardía, sus dedos están hundidos en la espalda firme del omega para atraerlo y no dejarlo caer de la cama, le gusta está posición, lo excita—. Porque pareces ansioso para que te saboree.

—Sabes que me da vergüenza que lo hagas. —Eiji trata de cubrir su sonrojo con el antebrazo en vano.

—Pero te encanta. —No se lo pregunta—. Mira lo erecto que te has puesto.

—¡A-Ash...!

—Eres un desastre. —Musita repasando tan sensible piel con sus dientes—. Pero muero por hacerte un desastre aún más grande.

—¡Aslan!

El nombrado sonríe acercándose tortuosamente hacia el pecho de su omega, para estimular la ansia anticipatoria primero respira y se dedica a contemplar sus pezones y el tono rosado que han tomado para suplicarle que los atienda, luego presiona simplemente su boca, los muslos del nipón lo atrapan aún más por la estimulación, Ash se ríe mordiendo lentamente la aureola, deleitándose con el dulzor que sus feromonas le ofrecen, primero pasea su lengua de forma superficial por su bronceado pecho en un halago de mariposa lo suficientemente delicioso para hacerlo arquear la columna en un jadeo.

Su lengua da estocadas y roces circulares, retuerce el pezón como si fuera el tallo de una cereza que intenta anudar, hunde su cara en su pecho, siente su corazón latiendo con la violencia de un pajarillo a punto de ser cazado, la piel se siente cálida, sudada y adictiva. Succiona y retuerce los pezones tan erectos de su novio hasta que se tiñen de un tenue cárdeno. Deja chupones. Marca propiedad. Suyo. Este omega es suyo.

Más.

Quiere mucho más.

—Ash, no juegues conmigo.

—¿Quieres que te toque más?

—Sí.

—Afírmate.

El omega obedece hundiéndole los dedos en los hombros, presionando su boca y nariz justo encima de sus glándulas aromáticas, Ash aprovecha para que sus manos desciendan hacia su culo, lo aprieta, lo amasa, lo manosea y Eiji se sobresalta por la doble estimulación, sus dientes atrapan un pezón en un mordisco suave mientras sus palmas se dedican a colarse dentro de su ropa interior, está mojado, ya está deseoso para recibirlo y se lo hace saber al tirarlo del cabello, no obstante, el alfa lo degusta con el lento y caliente vaivén de su lengua. Quiere verlo suplicar. Lo llevará a la locura. Éxtasis. Y aún más allá.

Succiona. Lame. Muerde.

Eiji suplica.

Ash sonríe.

Su erección es insoportable y se vuelve aún peor cuando el omega se restriega encima, con su lengua desciende de sus pezones hacia su tórax y luego vuelve a subir hacia su cuello.

—Eiji. —Sus palmas estrechan con dureza al nombrado, grabando a fuego cada curva de esa silueta.

—¡Ah... Ash! Estoy impaciente.

—Tócame.

Por favor.

No debe decir más.

El omega le desabrocha el jeans para dejar expuesta esa erección, Aslan gime con el rostro acalorado cuando empieza a recorrer su pene, la fricción es tan placentera que hasta debe inclinarse para atrás en la cama y apretar las sábanas en sus puños pero joder, los dedos del omega se sienten mejor que la seda al bajar desde su glande hacia el prepucio, el líquido preseminal es un lubricante para que el nipón lo consiga masturbar con más facilidad, ni siquiera puede cubrir toda su erección con su palma puesto que Aslan se ha vuelto insaciable. Grande. Palpitante. Duro.

Su alfa interior gruñe al comenzar la masturbación, se siente tan rico, se derrite debajo de las caricias de su novio, sin embargo, no se queda así, al contrario, se enciende y empieza a plantar un beso tras otro en sus zonas sensibles, es una sensación de aturdimiento deliciosa, logra estabilizarse y levantar su agarre de las sábanas para apretujar el trasero del omega y sentir sus durezas juntas. Tan caliente.

Eiji es malditamente sensual.

—Estás todo mojado dentro del short. —Entonces le susurra.

—¿De quién es la culpa?

—No sé. —Ash sonríe con picardía—. ¿Quieres que me haga responsable?

Eiji gimotea cuando introduce sus manos hacia su ropa interior para estimular sus nalgas desnudas, las costuras del shorts crujen pero no le importa romperlo, sus dedos se aventuran, delinean su culo, lo aprietan, lo separan hasta llegar finalmente hacia su ano dónde está empapado por ese lubricante natural, el japonés no se queda atrás y lo hace más grande en sus manos, su miembro palpita y duele que la masturbación sea tan lenta, está impaciente y algo, algo de tener a Eiji montado encima, algo de estar sentado en la cama con la camisa desabrochada y su jeans desarmado, algo de este instante resulta demasiado sensual.

—E-Eiji... —El moreno ha sacado su propia erección del short para estimularlos juntos.

La fricción es caliente, húmeda e intensa.

—Joder, ¡E-Eiji!

Pene sobre pene. Carne incrustada en carne. Mojado. Sudoroso. Obsceno. Eiji gime un solo nombre.

Aslan.

Te deseo.

Mierda.

No puede contenerse más, tomando el control de la situación Ash intercambia posiciones, acomoda a su amante por encima de la cama, le quita el short de un solo tirón y sigue con la masturbación de sus dos miembros juntos en un acalorado vaivén, Eiji crispa los pies en las sábanas, también sostiene el ritmo de la estimulación.

Sus bocas se vuelven a estrechar con fuerza.

El beso es tan ansioso que arde, tira de sus caderas hacia las de Eiji, escucha sus inhalaciones fogosas entre besos como si estuvieran sumergidos bajo el mar y de vez en cuándo necesitaran salir por algo de aire y no obstante, no vale la pena respirar en este momento sino es Eiji. Eiji. Eiji. Joder. Se profesa totalmente embriagado por sus toques, su aliento, sus besos, sus mimos, su piel, su cuerpo, su calor, su olor, sus feromonas, sus sonidos, sus expresiones, quiere hacer un desastre en él.

Una gruesa capa de sudor los cubre, incluso en la oscuridad lo logra apreciar, ninguno se corre, Aslan frena la masturbación antes para acomodarse entre las piernas del japonés, sus pupilas negras están repletas de excitación y también de... miedo. Sí. Eiji tiene miedo.

Debe seguir asustado.

—Te amo. —Entonces debe repetirle como se lo repite cada día—. Te amo tanto.

—Aslan. —El omega se inclina para poderlo besar, no cierra sus piernas, al contrario, lo atrae en una caricia tan placentera que todo el alfa tirita.

—Podemos parar sino estás seguro.

—No. —Eiji se mantiene firme, su cuerpo está cubierto por esa capa de rubor debido al candor, yace un brillo de determinación ardiendo en sus pupilas y eso es suficiente para saber que perdió—. Aslan te amo y quiero intentar esto contigo, estoy asustado de que no funcione nada más, quiero ser tuyo.

—Pase lo que pase. —Sus manos se entrelazan—. Estoy acá para ti, siempre. —Ash presiona un beso sobre el dorso de su palma y entonces Eiji le sonríe como solo él sabe hacerlo.

—Ash.

—Independiente de si lo logremos o no nos pertenecemos mutuamente en cuerpo, alma y corazón.

—Sí. —Eiji ríe—. Tienes razón.

Bonito. Brillante. Deslumbrante.

«Para siempre».

Se pone el condón, separa las piernas del nipón, besa sus muslos internos para que se relaje, lo toma de la mano mirándolo a los ojos sin decir nada más, no es necesario que lo hagan y mete su miembro, no lo mueve, no al inicio, quiere que Eiji se acostumbre, sin embargo, es difícil contenerse, su interior está caliente, apretado y es estar en el mismo cielo infernal, el cuerpo del alfa tirita, se estremece y cada sonido hace un eco un millón de veces más intenso contra el rechinar de la lluvia.

Se comienza a mover.

La presión es deliciosa. Adictiva. Es éxtasis puro.

No lo puede soportar.

Eiji le demanda un beso que con gusto complace, las caricias del nipón son adorables a pesar de esta excitación que está devorando el momento pero siempre es así, de alguna manera lo embriaga bajo todo el amor que le da, sus labios se estrechan en besos apasionados, concibe a su pene crecer bajo semejante estrechez y es simplemente placentero, podría correrse por un par de estocadas más y a juzgar por los espasmos en el cuerpo de su amante disfruta de la misma manera, pronto Eiji envuelve sus caderas entre sus piernas y profundiza la penetración. Más hondo. Más profundo. La cama cruje.

Se besan. Se tocan. Se devoran.

Eiji jadea.

Aslan golpea su punto dulce.

Sus corazones golpean erráticos en contra de sus pechos, se han fundido en un abrazo, están mucho más cerca de lo que alguna vez han estado de cualquier persona, se ahoga en placer, le es demasiada la estimulación: sus feromonas, su esencia, su sabor, su culo tragándose su pene, mierda su hombría duele, está a punto de correrse, siente su respiración cortarse entre los labios de Eiji y una marejada de una calidez deliciosa inundarlo desde dentro, es destructivo, golpea aun más profundo el interior del omega, va hacia la locura, besa a lo largo de su quijada hacia su oreja y aprieta su mano ante las sábanas, suspira en su garganta y se prepara para perecer.

—¡AA-Ah...! Ash.

—Voy a correrme también. —Jadea.

Entonces se las arregla para mostrarle la nuca sin romper el contacto y el segundo que la excitación hierve con tanta violencia que siente que va a estallar clava sus dientes en la nuca de Eiji, un suave gemido retumba por las paredes del cuarto y es una sensación surreal, se conectan a nivel astral, es alma con alma, corazón con corazón, cuerpo con cuerpo sellados para siempre, permanece ahí hasta que el cuerpo de su amante cae flácido en las sábanas, lame la herida, la besa, la sana, sin usar las palabras le hace saber que es amado y que pase lo que pase se quedará a su lado.

Cuándo sale del interior del omega, Eiji lo muerde.

Ambos quedan marcados.

—Se siente diferente. —Entonces Eiji le dice hecho bultito encima de su pecho, adora mimarlo luego del sexo, le encanta que su novio se exponga con semejante vulnerabilidad—. Esto se siente... lindo.

—¿Lindo? —Pregunta divertido, presionándole un beso por encima de los cabellos.

—Sí. —Eiji sonríe somnoliento—. Se siente como si esa marca perteneciera ahí, me gusta.

—Parece que está sanando. —Y reza para que lo haga.

—Probablemente esté sanando. —En todos estos años Eiji jamás aceptó la de Arthur y por ende era común que se infectara al permanecer siempre fresca—. Esta es la marca que yo quería.

—Esto se siente como llegar a otro nivel. —Ríe nervioso.

—¿Lo crees? —El nipón se remueve con flojera solo para mirarlo, lo enternece de sobremanera que uno de sus caprichos sea lo suficientemente valioso como para anteponerlo a su propia comodidad.

—Lo creo.

—Siento que voy en serio contigo desde que te conozco. —Le sonríe—. No le prometo a cualquiera que me quedaré a su lado.

—Eiji.

—Tampoco le doy a cualquiera mi alma. —El moreno deja descansar su oído sobre el pecho del alfa, le da miedo que se quede ahí porque será consciente de lo verdaderamente nervioso que lo pone y lo irracional que lo ama—. Te dije, Ash. Mi alma siempre estará contigo.

No puede decir más.

Eiji cae dormido.

Él quiere llorar, a veces pasa incluso luego de tanto tiempo, supone que debe ser algo de disociación rompiéndose igual que una pompa de jabón, nunca llega con previo aviso, no obstante algunas veces es ahogado por una ola de gratitud hacia la vida que construyó y al estar vivo a pesar de lo duro que por momentos ha sido. Diablos. Es realmente afortunado al estar acá con sus seres amados. Por Eiji.

Gracias.

Está lloviendo.

Es medianoche.

Ash se levanta hacia el baño, sus pies se pegotean contra los azulejos, el frío se cuela a través de sus pies, está desnudo, está desnudo y hace frío, aun así toma el valor para pararse frente al espejo para poder procesar los cambios de su cuerpo, es...extraño, antes solía compararse con una masa o plasta grasienta al ni siquiera considerarse humano. Se puso miles de apodos despectivos. Se odió. Se odió tanto que apenas se podía tolerar. Vomitó quién era. Se lo comió. Se restringió. Se dio atracón con todo eso que no era. Pero acá está. No es un gordo de mierda. Es solo Aslan.

—Fuiste muy duro contigo mismo. —Finalmente es capaz de decirse, su mano se acomoda sobre su nuca, hay una brillante marca relumbrando ahí y relumbrará por siempre—. Me hiciste mucho daño.

Los ojos le queman, el corazón se le aprieta, el estómago se le hunde.

Esto es difícil.

—Me hice tanto daño. —Admite—. Perdón, te estoy tratando de amar como mereces que te amen.

Es duro admitirlo, cuando la gente habla de amor propio lo dicen como algo tan intangible y sanador, pero nunca te enseñan a llegar hasta él, Ash aún no lo hace, aún tiene un largo camino que recorrer, sin embargo, está encaminado.

—¿Qué pensarías al verme ahora? —La lluvia golpetea a las afueras del dormitorio, alza la cara para buscar a Ana entre las esquinas del baño, no está, está pero no está—. ¿Qué me dirías si me miraras?

Ríe.

—A veces te extraño mucho, como si fueras una vieja amiga y no una enfermedad que me consumió la vida y entonces me siento culpable por extrañarte, Blanca me dijo que es esperable, que fuiste la amiga que me acompañó por tanto tiempo y por eso tengo derecho a extrañarte aun sino te anhelo de regreso, pero estoy tratando de hacer tu trabajo y cuidarme, estoy tratando de sanar lentamente.

Toma un bocado de aire.

Se mira a los ojos.

Verdes. Brillantes. Jades.

—Me dejaste en un punto de partida y a veces te odio por eso, mi cuerpo nunca estará mejor y solo puede empeorar así que tengo que trabajar extra duro para que no empeore más y ¿sabes cómo se siente tener apenas veinte y que tu cuerpo tenga un deterioro de viejo? Estoy más anciano que Max.

Cuenta. Contar ayuda para decirlo. Respira.

Uno. Dos. Tres.

—Pero gracias por no deteriorarlo más, gracias por hacer lo que mejor supiste hacer ante Cape Cod.

Cuatro. Cinco. Seis.

—Te extraño, te quiero, te odio y me provocas un montón de emociones más, pero ya no te necesito y espero nunca más necesitarte, así que gracias por no aparecerte más aun si eres parte de mí, cierto sentido siempre será parte de mí y está bien, me alegra haberte sobrevivido, estoy orgulloso porque estoy vivo a pesar de ti, te sobreviví, anorexia, me hiciste un sobreviviente.

Siete. Ocho. Nueve.

—Cariño. —Eiji se levanta adormilado, está restregándose un párpado, se ha puesto su camisa, luce francamente adorable—. ¿Todo está bien?

—Lo está. —El moreno de todas maneras llega hasta el baño para envolverlo entre sus brazos.

—Te estabas mirando.

—Sí. —Sonríe con vergüenza—. Me estaba mirando.

—Aslan. —Eiji lo mira a través del espejo—. Eres precioso. —Y luego lo mira en serio—. Eres lo más hermoso que he contemplado en mi vida y no solo por tu apariencia, sino por todo.

—Eiji.

—Me lo leíste hace harto. —Recuerda—. Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.

Claro que le daría una respuesta así.

Es Eiji.

Mierda, lo ama tanto.

—Vamos a la cama. —Entonces le dice y ya ha contado hasta diez—. Vamos cariño, quiero mimarte.

Se ve una última vez en el espejo y finalmente cree saber lo que su anorexia le diría si pudiera oírlo:

«Estoy orgullosa de ti, Aslan».

Aprieta la mano de Eiji, piensa en la canción que estaba bailando.

Ríe.

Porque todo en Ash cambió como la medianoche.

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